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Sobre el respeto para aproximarse a Dios: entre el pensamiento, la realidad y la experiencia religiosa.

por Felipe Mujica
Artículo publicado el 17/03/2020

Resumen
La existencia y ausencia de Dios es un tema que ha suscitado grandes reflexiones, y discusiones, filosóficas y teológicas por milenios en occidente. En este escrito se abordará el mismo tema pero desde las ideas que han promovido el respeto ante semejante desafío. En concreto, considerando que hay muchas interpretaciones de Dios, se reflexionará en torno al Dios del cristianismo y las diversas posibilidades de aproximación.

Palabras claves
filosofía cristiana, ética, espiritualidad, racionalidad, existencia.

 

 

Introducción
“Las pruebas metafísicas de Dios están alejadas del razonamiento de los hombres y son tan embrolladas que impresionan poco. Y aun cuando ello sirviera para algunos, no serviría sino en el instante de la demostración, pero una hora después tienen miedo de haberse equivocado” (Pascal, 1967, p. 89).

La idea que sostiene la existencia de Dios no ha muerto para muchas personas, pero, como bien anticipó Scheler (2010), se ha ido actualizando en función de las diversas nuevas interpretaciones sobre su significado, y naturaleza. Sin duda que algunas significados en torno a Dios se han desechado por no satisfacer la crítica razonada de quien se han esforzado por dilucidar el tema y han reconocido errores insostenibles, aunque, como veremos más adelante, es común apreciar una frágil aceptación de las limitaciones humanas y, por ende, también una soberbia que niega ideas solo con aparentes errores. Es probable que para las personas que se aproximan a la idea de Dios por la vía teológica hayan tenido menos actualizaciones o modificaciones ideológicas que los que se aproximan por la vía filosófica, aunque es cierto que hay quienes se aproximan por ambas vías. En este breve ensayo el principal énfasis será la importancia, planteado por el filósofo de Múnich, de aproximarse con respeto, y pudor, a Dios.

Con base en lo mencionado anteriormente, este escrito tiene por objetivo exponer, y reflexionar, diferentes argumentos que promueven el respeto que la humanidad debe tener al momento de aproximarse a Dios. A su vez, sobre las lamentables consecuencias que se producen por la falta de dicho respeto.

Limitaciones humanas, respeto y aproximación a Dios
Que el ser humano tiene limitaciones, o es impotente, para comprender en términos absolutos la realidad (Basave, 1963; Kardec, 2011; Pascal, 1967; Zubiri, 1955), no debería haber mayor duda. Algunas de las limitaciones humanas, explicadas según la compleja y profunda mirada de Kierkegaard (1982), se asociarían a la angustia presente en la existencia humana. Aquello explica la importancia de la ciencia, la filosofía y la teología para aproximarse a algunas de las preguntas más complicadas de la existencia humana y no humana. Entre algunas de esas preguntas, que, probablemente, como espíritus encarnados nunca podremos contestar con absoluta certeza, se encontrarían las siguientes: ¿Por qué hemos nacido? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Por qué somos diferentes a los otros animales? ¿Cuál es el sentido de la vida de los otros animales? ¿Cuál es la primera causa del universo? ¿Qué hay después de la muerte? ¿Hay vida superior al ser humano? Etc. En el marco de estas, y muchas otras, interrogantes, en la historia de la humanidad se han dado múltiples respuestas y se han generado diversas doctrinas en torno a ellas. Una de esas doctrinas, que tendrá un papel central en este escrito, es la cristiana, la cual ha resuelto, desde la perspectiva filosófica y teológica, las preguntas más existenciales apelando a un Dios creador del universo y, por supuesto, del ser humano (Basave, 1963; Stein, 2007; Zubiri, 1955, 1985).

En la tradición cristiana, notablemente influyente en la configuración de la cultura intelectual y ética de occidente (Ferrer, 2002; Mari, 2014; Maritain, 2008), dicho ser sobrenatural se encontraría oculto (Scheler, 2010), lo cual explicaría tantas formas distintas para explicar sus cualidades. Frente a dicha dificultad, por el ocultamiento de Dios, nuestro filósofo alemán nos indica, de alguna forma, que se ha pecado de una hipertrofia racional y una hipotrofia racional. Es decir, de una excesiva aproximación por la vía intelectual y de una excesiva aproximación por la vía de la experiencia, lo cual respondería a una falta de respeto, y pudor, frente a un tema tan complejo y profundo. Scheler (2010) lo expresa así:

