EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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José Ortega y Gasset, pensador.

por Juan Granados
Artículo publicado el 04/04/2020

Resumen
Para este trabajo, me he propuesto responder a las preguntas: ¿qué significa que Ortega sea considerado como pensador?, ¿qué es un pensador?, ¿cuáles son sus características?, ¿cuáles sus reservas? A la luz de varios discípulos y amigos de Ortega –Julián Marías, José Gaos, Manuel García Morente– y de él mismo, plateo que un pensador es ese hombre que ha tomado el oficio de pensar, mas no de manera caprichosa e improvisada. Ortega escribió porque había pensado. Además de esto propongo tres razones para considerar a Ortega como pensador. El primero de ellos es la difusión cultural. Pensar no significa ensimismarse. Hace falta compartir lo pensado. La segunda característica es la oposición. No me refiero a la oposición del rebelde, sino a la oposición que viene como postura después de haber pensado. Un pensador se opondrá, sí, pero no a todo. Ortega se opuso al Idealismo alemán. La última característica es la espontaneidad. Ésta viene de la vida, en la que se piensa y que se piensa. Pensar no significa perderse en la “razón pura”, sino, más bien, atenerse a la propia circunstancia, a lo que primero se nos aparece, esto es, la vida. Y, ¿qué reservas podemos encontrar en Ortega, pensador? Las reservas de la dirección. Él se dirigió a españoles, porque consideró que su primera circunstancia, España, le obligaba a hacerlo. Otros más lo leyeron: franceses, alemanes, ingleses y mexicanos. La palabra, limitada, no alcanza para expresar todo lo que se piensa.

Palabras clave
difusión, oposición, espontaneidad, reserva

 

Abstract
For this work, I have proposed to answer the questions: what does it mean that Ortega is considered a thinker? What is a thinker? What are his characteristics? What are his reservations? In the light of several Ortega disciples and friends – Julian Marias, José Gaos, Manuel García Morente – and himself, I say that a thinker is that man who has taken up the job of thinking, but not in a capricious and improvised way. Ortega wrote because he had thought. In addition to this I propose three reasons to consider Ortega as a thinker. The first of them is cultural diffusion. Thinking does not mean being self-absorbed. It is necessary to share what was thought. The second characteristic is the opposition. I do not mean the opposition of the rebel, but the opposition that comes as a position after thinking. A thinker will oppose, yes, but not to everything. Ortega opposed German Idealism, for exemple. The last characteristic is spontaneity. It comes from life, in which one thinks and thinks. Thinking does not mean losing oneself in «pure reason», but rather, sticking to one’s own circumstances, to what first appears to us, that is, life. And what reservations can we find in Ortega, thinker? The management reservations. He turned to Spaniards, because he considered that his first circumstance, Spain, forced him to do so. Others read it: French, German, English and Mexican. The word, limited, is not enough to express everything that is thought.

Key words: Diffusion, Opposition, Spontaneity, Reserve

 

¿Por qué si las circunstancias son claramente más [de]terminantes que las estrellas no hay circunstanciólogos y sí astrólogos?
OSCAR DE LA BORBOLLA, Filosofía para inconformes.

 

Introducción
Según José Gaos “Los más altos pensadores de lengua española figuran entre los más altos escritores de la misma, como no lo hacen los más grandes pensadores de otras lenguas” (Gaos, 1945, pág. VI). José Ortega y Gasset, se estará de acuerdo, está incluido en la lista de los más altos pensadores y escritores de la lengua española. Con todo y las dificultades que implica tan ardua tarea quisiera, en este ensayo, responder a las preguntas: ¿qué significa que Ortega sea considerado como pensador?, ¿qué es un pensador?, ¿cuáles son sus características?, ¿cuáles sus reservas? Sin embargo, no creo que vaya a contestar de tal forma que no deje lugar a dudas. En primer lugar, trataré el asunto intentando dilucidarlo a partir de tres características que me han parecido adecuadas para responder a la pregunta antes dicha: 1) la espontaneidad, 2) la oposición y 3) la difusión de la cultura. En segundo lugar, hablaremos del habla para Ortega, asunto íntimamente ligado al anterior; para finalizar apuntalando uno de los propósitos más claros del filósofo español, europeizar a España.

