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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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El taller del poeta. Estudio sobre la actual poesía chilena. El panorama de la poesía chilena actual a debate.

por Javier Campos
Artículo publicado el 26/12/2006

Entrevista de Jorge Cuña Casabellas y Fernando Luis Pérez Poza.
Respuestas de Javier Campos.
Entrevista tomada de Jorge CUÑA CASASBELLAS & Fernando PÉREZ POZA, «Chile, un país poético», en Hojas de Luz, revista literaria editada por El Taller del Poeta, n° 1, Pontevedra (España) Mayo de 2004, 100 p.
Jorge Cuña Casasbellas nació en 1945, en la localidad de Rúa de Santiago, provincia de Vigo (España); poeta, autor de «Serpigo» (1972), «Moloch» (1976) y «Mantis» (1988) e «Hipofanías» (2001). Estudios de literatura en Madrid. Animador cultural y reconocido promotor de la cultura gallega, falleció en Ponterevedra en junio de 2004 a la edad de 58 años.
Fernando Luis Pérez Poza, poeta, animador cultural y periodista, nacido en 1958 en la ciudad gallega de Pontevedra (España). Cursó estudios incompletos de Medicina y Filología Inglesa en la Universidad de Santiago de Compostela. Autor de «Los neurosábados», «A Pablo Neruda», «Poemas de la Red», «Entre redes», «Aprendiendo a amar», «Marea interior», «El laberinto de las letras» y «Lengua de Trapo».

 

—¿Qué rasgos son a su juicio los que caracterizan a la actual poesía chilena?
Javier Campos:
Yo diría que hay una poesía que se escribe en la urbe, la capital, Santiago de Chile; y otra que se escribe en la parte bien al sur del país.
Son dos líneas muy diferentes si se quiere, que yo veo según mis lecturas y artículos que se han publicado tanto en periódicos como en revistas más especializadas. Dentro de la poesía escrita en la urbe santiaguina hay allí también una diversidad, la que escriben los poetas hombres y las poetas mujeres e incluyéndose en algunas poetas mujeres la temática homosexual (que ya había aparecido en la promoción de los 80). La línea poética escrita en la urbe sería la siguiente que yo he manifestado en dos artículos académicos publicados sobre poesía chilena reciente. Claro, es mi perspectiva. Reproduzco párrafos de esos dos artículos y al final de este cuestionario se dan las citas bibliográficas respectivas:
[…]
El crítico chileno Grinor Rojo señalaba que los poetas (chilenos) actuales no deben acomodarse a la lógica del mercado ni servir al nuevo… “príncipe neoliberal” (léase : “la estrecha relación con el mercado”) ni adoptar una actitud pesimista semejante a la posición posmodernista más ortodoxa (el desencanto y el fin de la historia). Sin embargo, lo que de ello también se desprende es que para muchos jóvenespoetas, especialmente en la actual poesía latinoamericana, el repliegue o algo así como un “neo-síndrome Rubén Dariano”, se está constituyendo en una de las tantas respuestas a la pregunta aquella de cómo escribimos o escribiremos la globalización neoliberal en América Latina en estos momentos y en el tercer milenio que comienza. Junto a ello, parece que la rica y variada poesía escrita en los 80 en Chile y fuera de Chile a los jóvenes poetas recientes o artísticamente no la han reprocesado bien o prefieren saltársela como si no hubiera existido nunca.

El desafío, sin embargo, para los artistas jóvenes sería ahora construirse un propio imaginario pero no estamos seguros si el repliegue a épocas pretéritas o el hermetismo lingüístico o la falta de un buen reprocesamiento de las dos décadas previas sean la mejor respuesta. O quizás sea la respuesta para muchos artistas jóvenes y no tan jóvenes. Tal vez esos repliegues y negaciones sean, por el momento, para la más joven poesía chilena y latinoamericana actual, los únicos imaginarios a los que la mayoría de ellos pueden echar mano. El futuro dirá si van a existir otros imaginarios más “cercanos a la realidad”. O como decía el poeta y académico chileno Naín Nómez: “Mientras hoy día hay una narrativa que se masifica, hay una poesía que se hace elitista”. El elitismo/hermetismo, más o menos dominante en la producción poética joven del continente, y según la particularidad de cada país, sin embargo —querámoslo o no— es un curioso y también un auténtico síntoma cultural (postmoderno) de este Tercer Milenio. (En J.Campos, “ Poesía chilena/latinoamericana det tercer milenio…”, 2003)

