EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Pa pe pi po pu: La reproducción de clases en el sistema educacional chileno.

por Leopoldo Hernández Martínez
Artículo publicado el 30/05/2005

El siguiente texto es una mirada subjetiva a algunas de las prácticas incorporadas en el sistema educacional chileno, que al contrario de lo que comúnmente se cree más parece aumentar y reforzar las diferencias de clases sociales que aminorarlas. También voy a echar una mirada al carácter colonialista de los textos e ilustraciones utilizados por los alumnos de las escuelas públicas.

Desde muy pequeño, mis  prioridades fueron diametralmente distintas a las que supuestamente debía tener a mi edad. A los cuatro años fuí obligado a ir  a  la escuela. No digo que aquella experiencia no haya sido entretenida, pero tan pronto como tuvimos la obligación de aprender de memoria las cosas que se nos enseñaban, ya no quise ir más. Esto trajo como consecuencia un conflicto bastante intenso y prolongado entre mi interior y  mi entorno. A pesar de mi corta edad, me resultaba difícil entender porque todo los días  había  que repetir una y otra vez las mismas cosas, no era que tuviéramos dificultades para aprender, por el  contrario, entendíamos  todo y bastante rápido, pero de todas manera había que repetir lo que se nos decía. Lo paradójico era que no ampliábamos nuestros conocimientos, por el contrario parecía ser que se insistía en lo mismo.

Yo había nacido en un inusual  estado de guerra contra la injusticia social, y a pesar de mi corta edad, ya  intuía el  invisible  poder que la clase dominante  ejercía sobre nosotros, pero no sabía evidentemente como protegerme, ni como eludir la violencia ejercida sobre mi que me agredía con sus finos y lacerantes tentáculos, por todas y  en todas partes. No había terminado de aprenderme todas las vocales y consonantes del silabario, cuando para el desconsuelo de mis padres me negué a seguir leyendo aquel libro. Allí se podían encontrar frases como   “en África viven indios negros”, “el tigre es un animal feroz  que le gusta ver sangre”  y  “los gitanos son gente vagabunda y perezosa”.Yo me negaba rotundamente a ingerir aquel maligno veneno, de discriminaciones y rasismo, distribuido en pequeñas dosis de frases inocentes  por todo el libro.

Me acuerdo que en otra ocasión, mis padres me mandaron a pasar las vacaciones a la montaña, a una colonia para niños. Allí se hizo un pequeño festival de la canción, donde  yo participé con una ranchera mexicana que hablaba de rapto, indios, sexo, cañones, guerrillas, hasta creo haber dicho algunas palabras en  dialecto indígena. Yo no tenía muy claro toda  la envergadura del significado de aquella canción pero cuando regresamos de las vacaciones, el cura a cargo de la colonia junto con saludar a mis padres le dijo en  tono de reprimenda que yo  tenía demasiadas  cosas raras en la cabeza.

Lo básico:
Él que no repite queda repitiendo

Durante toda la escolaridad primaría, nos fueron introduciendo los conocimientos y las reglas básicas  necesarias  de comportamiento, con el objetivo final de asegurar la enseñanza de  la obediencia a la autoridad. Todos los días  teníamos que formarnos en la escuela  antes al entrar a la sala de clases, cantar la canción nacional todos los lunes, recordar las efemérides militares del pasado, y celebrar el día de las diferentes ramas de las fuerzas armadas y de la policía. En el interior de la sala de clases había que pedir permiso para todo, para ir al baño, para hablar, para pedir prestado, nada se hacía sin que la autoridad lo supiera. También el castigo formaba parte importante del aprendizaje, si por ejemplo no  hacíamos las tareas, acto  considerado como una gravísima falta, simplemente  nos golpeaban,  golpes en todo caso  legítimamente legalizados por la tradición educativa. Ser humillado delante de los demás alumnos, era una cosa que también formaba parte del aparato pedagógico de cualquier escuela pública.

Teníamos que memorizar  poesías  sin que importara mucho cual era  el contenido de aquellos poemas. La idea no era aprender lírica sino más bien disciplina. El que, un determinado día, los alumnos de una clase llegaran  con una poesía aprendida de memoria, era sin duda un acto de disciplina, no poético. Jamás se nos explicó el contenido de aquellos poemas, la idea era solo aprenderla y que cada uno de nosotros  pasara adelante de las clases a repetir lo leído en la casa. Todo esto enaltecía la figura de la autoridad y nos reducían a nosotros los alumnos a simples  receptores  y repetidores de órdenes.

