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Arte al Servicio del Demonio

por Cristián Mancilla
Artículo publicado el 17/02/2023

Resumen
Mauricio Toro participó del Festival de las Artes de la Región de Coquimbo 2023 por medio de una exposición en el Museo Arqueológico de La Serena, en la que presentó una obra los días 9, 10 y 11 de febrero. Ofrezco aquí una breve descripción, análisis y diatriba sobre la obra del Sr. Toro.

Palabras clave
Toro-Goya, ARC 2023, Virgen María, arte, sacrilegio

 

Santa María, Reina de los Ángeles, ruega por nosotros.

La ola de depravaciones que está asolando la tierra no parece que deje de crecer. La semana pasada, en San Bartolomé de La Serena, el satanista Mauricio Toro exhibió con orgullo una obra sacrílega[1] en la que decidió insultar a la Madre de Dios. ¿Hay que tolerar estos ultrajes? Contra nosotros, sí, pero no contra la Reina de los Mártires, quienes juzgarán junto al Rey de Reyes al siervo de Satanás, por quien rogamos devotamente para que se convierta antes de que deba comparecer. ¡Cuán admirable no será su conversión, en efecto, si ha dedicado toda su carrera a denostar a la Santísima Virgen! Un hijo de su tiempo, este artista trata la religión como si fuera un fenómeno cultural en lugar del tesoro que nos ha sido revelado y entregado por Dios en persona. Esta vez, se ha atrevido a hacerlo en la ciudad de San Bartolomé, el cual fue martirizado por el rey de Armenia cuando el santo apóstol se negó a adorar a los ídolos, los mismos que el infiel Toro equipara con las sagradas imágenes de la Bienaventurada Siempre Virgen María.

La imagen de Nuestra Señora, coronada y cubierta con una capa negra, tiene los ojos vendados con una tela negra. A ambos lados de la capa, hay fotografías en blanco y negro con las caras de varones. En el tercio inferior de la capa, hay tres filas de prendedores con forma de ojo. Las manos, en actitud receptiva, están juntas frente al pecho de la imagen, como si estuvieran atadas entre sí. Debajo de ellas, hay una hilera de prendedores de ojos dobles que baja hasta antes de la última parte del vestido que lleva bajo la capa.

¿Qué quiere decir todo esto, pues? Los ojos se han convertido en un signo preferido de los criminales desde el Levantamiento Terrorista, por cuanto señalan hacia la victimización que tanto aman y añoran, no para acceder a la gloria eterna, sino para ganar adeptos por medio de una patética lástima. Las fotografías retratan a terroristas justamente abatidos después del Pronunciamiento Militar ordenado por el Congreso en 1973 para detener el totalitarismo del salvaje régimen allendista. Las manos receptivas juntas y la tela negra sobre los ojos son señales de fusilamiento. El negro de la capa y el vestido y el resto de la ropa son señal de luto. La corona (que está rematada en una pequeña cruz), meramente decorativa en esta imagen anticristiana, identifica a la Santísima Virgen, que podría ser confundida con alguien más sin este detalle. El sentido global de la obra, pues, consiste en equiparar los padecimientos de Nuestra Señora con los de los terroristas que han intentado imponer un régimen del terror en el Reino de Chile durante el último siglo, por una parte, y en proponer una actitud compasiva de la Santísima Virgen para con estos enemigos de Dios y de la humanidad, por otra.

Un mártir, como San Bartolomé, es alguien que ha padecido por confesar la fe cristiana. La Santísima Virgen es Reina de los Mártires no solo porque haya sido coronada como Reina de Todo lo Creado, sino porque ella misma es la persona que más padeció a causa de la fe: la que está más unida a los sufrimientos de Nuestro Señor y la que ha experimentado los padecimientos más hondos por causa de Su dolorosísima pasión. Los hombres retratados en las fotografías de esta obra, en cambio, son todo lo contrario: enemigos acérrimos de la fe que derramaron su sangre a causa de su oposición a Cristo y a la Iglesia que Él fundó. Ellos son los que, de hecho, fusilaron a sacerdotes de Jesucristo en México y en España hace cerca de cien años. Son antimártires, pues: enemigos de Cristo, enemigos de la Iglesia, enemigos de la Santísima Virgen, asesinos de los mártires, verdugos de los confesores, opresores de los santos. ¿En virtud de qué encanto han querido estos servidores del demonio compararse con los santos mártires de la Santa Madre Iglesia, fieles súbditos de la Admirabilísima Reina de los Ángeles? Como creen que la religión católica no es una revelación divina, sino una mera práctica cultural, están convencidos de que es posible imitarla con medios humanos. Han decidido, pues, que se victimizarán y que inspirarán lástima en los hombres a causa de que no les han permitido tomar el poder y tiranizar el mundo entero, como pretenden. Piensan que, si mueren por la causa que defienden, aun cuando sea totalmente antihumana e incluso anticristiana, atraerán la admiración suficiente de otros como para garantizar su victoria en el futuro. Y actúan así porque han visto que los mártires han atraído las conversiones y convencido a los infieles. No entienden, sin embargo, que la victoria ya está definida y que el martirio no es estratégico, sino sobrenatural, y que la fe no está confinada a la razón, sino que la abarca y la supera. Yerran una y otra vez aun cuando la Iglesia contiene la verdad sempiterna dentro de sí para cualquiera que desee conocerla y unirse con ella. Son los más insensatos de los hombres, puesto que intentan combatir al Que no puede ser derrotado con imitaciones baratas de las armas que Él ha puesto en manos de sus santos soldados.

