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La teatralidad de La danza del diablo de San José de Uré en Colombia

por Azucena Ruiz Vásquez
Artículo publicado el 15/01/2024

La teatralidad es una construcción y conjugación de precisiones de la acción escénica en determinado lugar y tiempo. La teatralidad en la danza tradicional integra características teatrales como movimiento, vestuario, música y una ocasión extracotidiana; el convivio social. La danza tradicional presenta gran complejidad en sus características que, en cierta armonía de conjugación, construyen a la teatralidad.

Palabras clave: Danza, Teatralidad, Acto convivial, Danza del diablo
danza-del-diabloFoto de autoría propia, capturada durante la representación de La danza del diablo en San José de Uré en 2023

La danza es una representación o performance en la que el cuerpo humano es el manifestante principal y con frecuencia está acompañado de música, vestuario, máscaras y coreografía. Una clase de danzas son las tradicionales y una de sus más importantes características es que albergan un carácter ritual; tienen lugar en un entorno relacionado con festividades de orden religioso. En el ámbito católico, las importantes conmemoraciones del Santo Patrono o una celebración enmarcada en alguna fiesta como la de Corpus Christi, Pentecostés, La Ascención, etcétera. En el acto performativo de la danza hay también elementos que pueden ser considerados como teatrales. En el presente artículo se propone documentar y describir la teatralidad de La danza del diablo de San José de Uré, Colombia, una danza tradicional[1] efectuada en ocasión de la celebración de Corpus Christi durante los años 2022 y 2023. Estudiando los personajes, su interacción con el público y la coreografía.

Deseo destacar que este artículo deriva de una investigación aún en curso. Agradezco además el apoyo del Conahcyt y para la realización de este artículo.

La teatralidad

La teatralidad es un conjunto de características que subyacen del teatro. En términos representacionales la teatralidad se construye, en principio, por una parte que ejecuta y otra que observa, tal como sucede en el teatro, conjugándose entonces en un momento preciso con elementos que resaltan la naturaleza de un espectáculo;[2] sin embargo, como se ahondará en el análisis de la teatralidad en La danza del diablo, es preciso que converjan no sólo la parte que es vista, la que brinda el espectáculo, y los veedores, sino una red tejida bajo estrictos y precisos lineamientos que le brinden un sentido superior al del espectáculo por sí mismo. Flores (2016) indica una plena consciencia de ambas partes, de la primera, de estar representando una ficción y de la segunda, de estar observando una representación de la misma naturaleza, a lo que refiere como la consciencia acción-ficción, una barrera entre realidad y ficción que, sin embargo, se vuelve intangible en el momento de la representación. La teatralidad implica también el lugar y el tiempo en que se ejecuta la acción. En cuanto al tiempo de la representación, un elemento de gran importancia es la ocasión con la que tienen lugar la danza, misma que puede ser festiva, cívica, religiosa, etc. No es gratuito entonces que la mayoría de las danzas tradicionales sean representadas en fechas correspondientes a celebraciones marcadas en el calendario litúrgico católico. La territorialidad o lugar físico de la representación alude a la localización del escenario o a su movimiento. Es importante señalar que en cada lugar en el que la danza va sucediendo hay teatralidad puesto que, como indica Patrice Pavis (1998), el teatro se instala donde le parece mejor. Es así que la teatralidad no demanda de un lugar fijo, sino que es la representación de la danza misma que hace y genera el lugar teatral: “el teatro se instala donde le parece conveniente, buscando ante todo un contacto más estrecho con un grupo social e intentando escapar de los circuitos tradicionales de la actividad teatral” (Pavis,1998:276). También son indispensables en la teatralidad los personajes que representan las acciones que se suceden en la danza.