Ocho años bajo este  régimen educativo sin duda que dejaba huellas básicas  imborrables en todos nosotros. Además de un concepto de nación bastante extraño, una mezcla de símbolos patrios y  hostilidad hacia nuestros países vecinos, nacía paradójicamente una actitud de menosprecio hacia nosotros mismos y de adoración a los países desarrollados, reduciendo de esta manera nuestra capacidad creativa, e  iniciativa personal o grupal, a la vulgar copia de lo supuestamente desarrollado.

Después de tantos  golpes y correcciones, tanto mentales como corporales, tuve la obligación de  aprender a  imitar lo que la mayoría imitaba, a no pensar mis propias ideas y a consentir todo lo que se me decía. Pero como todo era  imitación, me fui involucrando en un tormentoso círculo vicioso, mientras más imitaba mejor era  tratado y mientras mejor era el trato peor me sentía yo. Esto me fue llevando de escuela en escuela, de hospital a hospital, hasta que terminé creyéndome la mentira, él que no repite correctamente sin equivocarse lo que se le ha dicho, queda repitiendo.

De té a tesito:
Punto–raya–punto

Como en las escuelas públicas el número de alumnos de cada clase superaba tranquilamente los treinta o cuarenta niños, era natural que si se pensaba controlar lo memorizado a todo el mundo, lo mejor era  que cada uno repitiera lo leído, de memoria, a capela y lo más rápido posible, para así  dejar espacio a los demás de la clase. Para lograr, por ejemplo, que cuarenta alumnos, en menos de cuarenta y cinco minutos, repitieran una poesía de cinco versos, las autoridades pedagógicas  habían  desarrollado  la técnica Morse. La idea era contener todos los versos del poema en nuestra mente, tomar una gran bocanada de aire, seguidamente cerrar la garganta hasta dejar solamente  un pequeño orificio en ella, y luego exhalar, con voz de pito todas las vocales y  consonantes líricas  posibles. Con esta gran técnica fuimos aprendiendo a estancar ideas en nuestro cerebro, a reducir a la mitad  las cosas que nombrábamos; de té pasamos a tesito.

Reducíamos el mundo simplemente para hacerlo caer en nuestra memoria y  así poder repetirlo después. Nos fuimos acostumbrando a expresarnos de una sola bocanada de aire, no había tiempo para más, lo que no alcanzaba a salir, simplemente  se iba quedando  en nuestro interior. De manera entonces que para entendernos, lo mejor era suponer lo que la otra persona quería decir o comunicar.

La duda, la pregunta y el tiempo para las explicaciones desaparecieron del diálogo, diálogo que por lo demás estaba compuesto por frases de afilados y rectos bordes, como las conversaciones que tiene el dueño de una fábrica con sus empleados. Nuestra comunicación se fué convirtiendo en un relato deportivo y nos fuimos acostumbrando a un lenguaje menor, entrecortado, de pocas palabras, a toda prisa. Un lenguaje de frases pequeñas como los puntos y las rayas del código Morse.

La enseñanza media:
el espejo del conquistador

Diciendo a media voz, la mitad de las cosas, entramos a la enseñanza media. Yo  que venía ya medio adolorido con este aprendizaje taquigráfico, comienzo a tener problemas con las divisiones y las multiplicaciones. A solo pocos meces de iniciado el primer año, el grupo compacto de niños provenientes de octavo básico se comienza a dividir en diferentes categorías. Se apartan en pequeños grupos, se distancian unos de otros de acuerdo a sus estratos económicos que va por lo demás también dejando una estela de diferencias de tipo racial por el camino. Aunque las diferencias de ingreso económico de los padres  que mandan a sus hijos  a las escuelas públicas son por lo general  mínima, de todas maneras  estas ínfimas diferencias alcanzan como para que surja  la ilusión de pertenecer a otra clase socio económica  distinta.

Buscando algún argumento que me ayudara a entender porque nos parecía tan natural multiplicar la división, sin querer mi vista se detuvo en  un cuadro de la llegada de Pedro de Valdivia a Santiago colgado en la pared de la sala de clases. Lo primero que me impactó de ese cuadro era la poca cantidad de indígenas que había alrededor del conquistador, da la impresión de que en toda la región no había nadie, que desde el norte de Chile hasta el Biobio por el sur eran prácticamente terrenos deshabitados por el hombre.