“El Dios que adoran los cristianos es Deus absconditus. Está <<escondido>>; y justo ese ocultamiento suyo, ese eterno desbordarse suyo sobre el campo visual de la adoración -incluso del más santo y devoto-, esa infinita y sentida distancia de la extensión de Dios más allá del horizonte de nuestra adoración y de nuestra oración es incluso otro fenómeno que susurra misteriosamente en torno a su rostro vuelto hacia nosotros. Esto lo olvidan los racionalistas con tanta frecuencia como los místicos. Ambos tienen una manera demasiado rápida para arrimarse a Dios: aquellos, con los conceptos con los que lo anatomizan; estos, con el sentimiento con que Dios parece hincharles el pecho. A los dos les falta el respeto, esto es, aquella actitud en la cual incluso el ocultamiento mismo de Dios se hace perceptible” (Scheler, 2010, p. 141).

Quien también filosofó sobre la abusiva teorización en torno a Dios fue Marina (2005), quien la denominó, en términos generales, “interpretación <<gnóstica>> de la experiencia cristiana” (p. 77). Muchas de esas interpretaciones, que, a simple vista, podrían ser catalogadas como muy respetuosas, han establecido a lo largo de la historia una serie de restricciones, y reduccionismos conceptuales, a la humanidad, basándose en sus sistemas ideológicos que con el tiempo se han ido reconociendo como relativamente absurdos. Scheler (2010) planteó que diferentes intentos abusivos de explicar a Dios fueron sumamente irresponsables y provocaron una asfixia del ámbito espiritual, dificultando la ineludible conexión del ser humano con lo más profundo de su esencia espiritual. Por ello, “el respeto es la única y necesaria actitud del ánimo la que estos <<hilos que se adentran en lo invisible>> alcanzan visibilidad espiritual” (Scheler, 2010, p. 142).
Desde la perspectiva del filósofo de Múnich, que, por cierto, yo también comparto, aproximarse a Dios no sería esencialmente algo problemático, sino que aproximarse desde una actitud irrespetuosa, que podríamos estar fundada en conflictos de intereses o soberbia intelectual. Un antecedente interesante sobre este tema es el que plantea la doctrina espiritista que, en su obra El libro de los espíritus, Kardec (2011) señaló, a partir de la revelación espiritual en que fue testigo, que las limitaciones humanas no le permitirán profundizar la naturaleza última de Dios, de modo que sería una pérdida de tiempo elaborar sistemas exhaustivos sobre el tema. En concreto, dicha advertencia fue la siguiente:

“Dios existe; no podéis dudarlo; eso es lo esencial. Creedme, no vayáis más allá. No os extraviéis en un laberinto del que no podríais salir. Eso no os haría mejores, sino tal vez un poco más orgullosos, porque creeríais saber y en realidad no sabríais nada. Dejad a un lado, pues, todos esos sistemas. Tenéis suficientes cosas que os incumben más directamente, comenzando por vosotros mismos. Estudiad vuestras propias imperfecciones a fin de deshaceros de ellas. Eso os resultará más útil que querer penetrar lo impenetrable” (Kardec, 2011, p. 78).

Retomando las reflexiones de Scheler (2010), podríamos preguntarnos, ¿cuándo una persona sería irrespetuosa en la aproximación a Dios? Tal vez, cuando se cae en absurdos en torno al tema. Pero, ¿cómo saber que hay un absurdo ante un tema que nos ofrece tanta amplitud para que nuestro pensamiento divague? Algunas ideas son más fáciles de reconocer por su clara contradicción con la evidencia científica y, porque no, filosófica, sin embargo, en otras ideas que no hay mayor claridad es más difícil saberlo. Personalmente, pienso que una actitud irrespetuosa sería cualquier intento de lograr una concepción exhaustiva en torno al tema, al estilo de varias doctrinas filosóficas y religiosas (cristianas y no cristianas). En este sentido, se percibe que no es ningún problema aproximarse a Dios por medio de reflexiones filosóficas, teológicas e incluso científicas, del mismo modo, no sería un problema aproximarse desde la experiencia íntima, privada y religiosa. El gran problema sería que esa aproximación ignore las limitaciones humanas y pretenda haber descubierto totalmente las verdades más esenciales y profundas de nuestra existencia, o sea, para muchos, de Dios. Es decir, un acercamiento sin mayores pruebas y con una buena dosis de intereses de todo tipo, lo cual también podría incluir, en el caso de los menos interesados en beneficiarse de aquellas ideas, buena parte de soberbia.