San José de Uré: de Palenque a municipio
San José de Uré se ubica en la región alta del río San Jorge, en el Departamento de Córdoba. La composición étnica de la población es marcadamente afrodescendiente. Camargo (2012) afirma que los antepasados de Uré fueron esclavos que trabajaron en las minas del norte de Antioquia durante un periodo llamado “El primer ciclo del oro en el siglo XVI”. (Camargo, 2012:84). Por su parte, Nina de Friedemann precisa que el Palenque de Uré se formó en 1598 como consecuencia de las rebeliones de los esclavizados de la zona minera de Zaragoza y Cáceres (Friedemann, 1996:347). Hay datos también de que en 1740 Alonso Gil, un general español retirado, llegó a Uré para explotar la riqueza aurífera de la zona y replicó el modelo esclavista para beneficiarse de oro de las trece minas y de cobre de otras dos. Camargo menciona que tras la muerte de Gil, las tierras pasaron a ser propiedad de Ana María Santos cuya presencia pasó desapercibida. Una vez más en 1853 se reinició la explotación minera sin éxito porque, como menciona Camargo (Camargo, 2012:89), hacía dos años que la esclavitud había sido abolida en Colombia y los negros se negaron a trabajar.  Posteriormente, como aporta la etnoeducadora uresana Londoño(2022), San José se integró como corregimiento del municipio de Montelíbano y en 2007 se erigió como municipio independiente.[3]

Corpus Christi, día para “bailar diablo” en San José de Uré
La celebración del Corpus Christi, significa conmemorar la presencia del cuerpo de Jesucristo de manera simbólica a través de la hostia albergada en la custodia, una estructura metálica redonda de la cual emanan rayos dorados a manera de un sol resplandeciente. Es el día en el que el cuerpo de Cristo se hace presente entre los mortales. Aquí el cuerpo y la sangre de Cristo, como misterios sagrados, son venerados. Actualmente en la iglesia, el día de Corpus se celebra mediante una meticulosa misa en memoria de la pasión de Jesucristo que inicia con un agradecimiento a su sacrificio, pasión y redención. El sacerdote remarca que mediante esa celebración eucarística se clama a la misericordia de Dios, fuente de reconciliación y comunión, de gran importancia para la religión católica. La parte final de la misa es marcada con la exposición del Santísimo Sacramento y que los fieles toman la hostia representando la comunión, es decir, de manera simbólica se hacen partícipes de la eucaristía. Hay una procesión que tiene lugar después de iniciada la misa. Podría decirse que es la parte intermedia de la celebración pues después de la procesión se regresa a la iglesia para concluir la misa. El sacerdote da indicaciones a los asistentes y ayudantes mientras él sale del templo en primer plano sosteniendo la custodia con sumo respeto. La procesión lo sigue. Es preciso notar que es una celebración muy solemne y sostenida en un ambiente de ritual sumamente cuidado; pero es también celebrada con una gran verbena popular.[4]

Un excurso: los orígenes de la fiesta
Nina Friedemann (1995) indica que las danzas de diablo en los territorios que constituyeron el Virreinato de la Nueva Granada tienen una relación de fundamento en el Corpus Christi: “Se entiende entonces cómo la fiesta del Corpus Christi, que dramatizaba el enfrentamiento del bien y del mal, éste en la figura del Diablo, hubiera entrado a formar parte de ella como contrapunto” (Friedemann, 1995:48). Señala además que el primer registro que se tiene de la celebración de Corpus Christi en Santa Fe, actualmente Bogotá, es el de fray Cristóbal de Torres en 1564:

A la descripción de la pomposa procesión del clero y de dignatarios de la Corona empuñando varas de plata repujada, se añadió la de la presencia de los aborígenes vestidos de mantas, quienes luciendo tocados de plumas y adornos de abalorios, brazaletes y candongas danzaban con la música de sus tambores y pitos alrededor del palio de la Eucaristía (Friedemann, 1995: 148).

