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¿El amor es un sentimiento objetivo o subjetivo?

por Felipe Mujica
Artículo publicado el 21/05/2020

Resumen
En este escrito se discutirá en torno al sentimiento del amor desde una perspectiva filosófica, en concreto, sobre su carácter objetivo o subjetivo. En principio se expone la corriente intelectualista y afectiva de dicho sentimiento, para luego continuar reflexionar en función de esta última perspectiva. Los análisis realizados permiten concluir que el amor puede ser considerado un sentimiento objetivo y subjetivo a la vez, destacando nuestras limitaciones humanas para desvelar completamente su origen.

Palabras claves
afectividad, racionalismo, filosofía del amor, existencialismo, fenomenología.

 

No quieras ser vana, alma mía, ni ensordezcas el oído de tu corazón con el tumulto de tu vanidad. Oye también tú. El mismo Verbo clama que vuelvas, porque sólo hallarás lugar de descanso imperturbable donde el amor no es abandonado, si él no nos abandona (San Agustín, 1979, p. 173-174).

El amor, ¡oh gran sentimiento que inunda la existencia humana!, debemos reconocerle el mérito de haber puesto a meditar y reflexionar sobre su magnificencia a innumerables personas. Fruto de estas aproximaciones intelectuales a dicho bello sentimiento hemos de destacar dos grandes corrientes filosóficas que lo han interpretado. En primer lugar tenemos la corriente intelectualista o indo-helénica-cristiana del amor, es decir, que lo entiende como una consecuencia del conocimiento, un medio subsumido al siempre tan bien valorado juicio o razonamiento humano. Cabe destacar que esta corriente incluiría a importantes personalidades de la cultura oriental y occidental, por ejemplo, Buda (tradición hindú), Platón (tradición griega) y Tomás de Aquino (Tradición cristiana-escolástica). Buena parte de esta corriente es bien descrita por Scheler (2010), quien nos señaló lo siguiente:

Un amor de Dios como el griego, que saque al hombre de la comunidad en general y no le lleve a relaciones comunitarias con sus hermanos cada vez más profundas y abarcadoras, solo puede terminar consecuentemente en una montaña en la que el anacoreta solitario se desprende de todo vínculo humano. El principio indo-helénico de que el conocimiento funda el amor tiene por naturaleza esta fuerza aisladora. Y siempre que ¾como en la Iglesia oriental¾ el elemento griego-gnóstico tuvo preponderancia sobre la nueva estructura vivencial cristiana, se incrementó también de modo intrínsecamente necesario aquel anacoretismo, y el monacato se ha eximido más y más ¾como aún hoy el ortodoxo ruso¾ del servicio a la comunidad1 (p. 35).

Contrario a dicha perspectiva gnóstica del amor (Marina, 2005), encontramos la segunda corriente que, también fundada con raíces cristianas o en el mensaje de Jesús, antepone la existencia del amor a cualquier subjetividad humana, ya que su esencia sería divina, en otras palabras, sería otorgado por Dios a la humanidad (Mujica, 2020). Asimismo, en esta corriente se le otorga autonomía al amor como parte de la dimensión afectiva del ser humano, o sea, por ningún motivo es subsumido al intelecto humano o dotado de un carácter secundario en la espiritualidad de cada persona. En palabras de von Hildebrand (2009), se diría que “no puede existir ninguna duda sobre el hecho de que la afectividad es una realidad importante en la vida de la persona y que no puede ser subsumida en el intelecto o en la voluntad” (p. 58). Esta corriente filosófica tiene ilustres personalidades que la representan asociadas al existencialismo y a la fenomenología (Brentano, 1935, 2013; Kierkegaard, 2006; Ortega y Gasset, 2018; Scheler, 2001, 2005, 2008; Stein, 2004, 2006, 2007; von Hildebrand, 2006, 2009). En resumen, desde esta perspectiva existe claridad de que el amor es un sentimiento objetivo, o sea, que es independiente de cualquier subjetividad humana. Para que se entienda bien esta postura, diríamos que aunque ningún ser humano sea capaz de amar, el amor seguiría existiendo porque estaría presente en Dios. Considero que dicha postura tiene razón en otorgar un carácter objetivo al amor, sin embargo, tengo una objeción a ella que presentaré desde el siguiente párrafo.