[…]
Es interesante que exista una tamaña diferencia entre aquel famoso movimiento en España llamado “La Movida”, que aparece inmediatamente después de la muerte de Franco (1975), y la reacción de los artistas chilenos pos-Pinochet. “La Movida” quiso expresar una total libertad de expresión y sacudirse para siempre del periodo de censura durante el franquismo. Su lema fue: “Todo es posible, abajo lo reprimido”. Las diversas expresiones post-Franco como la moda, la música, el teatro, el cine principalmente, no rechazaron la modernidad ni la influencia extranjera (es decir la cultura masiva y el pop-art norteamericano o la cultura popular del tercer Mundo). Por el contrario, la reprocesaron integrándose completamente a todo lo que fuera moderno. No hay mejor ejemplo en cine que el de Pedro Almodóvar. En cambio, en otra realidad, la generación de artistas y poetas, principalmente pos-Pinochet del Cono Sur, y algunos novelistas nacidos en los años 50, insertos ahora todos en el nuevo neoliberalismo y en la globalización imparable, no se parecen en nada a “La movida” española.

Sin embargo, la modernidad actual para ciertos artistas (poetas, novelistas, pintores, pensadores) latinoamericanos parece ser un lastre y un obstáculo inhumano. Realmente les aterroriza. Y como respuesta a ese nuevo paisaje urbano social y cultural, lo mejor que pueden hacer los poetas es un rechazo explícito (caso de los poetas mencionados en este estudio, Sergio Parra y Víctor Hugo Díaz), o altamente metafórico (como la poesía del poeta de El Sur chileno, Jaime Huenún), o un repliegue nostálgico y dogmático hacia el pasado (caso de la última poesía o artículos y ensayos de Raúl Zurita). (En J.Campos, “El poeta y la globalización; o el horror al Tercer Milenio”, 2003) Ahora, respecto a la línea poética que se escribe en el sur chileno, resalta una línea étnica, entre poetas de origen mapuche preferentemente donde proponen una diferente perspectiva poética de lo actual y del pasado. Sobre esa poesía del sur chileno, y su diversidad, que incluye la línea etnocultural mencionada, hay varios críticos/poetas que han elaborado muy bien en qué reside esa poesía del Sur chileno como son los trabajos de Sergio Mansilla quien ha escrito al respecto: Lo característico de la poesía en el Sur de Chile es la historización del mito del “paraíso perdido, en términos de que ese “pasado” está ya marcado por la fractura, por el desarraigo, por la crisis, debido a hechos traumáticos de vastos alcances: conquista de América, colonización, terremoto, irrupción de lo moderno en espacios premodernos… En ese sentido la poesía de El Sur de Chile se propone como una recuperación de la memoria histórica colectiva que busca vivir/imaginar críticamente el presente a través de su pasado, en tanto éste es proyección de aquél y viceversa… De ahí el tono épico-narrativo de muchos textos (de los poetas hombres, mujeres, y de descendencia indígena, J.C) , la inclusión de citas provenientes de fuentes que la historia oficial olvida o reprime. (Mansilla, 1996)

—¿Cuál es su diagnóstico de la poesía actual chilena con relación a la del resto de Iberoamérica?
Javier Campos:
La pregunta está relacionada a la respuesta que di anteriormente así que seguiré lo que ya estaba diciendo. Primero quisiera polemizar lo siguiente sobre los últimos acontecimientos, especialmente de publicaciones de poesía en Chile en 2003. Puede resultar curioso, pero en ese año en Chile se han re-editado algunos libros de poesía del pasado (como los de Juan Luis Martínez, Diego Maquieira, Teresa Calderón, entre otros). Editores revivieron una poesía chilena escrita hace 20 años, la de los años 80 principalmente cuyos nombres mencionados antes son muy representativos. Esa década produjo una abundante y excelente poesía entroncada con el contexto de la dictadura. Una década de represión produjo, por otro lado, una gran poesía diversa que iba de lo testimonial hasta la llamada “neovanguardia” (Raúl Zurita su mejor exponente). También hay que destacar en esos 80 en Chile la gran producción de poesía escrita por mujeres que no había ocurrido nunca en la poesía de aquel país. De igual modo la poesía chilena del llamado “exilio” o la “diáspora”.
Ahora, reeditar algunos libros de poetas del pasado de esos 80 —incluso el importante libro de Enrique Lihn, “Paseo Ahumada”— no esmalo. Esencialmente se quiere reconocer una poesía que fue relevante e importante durante aquella década. Pienso que es necesario que las jóvenes generaciones la conozcan pues poca referencia hacen ellos a la poesía chilena de aquel tiempo en sus declaraciones personales. O la ignoran, o no les interesa. O quieren partir de cero como ya es una tradición histórica en la poesía occidental desde los comienzos de la modernidad de que se debe romper con el padre poeta mayor.

