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Transformación, cambio y giro educativo en Chile. Una mirada desde el concepto de inclusión.

por Alejandra González
Artículo publicado el 30/11/2015

Resumen:
El siguiente artículo reflexiona sobre los actuales conceptos de inclusión y acción educativa, respecto de las políticas de Estado y las consecuencias que han tenido en la visión de futuro de las generaciones emergentes, y sobre todo en nuestra generación. Plantea un llamado a generar cambios activos asumiendo consecuencias concretas en la modificación de nuestras conductas educativas, que a su vez tienen repercusiones políticas, económicas y sociales.

La filosofía y la educación están íntimamente ligadas en su fundamento. La escuela de hoy es la construcción de la escuela que hemos diseñado a través del tiempo y su actual crisis sugiere, un análisis que no puede o no debería dejar a las políticas de estado ajenas a este. Debido a los diferentes cambios políticos y al sistema de transición vivido luego de la dictadura militar, los gobiernos socialistas se enfocaron en proponer un sistema educativo inspirado en políticas extranjeras, recordemos que con anterioridad, el enfoque educativo imperante fue el implantado por los Jesuitas y la influencia de los colegios católicos en el país, la preocupación por la alfabetización pasó a un segundo plano luego de los avances alcanzados hasta el gobierno de González Videla. Post destitución de Pinochet al cargo político surgió la lucha por erradicar o cambiar en algunos aspectos la ley LOCE, hasta conseguir algunas modificaciones con la LGE y la actual reforma que no tiene tanta forma en 2015.

El discurso se ha encargado de convencernos de que igualdad es sinónimo de todos, sin embargo la igualdad, incluye a la diferencia, porque de otra forma no podría generarse un “para todos”, es que acaso, ¿las políticas de estado están olvidando lo importante?, no se trata de tener a todos contentos, se trata de incluir a todos, en espacios donde puedan existir oportunidades que se vean reflejadas en el mundo laboral. Lo explico de mejor forma, entramos al jardín, luego comenzamos la enseñanza básica, seguimos con la educación media, luego asistimos al aula universitaria donde elegimos una carrera profesional. Por favor, quisiera que pensemos solo un minuto en esto, pasamos más de 12 años de nuestras vidas sin poder elegir, y la carrera universitaria es el reflejo de nuestro esfuerzo en los 12 años anteriores debido a que no son las habilidades lo que rigen mi puesto en una carrera, sino una prueba de aptitudes. Supongo, que no es necesario un contraste lingüístico entre aptitud y habilidad. La diferencia es claramente notoria. El problema verdadero no se resume únicamente en la educación, tiene repercusiones en ésta. El problema es económico, es cierto, no estoy diciendo ninguna novedad, sabemos que Chile es un país largo y angosto, y dividido en clases sociales muy marcadas, donde el discurso político en los últimos años ha dicho que la clase media es la más afectada, clase media ascendente y descendente, según los analistas, ya que hay clase media que puede y clase media que no puede. Es cierto, la educación en Chile termina siendo, solo un pequeño reflejo, de lo que nuestra sociedad política construye a través de sus decisiones políticas. Pero dónde queda la capacidad de decidir, de elegir, de optar, de tomar una decisión. Hemos preparado durante generaciones a una sociedad que no sabe elegir, que no piensa, que no cuestiona y que cuando lo hace es silenciada. No hacemos barullo porque en realidad no lograremos nada. El error de aquella frase es el siguiente: barullo; por qué hablamos de ruido cuando en realidad hay problemas que solucionar, porque es más fácil silenciar la voz de las hormigas que solucionar los problemas, porque es más fácil parchar las equivocaciones a través de decretos y leyes “mejoradas” que hacer cambios transformacionales profundos: de raíz, ¿Sabes cuál es el verdadero problema? Nosotros también somos parte de esa raíz, nosotros tenemos esa misma formación y si cambiamos la raíz, nos cambiamos a nosotros. Y el gran inconveniente de todo esto es que nosotros no queremos cambiar. Escucho el discurso del impacto a las nuevas generaciones, pero que pasa con la generación actual, ¿no está dispuesta al cambio?, ¿no lo necesita?, ¿no lo quiere? No queremos ser incluidos en este cambio porque nosotros estamos cómodos en nuestros sofás de la reflexión y no queremos ser agentes de cambio en la sociedad de HOY.

