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A 50 años de vigilar y castigar de Michel Foucault: itinerarios, críticas y usos en la actualidad

por Juan Alegría Licuime
Artículo publicado el 01/07/2025

 

Las luces, que han descubierto las libertades, inventaron también las disciplinas.
Vigilar y Castigar

 

RESUMEN
El año 1975 se publica “Vigilar y Castigar” unos de los textos más difundidos de Michel Foucault, y que ha sido también uno de sus trabajos de mayor recepción y lectura en Latinoamérica. La obra marca un punto de inflexión en la trayectoria del filósofo, pues marca el paso del método arqueológico al genealógico, movimiento que se puede contemplar como el tránsito del saber al poder. Desde la hermenéutica filosófica nos aproximamos al texto dialógicamente, en la perspectiva de lograr una comprensión del significado e intenciones de la obra, considerando que el elemento relevante del libro es la emergencia del poder disciplinario.

Palabras claves: castigo, disciplina, genealogía, poder, vigilancia.

 

INTRODUCCIÓN
Este 2025 se cumplen 50 años de la publicación de «Vigilar y Castigar» (en francés, Surveiller et Punir: Naissance de la prison) de Miche Foucault.  El libro constituye un referente obligado en la producción teórica del filósofo, y además marca la consolidación de su periodo genealógico, donde adquiere protagonismo la referencia a las relaciones de poder y saber. La amplia recepción en Latinoamérica de sus textos ha generado circuitos propios de lectura, y usos que van desde el marxismo, el anarquismo, el liberalismo etc., (Canavese, 2021). Es así como en México, Argentina, Brasil y Chile, la recepción de sus obras marca un derrotero importante al momento de evaluar su impacto en el mundo académico e intelectual.

En el siguiente trabajo analizamos la trayectoria que da origen al texto, itinerario que se pueden encontrar en forma directa en «La sociedad punitiva (1972-1973)» y «El poder psiquiátrico (1973-1974)». Dividido en cuatro apartados (suplicio, castigo, disciplina, y prisión), el libro es más que un tratado sobre la prisión moderna, pues en sus páginas se plantea la tesis del «poder disciplinario» como un micropoder que da fundamento a las principales instituciones educativas, médicas, carcelarias y productivas de la modernidad. Para Foucault, la prisión es solamente una forma extrema de lo que se denomina poder disciplinario (Fine, 1993) y cuyas delimitaciones son amplias, subsumiendo bajo esta modalidad el funcionamiento de una amplia gama de instituciones. Particularidades del poder disciplinario son la emergencia de una serie de coerciones que se ejercen en el cuerpo del individuo, a través del encasillamiento del tiempo, el espacio y sus movimientos (Revel, 2008).

Algunas de las tesis centrales de Vigilar y Castigar son: el poder no es una cosa que se posea, sino que se ejerce; el poder no está en los aparatos del Estado, sino que es una red múltiple; el poder no se subordina a una estructura económica pues es un factor productivo de la misma; el poder no es ideología, sino que produce saber (Foucault, 1994, p. 25). Tales tesis se constituyen en una crítica al marxismo ortodoxo y su concepción del poder, como también al liberalismo con su fuerte carga disciplinaria.

Como hipótesis de trabajo sostenemos que la teoría del poder disciplinario enunciada en Vigilar y Castigar contiene en sí los elementos fundamentales de lo que posteriormente serán las sociedades de control. Considerando que las sociedades disciplinarias tienen su pleno funcionamiento entre los siglos XVIII, XIX e inicios del siglo XX, Foucault es consciente de una paulatina crisis del modelo de encierro y el ordenamiento de los individuos en el espacio y tiempo. La lógica de instituciones de encierro con su lenguaje analógico, y sus pesadas estructuras reticulares de poder individuante, quedan puestas en cuestión frente al dinamismo y fluidez de los dispositivos de control, aquí los individuos han dejado de serlo, transformándose en dividuales1 y las masas en indicadores de datos y cifras.  Lo decisivo aquí, es considerar que la ganancia respecto a los mecanismos de micropoder que emergen en el texto permite al propio filósofo desarrollar posteriormente la concepción de la biopolítica y el biopoder.

Vigilar y Castigar no ha estado exento de críticas, en las siguientes líneas revisamos precisamente los argumentos de Garland, Habermas y Honneth respecto a la teoría esbozada por Foucault, y sus puntos más controversiales, apuntando finalmente a las proyecciones y aplicaciones que tiene el texto hoy en día. En este contexto, las preguntas directrices de nuestro trabajo se ejemplifican de la siguiente manera: ¿cuáles son los antecedentes teóricos que dan origen al libro? ¿Cuáles son las proyecciones actuales de la teoría del poder disciplinario y sus críticas ?, ¿cómo entronca esta teoría del poder con la propia producción teórica de Foucault? 

Antecedentes de vigilar y castigar: de la sociedad punitiva al poder psiquiátrico
«La sociedad Punitiva»2 corresponde al curso impartido por Foucault en El Collège de France durante el periodo de 1972-1973. Los temas del curso giran en torno a la relación verdad – justicia y como estos fundan el derecho penal. Particularmente importantes son en estos cursos las clases del 21 y 28 de marzo, donde se aborda en primera instancia la formación de la relación fábrica-cuartel- convento; es decir, la correlación de los lugares de encierro con la producción económica. Un elemento determinante que aparece particularmente en la clase del 28 de marzo es la descripción de cuatro esquemas tradicionales respecto a la concepción del poder, ideas que se ponen en cuestión y que comentaremos a continuación.