Volviendo a la poesía chilena actual yo pienso que no es ni mejor, ni superior, ni peor a las del resto de la producción que hoy se escribe en Argentina, o Nicaragua, o México, o Cuba, para poner ejemplos significativos donde ha existido sí una larga tradición de poetas relevantes para la poesía en lengua española o luzo-brasileña.

Lo que quiero decir que en el mundo actual, globalizado, especialmente en las regiones urbanas latinaomericanas —y que se aplica a Chile— el poeta percibe este nuevo contexto que vivimos de distinta manera como mencioné más arriba citando mis reflexiones en trabajos académicos publicados recientemente. Es decir, me parece que el poeta joven, y no tan joven, puede o rechazar este mundo neoliberal globalizado, o problematizarlo (como el caso del poeta Sergio Parra y otros a los que también me refería más arriba). Contexto que parece empañar, anular, una vida de comunidad fraternal ya totalmente perdida (como la que ha escrito el poeta chileno Jorge Teiller y seguidores en los años 60-70). Creo que la poesía chilena venidera, y la escritura en otros géneros, va a reflejar mucho más el que Chile entre derecho ahora a la modernidad globalizada como objetivamente ocurre, para bien o para mal, con la participación oficial en el Tratado de Libre Comercio a partir del 1 de enero de 2004.

—En un estudio sobre la poesía chilena se hace referencia a que Chile es el único país del mundo en el que la poesía ocupa un lugar más destacado que la prosa en las preferencias de los lectores. ¿A qué cree que obedece este fenómeno?
Javier Campos:
Creo que eso es un mito o es una frase que muchos se creen porque Chile posee quizás dos Premios Nobel (Mistral y Neruda), o porque tenemos a Huidobro, Nicanor Parra, y recientemente a Gonzalo Rojas “Premio Cervantes” 2003 que, como decía más arriba, forma parte de una larga lista de poetas relevantes para la poesía en lengua española o luzo-brasileña. Por otro lado, yo veo con desconfianza ese juicio porque el chileno medio no lee poesía. Los libros de poesía no se agotan. Si en Chile la poesía ocupara un lugar destacado, los chilenos andarían con un libro de un poeta chileno (o de otros) en los buses, parques, metros. Si eso fuera cierto, diría que Chile es un país de poetas pues los andan leyendo hasta en el baño. La prosa, novela, cuento, reportaje, son los que más se venden en estos momentos. Y se venden si se publican en una editorial chilena/transnacional que tenga el poder de promocionarlos. Y aquí hay otro problema que se discute por todas partes cuando estamos en una economía neoliberal- globalizada ¿Es realmente de calidad artística todo libro de ficción que se vende en miles de tiradas instantáneamente? Por otro lado, eso de que la poesía chilena ocupa el lugar destacado en el mundo quisiera discutirlo de la siguiente manera, como opinión personal sin duda pero para provocar un debate crítico al respecto. Repitiendo lo anterior, pero recalcándolo, al igual que otros países latinoamericanos o en España, y mencionando algunos países representativos que han producido grandes poetas y movimientos influyentes, Chile también está junto a ellos sin duda pues tenemos (y los vuelvo a mencionar) a Neruda, Mistral, Huidobro, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, etc. Se puede hacer una lista semejante con México, con Nicaragua,con Argentina, con Cuba, con Brasil, claro, y con España por supuesto.
Decir que Chile es el único país del mundo en que la poesía ocupa un lugar destacado es inapropiado. Cuba, por ejemplo, en la actualidad, para mí, tiene una tremenda poesía, más interesante que la poesía chilena reciente escrita por jóvenes allí (quizás esto me traerá problemas entre los poetas chilenos) que surge de un país con muchas dificultades de todo tipo en estos momentos y que cualquier lector documentado lo sabe. Allí la poesía sí que es asunto vital, y en abundancia. ¿Y por qué? En un país donde ni la modernidad global ni la cultura de la imagen está metida entre la gente joven afecta de una manera muy distinta al joven o al viejo artista donde sí esa modernidad se ha instalado en forma galopante. Bueno, sí, con el turismo en Cuba y la dolarización se ha creado un contexto moderno segredado y surreal como se puede comprobar yendo a la Isla. Su tiempo es otro, sus preocupaciones son distintas, su poética es diferente a fin de cuentas. No es lo mismo que otra gente joven del continente, o gente no tan joven, que está recibiendo el tremendo impacto de aquella cultura de la imagen en ciudades donde eso es común sea para bien o para mal según las largas discusiones del influjo de la neobelleza que nos entrega la cultural de la imagen global. Entre estos últimos, en el continente, sean pobres o no —pues la cultura de la imagen está rodeándonos por todas partes y no discrimina contra los receptores— no es necesario ser rico ni disponer de mucho dinero para comprarse una computadora y conectarse a Internet. En América Latina se puede encontrar café-Internet hasta en los pueblitos más remotos por ejemplo. Si la explosión urbana sigue creciendo en desmedro de la población rural que disminuye, según últimas estadísticas de Naciones Unidas, el impacto global y de esa cultura de la imagen será aún más abrumador. Para decirlo en pocas palabras, el poeta actual, joven, y no tan joven, está escribiendo principalmente desde la región urbana. Retomando la pregunta, la poesía más joven chilena reciente realmente poco cita en sus declaraciones a poetas latinoamericanos de otros países que no sean únicamente los chilenos. Incluso los poetas cubanos les pueden parecer de otra galaxia. Por ejemplo entre los poetas chilenos ¿quién cita la poesía cubana reciente? ¿Quién cita a Reina María Rodríguez, a Jorge Espinosa, ambos cubanos? No quiere decir que no existan revistas que algo hacen en Chile para la difusión de otras poéticas del continente, Europa, Asia, África, etc. Sobre esto último hay que destacar sí las activas revistas como AÉREA que ha inyectado en Chile el conocimiento de otros poetas de América Latina y del resto del mundo. De igual manera lo hace el poeta Omar Lara con su revista TRILCE en Concepción. O la revista editada en el sur chileno, ALPHA, de la Universidad de Los Lagos, Osorno. Claro, por otro lado, puede ser exagerado mi juicio previo y resulte que algunos sí se enteran de otras poéticas -o de leer artículos críticos sobre poesía chilena- que se están escribiendo en el continente ahora o en España misma. Por otro lado, hay que considerar la profusión de sitios en Internet donde hay miles y miles de poetas que publican y es posible que de allí también se alimenten, de esa diversidad, la gente más joven que escribe poesía pues es otra fuente que el propio Internet ha provocado (a eso me refiero en la siguiente respuesta también).

