Resumen
En vísperas de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, diversas opiniones y declaraciones han tensionado el espacio político; siendo las afirmaciones apoyando abiertamente este acontecimiento las que han causado más desconcierto. Lo anterior, se suma a un contexto político enrarecido por el avance de sectores de extrema derecha. Todo indica, que el proyecto de refundación neoliberal que nace a partir del golpe ha encontrado un ámbito de legitimación que justifica una moral de la desigualdad.
PALABRAS PRELIMINARES
El pasado 6 de julio la salida de Patricio Fernández como coordinador interministerial para la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, provocó variadas reacciones en la clase política, siendo las afirmaciones del Diputado de la UDI Jorge Alessandri las más desconcertantes, al afirmar: “yo justifico el golpe militar”. Tal sentencia marca un punto de inflexión respecto a la relación lenguaje, violencia y poder. De acuerdo con Jean Pierre Faye,[1] para el pensamiento conservador todas las cosas relevantes remiten a un comienzo u origen y es precisamente el Golpe de Estado el comienzo de lo que podemos designar como una revolución conservadora2; revolución que permite edificar las bases para la reformulación neoliberal del aparato estatal e instituciones públicas del país.
Asimismo, el “yo justifico el golpe militar” adquiere un valor discursivo al momento de problematizar el espacio desde dónde se enuncia la frase. Ciertamente ese “yo” engloba una genealogía que remite a la historia de una de las familias más influyentes del siglo XX en nuestro país. El actual diputado de la UDI Jorge Alessandri, es hijo de Gustavo Alessandri Valdés (1929 – 2017), quien fue abogado, empresario industrial y agrícola con afiliación al Partido Liberal, Partido Nacional y Renovación Nacional. Por su parte, Gustavo Alessandri Valdés es sobrino nieto de Arturo Alessandri Palma (1868–1950), abogado y político del Partido Liberal; presidente de la República entre en los periodos 1920-1925 y 1932-1938. Arturo Alessandri conocido como el león de Tarapacá a su vez tuvo 9 hijos: Rosa, Ester, Jorge, Fernando, Hernán, Eduardo, Marta, Mario y Arturo; siendo su hijo Jorge Alessandri presidente durante el periodo de 1958 a 1964.
El valor de la frase se refuerza al momento de contemplar lo que Foucault denomina “el análisis del enunciado”, acción que remite a un procedimiento de visibilidad de este mismo, haciendo ver su modo de existencia, coexistencia, reglas de formación, singularidad, exterioridad, recurrencia, etc3. En definitiva, se trata de determinar el porqué de su acontecimiento y su voluntad de verdad. En este contexto, el “yo justifico el golpe militar”, remite a un contexto de enunciación donde progresivamente el espacio político es copado por diferentes tipos de neoconservadurismos, neofascismos y populismos de derecha.4
El enunciado visibiliza una práctica discursiva que irrumpe como un lugar de articulación y aglutinación de discursos, prácticas, saberes, y reglas que están consolidando un espacio político hegemonizado por las ideas de los sectores más reaccionarios del espectro político. De ahí que el enunciado del diputado Alessandri, lo podemos interpretar como una reafirmación del triunfo neoliberal post estallido social, y al mismo tiempo, la legitimación de la violencia del aparato estatal contra todo intento de impugnación de la gubernamentalidad neoliberal y la privatización de lo público. Como hipótesis sostenemos entonces, que el “yo justifico el golpe militar”; es una declaración moral y ética de un sector social que se asume así mismo como garante del orden y estabilidad del país.
EL GOLPE QUE NO PASA
La conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado se produce en un contexto político, social y cultural enrarecido por las continuas crisis políticas en que se ha sumergido el actual gobierno. Acontecimientos decisivos que se suman a este clima político son: la preeminencia de las agendas de seguridad, el progresivo avance de sectores neoconservadores y autoritarios en importantes espacios de poder y la exitosa operación política y comunicacional que ha replegado el carácter de la revuelta de octubre del 2019 a un hecho de carácter violento y delictual. En tal perspectiva, cualquier análisis sobre el Golpe mismo queda circunscrito a estos fenómenos. Reflexión nos lleva inexorablemente a preguntarnos por la permanencia y legitimación del proyecto neoliberal que se instala con el Golpe de Estado. Necesario es entonces repensar este acontecimiento desde un modelo historiográfico más amplio, que permita problematizar el papel estratégico del proyecto neoliberal en el cono sur de América.
