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Cientificismo y mesianismo: la otra cara de la ciencia moderna.

por Nicolás López
Artículo publicado el 23/02/2013

“La ciencia es el primero de los pecados, el
germen de todos los pecados , el pecado original”
Friedrich Nietzsche – El Anticristo (§ 48)

El cientificismo afirma que la filosofía es continua con la ciencia y en base a ello, busca el establecimiento de un lenguaje lógico que sea perfecto para responder todas las preguntas que surjan en la naturaleza y que su veracidad sea susceptible de comprobación a partir de la experimentación o la verificación de las hipótesis expresadas. Viene desde el empirismo exacerbado por el descubrimiento de América, o sea, la pérdida del pedestal en el entendimiento del conocimiento por parte del tomismo. Los asuntos profanos con Aristóteles y los sagrados con la Biblia ya no eran el mejunje que otorgaba las respuestas correctas a los problemas del mundo. La llegada de Colón y su trabajo como hermeneuta de la realidad desconocida (2) permitió a su retorno a Europa un aliciente más para la incursión en el entendimiento moderno del conocimiento. Luego Bacon y principalmente, Locke, darán un empuje a la ciencia, posicionándola como un paradigma en la evolución de la filosofía y cuyo interés se aboca a las preguntas formales y empíricas, reduciendo ad absurdum a las humanas en las otras categorías si es posible, si no, obviándolas como pseudoproblemas. Sin perjuicio de lo anterior, esta imperfección de la máxima que entrega sentido a la modernidad (“observar para medir, para imaginar hipótesis que permitan predecir y, en tales términos, controlar o dominar el mundo” (3), o en clave baconiana knowledge is power) que identifica el francés Comte de las lecturas de su antecesor (y maestro) Condorcet, intenta subsanarla con la ley de los tres estadios, en la cual, solo al final (en el positivo), se puede determinar si una disciplina es ciencia si puede preguntar cómo (se mide el fenómeno en cuestión y a ello, se fija una ley). Sería esta vertiente la que llegaría en la clave de “positivismo lógico” a Russell y el Círculo de Viena, los que fortalecerían esta postura en filosofía durante el siglo XX. Luego los últimos seguirían el ideal de Comte de lograr una ciencia unificada a partir de la proposición una concepción científica del mundo (4) que consiste en que el progreso filosófico está sujeto al rigor que provee la lógica de los cuantificadores y variables formuladas por Russell (y Frege) con la finalidad de disuadir los problemas filosóficos que sean genuinos (i.e. que tengan origen en el lenguaje científico y que puedan ser sometidos al microscopio del principio de verificación, este señala que si la verdad de una proposición puede responderse empíricamente o a partir de operaciones lógicas posee sentido y es una inquietud genuina, si no, resulta ser un pseudoproblema, parte de la metafísica o de lleno, no del interés filosófico)