 

Referencias bibliográficas
Basave, A. (1963). Filosofía del Hombre. México, D. F: Espasa-Calpe.
Ferrer, U. (2002). ¿Qué significa ser persona? Madrid: Palabra.
Kardec, A. (2011). El libro de los espíritus (2ª ed.). Brasilia: Consejo Espírita Internacional.
Kierkegaard. (1982). El concepto de la angustia. Madrid: Espasa-Calpe.
Mari, G. (2014). La aportación del concepto de <<persona>> a la educación intercultural. Revista Española de Pedagogía, 72(258), 299-313.
Marina, J. A. (2005). Por qué soy cristiano. Barcelona: Anagrama.
Maritain, J. (2008). La educación en la encrucijada. Madrid: Palabra.
Pascal. (1967). Pensamientos. Madrid: Espasa-Calpe.
Scheler, M. (2010). Amor y conocimiento y otros escritos. Madrid: Palabra.
Stein, E. (2007). La estructura de la persona humana. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Zubiri, X. (1955). Naturaleza, historia, Dios. Madrid: Nacional.
Zubiri, X. (1985). El hombre y Dios. Madrid: Alianza.
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Un comentario

Al leer el texto encuentro dos planteamientos dispares: al inicio, la aceptación de una idea de dios ligada a la tradición judeo cristiana, y al final la aceptación de la ignorancia humana en temas teológicos.
Una verdad de Perogrullo es que las diferentes ideas de dios han surgido de diferentes maneras y, como nadie puede separar por completo sus ideas de sus sentimientos, hay ocasiones en las que la idea de dios surge por sentimientos de miedo, por pereza al pensar y copiar de otros, por ánimo de poder para dominar a otros, por temor a la muerte, etc., etc.
Decir que la tradición cristiana “ha resuelto, desde la perspectiva filosófica y teológica, las preguntas más existenciales apelando a un Dios creador del universo y, por supuesto, del ser humano” es, por decir algo, contraevidente.
He aquí una pequeña muestra de las palmarias contradicciones de los relatos judeocristianos, sumadas al interés de sus promotores por lograr el sometimiento de las mayorías, condenadas a obedecer:
• Existe un poder absoluto, inmaterial, sin principio ni fin, creador de todo lo que existe, al cual debemos someternos siempre. Es la máxima soberbia pensable, la de un ser todopoderoso.
• El espíritu es superior y origen de la materia. Los seres humanos, mezcla de cuerpo y espíritu, ocupamos un lugar relativamente inferior en la escala de valor de la creación, por debajo de ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones y otras jerarquías espirituales.
• Respecto al género, el ser más poderoso es representado como varón; debajo de él hay seres espirituales sin género y debajo de ellos hay seres humanos. Solo entre estos últimos, sacada de una costilla, parte secundaria del cuerpo del hombre, aparece la primera mujer. Ella será su compañera y le estará sometida.
• El todopoderoso tiene mensajeros materiales, personas a quienes debemos creerles y someternos a sus enseñanzas. Son sus representantes, son los poderosos de la tierra.
• El deber más importante de cualquier creatura es la obediencia a su superior. El mayor mal imaginable es la desobediencia y el poderoso puede hacer todo el mal que desee al desobediente, de manera arbitraria, sin importar el tipo de desobediencia, para castigar su comportamiento. Puede incluso producir la desgracia eterna al castigado. El primer desobediente es el más malvado de los seres y hay que evitarlo y cuidarse de él.
• La primera mujer, aliada del Mal, fue causante de la desobediencia del primer hombre, al invitarlo a deleitarse con un fruto del lugar donde convivían como mantenidos. Ambos recibieron un doble castigo: todos sus descendientes estarían orientados a la maldad, a sentirse culpables y recibir castigos más fuertes, incluso eternos y, como no merecen que dios los siga manteniendo, deberán someterse al trabajo para sobrevivir.
• El trabajo entonces es un castigo, es desagradable y odioso, pero se debe buscar como sufrimiento en esta vida para gozar el descanso eterno. El trabajo no es expresión de la creatividad y del poder de quien lo realiza; no es factor de liberación sino condición desagradable para la supervivencia.
• A pesar de nacer ya con el mal en su interior, cada ser humano es el principal responsable de su propia desgracia.
• En la escala de los seres materiales, el ser humano es superior a cualquier otro ser de la naturaleza y como dueño puede disponer de todos ellos, según su voluntad.
• Como el poder se ejerce haciendo que los desobedientes sufran mediante el castigo y su mejor herramienta es el miedo, el desobediente en potencia facilita las cosas al poderoso cuando se castiga de antemano al considerarse malo y merecedor de castigo: nace así la Culpa, herramienta interna que le ahorra policías y torturadores al señor.
• Porque dios ama mucho a los seres humanos, les envía a su hijo amado – no viene él – para salvarlos del castigo que él mismo les había impuesto, haciéndole sufrir por una culpa ajena el mayor dolor corporal posible, hasta morir. Será el ejemplo de vida para sus creyentes. Así, dios enseña que el amor puede significar castigo, dolor y muerte.
• A la Obediencia como suprema virtud se añade la búsqueda del Sufrimiento: Una de las verdades proclamadas por el hijo de dios llegado a la tierra es la superioridad del dolor y la maldad del placer, pues nada terreno tiene valor en sí mismo y aún las cosas más agradables son, en el mejor de los casos, tan solo medio para lograr algo diferente, como la supervivencia. Venimos a pasar una temporada de sufrimiento para disfrutar de felicidad después de la muerte. Para seguir al maestro la persona debe seguir su consejo: “Quien quiera ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, coja su cruz y sígame…”
• Al seguir las enseñanzas de los ascetas ejemplares, los placeres derivados de la satisfacción de necesidades corporales como comer, beber o descansar deben restringirse al mínimo para sobrevivir, adoptando el ayuno, la penitencia y la abstención sexual. Como lo muestran el hijo de dios encarnado y su madre, las únicas personas nacidas sin pecado, el placer sexual es omitido por completo por las almas más buenas, dando ejemplo con su virginidad.
• Quienes aceptan la escogencia de dios tienen la verdad y deben lograr que todos la conozcan por cualquier medio, incluso utilizando la violencia en conquistas, despojos y guerras santas. Dios premia a sus guerreros triunfantes con las riquezas de los perdedores sometidos.