Figura clave para este proceder es el modelo de larga duración de Fernando Braudel5, su método se base en la relación e interacción de tres tiempos históricos: larga duración, mediana duración, y corta duración. En esta clasificación, la larga duración corresponde a un tiempo aparentemente inmóvil, se refiere metafóricamente a los cambios en la geografía terrestre y humana. Como resultado de lo anterior, este tiempo es sumamente lento, siendo necesario varios siglos para percibir su movimiento. No obstante, fenómenos tan complejos como el origen del capitalismo alcanzan su comprensibilidad desde este horizonte histórico.
Por su parte, el tiempo de mediana duración remite a determinadas coyunturas, que encuentran su emergencia en la historia cíclica, que tienen su máximo ejemplo en los fenómenos económicos y sociales. Estos últimos, no son tan largos y pueden abarcar décadas. Por otra parte, el denominado tiempo corto alude a la historia política tradicional, así lo que determina tal tiempo es el acontecimiento periodístico circunscrito al individuo, quien pasa a ser el centro de la historia, destacándose las hazañas de personajes importantes y su relación con los acontecimientos periodísticos.
Asimismo, Braudel realiza una diferenciación importante entre economía mundial y economía –mundo. Por la primera se entiende la economía del mundo tomada en su totalidad. Por economía – mundo, se entiende la actividad económica de una porción del planeta que esta a su vez formada por un todo económico. Precisamente para el historiador, el Mediterráneo en el siglo XVI, se constituía por sí mismo en una Weltwirtschaft, palabra alemana que remite al concepto de economía- mundo.6
El concepto de economía mundo le permite a Braudel determinar la relación directa entre capitalismo y procesos de descentramiento de los polos económicos (ciudades), y el correspondiente centramiento de zonas económicas que actualizan su poder económico y simbólico. En este entramado de relaciones y procesos de descentramiento y centramiento podemos problematizar el acontecimiento del Golpe de Estado en nuestro país, y particularmente el papel de Latinoamérica en la reconfiguración de la globalización capitalista; donde también cabe reflexionar por la extracción de los recursos naturales y la explotación de trabajadores formales e informales.7 Parafraseando a Braudel, podemos afirmar que el Golpe de Estado, se corresponde con procesos de descentramiento y recentramiento de la economía mundial, que a la luz de la globalización económica era necesario impulsar. Aún más, la globalización económica como proceso de larga duración requiere de la desterritorialización de los estado-nación en su sentido tradicional, pues no es que el estado se aponga a la globalización económica, más bien los aparatos estatales nacionales son también agencias de la economía política mundial.8 Dicho esto, podemos sostener que el programa político de privatización de lo público abierto por el Golpe de Estado aún no concluye. El Golpe no ha terminado de pasar, porque en sí mismo, se ubica en un horizonte de larga duración. La hegemonía e influencia que tienen hoy los sectores proclives al golpe en la sociedad, permiten pensar en un nuevo proyecto refundacional de lo neoliberal, que claramente apuesta por extremar las contradicciones entre capital y trabajo.
