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Deformar hasta formar: La crítica y su rol en la sociedad.

por Nicolás López
Artículo publicado el 15/09/2013

“Estoy obligado por mi propia definición de la crítica: un desinteresado
esfuerzo por aprender y difundir lo mejor que se sabe y cree en el mundo”.
Matthew Arnold.-

 

“¿A que llamarle crítica? Diría primero a una operación de desnaturalización del sentido. Mostrar, revelar que los signos, las formas no son nunca inocentes ni las palabras ni las imágenes, que la realidad no habla por sí misma, que cobra sentido a través de mediaciones discursivas.” (2)

La interrogante ontológica que oscila en la historia de las ideas y en la historia de la filosofía acerca de la crítica es recurrente cuando se habla de verdad y su consiguiente búsqueda. Su respuesta existe, pero no es unívoca y estrictamente correcta. Se enmarca en un rango abierto pero acotado (a propósito del encuentro de distintos entendimientos de forma respetuosa) de soluciones igualmente genuinas pero que no poseen una verdad en términos absolutos ni un significado, sino que entregan una manera de ver una posible respuesta, un uso. Sin perjuicio de lo anterior, existe un consenso en torno a la crítica y su raigambre, esto es, la naturaleza de la crítica es que reúne determinados elementos que no pueden faltar en cualquier concepto/definición de ella. Una base de esto, puede ser el ir con o contra una política de la verdad. Con, a propósito del objetivo ulterior de la operación que constituye la crítica. Contra, referencia directa a revertir el valor que le adjudican a ciertos hechos/cosas (como verdad) mediante su voluntad de poder, a esos individuos está dirigida la crítica y es a ellos, a cuyos entendimientos pretenden imponer en la masa intelectiva y discursiva. Cuando la crítica va contra ellos, sus tesis dejan de ser dispositivos de dominio y se tornan hacia su propia voluntad.

La crítica puede ser vista como una operación que intenta elucidar o tensionar una realidad, una manera de ver las cosas/los hechos. Empero, esto requiere de otros elementos que le otorgan su identidad, su esencia, más lo antes mencionado puede no ser la referencia prístina y única del concepto de crítica. Hay muchas otras operaciones que pretenden lo mismo. Ahora bien, es necesario hacer una genealogía del concepto en distintos escenarios histórico-políticos que han permitido su evolución, algo así como un “entendimiento puro y formal” del mismo. En un primer momento, la crítica va del ideal ascético al revolucionario. Aquello tiene como estandarte a la secularización, el liberar la conciencia de los sedimentos ideológicos y morales que impiden la conquista de la autonomía en el sujeto. Foucault, la situaba –en primeras aproximaciones- como históricamente bíblica y ligada a la idea de no ser dominado a partir de lo que hablaba el entendimiento profético/hermenéutico/monoteísta del conocimiento (3). Es contra esos ápices que se ejerce la crítica. El no convalidar los discursos plagados de promesas de liberación que perpetúan la ideología como predica, el redentorismo y la negación de la individualidad en sí misma es lo que produce una especie de cambio, una revolución. El hombre ostenta al final del túnel de la opresión (voluntaria) con esos mecanismos, su emancipación hacia el camino que lo aparta del mito y que lo intenta llevar –en forma paulatina- a la libertad de pensamiento.

En un segundo momento, una vez que los hombres van al (re)encuentro consigo mismos, surge el problema de la representación y así también, de su conmensurabilidad, esto es, el pavimentar su camino hacia la razón para alcanzar en última instancia la libertad de pensamiento. Este proceso se ve obstruido por la gestación de una sociedad de masas que posiciona como ideales los propósitos del hombre. De igual forma, se objetiva al hombre, quien se convierte en un espejo, vale decir, se somete –como hábito- a todo lo que quiere ser conocido, sin ningún otro placer que el que le proporciona el conocer, el reflejar. Se consagra en otro momento el ‘conocimiento por comparación’ y deja de reflexionar intencionadamente sobre los fenómenos del mundo. Peor aún es cuando lo hace, más yerra con regularidad. Aunque, cuando emerge de este estado, ve que no hay coherencia en la realidad ni en el mundo, ello origina el tercer momento.

Éste se refiere a subir la escalera (y patearla). El sujeto aquí no debe oponer resistencia a pensarse como impredecible, como historia singular en el tiempo y en vuestra analogía, a patear la escalera luego de haber subido.

La crítica quiere avasallar. Desenmascara eslabonando, salta desde la impugnación del socratismo y de la moral cristiana a las filiaciones que éstos mantienen con la metafísica y la racionalidad moderna (4). Con esto se pretende sacar la subjetividad del individuo y golpear a lo mítico que inunda las explicaciones sobre el mundo y las realidades (para que no se puedan re-pensar). La función culmine en este escenario de la crítica es tomar al individuo hacia el desengaño, colocarlo ante un espejo –distinto- en que se descubra a sí mismo y pueda lograr la emancipación.

Ad portas del cuarto escenario, cuando se logra liberar y pensar como una unidad singular, el individuo queda confrontado con su historia. Entonces surgen, las mareas de la racionalización. ¿De qué? Esa es la pregunta. La disciplina se posiciona en cómo se van a moldear las almas, el sujeto es libre pero en un rango abierto pero acotado de posibilidades de acción. La idea de comportarse moralmente y de reconocer en el prójimo entidades dignas de respeto, primero pasa por una cuestión de igualdad en tanto naturaleza humana y luego, mediante la reflexión comienza la búsqueda de respuestas ante las preguntas que claman verdades. De los individuos racionales depende lograr consensos o bien, debatir por soluciones genuinas igualmente válidas.