El primero de estos puntos tiene que ver con la concepción del poder como algo que se posee, algo que en una sociedad algunos tienen y otros no (Foucault, 2016). Esta prerrogativa del poder como algo que se conserva entronca según el filósofo con el esquema de la lucha de clases, donde la burguesía es la clase poseedora del poder. En cambio, Foucault se refiere al poder como algo que se ejerce, un enfrentamiento estratégico instantáneo y que se renueva continuamente entre individuos:

En consecuencia, en el corazón del poder hay una relación belicosa y no una relación de apropiación. Para terminar, el poder nunca está íntegramente de un lado. No están los que tienen el poder y lo aplican con brutalidad a quienes no lo tienen en absoluto. La relación de poder no obedece al esquema monótono y dado de una vez para siempre de la opresión. (2016, p. 264)

A lo anterior, podemos agregar la idea del poder como algo que no es monolítico, que es reticente a ser controlado íntegramente por algún grupo, pues siempre tiende a ser múltiple y rizomático. Por tanto, el poder nunca es estable, siempre está en movimiento.  Un ejemplo que resulta ilustrativo de esta situación es la problemática del ahorro en el transcurso del siglo XIX, forzar el ahorro tenía por objetivo fijar a la clase obrera a un aparato productivo, y evitar su nomadismo; así como también fijar a estos últimos al tiempo y por añadidura a un ciclo de explotación. Sin embargo, esta misma estrategia de poder de la patronal3, permite hacer emerger la huelga como una estrategia donde los obreros pueden negociar sus propias condiciones de ahorro (Foucault, 2016).

El segundo punto puesto en cuestión es «la localización del poder», argumento que sostiene que preferentemente el poder se localiza en los aparatos de Estado. Para Foucault, esta relación es inadecuada, pues más bien el aparato del Estado es una forma concentrada de poder, que incluso funcionaría más bien como un punto de apoyo a una estructura de poder más amplia.  Un ejemplo de lo anterior es el aparato penal del siglo XIX, que debía su existencia a una serie de otros elementos de poder para funcionar, como la familia, la escuela, el hospital psiquiátrico, etcétera. La existencia de aparatos externos al Estado es fundamental, pues estos articulan una compleja red de apoyo que permite la propia movilidad del poder.

El tercer momento de la impugnación a la forma tradicional de concebir el poder, es la idea de pensarlo como una manera determinada de reproducir un modo de producción; es decir, el poder se muestra subordinado a los asuntos económicos (Foucault, 2016). Para el filósofo el poder es más bien uno de los elementos constitutivos del modo de producción, siendo también una especie de centro directriz. ¿Pero cómo llega o explica Foucault este punto?, retomando la idea de aparato de secuestro (instituciones que consumen el tiempo de los obreros, empleados de todo tipo, etcétera.) conformado por aparatos de Estado y aparatos no estatales, Foucault nos indica que la misión de estos últimos es la sujeción del individuo al tiempo de la producción, con el objetivo que todas los personas estén ligadas a un aparato de producción; que es también un tiempo productivo, que permite excluir las irregularidades de la fiesta, el ocio, y los excesos del cotidiano en los sujetos.

Para Foucault los aparatos de secuestro van mucho más allá de ser garante de un sistema de producción, sino que son constitutivos de la esencia de aquellos. Por tanto, el empleador no compra tiempo vacío, sino fuerza de trabajo. En esta operación, la vida misma se concibe como fuerza de trabajo y mercancía. En este apartado el pensador francés expone la falsa relación entre trabajo y existencia concreta de los sujetos; por consiguiente, su crítica es a la concepción hegeliana del trabajo como soporte de la historia.  Así, Foucault ve en la discontinuidad, la fiesta, el descanso, el placer, etcétera, los ejes de sentido y fundamento de los sujetos.

El cuarto punto en cuestión es el poder como ideología, donde se estima que este solamente produce efectos ideológicos en forma de discursos o sirve como sustento a la pura violencia (violencia de la exclusión, violencia normalizadora, violencia epistémica,). Esta dualidad del poder es puesta en entredicho, pues todo punto de ejercicio del poder es más bien la construcción de un saber; y todo saber es un punto de formación de poder (Foucault, 2016). El poder y saber están efectivamente imbricados, ligados fuertemente entre sí. Un ejemplo de cómo saber y poder entroncan con la formación de conocimientos, son el conjunto de medidas administrativas y de vigilancia ejercidas durante los siglos XVII y XVIII.  Tal función administrativa ejercida por la policía e intendentes dio lugar a una serie de saberes, que Foucault agrupa en las siguientes categorías:  saber de gestión (saber manejar el Estado), saber sobre la información (funciones biopolíticas que pasan al Estado: tasas de natalidad, mortalidad, movimientos demográficos, etcétera.) y un saber de inquisición policial (técnicas de vigilancia, control, informes de conducta, registros de sujetos peligrosos etcétera).

Otra ejemplificación de este proceso es la técnica del «informe» como articulación entre poder y saber, y que asimismo tiene su correlato alrededor del siglo XVIII. Intendentes, ministros, y en general, todas las personas que administran el Estado adquieren las competencias para elaboración de técnicas e instrumentos de abstracción, generalización, estimaciones cuantitativas, entre otras diversidades de informaciones. Posteriormente, en el siglo XIX se produce una apertura a saberes autónomos, que se suman al saber de gestión del aparato estatal. Por ejemplo, la escuela y su propia institucionalidad de asignación de rangos, administración del tiempo, categorización de individuos, etcétera. A este proceso, se agregan la ciencia y la economía como saberes que articulan relaciones de cooperación y reciprocidad al conjunto de la sociedad. En definitiva, estas modalidades de poder le permiten a Foucault, señalar que el elemento relevante que ocurre alrededor del siglo XVIII y siglo XIX, es la emergencia del poder disciplinario, cuyo objetivo es la constitución de una fuerza de trabajo adaptable a las necesidades del modo de producción, y cuyo objetivo final es transformar la propia vida en tiempo de trabajo:

