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“El sentido de la danza”. Apuntes para una antropología en/de la danza

por José de Jesús Fernández M.
Artículo publicado el 03/02/2023

RESUMEN
La antropología de la danza se refiere propiamente al estudio de la danza en su contexto social y cultural. Centra su análisis en los significados y propósitos de la danza y el baile en diferentes nichos sociales, así como su papel en la transmisión de valores, creencias y tradiciones. El presente artículo discurre sobre la historia de esta disciplina, enfatizando algunas premisas que permitan problematizar sobre su pertinencia, alcance y limitaciones en las sociedades actuales.

Palabras clave: antropología, danza, cuerpo, tradición, identidad

 

Introducción
La antropología, en tanto disciplina octópoda que todo lo busca explorar con sus muchos brazos, ha sido desde sus orígenes una fiel seguidora de las huellas que deja la danza. Sin embargo, no fue hasta la década que de 1980 que comenzó a cobrar fuerza la “antropología de la danza” propiamente dicha. Antes de ello, el interés de antropólogos y antropólogas giraba únicamente en torno a aquellas danzas que, por su naturaleza exótica, se podían pensar como un buen decorado para las vitrinas museísticas de las universidades y centros de investigación; folklore puramente dicho, si se quiere.

No fue hasta la década de 1980 que la danza se coló como un campo legítimo de investigación en la academia antropológica, apoyándose de la también emergente antropología del cuerpo. Luego de una serie de convenciones; entre los que destacan la importancia de la danza para la comprensión de los procesos culturales en las sociedades históricas y contemporáneas, esta área de estudio recuperó de las vitrinas viejas teorías y acuñó nuevos debates sobre la relación de la danza con el cuerpo, el movimiento, lo simbólico y hasta lo laboral.

Albores de la antropología de la danza
Si bien la danza ha sido un tópico en disputa importante para la antropología, no se inaugura formalmente una línea de estudio hasta finales del siglo XIX. Antes de esto, las investigaciones sobre las poblaciones indígenas anteponían en su análisis la naturaleza folklórica de la danza, por lo que el significado de estas era visto y estudiado en tanto costumbres y/o manifestaciones culturales de cada pueblo y nada más.

Franz Boas (1858-1942), antropólogo estadounidense, conocido por sus trabajos sobre el relativismo y el particularismo histórico y sus investigaciones sobre los Kwakiutl[1], estudió ampliamente la estructura del arte en poblaciones del norte de América, reconociendo los aspectos simbólicos y expresivos de la danza, a la vez que sentando las bases para su análisis en tanto manifestación cultural, descubriendo en esta, incluso, la capacidad de aminorar conflictos y tensiones sociales.

Posteriormente, otros antropólogos de renombre como Margareth Mead (1901-1978) y Gregory Bateson (1904-1980), así como el etnomusicólogo Alan Merriam (1929-1980), sentaros nuevas e importantes bases para el estudio de las danzas. Entre sus hallazgos, encontraron que la danza es una actividad individual (más allá de su naturaleza colectiva en escenarios) que da cuenta de un armazón social, generalmente debido a que el aprendizaje de estas formas se realiza desde muy temprana edad a través de la observación e imitación, sin ser propiamente instruida por un maestro.

Como es posible advertir, el análisis de la danza para los antropólogos de finales del siglo XIX y primera mitad del XX pasó de observar este fenómeno como puramente una manifestación cultural, a indagar más en su contribución a la formación de los sujetos y su impacto en el bienestar social.  Esto dio pie a que, para 1958, se desarrollara el interés por el acuñar una etnología de la danza, encargada propiamente del estudio formal y exclusivo de la danza en tanto expresión social y cultural, así como de sus funciones articuladoras.

A raíz de lo antes dicho, para 1960 se comenzó a describir a fondo las danzas indígenas, lo que permitió abrir la discusión sobre algunas formas de simbolismo asociadas con estas. Usando el método etnográfico, se comenzaron a elaborar descripciones de las coreografías y los movimientos corporales y a especular sobre la posibilidad de que estos albergaran simbolismos propios.