La crítica se nutre de la no-dominación por un determinado entendimiento, así con una postura revolucionaria frente al asumirse como sujetos que sirven voluntariamente (Étienne de la Boétie) (5). Interiorizado ello, la idea de cómo se representa y sitúa el individuo le permite desenvolverse en un ambiente al que estaba sometido y luego, salir del mismo. Constituyéndose como individuo debe producirse un aprendizaje, una comprensión del entendimiento antiguo que vaya más allá de sus cimientos para gestar otra manera de ver dicha realidad y luego, otorgarle el tinte racional al proceder tanto intelectivo como deliberativo (en términos prácticos). Hay un círculo vicioso inexorable, la crítica de la crítica (6). Quizás hay más entendimientos acerca del concepto, no sé si mejores o peores, una crítica (su naturaleza) no parece buscar lo excelso o lo magro. Pertenece al otorgar re-reflexiones a las realidades, que podrían pensarse de otras maneras; al interpretar textos, a la conformación de metarrelatos (7).

“La crítica es siempre crítica de alguna práctica, discurso, epistéme o institución instituidos, y pierde su carácter en el momento en que se abstrae de esta forma de operar y se aísla como una práctica puramente generalizable” (8). La crítica es bifocal: por un lado, excepcional y por otro, funcional. Lo interesante de su excepcionalidad es que no se perpetúa como una práctica recurrente y que solo surge bajo ciertas condiciones de aplicabilidad o bien, bajo ciertos contextos. El hecho de que sea funcional es que pertenece a la clase de escenarios que son los llamados a ser de la crítica y que no se presente en el tracto regular de los acontecimientos, re-valida su excepcionalidad. Ir contra esa manera de pensar, contra ese ejercicio de dominio que se proyecta en una sociedad, que la invite a replantearse, en términos quizás totalmente distintos (9). La crítica se mueve con las sociedades, aunque a veces pueda ser impertinente, extemporánea o prospectiva (no predictiva). Asimismo, el trabajo del pensamiento crítico debe ser el sacar a la luz los muchos obstáculos que entorpecen el camino hacia la emancipación (10), esto es, la misma conjugación kantiana del sapere aude!

La crítica tiene un rol en la sociedad, así también se proyecta como un modo de producción, uno que se hace de muchas maneras. Máxime, gesta el encuentro de visiones distintas, inclusive contrapuestas, donde el mejor resultado de un cruce de puntos de vista dísimiles (en cualquier grado) es a menudo la mirada crítica que uno vuelve hacia sí, además del reconocimiento; esto no implica en modo alguno la glorificación del otro, sino más bien, un re-planteamiento y mejoría de lo que se cree y se pregona. No obstante, una forma de interacción entre culturas merece ser tratada aparte, por la magnitud de su especificidad: se trata del trabajo de conocimiento, de una sociología del conocimiento (11).

La crítica debe ser instrumentalizada en las sociedades y puesta al servicio de la comunidad, las revistas académicas, los grupos de lecturas y las instancias de discusión erudita se sitúan como escenarios en que dicho cometido parece verosímil (12).

 

Notas
(1) Una versión primitiva de esta reflexión, disponible en la Web: http://www.academia.edu/2342373/Sobre_la_critica_de_la_critica_2012
(2) RICHARD, Nelly. Intervenciones críticas (Arte, cultura, género e política). Belo Horizonte: Editora Universidad Federal de Minas Gerais, 2002. Énfasis añadido.
(3) FOUCAULT, Michel. “¿Qué es la crítica?”, en: Daimwn, Revista de Filosofía, Nº 11 (1995), 5-25.
(4) HOPENHAYN, Martin. Después del nihilismo. De Nietzsche a Foucault. Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello, 2005.
(5) Cfr. De la Boétie, Étienne. Discours de la servitude volontaire. París: Bossard, 1992.
(6) Conceptuación acerca de la naturaleza de la misma crítica en TODOROV, Tzvetan. Crítica de la crítica. Barcelona: Paidós, 2005.
(7) Véase Rojo, Grinor. Diez tesis sobre la crítica. Santiago de Chile: LOM, 2001
(8) Butler, Judith. “¿Qué es la crítica? Un ensayo sobre la virtud en Foucault”. En: VV. AA. Producción cultural y prácticas instituyentes. Líneas de ruptura en la crítica institucional. Madrid: Traficantes de sueños. 2008, p. 141.
(9) Vid. Horkheimer, Max. Teoría crítica. Madrid: Amorrortu, 2003; Honneth, Axel. Patologías de la razón. Buenos Aires: Katz editores, 2009, pp. 53-63. Hincapié en la referencia de Honneth a los tipos de crítica, débil y fuerte.
(10) El problema en Bauman, Zygmunt. Modernidad líquida. México DF: FCE, 2003, pp. 43-58, en especial p. 57.
(11) Sobre el tema del reconocimiento, véase Todorov, Tzvetan. “El cruce de las culturas”, en: Criterios, La Habana, nº 25-28 (1990), pp. 3-19, en especial, p. 18. Y para lo referente a la sociología del conocimiento Berger, Peter y Luckmann, Thomas. La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrotu, 1984.
(12) Para profundizar en esta reflexión, sobre todo en otros lugares relacionados como la educación y las revistas académicas, véase LÓPEZ PÉREZ, Nicolás y SUÁREZ MUÑOZ, César. “Las orgías de la imaginación: Reflexiones sobre educación, la crítica, las revistas académicas y el conocimiento científico”, en: Derecho y Humanidades, 21 (2013), en prensa.
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