—¿Qué grupos poéticos o generacionales considera usted que coexisten en el momento actual en Chile?
Javier Campos:
Es bien difícil señalar generaciones de poetas por país cuando estamos en otro contexto. Es decir, antes existían las tradicionales antologías que mostraban, con una supuesta objetividad, la mejor producción del país y se marcaban grupos generacionales, o el poeta original, nuevo,etc. Hoy en cambio hay cientos de antologías que también produce Internet (aunque parezca rarísimo) aparte de múltiples sitios en una misma capital, o región apartada del país. Esos sitios crean sus propias antologías y antologías hasta casi el infinito.
La explicación, para mí, de que no existan “generaciones” poéticas es por el contexto en que vivimos. Específicamente por la presencia de Internet como dije arriba. No existe una generación nueva de poetas sino diversidad cada vez más grande de poéticas que ese medio digitalglobal (Internet) ha ayudado a diseminar profusamente y alterar profundamente lo que se entendió por la “antología letrada” (sólo publicada como libro en papel). Hay ya en Estados Unidos, por ejemplo, una de las primeras tesis doctorales, escrita por un poeta y profesor mexicano,de la Universidad de Kentucky titulada “La poesía latinoamericana en Internet”. Esto, como se ve, cambia totalmente el criterio de “generaciones poéticas” al estilo de los estudios literarios tradicionales a los que siempre, por siglos, estuvimos acostumbrados.
Yo creo que la crítica, la más tradicional, sigue esperando encontrase en estos momentos globales con “la generación”, “el poeta vidente”, “el movimiento original”. Todo eso para mí ya no tiene sentido. Lo que hay es diversidad por eso cuesta encasillar o encontrar “generaciones” que ya no existen como antes lo hacía la crítica más tradicional. Pero esta diversidad no es necesariamente una poesía nueva, espectacular que vaya a producir un movimiento poético original en Chile u en otra parte de América Latina. A no ser que en una “diversidad:” se encuentre la genialidad poética, asunto que no creo y tampoco sabemos como “medir” esa posible genialidad encontrada en millones de poemas publicados en Internet. Ahora la manera de encontrar una “supuesta generación” tiene que obedecer a otras metodologías que el nuevo crítico/a deben elaborar pero que aún tampoco sabemos o quizás sea imposible determinarla. Por eso digo, a estas alturas ¿se puede producir una originalidad poética en el continente cuando ya el poeta no será nunca más ningún vaticinador, oráculo, Mesías, como pareció serlo en épocas donde el poeta no era el organillero del Rey Burgués, parafraseando aquel cuento de Rubén Darío? Ahora, en la narrativa latinoamericana incluso hay una diversidad y no existe tampoco Una narrativa original. Por ejemplo, tenemos al excelente Roberto Bolaño (chileno/español realmente) que comparte una aproximación formal y de contenido con otros narradores jóvenes (Javier Cercas, Enrique Vila-Matas, Santiago Gamboa, entre otros); pero también tenemos una línea en narrativa que se regocija a su modo con la cultura de la imagen globalizada (Alberto Fuget, entre otros). O la narrativa de la chilena Diamela Eltit que es otra tendencia muy distinta a la narrativa de Marcela Serrano, a la de Isabel Allende, a la Antonio Skarmeta, por ejemplo.