Tenemos la premisa de que existe el amor que es de origen divino, pero, ¿ello prohíbe de que exista un amor que sea de origen subjetivo, o sea, que nazca de nuestra propia espiritualidad? Algún defensor del único amor objetivo dirá que todo lo que nace de nuestro espíritu antes ha nacido de Dios, pero eso anularía nuestra independencia como espíritus. A su vez, anularía la existencia de la subjetividad, que como bien dijo Frondizi (1968), si todo es objetivo, nada es objetivo. En este sentido, he de afirmar que, sabiendo que existe la subjetividad, nuestro espíritu existe con independencia de Dios. A propósito de la particularidad e independencia de nuestro espíritu, ¿existe algo más subjetivo que el propio espíritu del ser humano? No lo creo. Si esa independencia es absoluta o relativa, diría simplemente que no lo sé, pero sí que existe cierta independencia. De esa independencia espiritual, ¿es posible que emane el sentimiento de amor? Tengo la impresión de que sí es posible, sobre todo porque sabemos que el amor es creador y portador de lo bueno (Marina, 2005; Scheler, 2005) y el ser humano con su amor vive y crea lo bueno. Asimismo, en la línea de que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, hemos de tener un espíritu que emane amor al igual que Él. Precisamente, en las meditaciones cristianas y espíritas que se encuentran en Kardec (1987), se dijo lo siguiente que nos puede impulsar a legitimar la parte subjetiva del amor:

El amor resume toda la doctrina de Jesús, porque es el sentimiento por excelencia, y los sentimientos son los instintos elevados a la altura del progreso realizado. El hombre en su origen solo tiene instintos; más adelantado y corrompido, solo tiene sensaciones; pero instruido y purificado, tiene sentimientos; y el punto exquisito del sentimiento, es el amor; no el amor en el sentido vulgar de la palabra, sino en el sol interior, que condensa y reúne en su ardiente foco todas las aspiraciones y todas las revoluciones sobre-humanas.(…)
El amor es de esencia divina, y desde el primero hasta el último, poseéis en el fondo del corazón la chispa de ese fuego sagrado. He aquí un hecho que podéis haber observado muchas veces; el hombre más abyecto, más vil, más criminal, siente por un ser o por un objeto cualquiera, un afecto vivo y ardiente, sin que nada baste a disminuirlo, y que toma a menudo proporciones sublimes (p. 182-183).

Esa chispa que podríamos poseer en el corazón, que según el filósofo ítalo-alemán von Hildebrand (2009), es el centro espiritual de la afectividad, podría ser la fuente del sentimiento subjetivo del amor. Debo reconocer que también me inspiré para realizar este análisis en las intelecciones del filósofo danés Kierkegaard (2006), quien reconoció que la fuente primaria del amor estaría en Dios, pero, a su vez, destacó de la siguiente forma el misterio que se encuentra en dicho sublime y trascendental sentimiento:

¿De dónde procede el amor?, ¿dónde tiene su origen y su manantial?, ¿dónde se encuentra ese lugar, su paradero, de donde brota? Sí, este lugar está celado o se encuentra en lo celado. En lo más íntimo de un ser humano existe un lugar; de este lugar brota la vida del amor, porque <<del corazón brota la vida>> 2. Más este lugar no lo puedes ver; por mucho que te adentres, el origen se sustrae en la lejanía y la ocultación; y aunque te hubieses adentrado lo más posible, el origen estaría todavía como un poco más dentro, como acontece con el manantial de una fuente, que precisamente cuanto más cerca estás tú, más lejos se encuentra él. De este lugar brota el amor, por múltiples vías; pero por ninguna de estas vías lograrás adentrarte en su escondida génesis (Kierkegaard, 2006, p. 25).