Desarrollo
La primera característica que permite comenzar a contestar la pregunta planteada es, pues, la espontaneidad. Dos son las ironías (claves) que caracterizan a Europa: la cultura y la espontaneidad, acota Ortega. Sócrates descubrió la razón en las plazuelas de Atenas con lo que, si se puede decir así, fundó la cultura. Asimismo, descubrió la impenetrable identidad de las ideas, de los conceptos (Ortega y Gasset, 1983, pp. 107-115). Y esta es la primera ironía, ya que el mundo se muestra cambiante, al modo como lo concebía Heráclito. Con la identidad se crea otro mundo, el de la cultura; se quiebra al hombre, se rompe su espontaneidad. Pero, por más que se quiera, la razón pura no puede suplantar la vida. La vida es movimiento y es menester tomarla así. Ni natura ni res, ni espíritu, códigos de la identidad, del estatismo, pueden dar razón de la vida.
La otra ironía, la reinversión de la inventada por Sócrates, es la espontaneidad vital, la de la razón vital (Ortega y Gasset, 1945, pp. 85-91). La espontaneidad es

Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender. Es el deporte y el lujo del intelectual. Por eso su gesto gremial consiste en mirar al mundo con los ojos dilatados con extrañeza. Todo en el mundo es extraño y es maravilloso para unas pupilas bien abiertas. Esto, maravillarse, es la delicia vedada al futbolista, y que, en cambio, lleva al intelectual por el mundo en perpetua embriaguez de visionario. Su atributo son los ojos en pasmo. Por eso los antiguos dieron a Minerva la lechuza, el pájaro con los ojos siempre deslumbrados (Ortega y Gasset, 2000, pág. 75).