Al capitalismo le interesa la vida del obrero, su cuerpo, sólo por un motivo indirecto: este cuerpo, esta vida, son aquello que contiene la facultad, la potencia, la dynamis. El cuerpo viviente se convierte en objeto a gobernar no tanto por su valor intrínseco, sino porque es el sustrato de la única cosa que verdaderamente importa: la fuerza de trabajo como suma de las más diversas facultades humanas- potencia de hablar, de pensar, de recordar, de actuar, etcétera. (Virno,2016, p.83)

La acertada afirmación de Virno, vuelve a resituar como central en el poder disciplinario la administración del cuerpo y su fuerza de trabajo; situación que Foucault tematizará en profundidad en El poder psiquiátrico (1973-1974), Curso en el Collège de France que antecede a Vigilar y Castigar. Entre los temas del curso destacan: el espacio del asilo, la terapéutica, la constitución del niño como blanco de la intervención psiquiátrica, nociones de nosología, entre otros.  No obstante, estos múltiples temas, en el capítulo 3 correspondiente a la clase del 21 de noviembre, la totalidad del apartado describe la genealogía de la disciplina y su relación con el poder psiquiátrico. Muchos de los conceptos que se trabajan aquí serán posibles de encontrar en sus posteriores publicaciones.

Foucault reflexiona sobre la disciplina y más específicamente su genealogía, para situar como esta modalidad de poder es el más efectivo para corregir la anormalidad de determinados sujetos. Pues, es una modalidad de poder terminal, capilar, que toca el cuerpo; y que incluso toma en consideración los gestos, los hábitos, las palabras de quienes están bajo su control. Además, para Foucault, el mecanismo de la psiquiatría necesariamente debe comprenderse sobre la base del funcionamiento del poder disciplinario, porque lo que se intenta corregir es la relación cuerpo-alma-razón (Foucault, 2008, p. 61).

Para dar cuenta de la importancia del poder disciplinario, el filósofo en este apartado explica en forma muy concisa el sustrato del poder de soberanía, que antecede a las disciplinas. Poder que es característico de las sociedades premodernas, especialmente desde la Edad Media hasta el siglo XVII y principios del XVIII. En tal modalidad de poder, el soberano sustrae productos, cosechas, objetos de todo tipo, y también fuerza de trabajo, tiempo y servicios. Si bien, el soberano no está obligado a devolver lo sustraído, pues se encuentra en una relación asimétrica con sus súbditos, este tiene un gasto, traducible en dar protección a aquellos. Por cierto, Foucault indica que el par de la relación sustracción- gasto, se funda sobre una disimetría de poder, que puede tomar la figura de la depredación, la guerra o el saqueo (Foucault, 2008). A lo anterior, se agregan además otras características al poder de soberanía, como: la marca de una anterioridad fundadora; las relaciones no isotópicas del poder soberano. Por la primera caracterización, entenderemos la suerte de una acción fundadora del soberano, semejante a un derecho divino, un juramento de fidelidad o una conquista territorial. Asimismo, las relaciones de soberanía no son isotópicas (iso/igual, topía/lugar), es decir, estas últimas son relaciones perpetuas de diferenciación, heterogéneas entre sí. ¿Pero qué significa para Foucault esta cuestión?, ejemplificación de aquello es la relación entre el siervo y su señor; poseedor del feudo y el señor feudal; el sacerdote sobre el laico, en definitiva, lo que subyace en estas relaciones es la imposibilidad de configurar un cuadro jerárquico. En una perspectiva más general, se sostiene en el texto que el reverso de la soberanía es siempre la violencia y la guerra.

Posteriormente, Foucault explica una de las diferencias más determinantes entre el poder soberano y el poder disciplinario. La relación de soberanía puede incluir el par soberano -súbdito, pero no se agota ahí; por el contrario, la relación puede incluir una familia, una colectividad, los habitantes de una parroquia, un camino, un conjunto de tierras, etcétera. En la relación de soberanía el individuo es solamente un elemento más de las cosas subordinadas al poder. A decir verdad, casi nunca es el cuerpo o el individuo el determinante en esta relación (2008, p.64). En esta reflexión el filósofo reafirma el carácter múltiple de la soberanía y la relación marginal que adquiere el individuo en este proyecto:  la función sujeto queda desplazada y circula por encima y por debajo de las singularidades somáticas. No obstante, podemos encontrar la figura de la individualidad en el poder soberano en la figura del Rey, pues este logra diferenciarse de los demás por el uso ampuloso de ritualidades, utilización del poder y la distinción simbólica que conlleva el cargo; es un tipo de individualidad ascendente, todo lo contrario de la individualidad descendente del poder disciplinario. Desde otra perspectiva, la individualidad del soberano está fundamentada por la falta de individualidad entre los otros estamentos. Es así como en el cuerpo del Rey las diferentes multiplicidades adquieren sentido. Complemento de esto último, es la idea del Rey sosteniendo dos cuerpos, un cuerpo somático material, pero también un cuerpo intangible que permanece más allá de su propia individualidad y su muerte.

