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Todos somos para siempre Daniel Zamudio

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 29/03/2012

Publicado también en elquintopoder.cl
y elmostrador.cl

 

El  brutal asesinato de Daniel Zamudio, un chico de 24 años activista homosexual, en manos de cuatro jóvenes neonazis homofóbicos, y  la enorme crueldad de los asesinos que, en su odio homofóbico irracional durante cuatro horas lo quebraron entero, para después terminar el “carrete” cortándole una oreja y marcando con el gollete de una botella la suástica nazi en su espalda, ha causado un impacto social sin precedente no sólo en Chile sino en todo el mundo.

Lamentablemente, este drama de los/las homo-bi y transexuales es el pan de cada día tanto  en Chile como en toda Latinoamérica, sólo que éste tuvo tal crueldad y brutalidad que saltó a las primeras páginas de los medios de comunicación. Los criminales dejaron muy bien representada su efigie neonazi.

Pero lo que este crimen siniestro ha mostrado con total claridad y ha terminado siendo un punto de inflexión en el escenario político chileno por instalar, en forma dramática, la evidencia del desfase insalvable de la derecha política con la realidad: mientras Daniel Zamudio se debatía entre la vida y la muerte en estado de coma durante una semana trágica y siniestra que mantuvo a todo el país sacudido y sumido en el horror y el dolor, en el Parlamento, después de siete años de discusión, la derecha y un ultraconservador democratacristiano, votan en contra  de una ley que sanciona la discriminación por orientación sexual. Y para echar más ácido a la herida, en una declaración rocambolesca, el vocero del gobierno y militante del partido Unión Democrática Independiente (UDI), Andrés Chadwick, declara que esa ley no habría impedido el asesinato de  Daniel Zamudio. Y más siniestro aún: en un insoportable ejercicio del cinismo político, el Gobierno y los que votaron en contra de esta ley, condenan el asesinato y dan el pésame a los desdichados padres de la desdichada víctima.

Los  cuatro muchachos imbécilizados por el odio homofóbico y por la “estética” e ideología nazi, son los ejecutantes materiales del crimen. Pero que nadie se engañe, los verdaderos asesinos intelectuales están predicando la santa moral de la heterosexualidad en los altares del patriarcado más temerario y en la cúpula de los poderes de facto de la ultraconservadora moral canonizada  urbi et orbi de los totalitarismos religiosos y políticos que, en Chile y toda Latinoamérica, andan satisfechos repartiendo su moral excluyente y arbitraria, homofóbica y misógina por todas partes y para todo el mundo. Estos dueños absolutos de la moral duermen en paz una noche y la otra también, satisfechos de sí mismos y con los que son (sólo) como ellos, campantes y orgullosos de sus dogmas que, como con un mazo, nos dan día y noche sobre nuestras cabezas.

No hay democracia real sin igualdad de derechos civiles, tanto de las minorías sexuales, como los homosexuales, y de las mayorías, como son las mujeres, a saber, derecho al matrimonio y a la adopción por parejas homosexuales; derecho al aborto en todas sus formas para la mujer, entre otros derechos civiles.

El asesinato de Daniel Zamudio, el más atroz después de los miles que hubieron durante la dictadura, deja de manifiesto que la derecha es la muralla china que no permite desbloquear la democratización del país y, con ello, ponerlo al día con los derechos civiles que  toda democracia desarrollada debe tener; y, además, deja de manifiesto que el fundamentalismo ideológico pinochetista ultraconservador, ya obsceno y esperpéntico después de 22 años de posdictadura, con que ha contaminado e infectado toda la vida política durante los últimos 40 años, está sustentado, casi enteramente, por un partido, La Unión Democrática Independiente (UDI).

