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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVI
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Sobre ciertos alcances que cabe aún reconocerle a la propuesta analítica y metodológica parsonsiana.

por Julián Montoya
Artículo publicado el 19/01/2008

Introducción:

En un esfuerzo por explicar el orden colectivo referido de manera típico-ideal en la sociedad norteamericana a la que perteneció, Talcott Parsons llegó a adoptar una visión analítica en la que, según Jeffrey Alexander, sugiere que los actores y las sociedades son mucho más, o tal vez mucho menos, de lo que parecen: “Son, de hecho, composiciones de diferentes niveles, de significados emparentados (el sistema cultural), de necesidades psicológicas (el sistema de la personalidad), y las experiencias institucionales e interaccionales (el sistema social).” Dicha visión correspondería al corpus teórico desarrollado por Parsons en su obra: El Sistema Social, toda vez que, tras la II Guerra Mundial, supo alejarse de una concepción microsociológica en la que el actor deviene entidad física y concreta, para adentrarse en un terreno unidimensional que hace de los patrones culturales determinantes elementos excluyentes de la conducta a través del proceso de socialización (1). Es así como la exposición parsonsiana de ese entonces, y reflejada en su obra, se puede asimilar a un esquema conceptual para el análisis de los sistemas sociales con unos resultados de su aplicación todavía por conocerse y que supone, de esta manera, unos sistemas sociales condicionados por un marco de referencia de la acción que se pretende equiparable al esquema relacional configurado en los sistemas orgánicos. Cualquier presentación descriptiva, no obstante, del sistema “empírico” en cuestión (2) tendría que ser hecha sobre la base de categorías “estructurales”, dentro de las cuales encajarían las construcciones motivacionales necesarias para constituir un conocimiento utilizable de los mecanismos como procesos dinámicos.

Estructura problemática o temática:
¿Qué se puede rescatar de la apuesta analítica y metodológica de Talcott Parsons comprendida en El Sistema Social? Es, sin duda, un cuestionamiento difícil de resolver. Los alcances de su teoría han sido frecuentemente desdeñados gracias a sus pretensiones “universales”, formulaciones con un alto nivel de abstracción que intentarían soslayar aspectos empíricos e históricos de la sociedad. Aunque habría que tener en cuenta que aquéllas están explícitamente referidas a un modelo de sociedad en particular: la sociedad norteamericana, y en este sentido la respuesta a dicha pregunta ofrecería, eventualmente, menos obstáculos. En consecuencia, quisiera abogar por la utilidad de algunas consideraciones analíticas encontradas en el sistema social, y que tienen que ver con la relación entre “ciencia” e “ideología” que se suele dar en las sociedades capitalistas.

Es importante mencionar que, más allá de entrar a considerar cuestiones relativas a la teoría de la acción, es decir, al “acto-unidad” como división fundamental del fenómeno concreto, el sistema tripartito propuesto por Parsons tiene una significación funcional que él mismo se vio obligado a complementar con la inclusión de mecanismos que explicaran el proceso (3) de la acción. Dichos mecanismos, a pesar de tener un sentido paralelo al que tienen en una psicología de la personalidad, o tal vez por ello mismo, entrarían a relativizar todo proceso motivacional extrapolado a la sociedad (sistema social), introduciendo así el elemento de la significación respecto a un tipo particular de sistema. Todo esto toma sentido cuando tenemos, por ejemplo, en cuenta que la estructura básica de la personalidad (entendida como rasgo esencial del sistema que lleva el mismo nombre) nos pone inmediatamente en contacto con el llamado proceso de socialización que permite al actor enrolarse en un tipo particular de sistema de relaciones; lo que aquí me interesa subrayar es que dicho proceso no podría solamente explicarse a partir de la estructura fundamental de los roles y los valores predominantes del sistema social, sino que depende de la capacidad que tenga el actor para asimilar (internalizar) las diferentes pautas de orientación de valor. Su participación entonces es clave para entender el universo de significados emparentados que supone, a su vez, el sistema cultural.