De este modo nuestro filósofo existencialista nos expone el gran misterio del amor, su origen en el ser humano. Bajo la premisa de que la fuente del amor en las personas se encuentra encubierto, ni el mismo Kierkegaard pudo filosofar de forma exhaustiva sobre el amor como sí se han atrevido otros filósofos que lo sucedieron y fueron parte de la corriente fenomenológica. Sin embargo, Kierkegaard (2006) sí tuvo la convicción de que existe un amor que proviene de Dios, lo que respaldaría la teoría de la existencia de un sentimiento amoroso objetivo. Bien hizo dicho filósofo con dotar un sentido misterioso al amor, ya que seríamos muy orgullosos, ciegos o reduccionistas si pretendemos negar los límites de nuestra razón. Al respecto certeramente el filósofo y científico Pascal (1967) nos advirtió que “tenemos una incapacidad de probar, invencible para todo dogmatismo” (p. 71). Justamente en ese misterio del amor creo que corresponde permitirnos concebir una vía subjetiva y sentimental del amor.

Creo que no debemos olvidar que Jesús en ningún caso quiso alejar el amor del ser humano, por el contrario, sus palabras revelan un deseo de aproximarlo a todas las personas. De haber sabido que amar era algo que no dependía del ser humano, no tendría sentido haber instado, como lo hizo, a amar deliberadamente al prójimo y a Dios sin ninguna limitación de por medio. Menos tuvo la intención de presentar el amor como un tema problemático y necesario de ser necesariamente intelectualizado para su promoción en la vida humana. La intención fue principalmente orientada a la experiencia o práctica del amor. Y en su mensaje no encontramos frases dirigidas a pedir permiso a Dios para amar, sino que da por hecho de que cada persona de forma autónoma puede amar en función de su propia esencia humana. Por ello creo que el amor puede ser de esencia divina (objetiva) y humana (subjetiva).

Como consideraciones finales de este tema, he de decir que pienso que el amor es un sentimiento que con bastante claridad podemos atribuirle objetividad y con menor claridad, pero no menos pertinencia, podríamos atribuirle un carácter subjetivo. Es decir, que el amor podría brotar de Dios y también del propio espíritu humano.

Notas:
1. Cfr. el escrito Über östliches und westliches Christentum (en Gesammelte Werke VI). Esta nota es parte de la cita textual.
2. Proverbios 4, 23. Esta nota es parte de la cita textual.

 

Referencias Bibliográficas

Brentano, F. (1935). Psicología desde un punto de vista empírico. Madrid: Revista de Occidente.

Brentano, F. (2013). El origen del conocimiento moral. Madrid: Tecnos.

Frondizi, R. (1968). ¿Qué son los valores? (4ª ed.). México: Fondo de Cultura Económica.

Kardec, A. (1987). El evangelio según el espiritismo. Barcelona: Humanitas.

Kierkegaard, S. (2006). Las obras del amor. Meditaciones cristianas en forma de discursos. Salamanca: Sígueme.

Marina, J. A. (2005). Por qué soy cristiano. Barcelona: Anagrama.

Mujica, F. (2020). Educación ética basada en el amor. El valor moral de las emociones. Sevilla: Punto Rojo.

Ortega y Gasset, J. (2018). Estudios sobre el amor (17ª ed.). Madrid: Edaf.

Pascal. (1967). Pensamientos. Madrid: Espasa-Calpe.

San Agustín. (1979). Obras de San Agustín II. Las confesiones (7ª ed.). Madrid: Biblioteca de autores cristianos.

Scheler, M. (2001). Ética. Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético. Madrid: Caparrós.

Scheler, M. (2005). Esencia y formas de la simpatía. Sígueme: Salamanca.

Scheler, M. (2008). Ordo amoris. Madrid: Caparrós.

Scheler, M. (2010). Amor y conocimiento. Y otros escritos. Madrid: Palabra.

Stein, E. (2004). El problema de la empatía, Madrid: Trotta.

Stein, E. (2006). La mujer. Madrid: Palabra.

Stein, E. (2007). La estructura de la persona humana. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

Von Hildebrand, D. (2006). Moralidad y conocimiento ético de los valores. Madrid: Cristiandad.

Von Hildebrand, D. (2009). El corazón. Madrid: Palabra.

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Un comentario

No podemos olvidar que somos imagen y semejanza divina, pero jamás su esencia absoluta que nos impulsa hacia la objetividad del amor, cuya fuente emana única y exclusivamente de Dios.
Quienes nos acerquemos a Dios ineludiblemente reflejaremos ese amor objetivo en proporción a los niveles de acercamiento o distanciamiento en el que discurran nuestras vidas…

Por Luis Carlos Mendoza Castro el día 20/12/2024 a las 22:52. Responder #

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