Estos breves pero importantes registros de los albores de la celebración de Corpus Christi en forma festiva procesional y de representación teatral brindan una idea acerca del cómo se fueron y se han ido configurando las diabladas teniendo una correspondencia con la forma de celebración actual. Si bien la fecha exacta en la que una diablada se bailó y celebró en día de Corpus en Colombia por vez primera es desconocida, varios autores coinciden en que en principio se trató de la representación de una lucha cósmica entre el bien y el mal que tiene como personajes a los diablos: “In these frameworks, good and evil were clear domains: the “good” was the Holy Sacrament and followers of Christ, and the bad were the devils that symbolized, initially anyway, those subjects who defied the church” (Merino, 2018:36).Tampoco se conoce la fecha precisa del comienzo de la participación de los diablos en la celebración de Corpus. Friedemann (1995) refiere al testimonio del viajero sueco Carl August Gosselman – quien estuvo en Colombia en 1825 y 1826- que describió una celebración de día de Corpus Christi en Santa Fe de Bogotá:

Salió “una gran cantidad de lagartos, tortugas, tigres, serpientes y caimanes” y “que el ejemplar que más llamó la atención fue una enorme tortuga en cuyo lomo iba sentado un negrito”. A continuación, dice el sueco, desfilaron los horribles enmascarados” que danzaban como si representaran un baile de demonios. Él los describe “equipados con colas largas, cuernos y patas de caballo” (Friedemann, 1995:49)

Con estos datos es posible tener una idea acerca del comienzo de la representación de las danzas de diablo, los personajes, sus vestuarios y la percepción de propios y extraños acerca de la fiesta. El contenido didáctico y educativo de este planteamiento de contraposiciones entre lo sagrado y profano explica por qué entonces los diablos, lo que representaban en la sociedad y las prácticas paganas, debían ser depuradas: “The didactism of these performances on the part of the european colonizers was explicit: so called paganism evil and so to purge the devils, the procession dramatically performed the exorcism of evil (the devils) from the social body of good (the church)” (Merino, 1998:63).

Es claro que el propósito de la integración de las danzas de diablos a la fiesta de Corpus fuera una estrategia para reforzar la fe de las comunidades de origen africano que aún mantenían elementos religiosos propios de sus culturas originarias. Para el catolicismo, la fiesta fue una estrategia catequizante puesto que tenía un efecto poderoso en la población al corresponder a celebración, regocijo, convivencia y cohesión comunitaria misma que se mantendría bien cimentada y arraigada en las sociedades en las que las diabladas son celebradas en un día a vivir la fiesta, la ceremonia y el ritual; y al mismo tiempo para hacer a un lado las costumbres que se contraponían a los principios católicos, demonizados y considerados entonces paganos. La fiesta, en sentido de un tiempo y espacio destinado para la danza, se fusionó con la directriz de lo sagrado del ritual.

El espacio de convivio, motivo de “estar ahí”
La fiesta es un complejo en el cual se conjugan diferentes, pero muy precisos elementos para validar y generar la teatralidad del acto representacional. Es un momento en el que convergen características de teatralidad y elementos para su conformación; desde el acto ritual representacional hasta el público y un tiempo fuera de lo cotidiano para que mantenga así sus características rituales. Este momento es la fiesta como el día de Corpus Christi. Solís (2012) indica que para la representación, en caso de las danzas ritual, se requiere del convivio porque implica la coicidencia en un tiempo y espacio de grupos de personas que estructuran colectivos, un intercambio humano directo que requiere de la socialización. De esta forma la representación requiere del encuentro frontal con el hacedor, los ejecutantes y el público para que la experiencia teatral sea una experiencia vital. En este mismo sentido Medrano afirma que la fiesta es una manera de que la comunidad se mantenga cohesionada hacia su interior:

La fiesta se ha caracterizado generalmente por la danza, el canto, la comida y la bebida; a partir de ello se puede entender cómo dentro de la fiesta se da el momento propicio para darse gusto hasta la saciedad, ya que el despilfarro es parte de la escencia de la fiesta y a partir de ello, se puede entender que no es el derroche por el derroche o el agotamiento por el agotamiento, sino que es una manera de mantener el equilibrio y la cohesión dentro del grupo social así como la estructura del mismo. (Medrano,2001:108)

Los personajes
Cada personaje de La danza del diablo tiene una función y objetivo específicos en la representación. Sus pasos, movimientos y la desenvoltura corporal son marcadamente distintos. Entre los personajes destacan los diablos representados en grupo, el Diablo Rey, la Tapagüeva y la Cucamba. Los personajes están acompañados por los músicos, del que toca el tundé, el de la caja y el de la violina.[5] Además de los músicos la cuadrilla de diablos es acompañada por los tuneros y las tuneras, que componen y cantan las trovas o versos. Además del público, elemento infaltable en la representación para la generación y validación de la teatralidad de la representación.