Una vez establecida las características del poder soberano, Foucault dedica algunas páginas a desglosar las particularidades del poder disciplinario, que no se basa en poner en juego el acoplamiento sustracción-gasto, no hay captura fragmentaria de individuos y cosas, tampoco una multiplicidad de elementos subordinados al poder. Al contrario, el poder disciplinario tiene como objetivo la captura total del cuerpo y del tiempo del individuo. Modalidad de poder que coincide con la emergencia de la disciplina militar a mediados del siglo XVII: miembros del ejército que están acuartelados; con diferentes ocupaciones en el transcurso del día, vidas ancladas a ejercicios repetitivos, cuerpos, gestos, y comportamientos prendados de técnicas de control. Sumado a lo anterior, el poder disciplinario, implica que no es discontinuo, involucra más bien, procedimientos continuos de control, generalmente asociados a técnicas de vigilancia, y a la denominada «omnivisibilidad»; que se explica por el conjunto de anotaciones, registros, clasificaciones, etcétera, que dan cuenta de todas las acciones de los individuos en los espacios disciplinarios (estar siempre visible y observado).

En este contexto epocal, la disciplina permeó todas las instituciones del Estado, como fue el caso de la policía, que se estableció en la mayoría de los países de Europa, y sobre todo en Francia (mediados del siglo XVIII). La policía tuvo la función de la confección de prontuarios, fichas e informes que se enviaban a los aparatos centralizados de vigilancia y control. En esta acción la relación entre registro, métodos de identificación, métodos de señalización, escritura e individualidad serán fundamentales para dar cuenta de una escritura disciplinaria, que tendrá por objetivo la confección de archivos y documentos. Asimismo, si el reverso del poder soberano era la violencia y la guerra, en la disciplina será el castigo, que implica además una acción continua de vigilancia, con la idea de intervenir antes que la conducta a corregir se declare.

Si bien, parte importante de estas reflexiones sobre la disciplina las podemos encontrar en Vigilar y Castigar, todavía aquí se presentan en forma fragmentada, no obstante, gran parte de los temas del poder disciplinario se presentan acá; como: la individualidad ascendente y descendente, el castigo, el control y el carácter isotópico del poder disciplinario.  Esto último quiere decir que cada individuo interviniente en la relación disciplinaria tiene un lugar determinado, ocupa un rango, es clasificado por rangos etarios, edad, género, masa corporal, etcétera. Esta isotopía implica también que entre diferentes dispositivos disciplinarios no haya contrariedad para compartimentarse; por ejemplo, que las clasificaciones de individuos realizadas en la escuela puedan proyectarse al espacio de la fábrica o al ejército respectivamente.

Los cuestionamientos de Garland, Habermas y Honneth: la teoría del poder disciplinario puesta en cuestión
Dividido en 4 capítulos Vigilar y Castigar se presenta como una historia del tránsito del poder soberano al poder disciplinario. El primer capítulo titulado «Suplicio» comienza describiendo los horribles tormentos que sufre Damiens (condenado en 1757 por intento de regicidio contra Luis XV), el cuerpo del condenado es expuesto a toda una suerte de castigos, y finalmente su cadáver es desmembrado. Metafóricamente sobre su cuerpo recae toda la fuerza del poder soberano, que es igualmente un castigo espectáculo. En este contexto, el derecho a castigar es una prerrogativa del soberano, como también hacer la guerra a sus enemigos. El suplicio es una reparación jurídico-política, y un espectáculo que tiene como objeto reafirmar el poder soberano sobre las personas. El fin de esta ritualidad es ser ejemplificante y hacerse sensible a todos (Foucault, 2005). Posteriormente, la protesta generalizada contra el suplicio, de filósofos y teóricos del derecho, juristas, parlamentarios, etcétera, permitirá la reformulación de nuevas formas de punición, donde el tema a castigar ya no será el cuerpo, sino el alma del infractor.

La acción de castigar se explica para Foucault bajo la consideración que el cuerpo desde siempre se encuentra inmerso en un campo político, pues las relaciones de poder se aplican y operan sobre él: “le infringen suplicios, lo marcan, lo constriñen al trabajo, lo obligan a ciertas ceremonias, exigen de él ciertos signos” (Castro, 2004). Es el individuo prendado a estrategias de sujeción, que van más allá de la violencia y las ideologías, hablamos de la operacionalización de una serie de técnicas de corrección y proliferación de distintas ciencias del cuerpo, esta modalidad de poder recibe el apelativo de microfísica del poder. Por tanto, Vigilar y Castigar, se trata en realidad de una genealogía de la sociedad disciplinaria, que se describe como un fenómeno social que tiene su origen alrededor del siglo XVII y XVIII. El poder disciplinario se basa en una serie de tecnologías que persiguen modelar cuerpos obedientes, en tanto, más útiles y dóciles. Fenómeno que coincide con la ampliación de la industria capitalista y producción a gran escala en fábricas y talleres; y la necesidad de una fuerza de trabajo disciplinada. La prisión es entonces una puerta de entrada o localización desde donde se piensa el poder disciplinario.

Ahora bien, en concordancia con lo expuesto anteriormente, el capítulo que centra nuestra atención es obviamente la “Disciplina” y sus correspondientes apartados: Cuerpos dóciles y Los medios del buen encauzamiento.  Del primer apartado decisivos son los subtemas: “El arte de las distribuciones” y “El control de la actividad”. En el segundo caso, importantes son los subtemas titulados: “La Vigilancia jerárquica” y “La sanción normalizadora. Concluyente en este segundo apartado, es la idea del cambio en lo que Foucault denomina «eje político de la individualización». Este proceso se puede explicar, concibiendo que en la sociedad de soberanía el individuo se ubica en el polo máximo del poder, el soberano es el que posee individualidad, cualidad que lo distingue de sus súbditos. Por el contrario, en la sociedad disciplinaria la individualidad es descendente:

A medida que el poder se vuelve más anónimo y funcional, aquellos sobre los que se ejerce tienden a estar más fuertemente individualizados; y por vigilancias más que por ceremonias, por observaciones más que por relatos conmemorativos, por medidas comparativas que tienen la “norma” por referencia, y no por genealogías que se dan los antepasados como puntos de mira; por “desviaciones” más que por hechos señalados. (Foucault, 2008)

Gran parte de las ideas fuerza del capítulo “Disciplina” se encuentran con anterioridad en «La sociedad punitiva» y «El poder psiquiátrico». Obviamente, En Vigilar y Castigar los conceptos están más ordenados y sistematizados; apuntando en lo central en dar cuenta de las características del poder disciplinario y la constitución de los procesos de individualización. La disciplina en este caso se transforma en una anatomía política del detalle. Se trata de un poder que administra el cuerpo en su totalidad, gestos, actitudes, posturas, emociones, energía, fuerza, etcétera.