Mauricio Toro, pues, quiere oficiar como taumaturgo y equiparar la Nobilísima Emperatriz del Mundo con los servidores del demonio que luchan enconada e inútilmente por destronarla. A estos enemigos de la jerarquía celeste los quiere entronizar en los altares de la adoración mundana. ¿Qué atrevimiento y desfachatez es esta, pues? ¿Cómo alguien tendría el descaro de proponer que la Virgen de las Vírgenes amparará a quienes promueven la degeneración y la impureza? ¿Cómo podría pensarse que la Reina de Chile renunciará a su trono de gloria para entregarlo en las manos de unos ateos genocidas? Nótese la osadía del engaño: es digna de uno que ha servido largo tiempo al maligno y cuya conversión regocijará a los coros celestiales. Bendito sea Dios.

¿Acaso nuestra Madre Dolorosa está de luto por los terroristas que fueron oportunamente neutralizados por el Gobierno Militar? ¿Acaso Nuestra Señora está siendo fusilada por los heroicos liberadores de la patria? Estas fantasías han salido desde la ponzoñosa lengua bífida del príncipe de la mentira, quien se complace en inventar ilusiones que lo dejan a él como víctima de una eterna maquinación en su contra, y han sido plasmadas en la censurable obra de Mauricio Toro. El descaro de utilizar una imagen de la Santísima Virgen en una obra o instalación no debería ser gratuito, puesto que ella es la soberana legítima de este reino —que no territorio, como balbucean los microcéfalos—: más aún si se presta para proposiciones opuestas a la verdad y ofensivas para la Madre de Dios. Muchos neocatólicos pechofrío alegarán que la ofensa va dirigida contra los creyentes. Pero uno debe responder de inmediato: ¿a quién le pueden importar los fieles cuando se está ofendiendo a la mismísima Arca de la Alianza? ¿Qué clase de descriterio llevaría a alguno a pensar que pueda existir una igualdad jerárquica entre la Madre de Cristo y cualquier hombre de la tierra o cualquier ángel del cielo? Hay que tener presente esta diferencia, que ya para los griegos estaba clarísima (Ilíada 5.440-442): la aniquilación de todo el género humano resultaría menos grave que la más mínima irreverencia contra el Creador de todas las cosas. En este sentido, el Sr. Toro no peca tanto por participar de una iniciativa genocida cuanto por ofender a la Santísima Virgen María.

Si la Santa Madre Iglesia tuviera pastores como los de antaño, no haría falta remitir ninguna solicitud ni escribir un ensayo como este con tal de conseguir una reacción apropiada: una advertencia de excomunión, imposición de penitencia pública, condena expresa y sin sensiblerías, apertura de proceso si no hay arrepentimiento. Lo mínimo para proteger la dignidad tanto divina cuanto humana. ¿O acaso nadie nota cómo el Sr. Toro se degrada a sí mismo al presentar un esperpento como este? ¿No resulta evidente, pues, que se está sepultando voluntariamente en las profundidades del infierno cuando hace un uso impúdico de la imagen de Nuestra Señora? ¡Pero cuánta gloria no ha de recibir si se arrepiente! Porque, con tal exhibición pública de desprecio por lo divino, el premio de la conversión ha de ser enorme.

Como tenemos la victoria asegurada, no obstante, no nos desanimemos ante esta repugnante muestra de desprecio contra la Reina de los Patriarcas y recemos por la conversión de este y de todos los infieles y pecadores en Chile y el mundo: Inmaculado Corazón de María, rogad por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte.
Ave María Purísima

Cristián Mancilla

[1] https://www.festivalarc.cl/museo-arqueologico-de-la-serena/toro-goya
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