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Martes Tristes, novela de Francisco Rivas

por Jaime Retamales
Artículo publicado el 21/05/2024

MARTES-TRISTESMartes Tristes
novela de Francisco Rivas
MAGO Editores Santiago de Chile
Colección de Escritores Chilenos y Latinoamericanos/ 2023
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Escrita en el año 1982, deduzco que tuvo una estrategia no sólo para escribirla sino también para evitar los cercos de la censura; editada por Bruguera, editorial española y en 1986 con editorial Galinost, ambas con el seudónimo de Francisco Simón.

La búsqueda de una forma de vida que pueda sustraerse de todo aquello que al ser humano lo vuelve miserable, es el motivo central: un relato de la utopía en la figura de su protagonista principal, Ramón Gracia, guía de un proyecto marcado por la intención ética de su economía que impone en una comunidad ubicada en los márgenes del puerto de Cobija, en un pequeño pueblo de la pampa, abandonado a su suerte, Ricaventura, en la fiebre capitalista de las postrimerías de la Guerra del Pacífico. Entre paréntesis, se suma a la literatura de la era del salitre, que tiene su origen en la novela Tarapacá (1903) de Juanito Zola, seudónimo de los periodistas Osvaldo López y Nicanor Polo, y Sub-Sole (1904) de Baldomero Lillo; más tarde, alternándose en los años, aparecen, entre otras, Rebelión en la pampa salitrera (1937) de Theodor Plievier, Norte Grande de Andrés Sabella (1944), Hijo del salitre (1952) de Volodia Teitelboim, hasta alcanzar el tiempo de las novelas de Hernán Rivera Letelier.

Lo que hace la diferencia respecto a la literatura del salitre es la riqueza de su lenguaje en movimiento. El autor provoca un alud en su paso escritural: cabos sueltos, partes incompletas, toda posibilidad que al texto niegue su memorable plenitud, yendo y viniendo del presente al pasado y viceversa (hablo del tiempo de la novela). Su desarrollo se presenta en ambientados detalles con un lenguaje preciso y propio de acuerdo a la situación, el contexto y los personajes, distanciándose o no del tiempo presente y/o del foco narrativo según las exigencias de su devenir: un caleidoscopio de estilos, un conjunto diverso y cambiante.

No solo narra las vicisitudes y el derrotero del protagonista principal, sino de una diversidad de personajes que entran y salen de la comunidad de Ricaventura, o que a la distancia mueven sus hilos e intereses para intervenir en el destino de esa comunidad, y otros que simplemente aparecen al servicio del relato y de su exigente y fantástica literatura.

Poseedora de nudos de significación perfectamente tallados en torno al fenómeno individual y social de una significativa época, constituye además una metáfora de nuestra historia nacional sobre todo pensando en la necesidad de los urgentes cambios de aquella fatídica época en que fue escrita.

La especificidad de su ficción, como dice Piglia, es su relación específica con la verdad y su ficción, es política. A juicio de muchos, en su escritura existe un deseo de reparar las injusticias de la historia, oponerse al discurso del poder en las sombras, que interesadamente insiste también en ficcionalizar y crear su propia versión, justificando sus oscuros asuntos de poder.

En un inicio brillante y certero, nos sitúa más de trescientos años antes en el desierto de Atacama, la vecindad del lugar de los hechos, hablándonos de El Adelantado, Diego de Almagro. El Gran Capitán, como después le llama, en viaje a la búsqueda del oro, discute con el capellán que airado se levanta con resaca y le enrostra su arrojo y ambición desmedida. Esta discusión, como marco inicial, es trabajada con una luminosidad que me recuerdan a esos antiguos libros de antropología cultural, que recrean escenas memorables como las de Ivar Lissner en Nuestro Antepasado El Hombre, 7000 años de civilización, o como el mejor film de un director de culto al servicio de su arte. Ramón Gracia llega a Ricaventura para cumplir una promesa, al final de la Guerra del Pacífico, después de quedar con unas pocas monedas en los bolsillos, y se incorpora a su comunidad trabajando para mejorar sus condiciones materiales; y debe evitar que su pueblo caiga en manos de desalmados y uniformados personajes que retornan de los bestiales sucesos de Lima, tras el salitre descubierto en sus tierras.

Francisco Rivas, a la hora de escribir Martes Tristes, da un golpe a la cátedra, impone su creatividad e imaginación con técnica contundente sobre las formas tradicionales, sin hacer mucho ruido, sin golpear mesa alguna, leve como predicaba Calvino, y contrapuesta a “la educación sentimental” respirada en el Chile triunfalista de esos años.

Jaime Retamales
Reseña publicada el 21/05/2024

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