Víctor Turner (1920-1983), por ejemplo, realizó investigaciones con la población Ndembu, ubicada al noroeste de Zambia, donde explora la importancia de la danza en sus rituales y cómo estos transmiten valores culturales y fortalecen la identidad social (Turner, 1970). Asimismo, sostuvo también que la danza es también de carácter ritual, pues funge como medio de comunicación y de acción social por igual.

Las ideas de Turner influyeron considerablemente en la visión antropológica de la danza, siendo ampliamente citadas y discutidas aún en la actualidad. Esto motivó a reflexionar sobre las características y capacidad de la danza y el folklore, así como sobre sus condiciones de ritual y movimiento, lo que posibilitó que para la década de 1980 surgiera lo que propiamente se conoce hoy día como antropología de la danza.

Antropología de la danza a partir de 1980
Durante la década de 1980 –a finales, para ser más preciso–, emergió y cobró fuerza en las ciencias sociales el concepto de performance. Este concepto cobró un valor importante en la antropología del cuerpo. Su capacidad teórica y práctica de representar y simbolizar elementos de la vida social, así como su importancia para la legitimización de expresiones de distintos nichos sociales, fueron un parteaguas importante para repensar la danza y, con ello, la antropología de la danza.

Comenzó a analizarse el uso creativo del cuerpo y el movimiento a la luz de sus propios andamiajes simbólicos y a la luz de cada contexto particular, dando pie a la emergencia de las estructuras y significados propios de quienes participaban de alguna manera con la danza, reconocimiento en esta su capacidad involucrar conceptos y dinámicas propias del nicho sociocultural en que se gestaban.

El pensamiento de Turner se volvió más patente. Libros como: “The Ritual Process: Structure and Anti-Structure” (1969) y “The Forest of Symbols: Aspects of Ndembu Ritual” (1970); donde examina la danza como un elemento esencial de los rituales y su papel en la transmisión de valores culturales y la construcción de solidaridad social, y “The Anthropology of Dance” (2015[1977]) de Anya Peterson Royce; considerado una de las obras más influyentes sobre la antropología de la danza, fueron releídos y reinterpretados a la luz de nuevas investigaciones.

A raíz de este pequeño boom de la antropología de la danza, investigadores e investigadoras comenzaron a interesarse por este fenómeno. Janet Adshead-Lansdale, antropóloga de la danza y profesora de la Universidad de York es, quizás, una de las mas notorias. A lo largo de su trayectoria, a producido varios trabajos de amplia relevancia sobre la relación entre la danza, la cultura y la identidad. Su propuesta se centra en cómo la danza puede ser un instrumento par crear y afirmar la identidad cultural y comunitaria.

Adshead-Lansdale (1988) propone ver a la danza como un medio a través del cual se pueden crear y expresar identidades. Para ella, la danza es una forma de comunicación que permite transmitir experiencias, creencias y valores a través del movimiento y el cuerpo. Esta actividad debe ser vista y analizada también como un instrumento para articular cohesión y solidaridad entre miembros de una comunidad. Funge como forma de resistencia contra la opresión y la marginalización; permite a quienes la practican resistir y subvertir normas culturales y sociales dominantes; romper limitantes de la libertad y la igualdad; crear y afirmar identidades dignas y diversas.

Trabajos más recientes como el de Christopher T. Nelson, «Dancing with the Dead: Memory, Performance, and Everyday Life in Postwar Okinawa» (2008), exploran cómo la danza y otros elementos performativos son utilizados para recodar y transmitir la memoria cultural. De manera particular, su libro da cuenta de cómo los okinawenses contemporáneos han cuestionado, apropiado y transformado sus tradiciones.