—¿Qué opina sobre que le encuadren en alguna generación, movimiento o grupo de escritores con afinidades, perspectivas o posturas más o menos compartidas?
Javier Campos:
En mi caso, toda mi poesía la he escrito fuera de Chile. En lo que primero se llamó “el exilio” y lo que ahora yo llamaría “la extranjería”. Vivir fuera del suelo materno si se quiere. Vivir en otros contextos, cultura, imágenes, que a su vez se reprocesan con las imágenes y el pasado donde uno nació. La critica sitúa a mi poesía como una escritura de la diáspora chilena que comenzó a producirse en los 80 y que muchos/as seguimos produciendo pero, por cierto, nuestras poéticas se han ido refinando, reprocesando aún más y en alguna medida apropiándonos de otra manera de un viejo pasado vivido en Chile, pero juntando todo aquello, en mi caso, con esta nueva realidad, velozmente cambiante, como ocurre en El Primer Mundo y también en el Tercer Mundo.

—¿Qué temáticas y desde qué perspectiva las enfoca la poesía actual chilena y la suya en particular?
Javier Campos:
Quizás sea el crítico Grinor Rojo quien mejor puede responder a esa pregunta en el prólogo a mi libro último de poesía, “El astronauta en llamas”, y que yo comparto. Transcribo algunos párrafos:
Javier Campos se estaba sumando a la lista de aquellos escritores que en aquel momento empujaban la literatura chilena que se empezó a producir fuera de Chile con posterioridad al cataclismo del 73 hasta su última etapa: la de la vuelta a la patria.. Porque El astronauta en llamas no sólo se me aparece signado consciente y aun deliberadamente por esa aura de prestigio que circunda contemporáneamente el contacto mediado entre personas, sino que también me resulta posible leer, a partir de la impronta comunicacional y en retrospectiva, los cuatro volúmenes que forman la totalidad del trabajo poético de Campos hasta la fecha. Me refiero a Las últimas fotografías (1981), La ciudad en llamas (1986), Las cartas olvidadas del astronauta y este El astronauta en llamas. En el ordenarse de esos libros en la línea del tiempo, creo que podemos percibir las cuatro etapas de un solo proyecto cuya meta y sentido último se encuentra en la configuración, desde la preconciencia a la conciencia y a la ultraconciencia del escritor, de una suerte de espacio alternativo al del trato que éste mantiene con las miserias de la existencia histórica. Piénsese nada más que en el tránsito que conduce a la cultura massmediática contemporánea desde el estadio de la fotografía al del cine y al de la televisión y la computación, y en el acrecentamiento progresivo del poder evocador de la imagen de la reproducción mecánica que ese desarrollo involucra, y compáreselo luego con la secuencia de evocaciones que en los últimos veinte años ha seguido la carrera poética de Campos y se tendrá una cierta idea de esa avidez comunicacional que sin duda regula sus discursos. En cada una de las épocas de la biografía del poeta, el universo que reproduce el poema constituye una re-presentación y, lo que es más importante, un remedo cada vez más acabado de la tecnología en algún momento reinante en el universo de la comunicación. (Grinor Rojo, en “Cartas de Campos”, prólogo, pp. 5-16, en El astronauta en llamas (Santiago de Chile: Editorial LOM, 2000).
—¿Qué distintas actitudes se formulan actualmente ante la tradición poética y cuál es su posicionamiento personal con relación a ella?
Javier Campos:
El poeta no sale de la nada ni tampoco debe pensar que con él comienza la nueva poesía. El que no estudia y lee la tradición, sea cual fuere, sea la que el poeta prefiera según sus propias necesidades expresivas, realmente va a repetir lo que antes dijeron otros mucho mejor que él o ella. El asunto está en quién puede reprocesar mejor para luego producir algo interesante. Es decir, producir una perspectiva novedosa de unos temas que por milenios se vienen repitiendo en el arte y la literatura. No basta escribir bien, manejar bien los adjetivos, los substantivos, las cláusulas subjuntivas. No basta tampoco reprocesar bien la tradición. Lo que es difícil, y pocos/as lo lograrán, es producir esa nueva perspectiva de representar imaginativamente unos mismos temas milenarios (el amor, la muerte, el exilio, la discriminación por ser diferente, los sueños y las utopías, etc). Ese es el desafío que tiene todo artista. Ahora, el reconocimiento es otro asunto. Especialmente en este contexto donde cualquier basura puede llegar a ocupar los primeros ranking de venta por semanas ya sea en el diario El País de España, el New York Times de Nueva York, o en El Mercurio de Santiago de Chile.