Según Talcott Parsons, la cultura consiste en una serie de sistemas de símbolos pautados que son objeto de orientación de la acción, dichos sistemas deben ser asimilados individualmente a través de un proceso de internalización, y de manera colectiva por medio de las instituciones. Es un principio cardinal de la teoría de la acción que la cultura llega a ser directamente constitutiva de las personalidades, y que no es meramente “situacional”, con lo que “los prerrequisitos culturales mínimos de un sistema social (…) operan, al menos en parte, a través de las funciones de la cultura para la personalidad. Sin los recursos culturales requeridos que tienen que ser asimilados a través de la internalización, no es posible que surja un nivel humano de personalidad y, en consecuencia, que se desarrolle un tipo humano de sistema social” En otras palabras, los valores compartidos por los individuos de una sociedad son transmitidos (aprendidos) a través del sistema cultural -generando aquella motivación necesaria para cumplir con las “expectativas de rol complementarias” inmersas en un sistema social determinado- y llegando a convertirse en parte de la personalidad misma. Todo esto sucede, como es lógico, con la inclusión de un sistema de normas y sanciones como guía que suele orientar la conducta de los hombres en nuestras sociedades.

Ahora bien, cuando a partir de una estructura normativa en la que los individuos actúan con referencia el uno al otro se pretenden identificar regularidades sociales (muchas veces a través de mecanismos que se asimilan a procesos), es entonces cuando toma forma el verdadero interés que tiene T. Parsons al tratar de generalizar conceptos como “valores-orientaciones”, “socialización” y “mecanismos de control social”: la explicación del orden o del equilibrio social. Esto, que en palabras de Wright Mills, sólo obedece a una preocupación de los grandes teóricos por los sentidos sintácticos de sus construcciones tipológicas, deja ver claramente el papel que juegan las instituciones en la teoría parsonsiana, desde la perspectiva del autor y a propósito del grado de especialización en que deben incurrir las ciencias sociales: “ (la Sociología) trata de aquel aspecto de la teoría de los sistemas sociales relativos a los fenómenos de la institucionalización de los tipos de valor-orientación del sistema social, con las condiciones de esa institucionalización; y de los cambios de los tipos, con las condiciones de conformidad con, y desviación de, una serie de dichos tipos, y de los procesos motivacionales en cuanto están implicados en ellos” (Parsons).

Siguiendo con W. Mills, la anterior formulación (aunque trata de las instituciones y de su integración en los distintos sistemas implicados) deja de lado las instituciones económicas y políticas, con lo que Parsons estaría entrando a reconocer la legitimación (justificación) que usualmente se hace de un orden establecido a través de estructuras institucionales emplazadas en una especie de esfera moral: “Los que ejercen autoridad intentan justificar su dominio sobre las instituciones vinculándolo, como si fuera una consecuencia inevitable, con los símbolos morales en que generalmente se cree, con los emblemas sagrados, con las fórmulas legales». Este tipo de consideraciones analíticas, que intentan esclarecer la relación entre el “sistema de símbolos expresivos” (incluyendo allí el sistema de creencias) y la estructura de las instituciones, no dejan de aportar luces a uno de los problemas más importantes de la ciencia social, en opinión de muchos especialistas. Veamos cómo lo aborda Parsons desde uno de sus principios metodológicos más universalmente aplicables: la interdependencia de una pluralidad de variables contenidas en los diferentes subsistemas.

Este nivel de acoplamiento e interdependencia atribuido a los sistemas relevantes de la acción (4), no deja de ser una hipótesis interesante en términos de su aporte explicativo; la injerencia que el sujeto (el sistema de la personalidad) tiene en la interpretación de los diferentes significados emparentados haría posible, en efecto, la existencia de un sistema cultural cuya principal función es comunicativa: “sin una coparticipación y una relativa estabilidad de significados, sería imposible que se complementaran las expectativas. Esto se aplica preponderantemente, pero no exclusivamente, a los sistemas de signos cognitivos (…) En general, la función evidentemente suprema de la orientación cognitiva (5) radica en los términos de la acción de ‘comprobación de la realidad’. En esto se incluye la precisión y adecuación del conocimiento del alter como objeto –y del auto-conocimiento del ego mismo. Pero en el contexto de la interacción existe otro aspecto, que es la coparticipación de las creencias. Al igual que otros elementos de la cultura, las creencias se hallan internalizadas como parte de la personalidad del actor que las mantiene” (Parsons).