Para un idealista, en todos los sentidos que pueda tener la palabra, según entiendo, no puede darse la espontaneidad, pues todo queda ordenado y sujeto bajo la identidad de la idea, del concepto, del sueño, de la fantasía. Ya el viejo Aristóteles nos llamaba la atención sobre la sorpresa, sorpresa espontánea, sorpresa que viene de un afán natural del hombre por querer saber; sorpresa que lo enfrenta con el mundo, sorpresa que pone frente al hombre el mundo y viceversa. Y este poner de frente no es otra cosa que una oposición, un posicionarse de frente como si en cualquier momento se quisiese atacar o se esperase ser atacado.
He aquí la segunda característica, para continuar con la respuesta que nos impusimos desde un principio buscar.
Lo segundo a considerar, según el orden planteado, es el elemento de la oposición, necesaria cuando hace falta. Traigo a cuento dos ejemplos: Ortega se opuso a la consideración europea, en su época, sobre los Estados Unidos y, no de menos importancia y sí, quizás, de más, la oposición, ésta clara para los lectores de Ortega, por lo menos, al idealismo. En primer lugar, en algún momento, los Estados Unidos parecieron el paraíso terrenal. Los mexicanos lo entendemos bien. ¿Cuántos compatriotas buscan cruzar la frontera anualmente en busca de una mejor calidad de vida? Algo similar se pensó en tiempos del filósofo español. Se pensó que los norteamericanos habían alcanzado una organización perfecta, capaz de eliminar de una vez por todas las crisis. Ortega y Gasset, tajantemente, hizo ver, en su Prólogo para franceses, el craso error en el que se incurría, pues, según él, no se tomaban en cuenta ni la historia ni la humana condición (Ortega y Gasset, 2000, pp. 28-30). ¿Cuántas veces no se ha comparado el Impero Romano con Estados Unidos haciendo de este país un imperio? ¿Cuántas veces no hemos escuchado que todos los imperios caen tarde o temprano y que su caída les viene desde dentro? Pues esto mismo que repetimos cual habladurías o verdades de Perogrullo, apuntó Ortega, y con ello enfatizaba y recordaba que todo se mueve, todo cambia, que la vida es cambiante, que no hay estados permanentes ni presencias.
En segundo lugar, en la línea de los ejemplos de oposición, Ortega y Gasset fue a Alemania a estudiar el idealismo. Su estancia le permitió sumergirse, creer y arder en y con dicho movimiento. Lo que vino después fue la oposición, íntimamente ligada a la espontaneidad que trae consigo la sorpresa. En Alemania reinaba el estatismo. Los filósofos, según Ortega, se limitaban a leer a Kant e interpretarlo sin intentar salir de él (Ortega y Gasset, 1994, pp. 15-58). Pero algo no funcionaba, algo no andaba bien. La aparición de la fenomenología de Husserl daba los elementos primeros de oposición y cuestionamiento para desembocar en la superación del idealismo. Un grupo de estudiantes, entre ellos Ortega y Hartman, se lanzaron a pensar de nuevo –volviéndose primeros hombres en la filosofía. Para el primero el problema del idealismo había comenzado con René Descartes. Éste, huyendo de la escolástica, pero conservando la noción de sustancia, se convence de su yo, olvidando que es un objeto de pensamiento. Al menos así está registrado en la tradición filosófica que nos llega a través de los manuales de historia de la Filosofía (García Morente, 1992, pp. 15-34). Husserl mostró que entre el hombre y el mundo había una correlación y esa correlación es, dirá después Ortega, considerándola como lo más importante, la vida. La vida será el cimiento originario de la filosofía.
Con todo esto, ¿rompió por completo con Kant, con el idealismo, Ortega y Gasset? No. Quedó a la base, pero no como un sistema rígido de proposiciones, sino como un riguroso método de filosofar (Villegas-Escobar, 1983, pp. 104-116).
¿Por qué Ortega y Gasset fue a Alemania? La difusión de la cultura es la tercera característica propuesta para responder por qué a Ortega se lo puede considerar pensador. La obra de Ortega, de Ortega pensador, significa (a modo de lugar común) la incorporación del pensamiento español a la universalidad de la cultura después de haber perdido el rumbo con el krausismo. En esto estarían de acuerdo Manuel García Morente, Abelardo Villegas, Julián Marías y José Gaos. Éste señala a Giner de los Ríos como el máximo representante de dicha corriente (Gaos, 1945, pp. V-VX). Es decir, la preocupación de Ortega, preocupación pensada, era poner a España a la altura de los tiempos, difundiendo la cultura europea (educación, ciencia y filosofía).
Ortega y Gasset se dio cuenta que la filosofía predominante era –sólo predominante, como nos aclara Julián Marías– el idealismo alemán. En 1905 irá a Alemania a estudiar en las Universidades de Leipsig, Berlín y Marburgo. A su regreso aleccionará a sus discípulos sobre lo que significa pensar. Por eso dirá: “Al hombre intelectualmente responsable no le basta que su impresión sea impresión; esto es, reacción directa, auténtica, sincera, ante un objeto, sino que le exige la condición de ser completa respecto a ese objeto” (Ortega y Gasset, 1994, pág. 184).
Frente a esta consideración que pone la difusión de la cultura como característica de un pensador podemos encontrar oposición y reticencia. Si bien esto no es una apología, sí es un pensar sobre un pensador y su labor para con ello pensar mi circunstancia y la de muchos. ¿Cuántas veces no nos hemos quejado por la falta de educación, que no es otra cosa que la falta de cultura? ¿Cuántas veces no hemos renegado por la situación tan desfavorable en la que nos encontramos como Universidad, como Estado, como País? Quejas todas estas que tienen su razón, razón que da razón, pauta, para considerar como característica de pensador el difundir la cultura.
Con los tres elementos ya expuestos podemos entender mejor por qué Ortega es considerado pensador, podemos entender las consideraciones de Manuel García Morente. Un pensador es, nos dice este amigo y, en cierto sentido, discípulo de don José Ortega y Gasset (García Morente, 1992), un hombre que ha tomado el oficio de pensar, que se ha hecho a la mar del pensamiento. Y que al pensar se le presentan los problemas primarios de la vida y del ser, a los cuales busca poner en términos claros y describir con pulcritud lo que percibe interiormente (pensar claro, sin sombra; revitalizando conceptos). No obstante, esto no indica que improvise ni que escriba por casualidad o por capricho. Un pensador escribe porque ha pensado, y porque ha pensado es capaz de unir los temas, todos llegando a la raíz de donde salieron. Un pensador es un hombre que siente la embestida del mundo y espontáneamente se sorprende de él. Un pensador es hombre que se opone a las consideraciones simples, reduccionistas, a lo que se asume sin preguntar nada. Un pensador es quien asume su circunstancia e intenta cambiarla pensando. Y aunque sea calificado de ingenuo después de su muerte (Heidegger, 1956), no podemos sino reconocer, su labor, su pensar, pensar que se hace viviendo porque se vive para vivir. Vivir es lo primario y no se necesita maestro para ello.
En fin, pasemos ya a nuestro segundo asunto.

