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Julio Escámez: Exposición Legado en Viña del Mar.

por Juan Bragassi H.
Artículo publicado el 27/09/2017

escamez_0Desde mediados mes de agosto y hasta tercera semana del mes de septiembre, se presenta en el Centro Cultural de Viña del Mar, la muestra “Julio Escámez: Legado Artístico”. Esta interesante exhibición, congrega una parte de su vasta obra, trabajos que fueron elaborados en los lenguajes del grabado, técnica mixta y pintura.

Julio Escámez Carrasco, es una figura asociada a la experiencia de la pintura mural en Chile. Tras el Golpe de Estado de 1973, este artista se instaló en Costa Rica, lugar que se transformó en su segunda patria y que le prodigó su reconocimiento, poco antes de producirse su deceso en diciembre del 2015.

En el siguiente trabajo, abordaremos la trayectoria de esta personalidad, los lenguajes artísticos en que ha desarrollado su producción, sus influencias y los géneros en que se desenvuelven las temáticas de sus obras.

A continuación de ello, nos referiremos la exposición póstuma de esta figura, muestra montada en las dependencias del Centro Cultural de Viña del Mar, haremos una descripción general de ella y seleccionaremos algunos trabajos, que creemos vienen a sintetizar las temáticas presentes en esta exhibición.

La obra de Julio Escámez, se desarrolla en una época agitada. A nivel internacional, tenemos el surgimiento de las ideologías de masas que se dieron a partir del término de la Primera Guerra Mundial, la crisis de la economía liberal, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, el derrumbe del modelo soviético, la consagración del neoliberalismo y la globalización. Mientras que en el plano local, constatamos el surgimiento de la cuestión social, las asonadas militares, los movimientos de masas, gobiernos de corte populista y desarrollistas, el auge del guevarismo, el golpe de Estado de 1973 y el auto exilio.

Escámez nació en 1925, en la localidad rural de Antihuala, poblado que surgió pocos años antes, a partir de la construcción de una estación de trenes. Su nombre, hace referencia a una laguna próxima al lugar y que en mapudungún significa: “ave acuática asoleada”. Antihuala es un sector que se caracteriza por mantener aun la vegetación autóctona de la Región del Biobío.

La infancia de Escámez, transcurrió en la ciudad de Cañete, lugar de tradición rural, cuya actividad económica estuvo ligada a la agricultura, la minería del carbón y una insipiente actividad maderera, que hoy día cubre toda esa extensa zona.

Realizó sus primeros estudios artísticos a comienzos de la década de los 40´s, con Adolfo Berchenko en la academia libre de Bellas Artes de Concepción. Berchenko era un destacado pintor nacido en Coquimbo, su formación la hizo en la Academia de Bellas Artes de Valparaíso y en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile.

Con dieciséis años de edad, Escámez fue escogido como ayudante del pintor Gregorio de la Fuente para la realización de un mural al fresco llamado “Historia de Concepción”, elaborado entre los años 1943 y 1946 en el hall de Estación de Ferrocarriles de Concepción, hoy sede del Gobierno Regional.

Tiempo después, Escámez se estableció en la ciudad de Santiago, donde prosiguió sus estudios en la Escuela de Arte y en la Escuela de Artes Aplicadas de la Universidad de Chile. Allí tomó clases con reconocidas figuras, como por ejemplo Laureano Guevara, quien por ese tiempo impartía un curso de pintura mural. Guevara fue autor junto Arturo Gordon del galardonado mural “La agricultura” montado en el pabellón chileno de la muestra internacional iberoamericana de Sevilla de 1929, trabajo que es hoy atesorado en la Universidad de Talca.

escamez2Escámez también participó en el taller de grabado con Marco Bontá, destacado artista de la generación del trece, que por esos años había retornado a nuestro país, tras ser contratado por el gobierno de Venezuela con objeto de organizar la enseñanza de las artes aplicadas.