Los sistemas de creencias son regularmente un tipo de pauta cultural en donde prima la significación cognitiva (6), y cuando esto ocurre, en términos parsonsianos, a los sistemas de creencias se les denomina simplemente como existenciales. A su vez, esta categoría se subdivide en creencias empíricas y no empíricas. Lo que quiero destacar es que, para T. Parsons, dichos sistemas siempre terminan por corresponder a un tipo de saber empírico, experimental, muy propio de la cultura de occidente: “La distinción radica simplemente en que se denominarán empíricas las ideas o creencias cuando, con arreglo a las principales orientaciones de la tradición cultural de que forman parte, atañen a procesos que se definen como sujetos a comprensión y manipulación en una pauta de ‘racionalismo empírico’, o sea, en términos de lo que podemos llamar la ciencia empírica y sus equivalentes funcionales en otras culturas. Contrastando, en este sentido, con las ideas o creencias empíricas, se hallan las no empíricas, que conciernen a sujetos que se definen más allá del alcance de la metodología de la ciencia empírica o su equivalente en la cultura en cuestión.”

Ante tamaño reconocimiento de los alcances y limitaciones del método científico en nuestra sociedad, no es gratuito que el sociólogo estadounidense vea en la primacía del interés meramente cognitivo (con relación a sus mismas pautas de orientación) un tipo de acción investigativa. Como tampoco es de extrañar que, cuando los problemas objeto de investigación son empíricos, éste se refiera a una “investigación científica” propiamente dicha. Lo que resulta interesante es que, en el momento de apoyarse en la categoría evaluativa (7), es decir, aquella visión que toma en cuenta el cómo de la realización de valor de un sistema de acción determinado, Parsons vincule a la referencia exclusivamente empírica lo ideológico, “como sistema de ideas que se orienta a la integración evaluativa de la colectividad, mediante la interpretación de la naturaleza empírica de la colectividad y de la situación en que se encuentra, de los procesos por los que ha llegado a un estado dado, de las metas a que se encuentran colectivamente orientados sus miembros y de su relación con el curso futuro de los acontecimientos.” En consecuencia, dice haber una simetría fundamental en las relaciones que se dan entre ciencia e ideología.

Quisiera solamente agregar que es innegable que los sistemas de ideas o creencias implicados en todo tipo de sociedades han surgido en apoyo del orden establecido, pues es el conocimiento acumulado hasta ese entonces (un momento determinado en particular) el que termina por introducir su cosmovisión en los diferentes sistemas de orientación de valor a través, como hemos dicho, del llamado proceso de socialización. En el caso de las sociedades que tienen como referente el desarrollo de la ciencia moderna, esto es evidente: “No puede caber duda alguna sobre la importancia del ‘saber empírico’ como parte de la tradición cultural de todo sistema social. Sin un desarrollo relativamente alto de este componente no podríamos hablar para nada de sociedad humana. Naturalmente, el lenguaje y la transmisibilidad de la cultura abren la posibilidad de un desarrollo acumulativo del conocimiento y saber empíricos” (Parsons). Sin embargo, lo ideológico antes descrito no se vería plasmado normalmente en la realidad, en otras palabras, se trata de otra abstracción idealizada de la que se vale Parsons para tratar de explicar el mantenimiento del status quo de los complejos sistemas socio-culturales: “En tanto en cuanto se mantenga la doctrina de que, en general, los ‘hombres dirigentes’ de la sociedad deban ser personas educadas en el sentido moderno de la palabra, su status de élite les compromete con un sistema de valores del que forman parte tanto los valores del científico como la valoración de sus actividades y sus resultados. Esta integración de la ciencia, que abarca a la vez la tradición cultural general de la sociedad y su estructura institucional, constituye la base primaria de la institucionalización de la investigación científica como parte de la estructura social.”

La institucionalización de una ideología se presenta, en estas circunstancias, como un nuevo mecanismo que entraría a legitimar las relaciones de interdependencia entre los valores de las variables relevantes y en función de su estabilidad: “Si las creencias ideológicas y las pautas de valor son, como suponemos, interdependientes, la relativa estabilidad y consistencia del sistema de creencias tendrán el mismo orden de significación funcional que la estabilidad y la consistencia de las pautas de orientación de valor. Por consiguiente, debe haber un conjunto de creencias cuya aceptación ha de ser, hasta cierto punto, obligación de los roles de pertenencia a la colectividad, y en el que se encuentran fundidas la convicción cognitiva de la verdad y la convicción ‘moral’ de lo que es justo” (Parsons). Es importante añadir que estamos hablando básicamente de una legitimación cognitiva de las orientaciones de valor y que, sí seguimos entendiendo bien a Parsons, esto tiene por objeto la integración de los valores cognitivos con los demás elementos del sistema social.