El  pasado político de este partido en las cloacas y alcantarillas del poder más abyecto,  gestionando y administrando el terrorismo de Estado durante 17 años y medio de dictadura pinochetista, les debe pasar la cuenta a la hora  de gestionar, como gobierno que ahora son,  los acontecimientos actuales: el asesinato de Daniel Zamudio es, desde el punto de vista del pasado político histórico de este partido,  un juego de niños comparado con  los asesinatos durante la dictadura pinochetista.

En una demostración clara y rotunda del integrismo ideológico-religioso de la UDI –la gran mayoría de sus militantes pertenecen a la ultraconservadora institución religiosa de la Iglesia católica, el Opus Dey y son de misa diaria- este brutal asesinato no les impidió votar, en plena semana de agonía del infortunado Daniel Zamucio, en contra de la ley que sanciona la discriminación por orientación sexual, único motivo de este  bárbaro asesinato.

Todos somos Daniel Zamudio, asesinado por los defensores de la exclusión social, de los derechos civiles y de una forma de amar, la homosexual, tan legítima como la más.

Todos somos Daniel Zamudio, asesinado para cercenar su derecho de amar, un derecho humano inalienable.

En el mundo de los patriarcados y de los totalitarismos ideológicos y/o religiosos, no hay cabida sino sólo y siempre para la dialéctica de de lo blanco y lo negro: del amo y del esclavo, del dominador y dominado, de lo femenino-mujer-dominada versus masculino-hombre-dominador; de lo heterosexual versus homosexual, como si la vida no tuviera matices, coloraciones, modalidades múltiples, heterogéneas…

Todos somos  Daniel Zamudio, asesinado por los que votaron en contra de la ley que sanciona la discriminación por orientación sexual, único motivo de este asesinato, en esa misma siniestra semana de su agonía, consagrando así un insoportable cinismo: mientras votaban en contra de la discriminación por orientación sexual, condenaban, impúdicos y compungidos, el asesinato y daban el pésame a los  desdichados padres de la desdichada víctima.

Todos somos Daniel Zamudio, asesinado por los apóstoles de la homofobia, por los que se han opuesto a las enseñanzas de la Ilustración durante siglos, los que no comulgan con el humanismo, ni con el racionalismo, ni con la inteligencia, por los que  predican el oscurantismo y el absolutismo más cavernario y anti natura.

Todos somos Daniel Zamudio, asesinado para asesinar el respeto a la diferencia y a la diversidad, la verdadera naturaleza de la condición humana.

Todos somos Daniel Zamudio, asesinado por la homofobia que es la auténtica enfermedad social y mental de los totalitarios, y no la homosexualidad.

Todos somos Daniel Zamudio, asesinado por el integrismo moral homofóbico y misógino de la dictadura heterosexual patriarcal ultraconservadora, que inmola los derechos civiles y la plena democracia; y que tortura durante cuatro horas infinitas a Daniel Zamudio, para después, ya agónico,  cortarle una oreja y grabarle con el gollete de una botella la suástica nazi en su espalda.

Jaime Vieyra-Poseck

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2 comentarios

Es tan difícil siquiera comentar el dolor que se siente al leer éste tipo de sucesos, lo malo de todo es que nos olvidamos que los grandes problemas siempre están en las manos de la iglesia, en el caso de Chile, la iglesia Católica quien es la gran precursora de todo el odio y desprecio que algunos llegan a tenernos por el solo echo de no ser de su rebaño o no querer ser de su rebaño. Hemos de esperar que este nombre no se olvide nunca y de una vez por todas los partidos políticos de mi Chile, se pongan de acuerdo y legislen en favor de sus ciudadanos y no de intereses mezquinos o de la iglesia.

Por Pablo A. Leiva el día 23/04/2012 a las 05:40. Responder #

Felicidades por tu magnífico artículo. Creo que en general hacemos poco combate ideológico desde la izquierda, mientras que la derecha alimenta verdaderos monstruos, cada día, sutilmente… Y llevamos tantos siglos que hay cosas que están gravadas en los genes.

Por angels berengueres el día 18/04/2012 a las 06:48. Responder #

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Requerido.

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