A partir de la analogía que Tzvetan Todorov hace en “El jardín imperfecto” es que pretendo contextualizar el embrujo del cientificismo en tanto mesianismo, luego, hacerme cargo de lo que ha quedado de la sección anterior y la discusión en teoría del derecho. El pacto ignorado, -describe en la introducción de su libro el bulgaro-francés- es que al calor de las vicisitudes históricas, el diablo ha ido proponiendo con su salaz retórica a los hombres tres pactos. En el primero, con el puntapié inicial del cristianismo, propuso a Jesús entregarle todos los reinos de este mundo a cambio de que este, le reconociere como su señor. Ante ello, Jesús declinó y siguió con su lealtad y servidumbre a su Padre, Dios. En la clave cristiana, sus sucesores no siguieron su ejemplo y terminaron con las riendas de los reinos de este mundo. Sin ir más lejos, su Vicario tiene a su cargo un Estado, el Vaticano, con embajadores en la mayoría de los países. El segundo pacto acaeció en el siglo XV más o menos, en forma caricaturesca, tomando la forma de Mefistófeles. El demonio le propuso a un trémulo y acongojado Fausto hacerle depositario de todo el saber del mundo a cambio de pertenecerle al cabo de veinticuatro años. Fausto aceptó sin titubear y, aunque luego se arrepintió, el diablo cobró su deuda; finalmente se llevaron su alma. En el tercer -y último- pacto, que no guarda mayor distancia temporal con su predecesor. Cuenta que la astucia del diablo fue un condicionante totalmente inédito, pues permitió –como escribe Todorov- “que la otra parte contratante, el hombre moderno, ignorara el contrato; en permitirle creer que obtendría nuevos privilegios debidos a sus propios esfuerzos, y que nunca debería pagar nada por ello. Esta vez, lo que el diablo ofrecía ya no era el poder, ni el saber, sino la voluntad (…) El diablo escondía el precio de la libertad para que el hombre tuviera tiempo de saborearla y ya no quisiera renunciar a ella en lo sucesivo: para conducirlo a la obligación de saldar su deuda” (5) El hombre moderno, secularizado y seducido por la virtud de la ciencia, en tanto se encaramaba al olimpo del saber como conocimiento apodíctico que entrega poder, luego exigió la libertad de la razón que no estuviera dominada por algún argumento de autoridad tradicional, de tal forma que por sus propias operaciones intelectivo-prácticas pudiera comprobar lo verdadero y lo falso. De lo a priori a lo a posteriori. Ahora bien, en el siglo XVIII, cuando los hombres estaban decididos a poner en práctica las ideas que se habían escrito a la fecha, las operaciones que permitían, el diablo reveló a los hombres el contenido de lo que debían tributarle: “si quieres conservar la libertad deberás pagar un triple precio, separándote primero de tu Dios, luego de tu prójimo y finalmente de ti mismo” (6). Los hombres habiendo conocido el precio que les costaba su libertad, reaccionaron de diversas maneras. Es allí cuando Todorov identifica las cuatro familias de pensadores que se han erigido sobre ello: los conservadores, los individualistas, los humanistas y los cientificistas. Estos últimos son de mi interés, máxime ellos asienten que no hay que pagar ningún precio por la libertad, pues esta no existe (tesis determinista sobre la verdad y sobre el destino del hombre). Ellos se legitiman al respecto, destruyendo la ignorancia que se identificaría con la toma de libertad y mediante la rutinización del conocimiento científico, pues los dogmas que lo informan, siguen comprobándose y siendo útiles para la generación de saber de manera indefectible. Dentro de la analogía de Todorov, podría afirmar que los cientificistas al no tener un punto conmutativo con el diablo, ofrecen al resto de los hombres un pacto independiente del otro que ya no tiene validez ni obliga en tanto, adolece de falta de causa y objeto. En virtud de ese acuerdo, los cientificistas le muestran la verdad en términos uniformes y accesibles a ver cómo se comprueban los a priori o cómo se pueden verificar. El hombre necesita enajenarse y entregarse a la ciencia, en tanto su confianza y destino estará regido por esta, esa es su obligación. No hay respuesta que la ciencia no pueda dar, la premisa de inicio. Siempre está buscando los cómos, y no los quién ni los por qués, esas son etapas superadas; la ciencia otorga conocimiento, esto es, poder en la máxima baconiana. El pacto forzaría en los hombres una renuncia intempestiva a las incertezas metafísicas, a las verdades a priori y a todas las demás explicaciones no rigurosas. La experimentación y los algoritmos rigurosos entregan la verdad universal; “el cientificismo es un universalismo” (7) y así, ocupa una postura mesiánica en el asunto.

Tras el término de mesianismo, advierto que como es propio de la teología, es que requiere un esclarecimiento preliminar. El concepto ha sido usado en otros contextos como el político, también su aplicación puede ser movida a lo epistémico y en definitiva, lo jurídico.

El mesianismo puede ser definido como un mecanismo ideológico presente en los movimientos políticos (8) o culturales que mantienen la creencia de poder prometer el paraíso en la tierra o que ofrecen la salvación a todos los seres humanos sobre la base de la posesión de la verdad, stricto sensu¸ una quimera epistémica en el camino a la verdad. En esta línea, los movimientos que pregonan esto, imponen una visión determinada del mundo, desvalorizan o desautorizan las visiones alternativas (naturalmente también la libertad de los individuos, me remito a la analogía y el cientificismo) y por tanto, se convencen de estar autorizados a usar la fuerza para imponer la verdad.

