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Ser múltiple. Friedrich Nietzsche y Bernard Lahire para pensar de otra manera el individuo.

por Alejandro Chuca
Artículo publicado el 26/05/2015

Estamos formados de retazos, y somos de contextura tan informe y diversa,
que en cada momento cada pieza juega a su modo,
habiendo tanta diferencia de nosotros a nosotros mismos como de nosotros a los otros.
Montaigne.

 

La sociología desde su fundación se estableció como una ciencia crítica de la noción de subjetividad propia de la filosofía moderna que inauguró Descartes. Desde sus comienzos la sociología dio cuenta de que el sujeto está influenciado y/o determinado por fuerzas que exceden su control y conciencia. A diferencia del modo en que tanto Descartes (el cogito) como la economía política de Smith o Ricardo (la robinsonadas, como diría Marx) o la filosofía política de Hobbes (la idea del contrato social) pensaron el sujeto, la sociología construye sus fundamentos dando cuenta que los sujetos no son átomos aislados que en una etapa posterior se enlazan con los otros sujetos. Sino que estos permanecen siempre vinculados y abiertos a los demás y su contexto de formación.

La sociología surgió (y permanece aún) como el discurso que pone en un lugar central la eficacia del otro en la constitución de cualquier sujeto. Este postulado no es discutido por los sociólogos clásicos. Pero lo que sí establece un debate es qué es eso “otro” que desde una “exterioridad” determina y crea a los sujetos del modo en que estos son. Marx coloco en ese lugar, por nombrar rápidamente, a los medios de producción y a la ideología, Durkheim a la religión y la sociedad como un todo y Weber a la religión en tanto ética ya vaciada de religiosidad.

Nietzsche y el cuerpo como multiplicidad.
Si bien son de estilos distintos, la crítica de Nietzsche a la metafísica occidental y fundamentalmente a la noción de sujeto cartesiano, mantiene más similitudes que diferencias con la crítica realizada por la sociología al pensamiento atomista de lo social. Nietzsche fue quien para llevar adelante la crítica al cogito cartesiano postuló, en tanto nueva ficción, la idea de invertir el lugar privilegiado del alma por sobre el cuerpo. De ese modo Nietzsche lograba colocar al cuerpo, de manera provisoria, en el lugar de nuevo fundamento filosófico, para poder criticar las nociones de alma y razón que primaban en el “yo” cartesiano. Si bien la intención central de la filosofía de Nietzsche era criticar el lugar del fundamento, y no establecer uno nuevo más verdadero u original que el anterior, el movimiento de colocar al cuerpo momentáneamente en la centralidad del pensamiento sobre la subjetividad le permitió dar cuenta de por lo menos dos puntos centrales antes ignorados:

1. La ficción del concepto de cuerpo que construye Nietzsche se contrapone a la noción de conciencia del cogito. El cogito establecía que la conciencia racional del sujeto era capaz de dar cuenta de todos los fenómenos y afecciones que ocurrían en el cuerpo y el pensamiento de un sujeto. De tal modo que cualquier acción que ejecutase el propio sujeto, lo colocaba como responsable, ya que el “yo” consciente era la causa de toda acción. Acompañado y ayudado por la gramática, el sujeto siempre precedería a las acciones y es el quien las llevaría adelante, agregándole la capacidad de poder controlar tanto su realidad interna como externa de modo transparente. Pero la noción de cuerpo de Nietzsche, como nueva ficción que remplaza (momentáneamente) al “yo”, oscurece la claridad de la conciencia del sujeto moderno. El cuerpo se convierte en algo que “piensa” y “quiere” por sobre el “yo”, en donde ya no es el “yo” el que piensa o quiere, como en Descartes o Schopenhauer respectivamente, sino que es el cuerpo en tanto fuerza que excede el control consciente y racional del sujeto. De este modo el sujeto es algo más que lo que bajo su control se encuentra (1).