La vida es la correlación entre el hombre y el mundo, o como dirá Ortega y Gasset en esa su ya famosa fórmula, “yo soy yo y mis circunstancias” (Ortega y Gasset, 2005, pág. 77). Y la primera circunstancia tratada por Ortega será España por lo que, según dirá después, sus escritos estarán dirigidos a españoles. “Como casi todo lo que he escrito, nos dice, fueron escritas estas páginas [La rebelión de las masas] para unos cuantos españoles que el destino me había puesto enfrente” (Ortega y Gasset, 2000, pág.40). El que sus descripciones hayan llegado a otros sitios, a otros países, sólo demuestra la “actualidad” de su pensamiento, en ambos sentidos, en su momento y ahora. Actualidad reflejada en las mismas situaciones vividas en distintos países. Pero el que lleguen, se lleven, sus textos a otros lados crearán en Ortega una especie de angustia, de preocupación. Tanto en “El prólogo para alemanes” como en “El prólogo para franceses” hasta dirá lo mismo. En ambos prólogos cita una anécdota de Víctor Hugo. Éste, impasible, en una reunión importante de sociedad, a cada presentación contestaba con el personaje que consideraba propio, representativo, del país del presentado, como Cervantes para un español, como Shakespeare para un inglés. Sin embargo, cuando se le presentó el representante de Mesopotamia perdió la compostura un momento hasta recobrarla y decir con la misma naturalidad que el representante de Mesopotamia era el representante de la Humanidad. Ortega y Gasset, no se creía, capaz, ni creyó, haberlo hecho, escribir a la humanidad. El escribió para España, a españoles, nunca a todos. “Me importa, sin embargo, que no entre(n) en su lectura con ilusiones injustificadas” (Ortega y Gasset, 2000, pág. 39), señala Ortega y Gasset. Lo que me lleva a preguntar: ¿será posible que alemanes, franceses e ingleses entiendan lo que dice a españoles, si estos mismos no han entendido del todo, como según dice José Lasaga Medina ha sucedido con La rebelión de las masas que se le ha hecho pasar por un libro de política, por un libro de “recetas de cocina” para llevar a cabo tal o cual acción, lo cual es falso? Más bien, con más propiedad se podría decir y siguiendo al mismo autor, que es un libro de metafísica, que ha de describirse representándose los problemas, la vida, la vida del hombre perdido en la masa (Lasaga, 2004, pp. 127-143).
Hablar es una operación ilusoria como casi todo lo humano. Siempre hay un esfuerzo por declarar lo que se piensa, por declarar con cierta aproximación las cosas que nos pasan dentro, pero el lenguaje no lo consigue. Dice, más o menos, una parte de lo que pensamos, y pone una valla infranqueable a la transfusión del resto, sobre todo cuando los asuntos tratados son asuntos humanos. No se puede decir cuánto se piensa. El lenguaje es por esencia diálogo:

Por eso yo creo –nos dice el filósofo español– que un libro es bueno en la medida en nos trae un diálogo latente, en que sentimos que el autor sabe imaginar concretamente a su lector y éste percibe como si de entre las líneas saliese una mano ectoplásmica que palpa su persona, que quiere acariciarla, –o bien, muy cortésmente, darle un puñetazo […]La palabra es un sacramento de muy delicada administración (Ortega y Gasset, 2000, pág. 41).