En el caso del cientificismo, la interpretación acerca del componente que permite el llegar o atisbar la verdad, se rutiniza como un mesías, vale decir, la manera en como se va a alcanzar la salvación epistémica es a partir de la utilización del método día a día. Se salvan los hombres en tanto validan a la ciencia, recurriendo a ella para responder las preguntas, porque en su voz es la que tiene las respuestas correctas, que no errarán cuando acudan a las formulas y que no necesitarán indagar en otros métodos que los desvíen de su actividad normal. Por esto último, se entiende que al calor de las vicisitudes histórico-culturales y económicas que trajo consigo la modernidad, esto es, el incremento del comercio, el surgimiento de los Estados, la revolución industrial, el auge de la burguesía y el incremento de las riquezas (en los individuos y en las naciones) en desmedro del florecimiento espiritual de las sociedades, sobre este punto, la cultura decrece porque el interés radica en la producción. Y por lo tanto, se objetiva en un homo faber (9) sometido a una dictadura de consumo-producción, lo cual le impide tener tiempo para pensar y preguntarse por la verdad de las cosas, menos para cuestionar los órdenes establecidos, así, la promesa de no tener que preocuparse por ello o porque la verdad está al alcance de la mano, se ase de manera indubitada. Una vez que hay una colusión entre todos, la dominación se consuma. Prevengo que comúnmente se piensa que el mesías es un héroe que si bien, conceptualmente juega con los conceptos escatológicos como la muerte, el Apocalipsis, la salvación, el infierno y el cielo, y del que se piensa –en términos prácticos- su eventual venida o promesa de venir, en realidad como mecanismo ideológico de control puede bien funcionar en términos fácticos (mostrando la salvación, i.e. el otorgamiento de verdades con resultados verificables) o bien, operar en lo ideal (con la pedagogía de que las alternativas pueden ser distópicas y que el modelo de aplicarse entregaría certezas). Si bien, algunos intentan argumentar que el mesianismo opera en base a utopías, ello no afecta la dominación material y efectiva (cuando se lograr) con la forma de entender el mundo que se pregona.

Todorov respalda esto, argumentando que el mesianismo es una tendencia atávica de la cultura y que con frecuencia reaparece con nuevos ropajes, aunque sembrando siempre violencia y valiéndose de prácticas totalitarias (10). Sobre lo último, ello en el plano de la ciencia es visto con la argumentación ad hominem, la refutación intensa de las demás formas de acceder a la verdad y el control del surgimiento de diversas maneras de hablar sobre un fenómeno determinado cuando la sociedad/los individuos tienen su atención sobre el ideal científico, la clásica negación de la diversidad.

El investigador bulgaro-francés en otro texto, arguye lo siguiente:
“Los valores resultan de la naturaleza de las cosas, son un efecto de las leyes naturales e históricas que gobiernan el mundo y, por lo tanto, corresponde de nuevo a la ciencia dárnoslos a conocer. El cientificismo consiste, efectivamente en fundar, sobre lo que creemos son los resultados de la ciencia, una ética y una política (…) la ciencia, o lo que se percibe como tal, deja de ser un simple conocimiento del mundo existente para convertirse en generadora de valores, al modo de una religión; puede por tanto orientar la acción política y moral. Conocer la verdad para que el orden de la sociedad se adapte a ella…” (11)

Así es como el cientificismo se consolida en la sociedad, controlando los aspectos de la misma. Y cuando Todorov habla de mesianismo político en tanto, hay una dominación con un régimen, ello se ve a partir de la vertiente racista del cientificismo (si se mira en filosofía política) con los nazis.

La ciencia obtiene su fuerza en cómo otorga conocimiento que es válido y real y en cómo la verdad que otorga se convierte en verdad para aquellos a los que se les muestra, a partir de ciertas máximas que promueve, defiende y con las que ataca a las alternativas. De ellas menciono cinco: (i) la disciplina metódica, esto es, el uso de formalismos, lenguajes disciplinados y la exigencia de argumentaciones en todo momento “controlables” y de igual forma, posee un talante prevalentemente conceptual en torno a los análisis que realiza (12). La ciencia juzga para qué sirve el lenguaje, actúa como un tribunal según Russell; el lenguaje se basa en la descripción/observación, de modo que pueda medirse, asimismo, en teoría posee axiomas; (ii) la distinción analítico-sintético, esto es, la distinción entre dos tipos de proposiciones: las proposiciones analíticas y las sintéticas. En general, las primeras son aquellas cuyo valor veritativo puede ser determinado en virtud del significado de los términos involucrados, mientras que las otras son aquellas que para determinar tal valor, requieren algún tipo de constatación empírica; (iii) el principio de verificación, el que afirma –en su forma más simple- que ninguna oración que haga referencia a una realidad que trascienda los límites de toda experiencia sensorial puede tener una significación cognitiva (13). El principio de verificación también reconoce la forma en que una ciencia positiva (a la Comte) se reconoce a sí misma como tal, es decir, con la aplicación de una ley que pueda medir los fenómenos que se estudian; (iv) La reductibilidad y el rol de la observación; (v) la unidad de la ciencia, que es lo mismo que aune y armonice los logros de los investigadores individuales en los distintos ámbitos de la ciencia. De esa aspiración se sigue el énfasis en el trabajo colectivo; de allí también la acentuación de lo aprehensible intersubjetivamente; de allí surge la búsqueda de un sistema de fórmulas neutral, de un simbolismo liberado de la escoria de los lenguajes históricamente dados; y de allí también, la búsqueda de un sistema total de conceptos (14).