2. Por otro lado, la noción de cuerpo llevó a Nietzsche a pensar al sujeto formado por una multiplicidad de fuerzas que lo constituyen. El “yo” ya no está conformado por una unidad cerrada propia del sujeto moderno. El cuerpo es pensado como el lugar de reunión de una multiplicidad de fuerzas, que no conviven en armonía y coherencia sistemática como en el sujeto moderno, sino que prevalece el desorden e incluso la contradicción de las fuerzas que lo integran. De este modo el sujeto es más bien un dividuum (2), una multiplicidad dividida unida solo por la ficciones propias de la razón, que un individuo, constituido por una unidad única, clara y coherente en sí misma (3).

De estos dos puntos, nos parece que sobre el primero la sociología clásica ha podido dar cuenta y fue siempre crítica de la noción cartesiana del “yo”. Y desde sus comienzos construyo un discurso en donde lo no controlado por la conciencia del sujeto así también como las fuerzas contextuales tienen un lugar fundamental en la formación de los sujetos sociales.

Pero lo que aquí nos interesa fundamentalmente es el segundo punto que hemos descripto, para observar si la sociología fue o no crítica con la noción de unidad, coherencia e individualidad en tanto singularidad que forma a los sujetos.

Es el mismo Nietzsche quien define al cuerpo como “una construcción social de muchas almas” (4) (5) evidenciando que el cuerpo, (usado como sinónimo de sujeto, de yo, de alma), está formado por las relaciones sociales de un conjunto de almas que lo hacen ser lo que es.

Las preguntas que nos surgen aquí (y queremos preguntarnos de manera sociológica partiendo desde estas ideas filosóficas) son: ¿En dicho proceso de construcción social de un cuerpo, en tanto conjunto de almas, este se encuentra expuesto y conformado por estímulos sociales homogéneos o heterogéneos? ¿Son todas las experiencias que vive un sujeto coherentes y similares de tal forma que surge de ese colectivo de almas una identidad sin contradicciones y armoniosa? ¿O un sujeto está formado por experiencias heterogéneas y contradictorias que deben cohabitar de alguna manera en el mismo cuerpo?

Bernard Lahire: lo singular es plural.
Bernard Lahire, sociólogo francés, ha comenzado a pensar la sociología desde otro punto de vista. Lahire piensa que es posible aprender lo social desde un individuo singular y que ese, además de los colectivos clásicamente estudiados, puede ser el objeto de la sociología. ¿Por qué un individuo puede ser objeto de la sociología y no se debe reducir, por ejemplo, a la psicología?

Estudiar lo social individualizado, es decir, lo social refractado en un cuerpo individual que tiene como particularidad traspasar instituciones, grupos, escenas, campos de fuerza y de luchas diferentes, es estudiar la realidad social bajo su forma incorporada, interiorizada (6).

Para Lahire la constitución de un individuo es el resultado de las interacciones sociales que lo conformaron, es decir la forma en que ese cuerpo interioriza las experiencias diversas que atravesó y lo atravesaron. En este sentido, de la misma forma que afirma Nietzsche, el cuerpo es una construcción social de muchas almas. Y es justamente en ese cuerpo en donde uno puede hallar “lo social” (suponiendo que algo así existe) manifestándose e interiorizado en un sujeto.

Igualmente esto no conforma una novedad. La sociología desde sus inicios ha dado cuenta de que la socialización a las que el sujeto se ve expuesto lo forma de la forma en la que es y que a su vez la forma de ser que asume se debe a su vivencia social. Pero lo que preocupa a Lahire y lo distingue es pensar como las experiencias sociales, observadas como experiencias heterogéneas, constituyen un individuo, para pensar efectivamente si ese individuo se conforma como una unidad homogénea o heterogénea.

Un sujeto asume, para el autor, disposiciones que son producto de su socialización constante. Una disposición es definida como el pasado vivido e incorporado que se convierte en modo de vida y produce hábitos, pensamientos, sentimientos particulares en un individuo. Cada lugar en donde el sujeto vive y experimenta su socialización, termina siendo formador de sus disposiciones y lo hacen ser como es.