La tesis del poder disciplinario o microfísica del poder encontró desde sus inicios detractores, críticas que van desde el ámbito jurídico penal, filosófico, histórico y político. En función de dar cuenta de tales críticas, reflexionamos sobre las impugnaciones que realizan Garland, Habermas y Honneth.  En el caso de Garland, sus cuestionamientos se pueden encontrar en el libro “Castigo y sociedad moderna de 1999”. El texto es un estudio detallado del castigo desde un punto de vista de la teoría social, donde el autor estudia tal fenómeno a través de los planteamientos de figuras como:  Durkheim, Foucault, Marx, Weber, entre otros. En el caso de Foucault, le dedica dos capítulos, donde claramente se realiza una crítica explícita al filósofo francés. En primer lugar, se cuestiona que no considere el elemento moral para dar cuenta del castigo, algo que Garland valora en la retórica de Durkheim, por lo demás, para Garland la forma de cómo se explica lo punitivo en Vigilar y Castigar le parece muy instrumental y alejado de la problemática emocional (Garland, 1999, p.161).  En este sentido, la interpretación de Foucault sobre el castigo y la historia penal tiene intencionalmente un enfoque perspectivo, centrado rígidamente en las relaciones poder-conocimiento- cuerpo, ignorando otros puntos de vistas o espacios reflexivos que problematicen el tema. A lo anterior, se suman las afirmaciones históricas que plantea el texto, Garland citando fuentes de historiadores, da cuenta de datos erróneos o por lo menos inexactos. Por ejemplo, Foucault sitúa el fin de la tortura pública entre el 1750 y 1820, sin embargo, Pieter Spierenburg, apunta que este proceso fue más extenso y que apuntó a la privatización del castigo público, situándolo alrededor del 1600 (Garland, 1999).  Además, tal acontecimiento probablemente ya ocurría durante el Antiguo régimen, y posiblemente estaba vinculada a causas externas a la política y al poder.

Las críticas apuntan también a una cierta sobre interpretación que hace Foucault del papel de la disciplina en la mantención de la forma prisión en el siglo XIX. Es así como el encarcelamiento convertido en política general por aquella época no estaría determinado por la influencia del poder disciplinario, sino por teorías penales que se ajustaban a las necesidades históricas. En tal situación, la crítica más general apunta a la subestimación que hay en Vigilar y Castigar de las teorías penales, olvidando Foucault que la política penal está sujeta a situaciones estratégicas que no necesariamente entroncan con la disciplina. Asimismo, en Foucault se produce un fenómeno de omnipresencia del poder, donde este último se vuelve tan universal que deja poco espacio para su impugnación.

En el caso de Habermas (segunda generación de la Escuela de Frankfurt), la crítica la podemos encontrar en el libro «El discurso filosófico de la modernidad de 1989». En primer lugar, su crítica se dirige contra la supeditación que realiza Foucault de las formas del saber autónomas a partir de las prácticas de poder (Habermas, 1993). También Habermas se muestra escéptico del influjo normalizador y omnipresente de la disciplina, que todo lo abarca, penetra y finaliza con el adiestramiento del cuerpo. Escepticismo que también se expresa en la relación forma – prisión y la emergencia de las disciplinas en las fábricas, cuarteles, escuelas, etcétera. Igualmente, sí en la teoría foucaultiana del poder serán las ciencias humanas las que tomarán el relevo de conservar y perseguir efectos disciplinarios, esta tesis es para el filósofo y sociólogo alemán demasiado funcionalista y sobre intencionada. No obstante, Habermas reconoce que en “El Nacimiento de la Clínica”, hubo un esfuerzo por caracterizar el papel de la mirada epistemológica del saber médico bajo los parámetros de una microfísica del poder; sin embargo, Foucault no volvió a retomar esta metodología de trabajo (Habermas, 1989, p. 327).

En un plano más general, Habermas pone en cuestión la estrategia del poder disciplinario, impugnando la especificidad misma de la genealogía4 y su doble papel: empírico y transcendental. Es decir, por un lado, Foucault desarrolla un análisis empírico de las relaciones de poder, a través de análisis minuciosos de las formas en las cuales la disciplina toca el cuerpo y lo gestiona en el espacio y tiempo. Por otro lado, la misma genealogía juega un papel trascendental, al explicar cómo son posibles discursos científicos emplazados a través de tecnologías de poder. Contemplando que, en la genealogía, son las relaciones de poder la base de fundamentación de la constitución del saber científico (Habermas, 1993); el resultado no será otro que la constitución del poder como un espacio omnipresente que funda al propio sujeto, el saber y la verdad.