—Si hablamos de estilos de escritura, algunos poetas se manifiestan en desacuerdo con la fusión de géneros. ¿Cuál es su opinión personal? ¿Cree que hay que respetar la separación, o que es válida la fusión de las formas?
Javier Campos:
Me interesa sobremanera, hablando de géneros, el que yo llamaría el género mestizo. Incorporar en poesía otros géneros, no sólo la prosa, sino la instantánea información periodística por ejemplo a la que tengo acceso en segundos de cualquier parte del planeta; o la cultura de la imagen globalizada, o el dialogar con otros escritores, y otros medios como el cine, la cultura popular y mediática, en el texto mismo. El genero mestizo implica una obra y una comunicación inter(género)textual para ponerlo de esa manera. Especialmente en este contexto global, para mí, no sólo me ha influido la tradición literaria letrada, escrita, sino el inmenso poder de la cultura de la imagen. No ya la TV, sino el Internet, la imagen publicitaria que nos entrega imaginarios nunca antes retratados en los medios masivos nuevos como el video, el disco compacto con música e imagen (DVD), el teléfono celular con imágenes y cámara fotográfica, la publicidad global que inventa una neobelleza para vender mejor y meternos en un mundo mágico exaltando el individualismo y aquella supuesta diversidad global. La revolución digital ha producido una revolución en la imagen en todo sentido: desde cómo vender mejor una manzana hasta la píldora Viagra. Por ejemplo, siempre me quedo hipnotizado con el espectáculo del Circe du Soleil. Nunca había visto antes un espectáculo tan mestizo, diverso, imaginativo, que recurre a tantos elementos desde el circo tradicional, pasando por la ciencia ficción, el vestuario sorprendente reprocesando vestuarios de culturas pasadas e insertándoles la apariencia de un ropaje de un futuro lejano, la música espacial que se incorpora, semejante o idéntica al magnífico conjunto francés Enigma. Por eso, para mí, respetar la separación de géneros, en estos tiempos, es como volver a la época donde sólo se escribía poesía con rima y midiendo exactamente el número de sílabas en los versos.

—¿Qué puede decirnos a cerca de la distinción entre poesía y prosa?
Javier Campos:
Mi poesía es por lo general deudora de la prosa. Deudora de poetas que incorporaron “contar en prosa” imágenes poéticas como Walt Withman, los poetas rusos como Esenin, Mayakosvski, Evtushenko, el Neruda de Las Odas, la poesía conversacional (Cardenal, Fernández Retamar), la de Nicanor Parra., la poesía norteamericana conversacional donde el “relatar” asuntos muy cotidianos, y no tanto, se hace recurriendo a la prosa. Hay varios poetas norteamericanos donde siento su influencia como Charles Bukowski, Raymond Carver, Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, CK Williams, entre otros. También reconozco la influencia en cuanto al poema largo que practicó Octavio Paz y, claro, Ernesto Cardenal quien en America Latina incorporó la cultura de la imagen de aquella época y el “pop-culture” en mucha de su poesía (el ejemplo más conocido es su largo poema “Oración por Marilyn Monroe”). Lo que quiero decir, es que para mí, como escritor, dentro de la influencia “letrada” chilena, latinoamericana o de otros países, me atrajo mucho más “la poesía clara” que “la oscura” (parafraseando a Nicanor Parra en un celebre artículo escrito por él de los años 50). Mi poesía, probablemente la que comencé a escribir fuera de Chile, cuenta un “suceso poético” si puedo ponerlo en esas palabras. O podría ser un breve relato poético escrito en prosa. Debe ser por eso que últimamente me he atrevido a escribir ficción. Publiqué una novela en 1999 (Los saltimbanquis) y ahora en 2003 un libro de cuentos (La mujer que se parecía a Sharon Stone). Pienso que dentro de esas dos obras narrativas hay también un fuerte elemento poético. Yo me habría aburrido a comienzos del siglo XX, por ejemplo, viviendo sólo en el campo, en alguna lejana parte rural de Chile. Claro, si hubiera sido rico como Vicente Huidobro me habría ido a Francia a beber del surrealismo y lo habría pasado estupendo con lo que estaban haciendo allí los pintores (Picasso, Diego Rivera en su paso por Paris), los cineastas (Buñuel), poetas (Breton, Apollinaire, Vallejo), etc. Pero, claro, en ese tiempo la revolución digital-global ni se soñaba.