Pensé en la intención del pintor y llegué a la conclusión de que se trataba de  resaltar la figura del conquistador español como un enérgico hombre de progreso. Más que una invasión el pintor parece ilustrar  la llegada, al amanecer de hombres prósperos, con la intención de hacer surgir el territorio. ¿No seria  justamente esta nueva y  colorida definición de prosperidad introducida casi en forma artística, la que iría demarcando posteriormente con el paso del  tiempo  los diferentes grupos de mi escuela? El cuadro me había dado la clave para buscar en los libros, en los grandes cuadros de los museos, en los monumentos callejeros, como se fué definiendo lo que era próspero, de qué manera vestían aquellas personas, qué idioma hablaban, qué hacían, en qué creían las personas prósperas en aquella época y en que medida estas cosas eran aún preservadas por todos nosotros hoy.

Del contacto entre los indígenas que habitaban el territorio norte del país y los conquistadores no encontré prácticamente ninguna crónica, de manera que me dediqué a observar  a través de las ilustraciones lo que se decía del contacto con los indígenas que habitaban el territorio sur del país. En la gran mayoría de las pinturas que de algún modo recrean lo que sucedió en la época de la conquista, aparece casi siempre el próspero hombre blanco en sus fortificaciones, construidas en condiciones adversa, resistiendo el ataque feroz de los nativos, que no hacen otra cosa que guerrear e interrumpir el progreso. En ningún texto escolar de historia encontré ilustraciones donde aparecieran  tropas españolas atacando comunidades indígenas ni menos raptando mujeres, ni robando. Solamente doña Inés de Suárez en uno que otro libro aparece su figura dentro del fuerte Español mostrando las cabezas cortadas de los  indígenas prisioneros a sus atacantes.

Todos los grandes generales indígenas que aparecen en las ilustraciones aparecen prisioneros y condenados, indicándonos el pintor  claramente  el cuerpo, la vestimenta, la apariencia, la creencia de lo que definitivamente no era considerado próspero. En los museos no encontré ninguna grandilocuente pintura de un guerrero o familia indígena y los que aparecen son generalmente retratados abajo del cuadro, a la altura de la rodilla del soldado español. En cambio el retrato de  Pedro de Valdivia y de otros personeros españoles de la época, aparecen  siempre  gloriosos, ilustres, serios, siempre importantes, además luciendo sus respectivos títulos o pergaminos que casi siempre tienen en las manos o son pintados en unos de los costados del retrato.

Contada así las cosas, estaba claro que los artículos y símbolos traído por el invasor tomaban a medida que  pasaba el tiempo un valor incalculable. El metal, el caballo, la espada, el lujo, el idioma y con ello la redefinición completa de  todo lo que era o no era importante, fueron por medio de la fuerza  tomando relevancia. Fué así que nadie quería lucir las prendas de los condenados, ni mucho menos hablar su idioma, ni creer en lo que ellos creían, como tampoco parecerse a ellos. Los colonizadores construyeron un gigantesco espejo con la figura y los atuendos de si mismos  en su interior, en el cual los nativos fueron obligados a reflejarse.

Como las apariencias físicas eran evidentemente diferente, el nativo que fué y es, en este caso, el obligado a transformarse. Trata como primer paso de acercarse al modelo, por medio del uso algunos de los atuendos que el conquistador lleva puesto. Luego ante el espejo, con las vestimentas coloniales puestas, su propia figura poco a poco se va desvaneciendo, va perdiendo el colorido de la tierra, la humedad de los bosques, la fuerza de la montañas, para dar paso a un fantasma escuálido que se interpone ante el y que cada día va cobrando mas y mas vida, para con el correr del tiempo adueñarse completamente de su cuerpo. Pero no todo es  el uso de la fuerza, el conquistador también implanta toda una serie de categorías  que va valorando las  diferentes etapas de transformación de los nativos, a través de regalías, posesiones y premios en tierras. El conquistador es sin duda  el vencedor, por lo menos así parece indicarlo los cuadros de los museos históricos que existen en Chile.

Sin embargo a solo unas cuantas páginas más adelante en mi libro de historia me encuentro con que el ilustre conquistador, aquel hombre representante del progreso y las buenas costumbres,  pasa a ser sorpresivamente  un invasor. Motivado por  ideas Europeas de la época los españoles nacidos en el nuevo mundo, inician una guerra de liberación en todo el continente en contra del dominio de la corona Española en el territorio. En realidad se trata de una pelea entre españoles, pero el historiador de mi libro se encarga de hacerme ver la diferencia  y de tomar partido por uno de ellos. Llena de elogios las batallas que los españoles nacidos en el continente luchan en contra de los realistas.