Finalmente, la tercera impugnación corresponde a Honneth, crítica que podemos encontrar en el libro “Crítica del poder: fases en la reflexión de una Teoría Crítica de la sociedad” del 2009. En el capítulo cinco del texto, el pensador alemán (de la tercera generación de la Escuela de Frankfurt) realiza una demoledora impugnación a la teoría del poder disciplinario. La interpelación parte haciendo ver los desfaces entre los métodos usados en La Arqueología del Saber (1969), y el método genealógico.  Para Honneth, la teoría de un saber de enunciados autónomos que construyen determinadas disciplinas en el transcurso del tiempo le parece sustentada bajo una teoría semiológica débil y poco clara. En consecuencia, el método arqueológico de Foucault y su sistema de relaciones internas que le dan sustento, no se condice con el método genealógico que parte de la base de relaciones externas que determina el saber (relaciones de poder – saber).

Partiendo del reconocimiento que el texto fundacional de la genealogía es “El Orden del Discurso”, obra que marca el inicio del viraje de la arqueología a la genealogía, Honneth da cuenta como en el la teoría del discurso elaborada por Foucault, paulatinamente el poder es el factor que determinará las relaciones de saber, aparece con fuerza la idea de diferentes grupos sociales que se disputan el poder mediante el discurso, donde este último no es autónomo, sino que se ve sometido a múltiples fuerzas externas que lo regulan y  lo delimitan. La tesis que subyace en este texto es que el saber y las ciencias humanas son producto de relaciones de poder, por tanto, el saber se conforma a partir de relaciones extra discursivas. Esta teoría esgrimida por Foucault apunta al desarrollo de un cuestionamiento a las clásicas formas de concebir el poder: el primero de orden jurídico que se basa en la transferencia de derechos y la segunda es la concepción marxista del poder que se explica por la toma del aparato estatal. Frente a tales teorías y es lo decisivo para Honneth, el pensador francés plantea la concepción de un poder como principio productivo, abierto y múltiple.

Honneth explica que esta particular concepción del poder implica también una nueva forma de modalidad del sujeto y el poder social. El poder no es entonces una magnitud fija que el sujeto o un grupo social adquiera indefinidamente. El poder tiene que ver más bien con una pluralidad de sujetos en lucha, una serie de fuerzas inmanentes, acciones estratégicas que se desarrollan en el tiempo.  La sentencia que resume esta concepción nueva del poder se resume en la afirmación: el poder está en todas partes. Es justamente esta última aseveración la que pone en cuestión Honneth, pues Foucault no es claro respecto si el poder es algo intersubjetivo o corresponde al enfrentamiento de actores sociales. Punto no menor, pues tradicionalmente es en el conflicto entre clases o   actores sociales con intereses opuestos y antagónicos donde la tradición de la izquierda y los movimientos sociales han operado sus narrativas de emancipación. En este aspecto, claramente nos enfrentamos con una analítica del poder difícil de traducir o leer por parte de Honneth, sobre todo, cuando Foucault plantea un modelo de acción estratégica traducible en una «microfísica del poder». Esta nueva modalidad de poder se construye horizontalmente, viene desde abajo, carece de centro y funciona más bien como una red (Honneth, 2009, p. 106).

Continuando con su análisis de la microfísica del poder, Honneth problematiza el tema del poder y su cualidad productiva y no represiva; en otros términos, la pregunta es ¿cómo el poder es capaz de introducir energía en el campo social?, acá, aparecen los conceptos de «norma, cuerpo y saber» como fundamentales para responder esta interrogante. Como ya se ha indicado, si el poder ya no tiene como objetivo reprimir y suprimir, el poder se dirigirá a normalizar a los individuos, reglar sus comportamientos a través del disciplinamiento continuo y su estabilización. La clave conceptual que Foucault inserta para explicar esto es la «norma», por eso, esencialmente el poder disciplinario es normalizador. Correlato de la normalización serán el desarrollo de hábitos y conductas asimilables por la industria capitalista y los grandes centros de producción. Sin embargo, la norma no es una categoría abstracta, requiere del cuerpo para que le de sustento y se convierta en productiva. En esta perspectiva, los procesos vitales como nacimientos, crecimientos, enfermedades, etcétera serán las determinantes para que las sociedades logren rangos de estabilidad. De las consideraciones anteriores, Honneth desprende que en Foucault el papel decisivo en las tecnologías de poder sea el cuerpo, y no los aspectos cognitivos y morales. La sustentación del poder por aspectos vitales y biológicos conducirá lógicamente en el futuro a la elaboración de las categorías de biopolítica y biopoder. Ahora bien, más allá de las críticas que el pensador frankfurtiano impugna a Foucault, éste va reconociendo una línea argumentativa con desniveles, pero altamente eficaz al momento de constituirse en una teoría alternativa a las concepciones del poder tradicional. En este aspecto, la tríada norma-cuerpo y saber, alcanza su plena constitución al momento en que se concibe el disciplinamiento de los cuerpos individuales y la dirección de sus procesos vitales, en virtud de la información y saberes necesarios para gestionar este proceso (Honneth, 2009, p.111). De ahí la emergencia de toda una disposición de saberes en torno al individuo:  biología, psicología, medicina, pedagogía, etcétera, que se encargan del proceso de normalización.  Finalmente, Honneth reconoce que la principal fisura en la teoría de Foucault consiste en que, por un lado, se muestra de acuerdo con la idea de una sociedad en continuo enfrentamiento, debido a la multiplicidad de fuerzas que se disputan el lugar en una situación estrategica; y por otra parte, el mismo se hace parte de la estabilización de orden institucional de la sociedad, partiendo de la coagulación del poder en los aparatos institucionales. Esta fisura parece no tener resolución lógica, porque en ambas situaciones se produce una omnipresencia del poder.

