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Acerca de Romeo y Julieta

por Raúl Simón Eléxpuru
Artículo publicado el 10/09/2025

En este breve artículo se reflexiona sobre una dimensión metafísica que subyace a la historia representada y que trasciende a las circunstancias aparentes de un argumento de amor romántico y final trágico.

Palabras clave: Shakespeare, tragedia, destino, dolor, estoicismo

 

El drama de Shakespeare Romeo y Julieta suele ser clasificado como tragedia debido al final desgraciado de los amantes; sin embargo, se aleja del paradigma clásico griego, el cual conduce los acontecimientos inexorablemente hacia su consumación. Lo que vemos es más bien una sucesión de casualidades desafortunadas, de modo que nos queda la impresión de que el plan de fray Lorenzo pudo haber tenido un final feliz. El propio fraile, al resumir los hechos en la última escena, lo hace de esta manera.

¿Qué clase de mundo es el que nos muestra Shakespeare en esta obra? ¿Un mundo absurdo, lleno de hechos sin sentido, donde los sucesos se dan al azar, sin orden ni concierto (como en el Decamerón, por ejemplo)? ¿O, por el contrario, hay un “plan maestro” ―divino o de otra índole ―, el cual permite ciertas desgracias como “precio” para conseguir un bien mayor (aquí, la reconciliación de las familias rivales)?

Fray Lorenzo, al menos, no puede haber dejado de preguntarse si el trágico episodio ―desencadenado, sin quererlo, por él mismo ― pudo ser permitido por un Dios supuestamente todopoderoso y bueno.

Llevando el problema a un plano más general, ante la indudable presencia del dolor entre los seres humanos, cabe sólo un puñado de posturas:

a) Los hechos dolorosos se producen en gran medida al azar; sólo algunos de ellos son causados voluntariamente por el propio ser humano y, por tanto, tendrían remedio si éste accediera a mejorar.
b) Los hechos dolorosos son producidos por un Dios personal o impersonal ―por motivos y con objetivos que sólo Él conoce (se supone que guiado por una “sabiduría superior”).
c) Ya sea a) o b) la verdadera explicación, el hombre sabio (o religioso) no debe inmutarse, sino buscar la unión con Dios, o con “lo divino”.

La postura a) es la de los ateos, pero no conduce necesariamente a la desesperación; la b) es propia de la mayoría de las religiones ―aún de las panteístas, como el budismo―; la c) es la de los estoicos de todo laya (entre los cuales puede también haber cristianos, aunque sean rarae aves).

Ignoramos la postura de Shakespeare ante el problema (y si fue su intención mostrarla en esta obra). En cuanto a fray Lorenzo, tras oír su discurso en la última escena de la obra, creemos que sustentaría la postura c) —no sólo en su fuero interno, sino abiertamente.

Pensamos que ―más allá de sus emotivas secuencias y líricos episodios― el planteamiento de este problema del dolor (o del mal, o del destino) es uno de los principales méritos de la Tragedia de Romeo y Julieta.

Raúl Simón Eléxpuru
Artículo publicado el 10/09/2025

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