¿Pero cómo es que  el historiador usa tan distintos conceptos a la hora de  contar las batallas de liberación que tanto criollos e  indígenas llevaron a cabo en contra del mismo invasor? Aquello no era fácil de responder. En todo caso inspirados en las ideas de liberación Europeas los criollos se unieron en una gran cruzada para liberar a todos los países del continente  Americano del dominio Europeo. Una vez logrado este objetivo, los criollos en cada uno de los países del continente dan paso a la construcción de su propia versión de España. Cada nombre, construcción, calle, monumento, catedral, santo y ciudadano tiene por objetivo recordar la madre patria.

Posteriormente los criollos olvidan sus pactos integracionistas y cada uno de ellos se va identificando más y más  con los territorios donde habita y gobierna, dando paso así a problemas limítrofes y económicos, que activan una serie de guerras entre países vecinos. La división se promueve y  multiplica, llega con unificadores argumentos tricolores a cada uno de los hogares cuando se trata de acumular fuerzas, para un conflicto limítrofe internacional. Sin embargo en tiempos de paz la división se multiplica en virtud de las cosas, que dice, muestra, hace, promueve y presume, el que manda hacia sus ciudadanos.

Sin indagar mucho parecía ser que cada uno de nosotros seguía mirándose en aquel antiguo espejo dejados por los conquistadores. Lo peor era que en forma activa persistíamos en creer en el espejismo, la sombra luminosa, el  oscuro reflejo emanado de aquel vidrio. Me imaginé que los que quedaron a cargo del espejo, tendrían algún propósito cuando habilitaron escuelas, educaron profesores, e hicieron pública, masiva la educación. El problema era saber cual era ese propósito. La respuesta llegaría con una enviada del ministerio de educación.

Los cuatrocientos puntos

A comienzos del cuarto medio, llegó a la sala de clases proveniente del ministerio de educación una señora que nos fué preguntando a cada uno de nosotros lo que deseábamos ser una vez terminado el colegio. Nosotros ni siquiera seguros que aquel año saldríamos del colegio, comenzamos a mencionar las más diversas  profesiones. Profesiones de las cuales a excepción  de  los  médicos ninguno de nosotros tenía un contacto cotidiano real con ellas. Sabíamos  que existían y de su significado socio económico, pero eso era todo.

La señora del ministerio con una sonrisa benevolente nos escuchó a todos, por lo menos había comprobado ella, que nosotros veíamos televisión. Luego se levanto de su asiento y  nos dijo: “! Tienen que estudiar pues chiquillos para que les vaya bien en PAA y saquen más de cuatrocientos puntos. ¡” La idea de la señora no era mala, es mas parecía razonable, después de todo, nosotros  estábamos en la escuela para eso: estudiar, estudiar y estudiar. En lo que se refiere a la mayoría de los apoderados de mi curso, el término estudiar había ido tomando significado en la medida que habían ido pasando las generaciones. Sin haber ellos terminado ni siquiera la enseñanza básica, tenían la esperanza de que sus hijos, nosotros, por el hecho de completar la educación, a acceder a algo mejor.

¿Pero qué habíamos completado? ¿Qué significaba estudiar realmente?

Hasta ese momento estudiar era para nosotros leer, memorizar y luego responderle al profesor, el  nombre, numero de carnet y el domicilio del personaje de la asignatura  que estábamos estudiando. Cuando hicimos el primer ensayo de la PAA, nuestra querida profesora tuvo que usar bastante tiempo para explicarnos qué significaba el término “analogía”. Además en los textos de la prueba comenzaron a aparecer una serie de términos que jamás habíamos escuchado en nuestras vidas incluyendo las vidas de nuestras familias. Nos recomendaron leer el diccionario para así aumentar nuestro vocabulario. Pero estábamos en apuro, en realidad no habíamos completado nada, nos estaba faltando mas de las tres cuartas partes de nuestra educación y lo peor de todo  era,  que de nada  nos servía saber el nombre verdadero del Cid Campeador, el domicilio exacto de Bernardo O`Higgins en el exilio y el numero total de regiones del país.

Nos estaban pidiendo analizar, razonar, comprender, manejar un lenguaje que se encontraba fuera de nuestro entorno más inmediato. Dolorosamente descubrimos que  estudiar contenía un significado económico oculto, poco visible hasta ese momento por nosotros, pero que había estado actuando  desde los inicios de nuestra escolaridad. Estudiar significaba también buenas escuelas, profesores de buen nivel, un entorno que manejara un lenguaje igual o  similar al lenguaje con el cual la PAA fué construida.

