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El Mercosur y la Unión Europea

por Daniel Alejandro Gómez
Artículo publicado el 18/05/2006

Muy largo, ensayístico, tratadístico, seria un análisis u opinión de mayor enjundia documental acerca de los parangones y desemejanzas entre estos dos cuerpos políticos. En esta breve nota nos contentaremos con algunos atisbos, algunos pensamientos, de carácter tanto contrastivo como convergente, sobre estos dos entes transestatales, el MERCOSUR y la Unión Europea, en pro de su realidad histórica y, sobre todo, actual y su relación entre sí.

Antes que nada, para hacer una especificación importante, hemos de destacar el carácter periférico de los países del MERCOSUR, y, por otro lado, y en virtud de dicha periferia, que repercute en su economía, en su grado de madurez cívica, política y social, anotar una realidad preponderante, que pone sobre el tapete una cuestión de existencia, de supervivencia del mercado sudamericano: los Estados Unidos y su fuerte economía, su política y su bélica; la intención hemisférica, en fin, de alcanzar con su poderío a la ya muy relativa autonomía de los países integrados del sur. En relación a ello, pese al gigante ruso, la Europa macroestatal no tiene competidores que amenacen su realidad integrada, tal y como la conocemos hoy día, y según los factibles presagios que constan en el mediano saber público político.

Hecha la destacada salvedad referente a la parte diferencial, hemos de anotar algunas convergencias. Entre ellas, es notable una ligazón de índole psicológica e intelectual de los americanos respecto a los europeos. El MERCOSUR, y volvemos al tema de la periferia, siempre ha mirado a una Europa centrípeta, y una de las miradas hacia Europa es, precisamente y en vista a lo que se pergeñó en el Tratado de Roma, la creación del mercado común sudamericano, a imagen y semejanza del europeo. Para comprender esta actualidad, esta mimesis, hemos de ir a la historia. En efecto, los países del MERCOSUR han tenido una política y práctica inmigratoria de origen Latinoeuropeo; sin embargo, más allá de este lazo afectivo, los políticos y la sociedad más o menos culturalizada de las Américas Latinas miraban hacia Europa no solamente por cuestiones de sangre, sino por mentalidad. En la época de la emancipación americana, Francia y el Reino Unido sajón eran las potencias culturales y políticas. Ello creó todo un limbo, una genética de las clases políticas, conciente o no, en la búsqueda de una imitación de la psicología, costumbres y modos de los anglofranceses y su modelo liberal bastante conservador de entonces. Siempre pendientes de los asuntos europeos, pues, los americanos adoptaron hace más de una década uno más de sus frecuentes europeísmos: el mercado económico integrado, con ciertos, aunque demasiado vacilantes, horizontes políticos.

Obviamente, continuando ahora en los aspectos diferenciales y no relativos, las economías mercosureñas, en cuanto a su sanidad, no pueden compararse con las europeas, ni en forma autónoma ni en común. Aunque, pensemos sobre todo en el caso brasileño, hoy día algunas de dichas economías periféricas tienen un gran peso, y sobre todo un notable potencial de futuro, no son tan estables, y no poseen, debido a sus casi endémicas razones de desigualdad, una economía de bienestar como la que ostenta el occidente europeo.

La unidad global, en fin, que propone en sus vertientes alternativas, y muy tímidamente en algunos alegatos de ciertos sectores políticos más ortodoxos, una comunidad que sea política, social, y, porqué no, afectiva y acaso innovadoramente patriótica, podría ser una interesante matriz de nuestra comparación. Mercado global ante una patria global. Tal podría ser una de las sorpresas del siglo XXI, aunque la realidad y el futuro más plausible sean otros. Ante este dilema, el MERCOSUR y la Unión Europea, con sus diferentes funciones al respecto, debido a sus diferentes realidades actuales e históricas, son dos entidades que mantienen, en muchos aspectos, la autonomía política soberana, acaso excluyente, de sus miembros con respecto a otros estados y otras naciones. Pero la comparación entre las dos regiones integradas, en cambio, nos sirve para ver el distinto grado de madurez, respecto a una globalización futura de mayor calidad política, en dos de los entes globales; el comportamiento, pues, de distintas áreas del globo ante la misma globalización y varios de sus aspectos.

Ante ello, la Europa canónica, con su ya añeja democracia liberal, ejerce una madurez política y cívica que permite enfriar los ánimos de las patrias, no solamente mediante los rígidos números de le economía, sino también mediante la más humana simpatía política, o su viejo anhelo internacionalista, ahora global-alternativo. El MERCOSUR, en cambio, hoy lucha por su supervivencia; pero su gestación, evolución y misterioso futuro podrían ser algo importante para entender las acciones y reacciones periféricas ante el desafío de una globalización; sea ésta política y social, mas sobre todo económico-financiera. A grandes rasgos, pues, y acudiendo a una psicología de bolsillo, la falta de madurez interna de los miembros del MERCOSUR impide a los mismos una madurez externa, una corrección y utilidad en sus tratos globales, tanto en su forma autónoma como integrada.

Y en fin, la revolución de las comunicaciones ha puesto en contacto, en comunicación, a muchos pueblos vecinos. Pero en síntesis, y dentro de una desalentadora revolución tecnológica que globaliza los objetos y bienes antes que las personas, el MERCOSUR y la Unión Europea, con sus esenciales contrastes y ocasionales convergencias, son dos apuestas que permiten diferenciar acaso, dentro del desafío global y respecto tanto a los propios vínculos con su propio bloque como en las relaciones globales externas que mantienen en general, entre comunicación y comunidad.

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