—¿Qué recursos poéticos predominan en su obra?
Javier Campos:
Yo diría, como en el Cirque du Soleil del que hablé más arriba y del grupo musical Enigma. Más aquel género mestizo del cual también me referí anteriormente. Y sin duda de toda la impresionante cultura de la imagen que nos bombardean -desde donde sea- en estos momentos. La influencia de la “escritura letrada” es sin duda importante en cuanto a lecturas que he hecho durante toda mi vida, pero también estoy fuertemente influido por aquella cultura de la imagen referida y la escritura periodística pues esta última se ha hecho muy accesible con el Internet. Antes para leer un diario de Argentina, Galicia, Madrid, New York, Paris, etc, uno debía esperarse dos semanas a que llegara a alguna buena biblioteca esos periódicos o revistas o suplementos literarios. Hoy al instante leemos un excelente columnista en Chicago como en Santiago de Chile o la ultima entrevista a tal o cual escritor, referencia critica, etc. Mi reciente poesía (el último libro, aún inédito, de poesía que tengo, se junta mucho más todo lo que he dicho sobre el género mestizo). De igual modo aparece en la prosa en mi último libro de cuentos (Chile, 2003) titulado, justamente con mucha influencia de la “imaginación” y “penetración” global, La mujer que se parecía a Sharon Stone.

—De manera poderosa e inmediata nos dejamos invadir por la música que traen los versos que nos conmueven, por los ritmos que los sostienen cuando en realidad sentimos que esa música –ese “mar” que decía Baudelaire- acrecienta en la escucha de cada palabra su parte sonora, que se impone a expensas de las redes del pensamiento. ¿Cómo articula usted en el poema las “líneas melódicas”, “las curvas entonativas”, las candencias de la frase? ¿Se atiene a una estructura regular, a una regularidad aproximativa, o se subordina a lo que podríamos llamar un ritmo emocional, ritmo que implica cierta regularidad, o se deja llevar por una espontaneidad sin restricciones?
Javier Campos:
Creo que mi poesía es para leerla en público. Me preocupo de eso. Me preocupo de leer bien la poesía oral. Una buena pronunciación. Un ritmo necesario que destaque el imaginario que hay en ese poema escrito. Las pausas son necesarias para intensificar o no el ritmo, la melodía que deseo entregar a través de mi poesía leído. Digo esto porque tengo la certeza de que la poesía originalmente se hizo para escucharla. Para impactar al oyente o los oyentes. Sin un ritmo adecuado, sin una melodía, altos, bajos, sin saber expresar oralmente el contenido, nadie sin duda prestaría atención a nada. Es semejante a la música y al baile. Creo que mi poesía, me he preocupado de eso, quiere continuar también con ese viejo y milenario origen de la poesía. He escuchado en recitales a poetas que leen horrorosamente mal. Que nadie entiende nada, que no saben modular las palabras, que hablan bajito. Me digo, es perder el tiempo sentarse allí, leer por media hora algo que tortura el oído del oyente. Otros dicen que mejor les gusta leer la poesía a solas. En silencio, en un libro de papel. A mí me gusta ambas cosas al escuchar y leer a un poeta.

—¿Utiliza usted recursos rítmicos clásicos como la métrica y la rima o emplea el verso libre? En el caso de utilizar el verso libre: ¿En qué se apoya usted para dotar al poema de ritmo?
Javier Campos:
Creo que en la respuesta anterior dije algo sobre esta pregunta.

—¿Qué piensa sobre la supresión de la puntuación en la poesía actual?
Javier Campos:
Que está muy bien. A veces yo la uso, otras veces no. Dependerá del ritmo que el poeta le esté dando a su poesía. Para mí la poesía debe ser leída, y leerse bien. Si la lectura oral no tiene un ritmo, nadie prestará atención a lo que oye ni menos captará el imaginario que puede haber allí.