Este tipo de trabajos nos permite aproximarnos más a la naturaleza polisémica de la danza. Explorar sus matices rituales; en tanto elemento íntimamente relacionado con el poder simbólico y la transmisión de valores culturales (Turner, 1969, 1970). Como medio de comunicación no verbal y de resolución de conflictos. Observar y observar la danza como instrumento político y su impacto en el fortalecimiento de la identidad cultural y la construcción de solidaridad social y/o comunitaria.

La antropología de la danza destaca también por su capacidad de combinar esfuerzos con otras disciplinas para buscar la comprensión el significado y propósito de la danza en diferentes culturas y sociedades. Desde la sociología de la danza, por ejemplo, se recuperan contribuciones como las de Goffman (1981), más conocido por su teoría de la representación del yo, quien sostiene que los individuos presentan diferentes versiones de sí mimos en diferentes situaciones sociales, incluida la danza.

Goffman parte del argumento de que en la interacción social los individuos utilizan diferentes formas de comportamiento para crear una impresión de sí mismos, así como para buscar controlar la impresión que otros tienen de ellos. En este sentido, la danza es una forma de “representación dramática”, que puede ser utilizada para demostrar la identidad y posición social de quienes participan de esta.

Otros autores como Pierre Bourdieu sentaron igualmente algunas bases para antropología de la antropología. A diferencia de Goffman, para Bourdieu (1988[1979]) la danza es una forma de comportamiento social que tiene un sentido profundo e interconectado con la cultura y la sociedad, en tanto que esta es una forma de comunicación no verbal, empleada para afirmar la identidad y posición social de los individuos o grupos.

En su teoría de la distinción, Bourdieu explora también cómo los individuos utilizan diferentes formas de comportamiento, incluida la danza, para demostrar su pertenencia a un grupo cultural en concreto, afirmando su posición social. Según Bourdieu (1988), la danza es una forma de expresar la cultura y los valores de un grupo, a la vez que es usada también para demostrar habilidad y competencia en un ámbito cultural.

En resumen, autores como Goffman y Bourdieu contribuyeron enormemente en la construcción de una antropología de la danza. El primero, apuntalando a la danza como una forma de comportamiento social que puede ser entendida como una forma de “representación dramática”, en la que los individuos muestran y afirman su identidad y posición social; y el segundo advirtiendo en la danza una forma de comunicación no verbal con un sentido más profundo, interconectada con la cultura y la sociedad, que permite al danzante acceder y hacer uso de recursos culturales y simbólicos valorados por la comunidad de la que participa.

Matices de la antropología contemporánea de la danza
Actualmente, desde la antropología de la danza se advierte plenamente la naturaleza diversa y polimorfa de la danza. Se toma en cuenta sus condiciones kinestésicas, las experiencias personales profundas de los danzantes, así como las estructuras culturales. Se percibe y analiza como arte escénica, como alternativa pedagógica, terapéutica, filosófica y estética. Se estudia el cuerpo, el sujeto, el movimiento, las estructuras y funciones, el contexto donde emerge y en el que se lleva a cabo.

Como método terapéutico, se ha encontrado que integra lo físico y lo emocional. Culturalmente se percibe como un medio simbólico no verbal de comunicar ideologías, pensamientos y sentimientos. Se ha descubierto que la danza tiene la capacidad de codificar y comunicar una visión del mundo a otros a través del movimiento, revelando aspectos históricamente importantes, a la vez que experiencias culturales que permitan decodificar saberes y conductas.

La danza alberga también una capacidad intrínseca para seleccionar, codificar, decodificar, ampliar y atenuar gestos. A través de sus pasos, narra experiencias individuales, sociales, culturales y hasta mitologías; condiciones e intenciones. Es también un modo afectivo de expresión intersubjetiva condicionado por el tiempo y espacio. Danzar es expresar.