El problema radica en que un sujeto atraviesa inevitablemente múltiples contextos y situaciones diferentes e incluso contradictoras en donde es socializado, no solo al comienzo de su vida, sino de forma constante durante el transcurso de su existencia. Pero Lahire no da por sentado que las experiencias que vive un sujeto sean heterogéneas de forma a priori, sino que considera que las experiencias modernas que vivimos son heterogéneas ya que cada sujeto debe asumir y atravesar diferentes roles dependiendo en la esfera de actividad social que se encuentre, en el marco de una sociedad capitalista sumamente diferenciada.

De este modo la pregunta central que se realiza es: si atravesamos continuamente distintas situaciones y encarnamos distintos roles ¿Cómo conviven en nuestro cuerpo toda esa heterogeneidad como para que pensemos que somos en tanto sujetos una unidad homogénea y coherente con nosotros mismos?

A diferencia de Pierre Bourdieu, de quien quiere desmarcarse, Lahire piensa que cada sujeto tiene múltiples habitus que conviven en él, mientras que Bourdieu, marca Lahire, solo ha pensado al “habitus” de manera singular y coherente para cada sujeto. De tal modo que cada uno de nosotros tan solo tiene un habitus que lo hace ser como es (“el habitus de intelectual”, “el habitus de músico”, “el habitus de deportista”, etc.). Lahire remplaza el concepto de “habitus” por el de “disposiciones”, y mantiene el sentido y el contenido del concepto, pero lo pluraliza. Ya que él piensa que la constitución de un sujeto es múltiple, diversa e heterogénea, ya que nuestro modo de vida moderno nos produce de ese modo.

El individuo como producto complejo de diversos procesos de socialización, obliga a ver la pluralidad interna del individuo: lo singular es necesariamente plural. La coherencia y la homogeneidad de las disposiciones individuales consideradas por las sociologías en la escala de grupos o de instituciones se transforma en una visión más compleja del individuo menos unificado y portador de hábitos (esquemas o disposiciones) heterogéneos y, en ciertos casos, contradictorios (7).

Para Lahire el error de la sociología ha sido ver a los individuos a través de los grupos que conforman e igualarlos a todos presuponiendo que la totalidad de los individuos asumen esa disposición grupal de la misma forma. Lahire piensa que un individuo es mucho más que el grupo que conforma y que el grupo que forma solo explica ciertas dimensiones de una multiplicidad mayor. De este modo, así como también lo pensó Gabriel Tarde, la parte es mayor que el todo y su complejidad suele ser mayor. Es decir, que la realidad social vive y se evidencia mejor en su complejidad en la combinación incoherente, contradictoria o hasta incluso caótica que refleja la vida de un sujeto, entendido como una pluralidad de experiencias diversas. Lo cual habilita, como propone el autor, a ver lo social a través de lo individual y atender a lo singular como plural, a lo singular como construcción social de muchas almas que conviven en un individuo.

Lahire, como gran parte de la sociología, no se encuentra, por lo menos directamente, influenciado por Nietzsche. Quien básicamente ha sido un pensador poco considerado por el discurso sociológico. Sin ir más lejos, Lahire no hace referencia a Nietzsche en ningún momento en el texto que relatamos, pero sí hace referencia a las sociologías posmodernas.

Ciertas sociologías posmodernas, invirtiendo la perspectiva, parecen al contrario deleitarse con la idea de dispersión, de división, de fragmentación o de diseminación infinitas del actor. Ahora bien, no se trata de resolver de una vez por todas, a priori, la cuestión (del grado) de la unicidad o de la pluralidad del actor individual, sino de preguntarse cuáles son así condiciones socio-históricas que hacen posible la producción de un actor plural o de un actor caracterizado por una profunda unicidad (8).