—Alguien dijo que la puntuación es al mismo tiempo fonética y semántica, e insuficiente en los dos órdenes”. ¿Está usted de acuerdo? ¿Considera que tiene el mismo valor en prosa que en poesía?
Javier Campos:
Depende como quiera escribir el escritor realmente. Hay prosa perfectamente puntuada como no la hay. Igual pasa en poesía. En mi caso, cuando escribo poesía el ritmo a veces me exige cierta puntuación; en otros no.

—Los partidarios de la supresión de la puntuación en el poema sostienen que este último posee su propia puntuación, que está determinada por el ritmo, la cesura de los versos (Apollinaire), la rima (Aragon), la disposición tipográfica (Reverdy). ¿Qué piensa en relación con esto?
Javier Campos:
Tienen razón.

—¿Su utilización de la sintaxis obedece a una praxis normativa o en su poesía se violenta la normativa sintáctica? ¿En este último caso a qué cree que responde?
Javier Campos:
Como decía más arriba, mi poesía es deudora de la prosa, así como mi prosa (he escrito una novela y un reciente libro de cuentos como decía) es deudora de la poesía en ciertas imágenes poéticas que en esa novela y cuentos hay. Muchas veces el ritmo que nos transmite nuestro imaginario nos dicta misteriosamente si puntuar o no puntuar. Como no soy lingüista no puedo decir más.

—¿A su modo de ver predomina en su poesía o se sostienen sus poemas sobre una idea que podemos caracterizar como lógica y que clarifica el resto de las significaciones y segmentos del poema? ¿O por el contrario sus poemas asumen los fantasmas y los sueños del poeta y todas las contradicciones e incoherencias sin dejarse atrapar en una coherencia conceptual o interpretativa?
Javier Campos:
Cada poeta, artista, tiene su propio imaginario que es como una maquinita que nos dice qué hacer con un personaje, hablando de la ficción. O qué hacer con el impacto de una imagen primera, caso de la poesía. Entonces esa maquinita se echa a andar para que la expresemos en un papel, o en la pantalla en blanco del computador. También esa maquinita es la que nos reprocesa una imagen, misteriosamente, cuando contemplamos nuestra realidad, interior o exterior. Cuando nos sorprende todo lo que se mueve y no se mueve en este universo. La imaginación la tenemos todos los seres humanos, eso ya se sabe, y se usa en las distintas disciplinas desde el diseño de un encendedor hasta el reciente carrito que aterrizo sin problemas en el planeta Marte este enero 3 de 2004 después de viajar millones de kilómetros de la tierra. Y ahora el carrito por 90 días recorre aquel planeta, solo, únicamente manipulado desde millones de kilómetros, por esos increíbles científicos jóvenes, llenos de una sorprendente imaginación. Un constructor de muebles, para poner otro ejemplo, echa mano a su imaginación también para producir un escritorio que a lo mejor lo reprocesó de otro que vio en un catálogo o vitrina, o lo vio en una esquinita en una película que vio la semana pasada en un cine cualquiera. A eso hay que agregar luego su propia imaginación para cambiar tal o cual detalle del escritorio.
Otros, claro, tienen una maquinita mejor montada o más eficiente que otros/as y por eso el producto final, que es reprocesar aquella primera imagen que nos impacta, podrá salir un producto original, podrá ser una simple reproducción de lo que ya conoces o sabemos, o puede salir un escritorio horroroso tanto en su forma como en su atractivo estético: un bodrio. Lo mismo en el arte, en la poesía. Pero, en caso de la literatura, no basta tener una maquinita de la imaginación que te haga escribir bien un poema, por ejemplo con buena sintaxis, exactas palabras, adjetivos precisos, ritmo espectacular, sin faltas de ortografías, etc. No, todo lo anterior no basta, o como decía el escritor norteamericano Raymond Carver, -quien escribió más poesía que cuentos pero donde ambos géneros, su poesía y su narrativa, está interconectada por la mirada poética de los sucesos- es que aquél producto final que trabajó esa maquinita produzca un artefacto que posea una perspectiva original de mirar la misma cosa. O leer de otra manera aquellos mismos temas que se han repetido milenariamente en el arte y la literatura. Porque el exilio, o la represión por pensar diferente, el placer y dolor que produce el amor, o el dolor de una muerte, o soñar con utopías personales o multitudinarias, todo eso es tan milenario como Mesopotamia. En síntesis, son muchos que escriben excelentemente bien, pero pocos/as los/las que nos darán esa perspectiva original como decía Raymond Carver.

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Un comentario

Excelente entrevista al crítico y poeta Javier Campos. Mucha lucidez y claridad sobre un problema complejísimo como es la poesía chilena actual. Saludos cordiales.

Por David Miralles el día 23/09/2016 a las 17:12. Responder #

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Requerido.

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