Los diablos danzantes

El personaje central de la danza es el diablo, representado en conjunto y un Diablo Rey, líder de los diablos. Dentro de esta estructura existe una jerarquía. En esta danza se representa mediante el orden que se tiene para ir a invitar a las personas que representan a los diablos a su casa hasta reunir a todos en una cuadrilla. En primer lugar, los músicos, los verseadores y el público acuden a las casas de quienes fungen como diablos, comenzando con los adultos y dejando al final a los diablitos, a los niños danzantes. La jerarquía presente en la organización interna de los diablos también se manifiesta mediante el uso de un “perrero” o “mandador”, un látigo hecho con un palo al cual se ata un trozo de lazo delgado y se emplea para corregir a los diablos danzantes que pierdan ritmo, para latiguear al público y para “la riña”, la parte final de la danza en la cual hay un enfrentamiento, primero a latigazos y luego cuerpo a cuerpo entre personajes de la danza y el público que desee participar.

El Diablo Rey
El danzante con más experiencia en la danza es el Diablo Rey o Diablo Viejo. Este título se otorga al danzante que haya sido nombrado por un maestro o “padre ancestral” (como dicen ahora), uno de los maestros más viejos de la danza y que al fallecer, haya heredado el cargo o bien, el danzante que tenga más experiencia en la danza o el de mayor edad. Esta distinción no es gratuita, sino que tiene respaldo en años de conocimiento, responsabilidad y compromiso con la danza.

El Diablo Rey otorga el permiso o la invitación a los personajes para integrarse y es quien recibe las ofrendas tanto monetarias como de ron, dirige la danza, guía a la cuadrilla, guía el recorrido, los brindis con ron y el final de la danza con La riña.

Los diablos menores
En nivel de acción, el papel de los diablos menores es el de replicar los pasos marcados por el Diablo Rey, avanzar en conjunto, sacar a los personajes de sus casas y agruparse en algunos momentos de la danza como en la representación de la lucha contra el Bien; es decir, cuando se confrontan con la Cucamba y cuando son golpeados por el Diablo Rey u otros diablos. Los diablos también establecen códigos de comunicación con el público durante el recorrido de la representación ya que el público los anima a continuar con el ritmo, les aplaude y les grita, entre otras cosas, trovas para animarlos y hacerse también partícipes del ritual. Los diablos, en ocasiones, indican a las tuneras que le compongan versos a alguien en específico, de esta forma pueden mostrar interés en alguna mujer en el público a quien alguno de los diablos le está coqueteando o pretendiendo. Entonces los diablos se dirigen a estas mujeres y les besan las manos, les danzan alrededor y las invitan a bailar, estableciendo una vez más una relación interactiva dancística con el público. En el último día de la danza, los diablos menores, exortados por el Diablo Rey, invitan a algunos asistentes del público a participar en La riña en el que ambas partes se golpean con el látigo y buscan derribar al rival.

La Tapagüeva
La Tapagüeva es el personaje femenino de la danza. Es representada por un hombre vestido de mujer. Su rol es ser la compañera del Diablo Rey y es el personaje que se encarga de vigilar que haya espacio para que los danzantes realicen con libertad y amplitud la coreografía y el juego con el público. Es también el personaje gracioso de la danza ya que va jugando con la cuadrilla y con el público que a veces le grita: “-Y la Güeva se cae- ¡Ay, Güeva! El personaje entonces entra en el juego y se cae de una manera muy graciosa, golpeándose y levantando su falda para hacer la caída más graciosa. Este personaje porta una vara con la que golpeará a aquellos que intervengan en el paso de los diablos. Este golpe es temido por el público quien sabe que puede ser golpeado fuertmente y como los latigazos de los otros personajes, el de éste es también es una convención aceptada y no se considera una agresión.