Conclusiones:
En cuanto a la relación de correspondencia entre ciencia e ideología, es decir, entre dos variables de la estructura social de las que no se duda actualmente de su “connivencia”, basta decir que Parsons la entiende muy bien. El gran teórico norteamericano supo ver en la integración de la ciencia a la tradición cultural un mecanismo necesario, un proceso que hace posible la asimilación de una interdependencia: la de las diferentes pautas de orientación de valor. Esto en virtud de una “convicción cognitiva de la verdad” y en pro de la estabilidad del sistema, de la preservación de un orden colectivo.
Lo anterior deja ver la presunción de que, en principio, la sociedad (el sistema social) no tiene un modelo absoluto a seguir, de que la institucionalización de la investigación científica obedece a un discurso ideológico y que, por ello mismo, todo patrón normativo o epistemológico al que recurra no deja de ser una práctica social. En esto acierta el análisis de Parsons al reconocer la presencia de un sistema de creencias predominantemente empírico en su objeto de estudio, lo que entraría a explicar el carácter funcional que adquieren los distintos sistemas relevantes de la acción.

Así mismo, el hecho de considerar el aspecto motivacional de la acción y la injerencia que el sujeto tiene en la interpretación de los múltiples significados emparentados de la sociedad, hace de la propuesta analítica y metodológica contenida en El Sistema Social un enfoque bastante simplificado y coherente. Un enfoque que no se limita simplemente a describir, sino que habla de individuos que toman parte en una sociedad que los tiene incluidos, de la que hacen efectivamente parte. Es así como las prácticas socio-institucionales, parafraseando a Bourdieu, forman esquemas de información que luego se transforman en diferentes tipos de discursos. El discurso científico es uno de ellos. Su carácter axiomático y normativo, tan común al pensamiento positivista, le habría catapultado a recurrir a concepciones epistemológicas para justificarse. En esto también parece coincidir Parsons al ocuparse, si no de la aplicación práctica de las conceptos aludidos, si de aquella convicción moral de lo que se antoja “justo” para una sociedad a través de su sistema de creencias.

De otra parte, habría que reconocer que el sistema tripartito propuesto por Parsons –teniendo en cuenta precisamente la “simetría fundamental” que dice descubrir entre lo científico y lo ideológico- parece inclinado a abordar un problema sólo inherente a la dinámica sociológica. En este sentido, la crítica de Jeffrey Alexander (quien aduce un total fracaso de Parsons al intentar articular las teorías de la acción y de la estructura) puede verse atenuada si evaluamos rápidamente la solución que quiso darle al dilema determinismo-voluntarismo. Según el licenciado en Ciencias Políticas E. Jorge Arnoletto, la influencia que recibió Parsons, además de provenir de su afición temprana a la mecánica newtoniana y de figuras como Wilfredo Pareto (positivismo decimonónico) y Max Weber (perspectiva histórica), igualmente derivó del “subjetivismo e idealismo filosóficos de los historiadores y sociólogos alemanes de los siglos XIX y XX”. En consecuencia, no suena para nada extravagante el afirmar que Hegel pudo haber servido de inspiración a Parsons para resolver el problema de la libertad individual. Así lo ve Arnoletto: “En el dilema determinismo-voluntarismo opta (Parsons) por este último, pero luego lo vacía prácticamente de contenido al definir a la libertad como ‘conducta acorde a las necesidades colectivas’. En el planteo hegeliano (no, obstante), la libertad se logra por interiorización de las normas orientadas hacia las exigencias de la colectividad. Esa síntesis hegeliana concuerda con la noción parsonsiana de ‘acto social”.