La evolución del estudio de la danza en la antropología – y en general en las ciencias sociales –, como es posible advertir, ha sido basta y compleja. Hoy día, encontramos investigaciones como la llevada a cabo por Bustos y Díaz (2016), donde analizan las identidades en movimiento a través de la experiencia formativa en la danza. A través de esta, encontraron que en algunos casos emerge una doble identidad: la primera, construida en razón de su historia de vida, su autopercepción y la influencia de los nichos sociales en que se ha desarrollado; la segunda, a partir de su actividad como danzante, manifestándose únicamente en el escenario.

La dicotomía del danzante se vuelve clave en el análisis de su identidad. El cuerpo, por su parte, cobra también una doble naturaleza: el cuerpo social y el cuerpo danzante; ambos sujetos a convenciones sociales de contextos diferenciados. Para Bustos y Díaz, el cuerpo “se transforma en una jaula de la identidad por los atributos que se le adhieren y las expectativas que se le imponen” (2016: 200). Y la danza, se concibe como “un espacio de práctica dietética que funciona como una hermenéutica del sujeto para los practicantes de la disciplina, sujetos que encarnan esas epistemes y las habitan” (Bustos y Díaz, 2016: 200).

A través de análisis como este, es posible observar y matizar la variedad de aspectos que detona el análisis de la danza. De ahí que la intención de esta pequeña charla sea motivarles para seguir investigando al respecto de su disciplina, que es un nicho de posibilidades.

José de Jesús Fernández M.

Referencias
Adshead, J. ed (1981) The study of dance, Dance Book: London.
  • (1987) Choreography: principles and practice, University of Surrey: NRCD.
  • (1988) Dance analysis: theory and practice, Dance Book: London.
Aschieri, P., S. Citro, Y. Mennelli y equipo UBACYT F821 (2009) “Cuerpos Plurales: performances orientales, afro y amerindias en los circuitos culturales públicos y privados de Buenos Aires y Rosario”. En Actas de la VIII Reunión de Antropología del Mercosur, UNSAM.
Benedict, R. (1934) El hombre y la cultura. Bs. As.: Centro Editor de América Latina.
Boas, F. (1944) “Dance and music on the life of the Northwest Coast Indians of North America”. The function of dance in human society. New York: The Boas School.
  • (1928) Primitive art. Cambridge: Harvard University Press.
Bustos, A., & Díaz, R. (2016) identidades en movimiento: la danza y la experiencia formativa en cinco bailarinas, estudiantes universitarias. Daimon. Revista Internacional de Filosofía, 5, 199-210.
Bourdieu, P. (1988[1979]) LA DISTINCIÓN. Criterios y bases sociales del gusto, Taurus: Colombia.
Devalle, S. (2002) “Danzas como expresión de una cultura clandestina de protesta”. Estudios de Asia y África, vol. XXXVII, no 2, El Colegio de México, México.
Goffman, E. (1981) La presentación de la persona en la vida cotidiana, Amorrortu: Buenos Aires.
Hanna, J. (1979) “Movements toward Understanding Humans through the Anthropological Study of Dance”, Current Anthropology 20 (2).
Mora, A.S. (2010) Movimiento, cuerpo y cultura: Perspectivas socio-antropológicas sobre el cuerpo en la danza. VI Jornadas de Sociología de la UNLP, 9 y 10 de diciembre de 2010, La Plata, Argentina. En Memoria Académica.
Nelson, C. P. (2008) Dancing with the Dead: Memory, Performance, and Everyday Life in Postwar Okinawa, Duke University Press Books:  EUA.
Peterson R., A. (2015[1977]) The Anthropology of Dance, Princeton Book Co Pub.
Turner, V. (1970) The forest of symbols: aspects of Ndembu ritual, Cornell University Press: Ithaca, N.Y.
  • (1969) The Ritual Process: Structure and Anti-Structure, Aldine Publishing Company.
  • (1989) Los avances recientes en la teoría del cuerpo, Revista Reis, no 68.

Nota
[1]
Tribu amerindia localizada en Canada.

 

 

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