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Lectura de Derrida desde Ginette Michaud: psicoanálisis, literatura y deconstrucción.

por Freddy Puentes
Artículo publicado el 02/12/2015

La profesora y escritora canadiense Ginette Michaud, estudiando el principio no analizado de la autoridad de la literatura, “principio democrático” de esta institución ligada a la “idea moderna de democracia”, “inseparable de lo que surja de una democracia que advendrá” (Jacques Derrida), poder decir todo de la literatura, responsabilidad de lo imposible, cree que ésta “acercaría a la literatura y la práctica psicoanalítica hasta volverlas indiscernibles, y lo que sellaría también su relación política con la democracia”. Las reflexiones freudianas, puesto que se trata de pensar el porvenir, lo que adviene, de una relación entre “el psicoanálisis” y “la literatura”, todavía tienen influencia en “el interior de las categorías dependientes de la poética tradicional de los géneros”.

La “dimensión performativa de la letra”, “la transferencia de lectura”, el plegamiento a la “modalidad singular” del “como si” del arte o la ficción transforma a la literatura en una “cosa de pensamiento”, interpreta las obras de ficción, literatura o artes en general con las que trabaja, para hacer demostraciones o ponerlas a prueba, considera a la literatura como un campo de experimentación. El poder de la ficción o el arte, “creencia en lo imposible”, imposible compartido que es algo que no se puede ni asimilar, ni rechazar, ni interiorizar, ni “hacer prescribir”, sin asimilación ni subordinación, ni “aplicación”, lugar de experimentación o puesta a prueba, “más allá de toda prueba”, le interesa a Michaud, quien afirma que Freud, al privilegiar “una concepción mimética del arte”, al “desconocer el arte no representativo” o no constatativo, ha subestimado y desconocido de ese modo su “dimensión performativa”, idea contraintuitiva de literatura de Derrida comprometida con la teoría de las manifestaciones performativas cuando, conservando la herencia, interroga las categorías husserlianas de “noético” y “noemático”, saber y poder del arte, “allí donde el poder performativo actúa y produce siempre por caminos que son a la vez racionales, técnicos y mágicos. El efecto efectivo y afectivo de un performativo es siempre de apariencia mágica. Opera siempre como por encantamiento”.

Como es bien sabido las obras de arte (“Edipo rey”, “Hamlet”, la “Gradiva”, el “Moisés” y otras) que le atraen a Freud “responden a una concepción restringida de la obra como representación mimética”, concepto inconsecuente del arte como “ ilusión” “que produce efectos de afecto”. En la obra de arte “el sujeto es conmovido por la belleza sublimada del deseo, el deseo de la belleza sublime”, fueron filósofos como Jean-Francois Lyotard y Jean-Luc Nancy, como observa rigurosamente Michaud, quienes llevaron “más allá” la reflexión freudiana al observar el “despojamiento en lo sublime” de la sublimación “que tiene lugar en la obra de arte”.

Si la gran pregunta biográfica, autobiográfica o existencia, según Derrida respondiendo a Maurizio Ferraris, es aquella que “provoca el desplazamiento de las categorías” ahí donde se piensa la biografía, la autobiografía, las memorias, “irreductibilidad del quién al qué“, desplazamiento metonímico en donde el quién se sustrae, pregunta por el Quién, en su forma nietzscheana, kierkegaardiana, blanchotiana, entonces el psicoanálisis de hoy en día encuentra en esas ficciones, donde “siempre será imposible decidir quién habla en ese “ yo“, “hilos de pensamiento” cortados por Freud que tienen que ver con “el animismo o la magia, la telepatía, el narcisismo, lo espectral, el fantasma que sobrevive” y que, gracias a este pensamiento de la alteración, que cuestiona la diferencia tradicional entre “naturaleza” e “institución”, “naturaleza” e “historia” —donde “no se trata de contrarios que se oponen”, sino de una “constante alteración recíproca”, “ alteración sin oposición”, “contradicción no dialectizable” (René Major)— ,observaciones incorporadas en el psicoanálisis por las obras singulares de Derrida, preguntas imposibles,”cuya respuesta no puede mirarse de frente”, figura de lo oblicuo.

La estructura del secreto lo comparten la deconstrucción y el psicoanálisis, la deconstrucción le hace al psicoanálisis preguntas políticas y éticas, responsabilidad “ante cierta ética de la lectura o de la escritura”, responsabilidad de alguien, ante alguien esta “dimensión de ficción o de fábula de lo analítico”(Michel Lisse) toca esta estructura citada. Este encuentro entre psicoanálisis y deconstrucción “deberá tener lugar un día”, no será únicamente conceptual o teórico , sino que se dará “por las preguntas que sea capaz de plantear acerca de la auto o heterobiografía, la diferencia sexual, las relaciones indeterminadas entre lo literal y lo figurado, que conciernen más directamente a la experiencia analítica y su interpretación”. Los estudios de Derrida, indica Michaux, “sobre la escritura autobiotanatográfica”, “literatura como ficción verdadera”, como secreto al mismo tiempo guardado y expuesto,”se encuentra en gran proximidad con el psicoanálisis, y quizá más todavía porque no lo nombra como tal”, preocupación de este pensador postcolonial , perteneciente a una familia judía de origen español, por lo que llama Michaux “escenas primordiales” o “primitivas del lenguaje”: la promesa, el perdón, el perjurio, el don, la mentira, el testimonio.

Según indica Michaud hace falta en los estudios contemporáneos sobre la tradición psicoanalítica “tomarse tiempo” para interrogar, no adelantarse en “creer saber lo que es y lo que significa” la represión, la negación, la sublimación, el narcisismo. Según Michaud, citando a Shoshana Felman, si no hay “fronteras naturales entre la literatura y el psicoanálisis que los definan y distingan claramente” quiere decir que “cada uno está contenido en el otro como su alteridad –de-sí, su inconsciente”.

Freddy Puentes, Puerto Limón, Putumayo
Sábado 21 de noviembre del 2015
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