Tras un período de ausencia del país, que lo llevó a recorrer Perú y Bolivia, Escámez es contratado como Profesor de Pintura Mural y Grabado en el Instituto de Arte de la Universidad de Concepción. Poco tiempo después, en 1955, Julio Escámez viaja becado a Florencia (Italia), donde estudio las técnicas de pintura mural al fresco. De vuelta a Chile, en 1957, recibió el encargo de elaborar un mural para las nuevas dependencias de la farmacia homeopática Maluje en Concepción (hoy Drogería Alemana). Dicho mural, se ubicó al interior del local, en las paredes por sobre las estanterías de la farmacia. Esta obra, está compuesta por tres secciones o fragmentos históricos y fue titulada “Historia de la medicina y farmacología en Chile”.

Posteriormente, entre los años 1958 y 1962, Escámez viaja a perfeccionar sus conocimientos a Austria, Alemania y Rusia. En ese período es invitado a exponer a Japón, China e India.

En 1970, comenzó la ejecución del emblemático mural titulado “De principio a fin” realizado en la Municipalidad de Chillán. Trabajo que fue hecho tras una invitación realizada por el entonces alcalde de esa ciudad Eduardo Contreras. Dicha obra fue inaugurada dos años después por el Presidente de la República Salvador Allende. Tras el golpe militar de septiembre del 1973 este mural fue borrado.

Temiendo el autor por su vida, decidió en 1974, radicarse en Costa Rica. Instalándose en la ciudad de San José, lugar donde continuó con su labor artística, realizando dos murales en el Instituto Nacional de Seguros: “La ciudad del futuro” y “La Tierra”. También incursionó en las artes escénicas, la ilustración de textos, la elaboración de escritos teóricos para publicaciones universitarias y la docencia en la Escuela de las Artes Plásticas (hoy Escuela de Arte y Comunicación Visual) de la Universidad Nacional de Costa Rica. Así mismo, colaboró en labores de conservación y restauración para el Museo de Arte de ese país. Desde 1988 viajó en forma intermitente a Chile. Viajes fundamentalmente relacionados con la muestra de sus trabajos. De ese tiempo se destaca la exhibición retrospectiva efectuada en 1996, en el Museo Nacional de Bellas Artes, exposición compuesta por pinturas, grabados y dibujos. Poco antes de su fallecimiento, Escámez fue homenajeado por la Universidad Nacional de Costa Rica, con la distinción: “Doctor Honoris Causa”.

Como hemos visto, el grueso de la producción artística de Julio Escámez, está asociada fundamentalmente a la pintura mural de carácter monumental. Sin embargo, éste artista también cultivó la “pintura de caballete”, realizó trabajos al óleo, al acrílico y la témpera, ya sea sobre superficies de tela, madera o cartón preparado; también desarrolló obras, usando las variadas técnicas de grabado o estampa artística; así como el dibujo.

En lo formal y en la estética de las obras de Escámez, podemos deducir variadas influencias de estilos y movimientos de la historia del arte universal. Por ejemplo, del Renacimiento, identificamos en sus trabajos el uso de la perspectiva, la manera de representar la figura humana y la representación que se hace de los escenarios arquitectónicos; el influjo de la pintura Barroca, queda expresada en los retratos y en la representación de algunas escenas; también está el Romanticismo, así como la influencia de la pintura tradicional de paisaje de China y Japón, en la construcción de entornos naturales exuberantes y la generación de una atmósfera que invita a la contemplación; también notamos la influencia de la fotografía, del grabado y el cartel de propaganda de la República Popular China, así como del futurismo y el constructivismo de la Rusia Soviética; la estética de las obras de los mexicanos Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.

En cuanto al contenido de sus trabajos, éstos se inscriben en el género civil, con ciertos tintes mágicos, donde muchas veces paisaje, ya sea natural, rural, urbano o industrial adquieren relevancia épica en el desarrollo de las escenas.

En cuanto a la temática de sus obras, ellas son clasificadas en el realismo de corte social, sin embargo creemos ello es impreciso, ya que sus producción artística deambula en distinto grado entre lo político, lo costumbrista, lo épico, mitológico e histórico.