NEOLIBERALISMO RECARGADO
Las publicaciones en torno al neoliberalismo paulatinamente están adquiriendo un carácter interdisciplinar, pues no es posible desde un solo enfoque dar cuenta de múltiples factores que determinan su emergencia. Textos recientes que tematizan tales problemáticas son, por ejemplo: «Auge y caída del Orden Neoliberal» (2023); “El ser Neoliberal” (2018); “La Sociedad del Rendimiento: Cómo el Neoliberalismo Impregna Nuestras Vidas (2018); “Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder” (2014) y “La era del vacío” (2018). Un texto esclarecedor respecto a la problemática neoliberal es “Breve historia del Neoliberalismo” (2005); donde David Harvey geógrafo y teórico marxista plantea la importancia que tiene Chile en la consumación del neoliberalismo como proyecto global: “Merece la pena recordar que el primer experimento de formación de un Estado neoliberal se produjo en Chile tras el golpe de Pinochet el «11 de septiembre» de 1973 (casi treinta años antes del día del anuncio del régimen que iba a instalarse en Iraq por parte de Bremer). El golpe contra el gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende fue promovido por las elites económicas domésticas que se sentían amenazadas por el rumbo hacia el socialismo de su presidente. Contó con el respaldo de compañías estadounidenses, de la CIA, y del secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger. Reprimió de manera violenta todos los movimientos sociales y las organizaciones políticas de izquierda y desmanteló todas las formas de organización popular (como los centros de salud comunitarios de los barrios pobres) que existían en el país”. 9
La asociación directa entre neoliberalismo y destrucción queda también de manifiesto en el libro de Naomi Klein “La doctrina del shock, auge del capitalismo del desastre” (2008), donde la periodista norteamericana da cuenta de cómo empezó a investigar la relación entre la dependencia del libre mercado y la destrucción, en el contexto de la ocupación de Irak (2003); el tsunami que azotó a Sri Lanka en 2004, las inundaciones de Nueva Orleans en el 2005 provocadas por el Huracán katrina. La periodista demuestra que todos estos acontecimientos destructivos, fueron aprovechados para privatizar áreas sociales y desregular áreas económicamente sensibles de estos territorios. Para Klein, desde Chile a Irak la tortura ha sido el socio silencioso de la cruzada por la libertad global.10
La complejidad de lo neoliberal como entramado económico, político, social y cultural, requiere entonces un análisis que pueda desbordar las categorías políticas tradicionales que han dado sustento a la propia modernidad; de ahí que la biopolítica nos permite precisamente tal operación, considerando el neoliberalismo como un fenómeno que se desliga de las categorías tradicionales de la ciencia política: “ Desde que Michel Foucault, si bien no acuñó su denominación, replanteó y recalificó el concepto, todo el espectro de la filosofía política sufrió una profunda modificación. No porque repentinamente hubieran salido de escena categorías clásicas como las de «derecho», «soberanía» y «democracia»: ellas continúan organizando el discurso político más difundido, pero su efecto de sentido se muestra cada vez más debilitado y carente de verdadera capacidad interpretativa. En vez de explicar una realidad que en todos los aspectos escapa al alcance de su análisis, esas categorías necesitan ellas mismas el examen de una mirada más penetrante que a un tiempo las deconstruya y las explique”.11 Al respecto, los cursos de “Seguridad, Territorio y Población” (1977-1978) y “Nacimiento de la Biopolitíca” (1978-1979) impartidos por Foucault en El Collège de France; son claves para establecer tal tipo de lectura. Para el filósofo el neoliberalismo es ante todo una racionalidad de gobierno, lo cual implica directamente que no se trata de un capitalismo desorganizado o una modernidad líquida como lo teoriza Bauman; más bien el neoliberalismo es una reorganización de la racionalidad política una vez desaparecido el Estado.12 Tal racionalidad abarca no solamente el gobierno de la vida económica, sino también todos los ámbitos que despliega el sujeto como viviente. Esta racionalidad no implica que se elimine el Estado, sino que éste mismo se transforme en un instrumento del mercado.