Se pregunta el autor ¿cuándo una persona sería irrespetuosa en la aproximación a Dios? Tal vez, cuando se cae en absurdos en torno al tema.
¿Acaso no hay contradicción entre un ser que es la máxima bondad, lo sabe todo y aún así crea seres que sufrirán eternamente? ¿Acaso no hay contradicción al calificar como buena la soberbia de dios y perversa la de Satanás? ¿Acaso no se esconde el machismo en la asignación del género masculino al poder? ¿Acaso no hay contradicción entre el amor del padre por su hijo a quien manda a sufrir los peores suplicios como señal de amor hacia los hombres? ¿Acaso no hay contradicción al mostrar el trabajo como castigo que educa y no como capacidad de crear y mejorar el entorno, incluso mejorarse a sí mismo?
Pero esto es solo referido al relato judeocristiano. Pasando a otro razonamiento, el autor dice que “…una excesiva aproximación por la vía intelectual y una excesiva aproximación por la vía de la experiencia… respondería a una falta de respeto, y pudor, frente a un tema tan complejo y profundo”
¿Por qué la razón ha de prescindir de la experiencia o esta de la razón? ¿Respeto a qué o quién? ¿Dónde estaría la falta de pudor, honestidad, modestia o recato?
Es posible que, como dice el autor, “una actitud irrespetuosa sería cualquier intento de lograr una concepción exhaustiva en torno al tema” Pero precisamente la descripción de dioses con tanta precisión implica tal actitud. Mucho más sensato es razonar, a partir de la experiencia y reconocer que, incluso en el ámbito científico, hay misterios que no podemos resolver por estar completamente ajenos a nuestra experiencia, como el tamaño del universo o su duración en el tiempo. Por eso, respecto a los dioses es apenas prudente reconocer qué nos parece más sensato, sin pretender saber lo que no podemos saber.
En últimas, estoy de acuerdo con el autor cuando muestra que “El gran problema sería que esa aproximación ignore las limitaciones humanas y pretenda haber descubierto totalmente las verdades más esenciales y profundas de nuestra existencia, o sea, para muchos, de Dios. Es decir, un acercamiento sin mayores pruebas y con una buena dosis de intereses de todo tipo, lo cual también podría incluir, en el caso de los menos interesados en beneficiarse de aquellas ideas, buena parte de soberbia.”

Por Rodrigo Velasco Ortiz el día 25/07/2022 a las 19:55. Responder #

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