Esas “ciertas sociologías posmodernas” generalmente recuperan a Nietzsche para constituirse. Pero como vimos anteriormente, la intención de Nietzsche no fue la de renovar el fundamento y correr lo uno y fijo por lo múltiple y lo cambiante, sino poner directamente en cuestión la necesidad de pensar a partir de fundamentos. Lahire está de acuerdo con esto, aunque no haga referencia a Nietzsche, y sostiene que el grado de unidad o multiplicidad que hay en la personalidad constituida de un individuo depende de los procesos de socialización que haya vivido, y no de una ontología de lo múltiple decidida a priori. Para entender a un individuo y sus múltiples disposiciones hace falta hacer una investigación empírica de cuáles fueron las experiencias que atravesó ese sujeto y como fue conformando su personalidad.

Para concluir, lo que es interesante remarcar es la posibilidad de pensar o repensar, mejor dicho, a la sociología desde un punto de vista nietzscheano. Lahire, intentamos mostrar, da cuenta de la posibilidad de empezar a pensar al individuo como dividuum y poder asumir la responsabilidad sociológica de pensar el sujeto desde lo sociológico y no solo desde la filosofía o la psicología. Entender al cuerpo como “una construcción social de muchas almas” en donde esas almas, en tanto sujetos diversos de nuestras sociedades diferenciadas, entran en contradicción y conflicto, en crisis y paradojas, sin que eso se convierta en imposibilidades conceptuales. Pero considerando siempre que la unidad o multiplicidad no es una cuestión derivada de los fundamentos del pensar, sino siempre un devenir de los procesos sociales que habilitan o clausuran ciertas ficciones como útiles a la hora de pensar la subjetividad moderna.

Notas

(1) F. Nietzsche. Más allá del bien y del mal, Buenos Aires, Alianza, pp. 36- 38. §16 y§17.
(2) F. Nietzsche. Humano demasiado humano. Madrid, Akal. §57.
(3) F. Nietzsche. Más allá del bien y del mal, Buenos Aires, Alianza, §19.
(4) F. Nietzsche. Más allá del bien y del mal, Buenos Aires, Alianza, §19
(5) Si bien en la traducción de Sanchez Pascual de la Editorial Alianza el término del alemán “Gesellschaftsbau” aparece traducido como “estructura social”, preferimos utilizar una traducción propia y traducirlo como “construcción social”. Término que nos parece más apropiado ya que el sustantivo “Bau” se vincula directamente con el verbo “bauen”. Además principalmente evita el uso de la palabra “estructura” que puede llegar a asumir otros sentidos filosóficos y sociológicos erróneos en relación a la filosofía de Nietzsche. La noción de “construcción” puede reflejar mejor una idea de continuidad que el término “estructura” no expresa como tal.
(6) Lahire, B. De la teoría del habitus a una sociología psicológica, pp. 80. CPU-e, Revista de Investigación Educativa, 14. Recuperado de http://www.uv.mx/cpue/num14/inves/lahire_teoría_habitus.html
(7) Lahire, B. De la teoría del habitus a una sociología psicológica, ed. cit., pp. 92.
(8) Lahire, B. De la teoría del habitus a una sociología psicológica, Ed. cit., pp. 93.

 

Bibliografía

–       Cragnolini, M. Moradas Nietzscheanas. Del sí mismo, del otro y del “entre”. Buenos Aires, Ediciones La Cebra, 2006.
–       Lahire, B. El hombre plural. Barcelona, Edicions Bellaterra, 2004.
–       Lahire, B. De la teoría del habitus a una sociología psicológica, CPU-e, Revista de Investigación Educativa, 14. http://www.uv.mx/cpue/num14/inves/lahire_teoría_habitus.html. (Fecha de consulta 18 de agosto de 2014).
–       Nietzsche, F. Humano demasiado humano. Madrid, Akal. 2003.
–       Nietzsche, F. Más allá del bien y del mal. Buenos Aires, Editorial Alianza, 2007.
–       Nietzsche, F. Así habló Zaratustra. Editorial Alianza, 2007.
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