Cuando sentimos que estamos enamorados nos vestimos de cantantes, bailarines, poetas, escritores o chef, muy apasionados, nos creemos protagonista de nuestra novela rosa favorita y creamos ideas propias del amor.
Sopla la leve brisa de que por fin, en la vida, algo va bien, llenamos los vacíos de la vida con una buena copa de vino y largos besos que nuestro buen amor nos regala, llenamos las expectativas con el eterno amor y con una promesa de que jamás se acabará la magnífica magia del amorío en llamas, que jamás cesará entre nosotros las ganas de estar allí.
Días de promesas, de elocuencia, de persuadir, de encantar, de alabar; de llamar al cuerpo alma, de mentir, de desechar, de contradecir, de confundir, de añorar y desear al ser terrenal, de contemplar el acto y no al orgasmo; días de amor.
El amor no es, no es amor, el amor es amor, amor bueno, amor confuso, amor amante, amor amor. Amor temeroso, amor violento, amor ingrato, amor no amor. Amor sin libertad, amor reprimido, amor a golpes, amor no es “amor es amor”. Nada de esto es amor. Nada es amor. Amor es libre, sin definición, sin estructura, sin mandos, sin amor, sin ese amor que no has dicho que es amor. Amor es todo menos amor.
Amor es raro, chico, grande, mediano, eterno, simple, un día, dos días, un año, miles de años, toda la vida, amor sin banderas, amor sin fronteras, amor, amor, amor es no amor.
Contemplar lo amado es contemplar todo el alrededor, es contemplar el agua, el sol, las flores, el árbol de la esquina de mi casa, mi cama, las luces, el mar, el atardecer, las casas, la comida, el té, el café, el libro favorito de mi abuela, las risas de mis amigos al beber vino, las voces, mi padre mirándose al espejo y viendo que cada vez envejece más, mi madre añorando el regreso de mi abuelo, el vino sentado en la mesa a punto de desaparecer, la tele encendida sin volumen, mi sobrina dormida soñando eso que sueña ella, mi hermana enamorada sin conciencia, mi mente que no deja de repetir eso que suena; todo se ve bien desde arriba, bajan, nos dirán.
Miles de años me daría contemplar todo lo amado porque las cosas y seres que amo son miles, son millones, son todos ellos, y se me es difícil pensar sobre lo que se habla del amor; ese que es una especie de adquisición egoísta, poco profunda, superficial, obligatoria, monogámica, tan individualista que nos volvemos fríos, codiciosos y cobardes; nos han vendido una versión tan falsa del amor, una tan exigente, tan agotadora, una en donde terminamos dándolo todo hasta quedar vacíos.
Nuestro concepto de amor es tan vacío y erróneo que caemos en la estupidez e de esta forma, como sociedad, vamos escribiendo un contrato que nos volará las cabezas y la última pizca de conciencia en ellas;
“Reciprocidad, eternidad y exclusividad.
Público, familiar y sexual…”
He tenido muchos problemas con esta versión de amor, este supuesto amor. No estoy dispuesta a darlo todo, no quiero pasearme de la mano por toda la ciudad mientras todos opinan de como me veo con mi pareja, quiero decir, ¿quién inventó eso de andar de la mano como señal de amor? ¿por qué es un acto de amor? ¿qué les interesa cómo se ven las parejas? ¿hay algo manual o instructivo de cómo debo lucir?, no quiero dedicar canciones, no quiero ver una película de amor idealizado y cuestionarme constantemente si realmente puedo amar, si realmente algún día encontraré a alguien con la química perfecta, sin encontraré mi otra mitad o sin preguntarme que, tal vez, el problema soy yo, siempre fui yo porque, si es así como me lo han planteado, entonces, no sé amar, nunca supe cómo iba esto del amor. Sí, el amor está escrito en un papel, la gran fórmula del amor está escrita, está planeada y estructurada, moldeada y calificada para cada uno de igual manera.
Es tan injusto no poder amar a mi manera, no poder creer a mi manera, no poder dar a mi manera porque está mal, porque todos me han dicho que está mal. Nunca he podido expresar lo que realmente siento con una persona, desde cuando no me gusta como dan besos hasta cuando ya no quiero entablar una conversación, porque es horrible la presión social que recae en cada persona, es una enorme piedra que llevamos en la espalda, unas piedras que van pegadas a los pies y que te obligan a pisar con “los pies en la tierra” que en realidad no significa mucho porque son sólo conceptos e ideas que ellos mismos fueron creando, pero ¿para qué?
Me gustaría poder amar como amo al viento; dejándome llevar cuando él aparece, ligera y despeinada, sin sentir mucho el rose de lo fuerte de sus almas, cerrando los ojos con anhelo de volver a sentirlo de nuevo pero en el momento en que se va, sentirme feliz por poder haberlo habitado, por poder haberlo vivido y contemplado, admirar y acariciarlo.
Pero entonces sí nunca será así,
renuncio,
renuncio a la versión idealizada del amor,
renuncio a su romanticismo,
a sus tardes de picnic y a compartir mi paleta,
renuncio a tomarme de la mano porque no tiene sentido alguno,
a responder mensajes por obligación,
a mantener el contacto todo el día y toda la semana,
renuncio a las muestras de afecto sexualizadas por las señoras de la esquina,
a familiarizarme con mi pareja,
renuncio a tratar de siempre andar bien por no pelear,
renuncio a tratar de entender al hombre machito con sus comentarios sexualizados bajo el argumento de que se crió así,
a calificar el sexo con tu pareja,
renuncio a las mil pendejadas que nos enseñaron las estúpidas ideas del amor idealizado, la versión costosa, neoliberalista, individualista, inhumana del amor.
Un comentario
Hola,
en los tiempos que corren es difícil renunciar al amor. Hay tantas posibilidades para enamorarse que no se como la gente puede conseguir no enamorarse.
Mi enhorabuena para ellos, porque realmente el amor a veces hace mucho daño…
Un saludo