Tras esas palabras, se desprende el poder liberador y unificador de la ciencia como máxima extensible a todo el ámbito epistémico en general que se mueve durante todo el siglo XX y que penetra en las distintas disciplinas que se pueden clasificar en la filosofía aplicada.

Luego a través de ello la ciencia ha ido escalando con sus pretensiones universalizadoras y mesiánicas para dar certeza a los individuos que desean dejar de preocuparse por la búsqueda de la verdad para dar cabida a aspectos en su vida que son de mayor relevancia, por ejemplo en las sociedades contemporáneas (o posmodernas si se quiere): la producción y el consumo (homo faber). Sin perjuicio que la ciencia a partir del perfeccionamiento de la técnica permite el progreso de las sociedades (o así lo entiende Comte con orden y progreso, también lema de la bandera del Brasil) y el aumento de la riqueza material, no proporciona tres importantes cosas: el encuentro de la diversidad legítima de más de una manera de responder correctamente a la interrogante, el florecimiento espiritual de cada sociedad y el fomento de la capacidad crítica que incoa algoritmos hacia la búsqueda de la verdad. El mesianismo de la ciencia nos dirá que no siempre tiene el saber en sí (el apodíctico), a veces, solo juega con una pretensión de saber (15).

 

NOTAS
(1) Este opúsculo se desarrolló también en un trabajo titulado Cientificismo, mesianismo y concepto de naturaleza del derecho efectuado en el marco de un proyecto sobre la Tradición analítica de la filosofía del derecho.
(2) Tzvetan Todorov, La Conquista de América. El problema del otro. (trad. Flora Botton) Madrid: Siglo XXI, 1998, pp. 23-40.
(3) M. E. Orellana Benado, “Tradiciones y concepciones en filosofía”, en Óscar Nudler (ed.). Filosofía de la Filosofía. Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, 31. Madrid: Trotta, 2010, pp. 49-78. Énfasis mío.
(4) A. J. Ayer, Lenguaje, verdad y lógica. (trad. Marcial Suárez) Barcelona: Ediciones Martínez Roca S.A., 1971; Círculo de Viena, “La Concepción Científica del mundo: El Círculo de Viena” (trad. Pablo Lorenzano), en: REDES (Revista de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología), Vol. 9, Nº18, pp. 103-150. Buenos Aires: Instituto de Estudios sobre la ciencia y la tecnología, Universidad Nacional de Quilmes, 2002. Stanford Enciclopedia of Philosophy, Viena Circle. <En línea> Consultado el 01 de enero de 2013. Disponible en la web: http://plato.stanford.edu/entries/vienna-circle/; Rafael Echeverría, El Búho de Minerva. Santiago, Chile: LOM ediciones, 2004, pp. 92-94.
(5) Tzvetan Todorov, El jardín imperfecto. Luces y sombras del pensamiento humanista. (trad. Enrique Folch) Barcelona: Paidós, 1998, p. 14. Cursivas mías.
(6) Ibíd., p. 16
(7) Ibíd., p. 42.
(8) Véase la utilización del concepto de mesianismo político en el contexto de las tres olas que bañaron a occidente en Tzvetan Todorov, Los enemigos íntimos de la democracia. (trad. Noemí Sobregués) Barcelona: Galaxia Gutemberg, 2012.
(9) El uso del concepto en Hannah Arendt, The Human Condition. Chicago: The University of Chicago Press, 1958, p. 126.
(10) Cfr. Tzvetan Todorov, Los enemigos íntimos de la democracia.
(11) Tzvetan Todorov, El jardín imperfecto. Luces y sombras del pensamiento humanista, pp. 43-44. Cursivas mías.
(12) Franca D’Agostini, Analíticos y continentales. Guía de la filosofía de los últimos treinta años. (trad. Mario Pérez Gutiérrez) Madrid: Cátedra, 2000, pp. p. 80.
(13) Avrum Stroll, La filosofía analítica del siglo XX. (trad. José Francisco Álvarez y Eduardo de Bustos) Madrid: Siglo XXI, 2002, p. 81.
(14) Círculo de Viena, “La Concepción Científica del mundo: El Círculo de Viena”, p. 112.
(15) Cfr. Carlos Pérez Soto, Sobre un concepto histórico de la ciencia. Santiago, Chile: LOM ediciones, 2008.
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[…] López PÉREZ, Nicolás. “Cientificismo y mesianismo: la otra cara de la ciencia moderna”, Febrero de 2013. Crítica.cl Consultado el 19 de junio de 2013. Disponible en la World Wide Web: http://critica.cl/filosofia/cientificismo-y-mesianismo-la-otra-cara-de-la-ciencia-moderna […]

Por Entendiendo pura y formalmente: el concepto renegado de universidad. | Hernán Montecinos el día 11/07/2013 a las 10:42. Responder #

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