A modo de conclusión
 “Vigilar y Castigar” se ha transformado en una de las obras más citadas por los buscadores bibliométricos y en las bases de datos de Google Scholar, Web of Sciencia y Scopus entre otras. También es un texto que ha sido traducido a diversos idiomas, como inglés, español, portugués, italiano, japones y chino mandarín. Por tanto, es un texto obligado a la hora de analizar la producción del pensador francés, y que en términos más teóricos señala un cambio en su trayectoria filosófica, porque marca un punto de inflexión con sus anteriores obras de la etapa arqueológica. El paso de la arqueología a la genealogía puede explicarse como una complejización de su pensamiento, en la perspectiva de integrar el tema del poder en la construcción del propio saber. Un tema para analizar en la obra que no es menor es la publicación muy a posterior de «La sociedad punitiva» (1972-1973)» y «El poder psiquiátrico» (1973-1974), ambas obras póstumas pertenecen a los cursos que impartió en el Collège de France; la primera publicada en francés el 2013 y la segunda el 2003. Paradojalmente, el orden de estas publicaciones tampoco coincide con un orden cronológico, lo que crea a su vez cierta confusión. Igualmente, la importancia de estas obras como hemos visto, es que en ellas es posible encontrar gran parte de los contenidos de Vigilar y Castigar, esto último nos permite clarificar que desde la década de 1970,  ya Foucault  estaba trabajando inmerso en el paradigma del poder, situación reafirmada por este último en una entrevista de La Quinzaine Littéraire de  1977 ( Foucault, 1992),  en la cual argumenta que el cambio en sus análisis del saber, se ven modificados a partir de su participación en los años 1971-1972 en los  grupos de apoyo a las prisiones (Groupe d’Information sur les Prisons- GIP ).  Este punto es muy relevante a la hora de tener una lectura del texto, pues por aquella época también hay un cambio en la forma de cómo éste concibe la relación teoría y práctica. Lo anterior queda en evidencia en una entrevista realizada por Deleuze en la revista francesa «L’Arc» en 1972, donde el filósofo sostiene que las relaciones entre teoría y práctica no tienen un carácter estable y son más bien fragmentarias, indica además que cada vez que la teoría se encuentra con muros y no puede avanzar, necesita un relevo que le permita sortear tal obstáculo; en este caso, la práctica es ese conjunto de relevos que permiten pasar de un punto a otro (Foucault, 2017). De ahí que finalmente la teoría no es otra cosa que un relevo de una práctica a otra.

De igual manera, el poder disciplinario lo podemos considerar articulado en la siguiente relación: tanatopolítica – anatomopolítica y biopolítica. Correspondencia donde la tanatopolítica tiene como objetivo central el control del derecho de dar muerte y que además se condice con el poder soberano. Por su parte, la anatomopolítica y biopolítica tienen como objetivo el control de la vida y se condicen con el poder disciplinario y el biopoder.  (Ocampo y Silva, 2018). Así también podemos conjeturar que, en el esquema del poder disciplinario, el delito es un ataque contra la sociedad, en oposición al delito en la sociedad de soberanía donde es un atentado al Rey. Cabría que precisar también que en el poder disciplinario, el castigo es en el cuerpo individual y en el poder soberano funciona en el cuerpo social.   Conjuntamente, podemos indicar que el principio central del poder disciplinario es la corrección del individuo bajo el imperativo de la norma.

Ahora bien, si retomamos la idea de un libro -práctica, que implica considerar la teoría como llegada de puntos en relevo, las críticas de Garland, Habermas y Honneth, las podemos considerar como una interpelación a un cuerpo monolítico de teorías e ideas posibles de encontrar en el texto. Sin embargo, nada más alejado de la realidad, pues Vigilar y Castigar claramente no es un soporte cerrado de ideas y conceptualizaciones abstractas. Por el contrario, como libro práctica o libro experiencia, el texto presenta desniveles con descripciones muy precisas y detalladas del castigo, y al mismo tiempo, conceptualizaciones muy elaboradas. En este contexto, las críticas de Garland,   sobre todo en lo relativo a fechas y precisiones históricas quedan en un plano secundario, pues no estamos frente a un tratado exhaustivo de historia de la penalidad o la prisión, más bien  las precisiones de Foucault se enmarcan en un esquema flexible y discontinuo, que no contempla regimentarse por cronologías fijas, sino que apela a la emergencia de relevos en nuevas instituciones disciplinarias,  que puedan ser capaces de volver normal aquello que escapa a la norma.

Si hay un punto de convergencia entre las críticas, es obviamente la omnipresencia que adquiere el poder disciplinario, esta crítica no es exclusiva de Garland, Habermas y Honneth, también es posible encontrar tal cuestionamiento en Baudrillard (Olvidar a Foucault, 1978), Nancy Fraser (Justicia interrumpida: Reflexiones críticas desde la posición postsocialista, 1997), en otros autores/as. En ese plano, Honneth y Habermas le impugnan a Foucault el poco margen de maniobra que queda en sus tesis del micropoder, estableciendo el peligro que estas denominadas luchas locales de mujeres, enfermos, homosexuales, etcétera, quedan encapsuladas en sus reivindicaciones sin poder articularse.  Al mismo tiempo el copamiento total del cuerpo con la disciplina tampoco permite pensar alternativas contra fácticas, pues como ya hemos visto, el potencial del poder disciplinario es su posibilidad de recodificar lo anormal o diferente bajo la lógica de nuevas instituciones disciplinarias o procesos de recodificación de una misma norma. No obstante, Vigilar y Castigar no tiene el carácter de manifiesto o programa de acción, es más bien como hemos sostenido un libro práctica, que elabora una teoría del poder, pero que no tiene como objetivo imponerse como hegemónica. Por el contrario, en la entrevista con Deleuze anteriormente citada (1972), el propio Foucault comenta que las luchas locales y específicas contra cada forma particular de poder, forman también parte de luchas más macro, son parte del movimiento revolucionario, y tienen este carácter mientras conserven su radicalidad que les da origen. Hay que decir también que estas luchas regionales o más globales, no buscan construir una totalidad a la usanza del clásico movimiento revolucionario, sino que tal totalidad la produce el propio sistema de poder. Claramente esto último va en la dirección de poner en cuestión el remplazo de un aparato estatal de dominación por otro similar, pero de distinto signo.