Día lunes:
canto a la colonización de la mente

Como todos los lunes, en todas las escuelas públicas, la dirección del establecimiento por orden del ministerio de educación, ocupa la  primera hora de clases, para recordarnos a todos los alumnos en que país vivimos y de que color era la bandera. Esto se  hace por medio de una ceremonia relativamente corta, en la cual lo más importante es el obligatorio canto de la canción nacional. Para nosotros ver llegar la bandera tricolor al tope del mástil, justo cuando la interpretación del himno patrio llegaba a su fin, era algo que sencillamente tenía que ser así y no podía ser de otra manera, pero aquel lunes no fue así.

Aquel día, el elegido para izar la bandera, por razones desconocidas iba bastante mas rápido que nuestro canto. Esto provocó una inesperada reacción en nosotros, no sabíamos por qué pero no nos sentíamos cómodos, estábamos preocupados, nerviosos de que la bandera fuera a llegar  antes que termináramos la canción. Faltaba de media canción cuando la bandera llego al tope del mástil. Nosotros en forma sincronizada, esperando alguna reacción, dirigimos nuestra  mirada a la directora del colegio y ella dirigió la suya  a la bandera. Estábamos expectantes, aquello lo encontrábamos, cómico, incorrecto, absurdo, a tal punto que terminamos todos riendo. La directora del establecimiento decidió dejar las cosas así y rápidamente dió por terminado el acto.

¿Pero por qué nos llamaba tanto la atención todo aquello? ¿Qué era lo divertido de la situación?

Que la bandera llegara a tope, antes que nosotros termináramos la canción era algo que sencillamente no estaba en nuestros planes, era algo que todos nosotros no esperábamos que sucediera. Mirada así, las cosas aparentemente  pareciera ser que todo este episodio se trataba de una cosa  sin  ninguna importancia. Pero este caso nos revelo que a través de todo el proceso educativo habíamos desarrollado gran cantidad de ideas, normas  y expectativas en forma conjunta, frente a las cuales reaccionábamos en forma conjunta. De la misma manera entonces esto quería decir también que existían una serie de actos dentro y fuera del colegio frente a los cuales estábamos siendo  educados para no reaccionar ni en  forma conjunta o individualmente.

Entre la señora de los cuatrocientos puntos y ese día lunes, nos dimos cuenta que la mayoría de nosotros  no llegaría a ninguna parte que no fueran las fabricas, los campos, la construcción y a otro montón de trabajos poco remunerados. No habíamos recibido ninguna  educación, sino mas bien entrenamiento, para que nos fuéramos acostumbrando desde pequeños a obedecer y a trabajar. A aceptar  existir como existíamos, a comprimir al igual que nuestro lenguaje, nuestras ambiciones, nuestros deseos  y sueños.

Se nos había introducido un virus cognitivo, que actuaba y se reforzaba en forma permanente en todo lo que recibíamos como educación. Su misión no era producir ideas negativas propiamente tal, sino interponerse, ante cualquier intento de creación original, es decir funcionaba como una maligna bendición, una desmesurada concentración en la perfección, en lo simétrico, en la aprobación y en toda clase de problemas que justificara no hacer nada. Se trataba de considerar  todo lo que creábamos en forma autónoma como poco, bajo y malo, al mismo tiempo que se bendecía la copia.

Mientras que en otro sector del país, se educaban en el arte del lenguaje, el uso de la fuerza y la pacificación, para mandarnos, dirigirnos y entrenarnos. En otras palabras, se educaban  para ser generales conquistadores en pleno siglo XX.

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2 comentarios

Realmente es este un interesante, profundo y ameno artículo acerca del actual y polémico tema «La educación en Chile».

Como nos muestra el film, «De regreso al futuro» (1985 – Robert Zemeckis y Bob Gale), es este artículo un viaje hacia el año 2011 realizado hace seis años atrás. Sin desmerecer a muchos otros autores e investigadores que desde hace muchos años tambien han sido excépticos al modelo educacional tradicional en Chile y que han escrito valiosos y serios análisis sobre la materia, la forma de presentar y analizar la problemática por parte del autor de este artículo lo hace liviano y entretenido sin dejar de llegar directo a los orígenes del problema.

De acuerdo en todo lo planteado…

Por Gilberto L. el día 30/11/2011 a las 10:22. Responder #

Una reflexión interesante y actual sobre la educación en Chile.

Por Maximo Castro el día 24/11/2011 a las 17:01. Responder #

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Requerido.

Requerido.




 


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