Por qué los jóvenes no creen en la política; porque la política ha asumido la actitud del: “paso…siguiente pregunta por favor”, no respondemos preguntas, no enfrentamos nuevos retos y no estamos dispuestos a invertir en nuestro cambio para la transformación de la generación que nos sigue. Podría utilizar una serie de imágenes que reflejan esta situación, citar autores contemporáneos, podría hacer una bella reflexión acerca de la antítesis discursiva de los nuevos dirigentes políticos absorbidos por las coaliciones gubernamentales para ser utilizadas como figuras “representativas”, pero que al estar frente al sillón de la decisión sí tiembla la mano. Porque Larraín (2001) tiene razón, en realidad Chile es un país verdaderamente hipócrita, pero qué pasa si el Chile de hoy se deshace de las máscaras, de los discursos híbridos, del auto-convencimiento de que somos un país solidario y realizamos una práctica activa de ello. Cuántos profesores, docentes, doctores universitarios y escolares no quieren verdaderamente un cambio, pues entonces generémoslo. Desde los inicios de nuestra nación hemos sido un país dividido por uno u otro motivo, por la raza, por la política, por la religión, por el calentamiento global, por el amor a los animales, por vivir en el norte, ser de la capital, por vivir en la Araucanía o no por no ser ni de aquí ni de allá. El Chino Ríos marcó a una generación con su indiferencia, gritando a diez micrófonos en cadena nacional “no estoy ni ahí”, al parecer adoptamos su estilo y discurso. Qué hacemos hoy, por un cambio activo de nuestra sociedad, dónde invertimos nuestros recursos y cómo nos movilizaremos para ser por fin, no solo para eventos sociales multitudinarios un país verdaderamente unido, que invierte y cree en sus generaciones y que no olvida, sino que aprende de los errores del pasado para cosechar frutos en el futuro. Por ese país y en este país trabajo, no quiero pintar un mundo de colores, en una pared en blanco, quiero que por una vez seamos agentes de conversión verdadero, donde resucitemos los sueños de ser una nación comprometida y unida; donde comprendamos que debemos generar espacios de cambio y donde podamos educar a nuestros hijos, estudiantes, hermanos, en una sociedad fraternal, que se ama y que construye. Eso hoy en día está lejos de ser realidad, si no me cree vea las noticias de la mañana, que serán las mismas del medio día y las repetidas de la noche donde el caos, la catástrofe y la división son los principales mensajes político-sociales que encontramos en los medios de comunicación, o mejor aún leamos los diarios que tergiversan los hechos y no informan lo que nuestros senadores y diputados electos realizan en el congreso de lunes a viernes. O como dirían las actuales figuras del fútbol que mueven a nuestro país, son solo falacias (retomaré ese concepto en otro texto, porque verdaderamente la desacralización de las palabras es una preocupación seria, gracias al humor), que en definitiva nos dejan en el mismo lugar de siempre. Arriesgar para ganar no es algo a lo que nuestra sociedad esté acostumbrada y cuando comenzaron a salir los emprendimientos y la gente estaba generando sus propias ideas, el cambio de gobierno hizo que se cerraran todas las instituciones o alternativas que permitían al ciudadano común acceder a un nivel medio alto o mejor. Necesitamos una inclusión verdadera, pero antes de la inclusión necesitamos volver a creer que el cambio educativo es posible, necesario y urgente, pero la educación requiere de una transformación política y económica, que involucre a todas las personas de nuestro país, creo que en síntesis, este país necesita resucitar los sueños de ser una sociedad de influencia, que genere ciudadanos influyentes y que potencia una cultura inclusiva.

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