En cuanto a la exhibición montada Centro Cultural de Viña del Mar, podemos decir que dicha producción en su mayoría fue realizada en Costa Rica. País en el cual vivió por casi cuarenta y un años. Hoy parte de estos trabajos, constituyen una pieza importante del patrimonio cultural de ese país que le dio su acogida. Los exhibidos en esta oportunidad, pertenecen a la hermana y heredera del artista, la actriz Orietta Escámez.

La exposición, congrega un conjunto de más de cincuenta trabajos, en general de pequeño formato, algunos de ellos presentados de forma individual, otros como conjuntos de dípticos.

Están los que son parte de estudios previos que hizo el autor, a la elaboración de trabajos de mayor envergadura; los hay que fueron parte de una serie, como los relacionados con la vida de circo; otros donde se nos presenta los contrastes entre la pobreza, la violencia y la depredación o donde nos da a observar un mundo paralelo de opulencia, prosperidad, consumo y modernidad futurista avanzada y temible, trabajos que constituyeron parte de una muestra anterior llamada “Visiones 2008 -2013”; se aprecia de igual manera dentro de la muestra algunos retratos, las escenas costumbristas y otras más bien de carácter alegórico.

Los trabajos en exhibición están realizados mayoritariamente en técnicas mixtas, grabado (técnica de agua tinta, litografía, punta seca, xilografía), pintura al óleo, pintura a la témpera, pastel y dibujo a la tinta.

De esta muestra, nos permitiremos destacar algunas obras de esta artista, con el afán explorar en su constitución formal, identificar sus posibles influencias, los géneros y temáticas que se abordan en ellos.

El primer trabajo que nos llama la atención, es una pintura al óleo de gran tamaño (2×4 metros App.) que esta hacia el fondo de la antesala del centro cultural, titulada “Atardecer”, donde aparece una vista general de un tupido bosque nativo – al parecer del sur de Chile-, el cielo se observa nuboso y de vez en cuando , de entre las nubes, se asoma una tenue luz, que reposa en las hojas de las copas de los árboles que están a mano izquierda. Éstas, aparecen iluminadas junto a un cerro; hacia el lado izquierdo del cuadro, se ve a lo lejos la continuidad de este bosque y la presencia mucho más allá, de cerros de mayor tamaño. Un poco más abajo, se descubre por medio de una tenue iluminación, un grupo casi imperceptible de tres viajeros a caballo, vestidos de ponchos tipo mantas de castilla y sobreros corraleros. Hay en esta pintura una exaltación de la naturaleza, no sólo a través de la representación del paisaje exuberante, sino por la atmósfera que nos logra transmitir una sensación de inmensidad, que nos llama al detenimiento y la contemplación. Notamos en este trabajo, una influencia de la pintura tradicional China del paisaje, que se dio en la dinastía Tang. También nos trae a la memoria, las ilustraciones documentales de los paisajes realizados por los llamados “pintores viajeros”, venidos a mediados del Siglo XIX a nuestro continente.

El tema del paisaje natural, está presente en otros trabajos de esta muestra, ya sea como protagonista, donde se exalta la fuerza de los elementos, como la lluvia, el viento y el frío; la vegetación propia de la Araucanía, bosque tupidos de Araucarias, Robles y Canelos; o como telón de fondo de las escenas de carácter rural y costumbristas, donde aparecen personajes, oficios populares y tipos étnicos del lugar de origen del artista.