La Cucamba
La Cucamba es un personaje que acompaña a la cuadrilla de danzantes por toda la procesión. Como todos los personajes, es invitado, “sacado” de su casa para integrarse. Es la representación y el nombre de un ave, supuestamente sagrada para la cultura africana; esta suposición, constante de dominio popular uresano y de varios investigadores es aceptado pero no hay una fuente precisa acerca de este sentido sagrado del ave y su origen es incierto además, esa ave no habita en Uré. A lo largo de la procesión establece un juego en el que va picando a los diablos en la cabeza y estos responden con ademanes y gritos, también se agrupan para evitar ser picados. Mediante gritos y sonidos guturales, la Cucamba avisa que va a ir contra los diablos, estableciendo el juego escénico con determinados pasos dancísticos con los que gira y extiende los brazos en señal de estar planeando el cielo, como un ave. El papel de la cucamba es el de enfrentarse con los diablos, perseguirlos y picotearlos. Su función, según la interpretación del danzante, es la que refiere al origen de la danza y de esa forma a las primeras concepciones en torno del ave ya que se dice que el diablo retó a un enfrentamiento a dios hijo (Jesucristo) entonces él no se presentaría a tener una afrenta con el diablo así que envió a la Cucamba, ésta le riñó pero salió ilesa gracias a su abundante plumaje. Se podría decir entonces que la presencia y función escénica representacional de la Cucamba es evocar y hacer referencia a este pasaje de la tradicion oral que refiere al origen de La danza del diablo y también se refiere a una lucha, un debate entre la luz y la oscuridad emulando la dicotomía del bien y el mal. Es importante puntualizar que en la danza, no se representa en ningún momento la derrota o victoria de alguno de los personajes, mantiene más bien un propósito escénico.

Vestuario de los personajes
Los diablos
Los diablos usan un colorido vestuario que consta de mallas de lycra en color rojo, una falda o faldilla con flecos de colores hechos de tela ligera que contraste con la tela que usan para hacer la “chaqueta” como le llaman a un chaleco de tela parecida a la popelina y que es la última capa del vestuario. Usan un “buzo”, un tipo de playera con gorro y de manga larga, hecha también de lycra y de color rojo. Una caperuza o trozo de tela para cubrirse la cabeza, atándola en la barbilla. El calzado son tenis y el color puede ser negro o rojo.

La máscara es elaborada de un fruto que asemeja a un coco seco y hueco, es un fruto llamado totuno, fruto del árbol Crescentia cujete reforzado con cartón. Los cachos o cuernos tienen una estructura de madera y forma de cono, forrados de tela roja. Los orificios a nivel de los ojos son pequeños, pero funcionales.  Los cuernos de la máscara de los diablitos son pequeños a modo que parezca que apenas están brotándoles, mientras que los cuernos de las máscaras de los danzantes adultos son más largos, coronados por un vistoso adorno rojo a forma de pompón hecho de tela.

Los danzantes y la población uresana en general dicen que el color del diablo es rojo porque el personaje es pícaro, divertido, burlón y juguetón. Los uresanos afirman que es el rojo el color del diablo, este color corresponde y refuerza sus características vivaces, altivas, sanguíneas y vivas. También afirma el carácter apasionado del personaje y resalta entre la vista de la multitud que lo sigue. Corresponde con las ideas de dominio popular uresano, que el diablo es alegre. Afirman que no es el diablo malo, es el diablo bueno, divertido y que hace bromas.

La Cucamba
El vestuario de este personaje está hecho de tela brillante roja. Consiste en un pantalón, una camisa de manga larga hechos de satín, también usa tenis y el plumaje está hecho con finas hojas de palma de color amarillo. Usa una máscara, hecha de una estructura de madera a modo de cono y en la parte puntiaguda de este, está un pico hecho de madera con el que ataca a los diablos y al público. A diferencia de los otros personajes, la Cucamba no lleva utilería o algún otro elemento además de su máscara.