Ahora bien, en atención a lo anteriormente anotado, me aventuro en señalar que la teoría de Parsons (por lo menos el esquema conceptual explícito en El Sistema Social) puede incluirse dentro de lo que Alexander dio en llamar “Teorías colectivistas-no racionales”. Recordemos que el autor de El neofuncionalismo hoy…, tras analizar el problema del orden y la naturaleza de la acción, trata de clasificar las diferentes tradiciones sociológicas en cuatro tipos de teorías: 1- Las teorías individualistas/racionales, 2- las teorías individualistas-no racionales, 3- las teorías colectivistas-racionales y, por último, 4- las que nos conciernen en este momento y que “Percibe (n) que los actores pueden ser guiados por los ideales y las emociones (situados dentro y no fuera). Estas estructuras extraindividuales se internalizan con el proceso de socialización. La volición individual se convierte en parte del orden social y la vida social implica negociaciones entre un ‘yo social’ y el ‘mundo social’ (individuos socializados por los sistemas culturales)”.

Finalmente, es necesario aclarar que si bien la sociedad (como un todo) parece no tener que sujetarse, en principio, a ninguna fórmula preestablecida que le indique la manera de proceder, el individuo (el actor) sí que debe presuponer una realidad a priori: La tradición cultural. Esto es importante resaltarlo porque, entendida vagamente como una “mutualidad de orientaciones normativas” en la teoría de la acción parsonsiana, no deja lugar a dudas de que se trata de una realidad “modelada y asentada claramente antes de que la verdadera acción ni siquiera se iniciase”…En palabras del sociólogo británico de origen polaco Zygmunt Bauman (refiriéndose al matiz que tuvo la noción de cultura en la perspectiva de Parsons), “Igual que la noción de ‘sistema social’, la palabra ‘cultura’ responde a la necesidad de expresar la vaga idea de la interconexión de los elementos de la vida humana, de una intrínseca congruencia de la biografía humana individual, así como de coherencia en la interacción entre los individuos. Representa la esperanza de una predictibilidad fundamental de las respuestas humanas a las contingencias habituales, una esperanza edificada sobre la premisa de la naturaleza básicamente determinada de la actividad vital humana”. Si esta representación puede estar más allá de lo estructural-funcionalista, es porque lo propuesto por el ex profesor de la Universidad de Harvard tal vez merezca seguir desarrollándose.

Notas:
1. Proceso en el que participa, en general, el infante y que se reduce al aprendizaje de todo tipo de orientaciones de significación funcional en un sistema de expectativas de rol complementarias.
2. Advirtamos en el sistema social, en el sistema de la personalidad de los actores individuales y en el sistema cultural, organismos empíricos que constituyen los sistemas relevantes de la acción (ver nota número 4).
3. En palabras de Parsons, es toda forma o modo en que un estado determinado de un sistema (o una parte de él) se transforma en otro estado. Además, “si su estudio es objeto de la ciencia, se supone que todo proceso se halla sometido a leyes, las cuales se formularán con arreglo a unas determinadas relaciones de interdependencia entre los valores de las variables relevantes.”
4. Valga decir: Los roles, la colectividad, las normas y los valores.
5. Cuando se establece una meta específica y surge el problema de los medios más efectivos para alcanzarla, así como el coste que implica el sacrificio de otras alternativas.
6. Los otros dos tipos son: Los sistemas de simbolismo expresivo (donde la primacía es catética) y los sistemas de orientación de valor (donde la primacía es evaluativa).
7. Aspecto que, junto al catético, conforman las dos únicas variantes en que se presenta el elemento de la significación para la estructura de los sistemas de la acción.
Bibliografía:
“Perspectivas Teóricas Contemporáneas”/Jeffrey Alexander, México: UNAM 1999
“El Sistema Social”/Talcott Parsons, Madrid: BIBLIOTECA DE LA REVISTA DE OCCIDENTE 1976
“La Imaginación Sociológica”/C.Wrigth Mills, México: FONDO DE CULTURA ECONÓMICA 2004
“Curso de Teoría Política”/E. Jorge Arnoletto: EDICIÓN ELECTRÓNICA GRATUITA 2007
“Revista Colombiana de Sociología”, Departamento de Sociología, UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA, Bogotá: Nº 24 – 2005
“La Cultura como Práxis”, Zygmunt Bauman, Buenos Aires: EDICIONES PAIDÓS IBÉRICA, S.A. 2002
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