Otro trabajo que nos llama la atención, es un retrato al óleo titulado “El anillo”. De una dimensión aproximada de 50×30 cm. El cuadro nos muestra un plano medio, el retrato de una mujer, de atuendos sobrio, compuesto por un vestido rojo, de mangas largas, con cuello redondo. Dicho vestido, presenta hacia la zona de los pechos unos adornos semejantes a encajes dorados propios del Siglo XVIII. Dicha mujer, es de tez blanca, ojos oscuros y cabello negro suelto. En su mano izquierda sostiene – como si nos lo mostrara -, por medio del dedo índice y pulgar, un anillo de compromiso dorado donde resaltan tres luceros (posiblemente diamantes). La apariencia de este retrato, nos da la idea de estar frente una pintura inspirada en arte colonial americano. Es casi una figura mariana de carácter religioso. Dicho anillo con tres piedras, según hemos averiguado, podría hacer referencia, si se tratara de piedras preciosas, de un buen augurio para el amor. Por el contrario, si este es de perlas, como el que se menciona en la obra “La casa de Bernarda Alba” de Federico García Lorca, cada perla es la representación de cada una de las lágrimas que ha de derramar y el conjunto la desgracia. Así también, la mujer del retrato posee lo que podría ser un sobrero, que presenta en el borde de sus alas, una suerte de corona de rosas rojas. De igual manera, esta suerte de alegoría, está presente en la secuencia de trabajos relacionados con escenas que toman como tema el circo, trabajos que nos recuerda en lo formal, a la obra de Pablo Picasso con sus arlequines en cuanto al uso del color, la manera de representar la figura humana y el entorno donde se desarrollan las escenas, donde personajes humanos conviven como monos y perros, animales que nos da la idea de poseer cierto significado simbólico. Por ejemplo, al mono se le atribuye sentidos contradictorios, como el de la sabiduría, la protección contra de los malos augurios, la debilidad de espíritu, la maldad o el daño.

Otro trabajo que nos permitimos destacar, es uno realizado en técnica mixta, llamado “Plaza de armas”, obra donde observamos una escena urbana, donde se aprecia en primer plano, un hombre que en su cabeza un peinado mohicano, en sus cejas y en lado izquierdo del labio inferior de la boca piercin, así como un traje rojo jaspeado, con un calzado de bototos café. Dicho hombre, observa sus manos empuñadas junto a su pecho, destaca en una de ellas un anillo gris y en una muñeca un tatuaje rojo con forma de sol. Nos da la idea, de que dicho personaje es un artista circense urbano, próximo a hacer su espectáculo o dispuesto a abandonar el lugar tras haber realizado su acto.

Al fondo se ve sentado en una banqueta de plaza, un hombre de terno gris, corbata negra y camisa blanca, echado hacia atrás observa por sobre su hombro izquierdo hacia el fondo, en su mano derecha sostiene un cigarro y debajo de su brazo izquierdo afirma un maletín. Próximo a ellos, en el suelo hay un grupo de palomas blancas, que son alimentadas por otros dos hombres, que están también sentados en banquetas de los costados. Estos posiblemente son de edad avanzada, uno está al lado izquierdo, posee un abrigo oscuro y sombrero; y otro, al lado derecho, de jersey y gorro tipo Jockey. Más atrás, hacia el centro, hay un monumento, donde se destaca un ángel con alas extendidas que sostiene entre sus manos, en forma amenazante una espada. Es el arcángel Miguel, jefe de los ejércitos de Dios. Más atrás, sobre un pedestal un caballo visto desde abajo, que en su lomo carga a un caballero con escudo y lanza en posición de ataque. En fondo, sobresale hacia el lado derecho, el costado de una casona antigua y más atrás la chapitel de una iglesia, mientras que al lado contrario, el follaje de los árboles.

Dicha escena, se ve exaltada por el uso de la pincelada inclinada y los contrastes de colores, que van en ascenso, desde el claro al oscuro, acentuando la perspectiva utilizada para la construcción de la escena. No sabemos si es un amanecer o un atardecer. Tampoco si esta plaza, corresponde a una ciudad de Chile o no. Sí nos deja la idea, por sus características formales, que podría tratarse de una recreación de una plaza latinoamericana.

Hay una atmósfera melancólica entorno a esta plaza, pareciera ser que los personajes, los elementos y la manera en que son dispuestos, nos dieran pistas insuficientes de un relato, que deben ser descifrados por el espectador. Dicho estado, es algo característico en la obra de Escámez, más allá de la aparente inocencia que podemos encontrar en la representación de acontecimientos bucólicos o costumbristas hay un trasfondo político. Así también, nos llama la atención el contraste entre lo que podría ser una mirada nostálgica hacia un pasado, ligado a la naturaleza, las tradiciones, los tipos humanos populares, el suelo; y la existencia de una contradictoria modernidad, expresado en una suerte de futurismo súper tecnológico de carácter apocalíptico.

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