La Tapagüeva
El vestuario de este personaje consiste en una falda larga a la que da volumen con una crinolina. La tela de la falda tiene estampados vistosos como flores de grandes tallos. Usa una caperuza, con fines de ocultarse mejor tras la máscara y que esta también ajuste al ponérsela. La blusa es de color rojo. Usa un bastón y también un mandador con el que se abre paso en la multitud y también lo usa para delimitar el espacio de la representación cuando el público llega a ser tan numeroso que impide la ejecución de los danzantes ya sea en el brindis o en la riña.

La máscara de la Güeva, hecha de totuno, tiene pintados grandes ojos y labios a modo de exagerar los rasgos femeninos del personaje. Los danzantes afirman que el nombre del personaje se relaciona con el nombre que recibe la falda que usa, ya que se llaman güevas.

La coreografía
La danza del diablo consta de varias etapas: la sacada de los personajes de sus casas, la procesión, el ir a guardar a los personajes y La riña. En cada una de esas etapas de la danza, los personajes realizan una coreografía unificada notable en la cuadrilla de diablos mas no está presente en los personajes de la Cucamba y la Tapagueva. En un nivel organizacional de distribución en el espacio cuando la cuadrilla está completa y la diablada presente así también los músicos, los verseadores o tuneros y el público tienen una distribución y orden constante durante los cuatro días de la representación, y es el siguiente: en primer lugar, y lidereando la procesión, se encuentran los diablos, formados en línea horizontal, hombro con hombro, y por el número de los mismos, generalmente forman dos filas. Los siguen los músicos, el tamborilero o tundero, el cajero y el músico que toca la violina, los tres formando una fila horizontal, hombro con hombro también. Detrás de los músicos se colocan los verseadores, generalmente son los aprendices jóvenes que muestran sus habilidades para versificar, acompañados de una lideresa de la tuna. Detrás de este grupo se ubican las tuneras, las mujeres con amplio conocimiento de la tuna como coro de los versos y finalmente, detrás de ellas se organiza el público que intenta asegurárse un lugar cerca de la acción de la diablada.

La coreografía de los diablos consiste en que durante determinados momentos, ejecutan el mismo paso en grupo. Es importante mencionar que el nombre de los pasos no es lo más importante para los danzantes ya que se aprenden y enseñan por imitación y su referencia inmediata es la parte de la danza en la cual se ejecutan; un ejemplo es durante “la sacada” cuando el Diablo Rey invita a los otros diablos y los personajes a unirse a la cuadrilla, el paso que se hace en este momento se llama “cácere”. Consiste en que el diablo mayor se coloca sobre un pie y el diablo que está siendo “sacado”, coloca su pie derecho debajo del pie del diablo mayor mientras ambos saltan en un pie, siendo éste el permiso para el diablo de salir. En otro momento de la danza, generalmente en el brindis, los diablos danzan en un lugar fijo, es decir, no van avanzando en la calle puesto que los brindis sí se realizan en un único lugar, como si de una estación se tratara. El paso empleado en este momento recibe el nombre de “menudillo” y consiste en flexionar las rodillas y marcan el paso arrastrando los pies en el mismo lugar. Los pasos que realizan los diablos son siempre acompañados por “el aventador” (un abanico), el cual mueven ya sea hacia los pies o arriba de la cabeza. En este momento no emplean el perrero pues lo entregaron a la persona que les ha pedido el brindis, constituyendo este acto una muestra de respeto. Preciso es añadir que pedir un brindis a los diablos, es una muestra de respeto y gratificación a la danza y a los danzantes además de mostrar cierto poder económico o de importancia en el pueblo ya que lo adecuado es que den ron suficiente para todos los diablos adultos; es decir una buena cantidad de este. El grupo de diablos se agrupa y realiza una coreografía uniforme durante la mayor parte de la procesión dancística; sin embargo hay momentos de flexibilidad para permitir que los diablos interactúen con el público; y en el episodio de “la riña”, realizan un recorrido en círculo, corriendo para establecer el espacio de la diablada, los músicos y cantores hasta que el enfrentamiento termine. Con este episodio llega el fin de la representación; más no la conducta ritual, pues luego se acompañan a “guardar” a los participantes, esto es, se les lleva a sus casas.