Con todo, volviendo a nuestro asunto, Ortega pensador, y contrariándolo, podemos, como estamos haciendo ahora mismo, pensar en Ortega, pensar con Ortega nuestra situación. Quizás nosotros (mexicanos) tengamos una ventaja frente a los alemanes y frente a los franceses, y es que hablamos la lengua de nuestro filósofo, la lengua de Cervantes; circunstancia que nos acerca y nos ampara, pues, después de todo, y como nos dice Julián Marías, no es posible pensar Europa sin América (Marías, 2000, pp. 9-30), siendo las dos los lóbulos en los que vivimos: Occidente. También somos occidentales ¿En qué grado? Tocará decidirlo en otra ocasión, quedando esto como invitación para pensarlo.

Conclusión
Aunque cauteloso Ortega frente a sus lectores desconocidos y de otras nacionalidades–no olvidemos que todo libro es una carta, carta con remitentes insospechados– podemos reconocer, ya sin ninguna traba, que fue y sigue siendo ¬–pues aquí lo hemos hecho nuestro contemporáneo, lo hemos traído a nuestro tiempo– un pensador de gran talla. La difusión de la cultura, la oposición y la espontaneidad, además de todas las consecuencias apenas desveladas a lo largo de este discurso, nos lo han mostrado así. Todo tema caído en manos de Ortega se volvía interrogación, es decir, tema de investigación, tema del pensar.
Ortega y Gasset es ejemplo de una actividad intelectual, la de pensar. Se puede estar en desacuerdo con él, pero se puede hacer uso de él en tanto que nos enseña una forma de hacer filosofía, así como a él se la enseñó Kant.

Bibliografía
• Gaos, José (1945), “Prólogo” en Pensamiento español, México, SEP.
• García Morente, Manuel (1992), Estudios y ensayos, México, Porrúa.
• Heidegger, Martín “Encuentros con Ortega y Gasset” (Mayo de 1956), s/e. http://personales.ciudad.com.ar/M_Heidegger/ortega_y_gasset.htm
• Lasaga Medina, José (2004), “Minorías y masas en Ortega: ¿metafísica o política?” en Corral Basurto, Gabriel, Ensayos sobre filosofía contemporánea, Querétaro, UAQ-UAM, pp. 127-143.
• Marías, Julián (2000), “Introducción” en José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas, Madrid, Espasa Calpe (Colección Austral).
• Ortega y Gasset, José (1945), El tema de nuestro tiempo en José Gaos, Pensamiento español, México, SEP, pp. 85-91.
• Ortega y Gasset, José (1983), La historia como sistema en Villegas, Abelardo- Escobar, Gustavo (1983), Filosofía española e Hispanoamericana (Antología), México, Colección textos extemporáneos., pp. 107-115.
• Ortega y Gasset, José (1994), “Prólogo para alemanes” en Obras completas 8, Madrid, Alianza.
• Ortega y Gasset, José (1994), “Un rasgo de la vida alemana” en Obras completas 5, Madrid, Alianza.
• Ortega y Gasset, José (2000), La rebelión de las masas, Madrid, Espasa Calpe (Colección Austral).
• Ortega y Gasset, José (2005), Meditaciones del Quijote, Madrid, Cátedra.
• Villegas, Abelardo- Escobar, Gustavo (1983), “José Ortega y Gasset (1883-1955)” en Filosofía española e Hispanoamericana (Antología), México, Colección textos extemporáneos.
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