Para Giddens la tesis del Estado mínimo resultante de su coaptación por el mercado está directamente vinculada con la impronta de la racionalidad neoliberal, en el sentido de hacer coincidir los intereses de diferentes grupos corporativos en oposición al Estado. Los intereses de la sociedad civil se ven potenciados a partir de propiciar la cooperación de pequeños grupos, fomentando una serie de valores, como: honestidad, autosacrificio, honor, autodisciplina, responsabilidad, emprendimiento, etc13. La racionalidad neoliberal actúa promoviendo tales valores en un marco de acciones reguladoras sobre la economía, cuyas función es crear acciones trascendentes que garanticen el buen funcionamiento del mercado. Como ya indicamos, no son acciones reguladoras sobre todo lo público, sino únicamente sobre los aspectos más estructurales que permiten la operacionalización del mercado; como, por ejemplo: la vida de la población, la estructura psicológica de los individuos, entramados jurídicos, conocimientos técnicos y científicos. En definitiva, el Estado no interviene sobre el mercado, sino como indica Foucault interviene sobre el “marco” del mercado.14 Este proceso implica que el Estado se aboca a crear las condiciones para el desarrollo de la vida económica, pero sin influir en los procesos económicos como el keynesianismo. Lo innovador de lo neoliberal es entonces la capacidad para crear marcos de funcionamiento del mercado, en ámbitos nunca contemplados anteriormente: ciencia, salud, educación, pensiones, etc.15
La intervención en el “marco” del mercado permite construir una estructura de competencia, esto significa que la función del Estado no es ya proteger a los ciudadanos, por el contrario, se trata de crear las condiciones para que el ciudadano mismo se convierta en un actor económico, que a su vez pueda moverse con independencia del Estado16. Al respecto, Foucault es categórico al afirmar que un gobierno económico es por definición un dejar actuar a la desigualdad: “En términos generales, es preciso que haya algunos que trabajen y otros que no trabajen, o bien que haya salarios grandes y pequeños, que los precios suban y bajen, para que las regulaciones actúen. Por consiguiente, una política social cuyo primer objeto sea la igualación, aún relativa, que se asigne como tema central la distribución equitativa, aun relativa, sólo puede ser antieconómica”.17 En esta estructura de competencia la distribución de la riqueza es algo del pasado, lo importante y decisivo son los estímulos laborales y las cualidades para competir de cada individuo. Desaparece la complementariedad entre economía y sociedad como lo piensa Weber, quedando el espacio social replegado a un conjunto de actores económicos que compiten para satisfacer sus necesidades.18
UNA MORAL DE LA DESIGUALDAD
El “yo justifico el golpe militar” implica una dimensión moral, en tanto consideramos que implícitamente contiene una sentencia que pretende imponerse al resto de la sociedad. Comprendemos en forma más acabada este problema desde la pragmática del lenguaje de Austin19, donde los enunciados operan en base a tres dimensiones: locutivo, ilocutivo y perlocutivo. El acto perlocutivo es el efecto que produce lo que decimos en el receptor, acciones que pueden buscar: convencer, mandar, dirigir, etc. En tal perspectiva, hay una sentencia que implica un fondo moral donde se recorta el enunciado. Aquí, por moral entendemos el conjunto de códigos de comportamientos y de juicios transmitidos por generaciones anteriores; la moral según se desprende de esta definición parece constituir un conjunto fijo y acabado de estrictas normas y reglas.20
Por cierto, el “yo justifico el golpe militar” y su vinculación directa con la racionalidad neoliberal, donde libertad económica y propiedad se constituyen como los garantes de la moralidad, nos habla de una sociedad donde la ética misma debe ser pragmática y utilitaria. Precisamente, para los utilitaristas la vida mejor es en la cual existe una gran cantidad de felicidad y una menor cantidad de sufrimiento. El precedente de la teoría utilitarista es la filosofía de Hume21, que plantea que el reducto de la ética son los sentimientos y no la razón, y donde además la simpatía y lo útil son la base de la moral. Se desprende de los anterior, que el cálculo de la utilidad de las acciones serán la base de la moralidad social. De ahí que el utilitarismo cae en la denominación de una ética consecuencialista, que se caracteriza por el componente teleológico que tiene. Es decir, el buen proceder está ligado a las consecuencias de tales acciones.
Si bien, puede ser forzado esgrimir que el “yo justifico el golpe militar” se emplaza desde un utilitarismo consecuencialista, si podemos afirmar que el enunciado vincula una afirmación de fuerza con sus posteriores consecuencias. Por tanto, claramente hay una consciencia del sujeto que enuncia la frase de los efectos que implicó el Golpe de Estado para miles de chilenos y sus imborrables consecuencias trágicas para el país. La expresión misma se aleja de emplazamientos morales o éticos desde donde poder situarla, escenario que nos lleva directamente a un espacio de posética o fin de los valores. Espacio incierto donde prevale una ética de lo útil y lo conveniente. La búsqueda sin límites de lo conveniente actúa como un utilitarismo recargado, donde cabe la posibilidad de justificación de cualquier hecho o acción en función del interés individual o corporativo. En conclusión, el “yo justifico el golpe militar” adquiere coherencia y sentido bajo las premisas de un sistema que promueve y privilegia la competencia y el interés individual de los diferentes actores sociales, donde algunos pocos triunfarán y otra gran mayoría sucumbirá en el intento; hablamos del tránsito de la biopolítica a la tanatopolítica.22
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