Como hemos visto, el poder disciplinario es un importante elemento para pensar los modos de constitución del sujeto moderno, las ciencias humanas y las instituciones de encierro. Además, su campo de acción no se ha agotado, claramente tenemos toda una suerte de instituciones que siguen funcionando bajo sus directrices: la escuela, la prisión, el hospital, servicios, etcétera. Además, si el análisis del poder disciplinario nos permitió la configuración de las ciencias humanas en el siglo XIX y XX, claramente el biopoder hoy está esbozando y reelaborando una serie de saberes y ciencias humanas que debemos considerar para pensar nuestro propio presente; ciencias como la bioestadística, bioingeniería, bioética, biotecnología, bioseguridad, etcétera, nos hablan del paso de la ciudadanía disciplinaria a la biociudadanía.

 

Juan Alegría Licuime
Artículo publicado el 01/07/2025

Referencias
Canavese, P. (2015). Los usos de Foucault en la Argentina. Recepción y circulación desde los años cincuenta hasta nuestros días. Siglo XXI editores.
Castro, E. (2004). El vocabulario de Michel Foucault: Un recorrido alfabético por sus temas, conceptos y figuras. Prometeo Libros.
Deleuze, G. (1992). Post-scriptum sobre las sociedades de control. En Conversaciones. Escuela de filosofía Universidad Arcis. Recuperado de  https://www.philosophia.cl/biblioteca/Deleuze/Deleuze%20-%20Conversaciones.pdf
Fine, B. (1993). Las luchas contra la disciplina: La teoría y la política de Michel Foucault. En Dominique Lecourt, Disparen contra Foucault. Ediciones el cielo por asalto
Foucault, M. (2005). Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión (1ª ed.). Siglo XXI Editores.
Foucault, M. (2008). El poder psiquiátrico: Curso en el Collège de France (1973-1974). Fondo de Cultura Económica.
Foucault, M. (2016). La sociedad punitiva: Curso en el Collège de France (1972-1973). Fondo de Cultura Económica.
Foucault, M. (1992). Microfísica del poder. Ediciones la piqueta.
Foucault, M. (2027). Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Alianza editorial.
Garland, D. (1999). Castigo y sociedad moderna, un estudio de teoría social. Siglo veintiuno editores.   
Habermas, J. (1989). El discurso filosófico de la modernidad. Taurus.
Honneth, A. (1990). Critica del poder, fases en la reflexión de una Teoría Crítica de la sociedad. Mínimo Tránsito A. Machado libros.
Ocampo, H, Silva, D. (2018). Cuerpos cercados, tecnologías políticas y ethos en la obra de Foucault (1973-1979). Edición UNIMINUTO.
Revel, J. (2009). Diccionario Foucault. Ediciones Nueva Visión SAIC.
Virno, P. (2003). Gramática de la multitud: Para un análisis de las formas de vida contemporáneas. Traficantes de Sueños.

 

Notas
1 Dividuales: Neologismo propuesto por Gilles Deleuze para contrastar con la noción de individuo en las sociedades disciplinarias. En las sociedades de control, el «dividual» no es una persona completa, sino un conjunto de datos, perfiles y fragmentos de información que circulan en redes y bases de datos, permitiendo una gestión y control más fluidos y deslocalizados.
2 La sociedad punitiva: Curso impartido por Michel Foucault en el Collège de France, publicado póstumamente. Es un antecedente fundamental de Vigilar y Castigar, donde Foucault explora la génesis de los mecanismos punitivos y disciplinarios. Su edición en francés es del 2013 y en español del 2016.
3 Patronal: Término que hace referencia al conjunto de los empleadores o dueños de empresas en el ámbito laboral. Llama la atención el uso del término en Foucault, pues el concepto se encuentra asociado al marxismo, es un concepto que aparece varias veces en La Sociedad Punitiva, pero que desaparece en sus posteriores trabajos. Una explicación que podría dar cuenta del uso de esta semántica es la participación de Foucault en el Groupe d’Information sur les Prisons-GIP (1970) y en ese mismo tiempo su compañero Daniel Defert, se había unido al grupo maoísta Gauche prolétarienne (GP).
4 Genealogía: En el contexto foucaultiano, la genealogía es un método de análisis histórico que busca desenterrar los orígenes contingentes y las luchas de poder que subyacen a la formación de saberes, discursos e instituciones, sin pretender establecer una continuidad o una finalidad última. Se diferencia de la arqueología al enfatizar más las relaciones de poder y las rupturas históricas. La genealogía no tiene una gran obra que sistematice metodológicamente el conjunto de textos este periodo; no obstante, podemos considerar que la obra que da origen a este periodo es el Orden del Discurso (1970), lección inaugural Collège de France. Así mismo, se considera a Vigilar y Castigar como la obra que da cuenta del protagonismo de la genealogía como método de trabajo. Es necesario aclarar que arqueología y genealogía no son métodos que se opongan, por el contrario, se complementan concibiendo a la genealogía como una ampliación del campo de saber, pero contemplado el saber como estrategia que se inserta bajo la modalidad de diversas tácticas de poder.

 

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