Conclusiones
La danza de tradición como La danza del diablo de San José de Uré en Colombia es un complejo fenómeno teatral que representa la lucha eterna entre el Bien y el Mal planteada por el cristianismo durante la fiesta de Corpus Christi. Mas es importante puntualizar que en la danza no se representa en ningún momento la derrota o victoria de alguno de los personajes; mantiene más bien un propósito escénico en detrimento del carácter didáctico que debió tener en su origen. En consonancia con esto agregamos como nota característica que la figura del diablo es más bien de carácter festivo, alegre y vivaz.

Por otro lado, La danza de diablo, según se constató en las representaciones de 2022 y 2023, no es sólo una imitación o calca de la previa sino que es cambiante.

Hacer una revisión cuidadosa de la teatralidad de la danza en relación con las prácticas socio-culturales de la comunidad, ayuda a comprender de una mejor forma las relaciones complejamente entretejidas en lo más interno de esta y como se hacen parte de la vida cultural y social.

La teatralidad del acto convivial, que requiere del que ofrenda la acción y de quienes la decodifican, establece un diálogo comunitario con su pasado, su presente y el posible porvenir del grupo social.

Azucena Ruiz Vásquez
Artículo publicado el 15/01/2024

Bibliografía
Camargo, Alejandro (2012) “Afrouresanos, la historia de un Palenque, el devenir de un pueblo” Afroreparaciones, pp. 345-361.
Dallal, Alberto (1979) La Danza contra la muerte, México, UNAM.
Flores Solís, Alejandro (2016) Las danzas de conquista, un encuentro con la teatralidad, México, UAEMéx.
Friedemann Nina (1995) Fiestas, celebraciones y ritos de Colombia, Bogotá, Villegas
Editores.
Medrano de Luna, Gabriel (2001) Danza de Indios de Mesillas, México, El Colegio de
Michoacán.
Merino Ángela (2018) “Populism and performance in the Bolivarian Revolution of Venezuela”, Corpus Christi Devils and the Performance of Populism, Illinois, Northwestern, University Press.
Nina de Friedemann (1996) “Diablos y diablitos: huellas de africanía en Colombia”
América Negra, Expedición Humana a la zaga de la América Oculta, pp. 95-103.
Pavis, Patrice (1998) Diccionario del teatro, Barcelona, Paidós.
Soto Hernández, Jairo Enrique (2012) El Diablo en la Cultura Popular del Caribe Colombiano, del Corpus Christi al Carnaval de Barranquilla, Barranquilla, La Iguana Ciega.

 

Notas
[1] La danza del diablo es una manifestación de la tradición porque implica la transmisión generacional de saberes de una comunidad y al mismo tiempo es una muestra de identidad en distintos niveles como individual, comunitaria, étnica y cultural.
[2] Esto también sucede en la danza. Dallal refiere que la danza es un conjunto de elementos en un lugar de convergencia. La propone como una actividad, forma, acción o lapso que requiere de un participante y un observador para que se cumplan totalmente los objetivos de sus funciones.
[3] Entrevista aplicada a María Yovadis Londoño Agudelo el 10 de junio de 2022.
[4] La festividad que desde el siglo XIII había sido acogida en España, y en el siglo XV era consagrada como la fiesta principal del catolicismo, poco a poco recreó en el Nuevo Mundo el aire de espectáculo que había alcanzado en la España renacentista. En 1513 y en 1575 allí habían aparecido personajes como el gigante y la gigantona, la enorme culebra Trasca, el Águila y los Dragones, disfraces de moros, cabezudos y animales que personificaban el mal (Friedemann, 1995: 145).
[5] Así llaman los uresanos a la armónica. El tundé es un tambor de madera cubierto con piel de animal y la  caja también es un tambor, pero percutido con una vaqueta.

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