EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
PORTADA | PUBLICAR EN ESTE SITIO | AUTOR@S | ARCHIVO GENERAL | CONTACTO | ACERCA DE | ESTADISTICAS | HACER UN APORTE

— VER EXTRACTOS DE TODOS LOS ARTICULOS PUBLICADOS A LA FECHA —Artículo destacado


Violencia machista, poder y perspectiva invertida

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 14/07/2009

Publicado también en Primera Línea (La Nación)

 

La carencia de una forma efectiva para plasmar el impacto de la violencia machista, ha sido siempre un hándicap para expresar este tipo de violencia que afecta diariamente a millones de mujeres en todo el mundo. La cotidianidad de esta lacra social, la ha normalizado. Este artículo intenta proponer una forma que pueda actualizarla y provocar el impacto necesario para remover la conciencia colectiva.

Palabras clave: Violencia de género, machismo, identidad de género, femicidio, hombre, mujer.

La identidad de género masculina posee un modo de ser y realizar dominante que es hegemónico y caracteriza y determina su masculinidad: el machismo. El hombre obra con esa identidad, impregnando y contaminando todas las relaciones humanas; es decir entre: mujer/hombre, hombre/hombre y mujer/mujer, y que se socializa en las nuevas generaciones, perpetuando este sistema. La violencia machista también define tanto la arquitectura y los contenidos de todos los estamentos institucionales como la forma de gestionar el poder en su sociedad, la androcéntrica-patriarcal.

El aparato que garantiza el poder masculino machista –que se distribuye en forma segura y eficaz en toda la sociedad– , es el sistema de la violencia machista que determina la forma de ejercer el poder que logra el equilibrio geopolítico sólo con el poder de los ejércitos –siempre en posición de la (posible) guerra– para mantener un equilibrio entre dos elementos supuestamente disuasivos que se retroalimentan: un estado defensivo y otro ofensivo contra un enemigo que es el ejército de otros hombres de otros países que también tienen el sistema de la violencia machista como aparato de organización del poder y de la toma de decisiones en la sociedad androcéntrica-patriarcal.

La otra forma de violencia machista, es el sistema de la violencia machista de género, un dispositivo de múltiples formas de violencia machista exclusivamente contra la mujer, ejercido tanto en la esfera privada –la violencia machista doméstica de género–, como en la púbica –la violencia machista institucional de género–, que es la discriminación estructural contra la mujer en el mercado laboral. El sistema de la violencia machista de género, exclusivo para mantener el control sobre una parte importante de la población, es esencial y la base para el buen funcionamiento de la sociedad androcéntrica-patriarcal ya que cuenta con un aparato o sistema para la mantención segura del control social de más del 50% de la ciudadanía: las mujeres.

Lo contrario a la hegemonía machista violenta como forma de administración estructural racionalizada en la sociedad androcéntrica-patriarcal, es el pacifismo, identificado por la violencia del machismo como un todo emocional, sin prestigio social ya que se identifica como la característica principal del comportamiento femenino y es, para el hegemónico poder machista, la mayor demostración de debilidad y de capitulación.

El pacifismo es para la masculinidad machista violenta sinónimo de deshonor porque está socioculturalmente asociada a la identidad de género femenina, marcada por el estereotipo de “sexo débil”, sin poder ni prestigio social. El modo de ser para gestionar el poder machista y su principal dispositivo, la violencia en todas sus formas y en todo lugar, clausura cualquier otra alternativa. Así, todo lo que se diferencia del machismo –con su violencia como su pulsación más latente– se cataloga como pervertido, perverso, inefectivo, cobarde y débil, transformándolo en un atentado a la norma autoestablecida por los hombres machistas en su sistema androcéntrico-patriarcal. La paz nunca es la finalidad suprema para el poder masculino machista, sino que lo es la guerra como solución final de todos los conflictos. La carrera armamentista, con varios países con bombas atómicas y químicas de destrucción masiva como poder máximo de disuasión, es el paradigmático contradictorio de este sistema violento.

La historia es la guerra, y no la guerra es la historia. Las más cercanas en el tiempo: las dos últimas guerras mundiales en el siglo XX; las de las excolonias africanas del imperio europeo antes y después de su independencia; el genocidio de Ruanda, la guerra de Vietnam, Irak-Irán, Chile/Perú y Bolivia (una guerra impulsada por el entonces imperio Británico); y más atrás en la historia, las guerras de las ultraandrocéntricas religiones dogmáticas y fundamentalistas, judía, católica e islámica … en fin; la lista se pierde en las profundidades de la historia y ocupa varias enciclopedias. Es importante subrayar, que en todas estas guerras no se vislumbra ni una mujer en la élite dirigente ni en los estamentos de la toma de decisiones. Las guerras católicas del imperio español u otros con reinas fueron, ideológicamente, guerras religiosas: la Iglesia tenía el poder absoluto y la monarquía absolutista servía de articulación de su poder.

En todas estas conflagraciones, la cúpula del poder y del aparato de toma de decisiones está cubierto sólo por alfa machos que habitan toda la pirámide del poder androcéntrico-patriarcal machista violento; son ellos los que han creado, dirigido, administrado, distribuido y perpetuado la violencia machista generalizada de la guerra como solución única y última de todo los conflictos humanos. Los ejércitos siempre están esperando la hora máxima: la guerra patriarcal que ha marcado la historia de la humanidad.

Noventa mil hombres sufrieron violencia doméstica ejecutada por su pareja mujer en un año. Este tipo de violencia es el delito más común en este país: el 38% de los hombres asegura sufrir violencia doméstica de su mujer. El 85% de los delitos sexuales son cometidos por mujeres contra niños y hombres. Los asesinatos ejecutados por la mujer contra su pareja hombre, son de entre 40-60 al año; la causa, solo por su género, es decir, por ser hombre.

El acoso público de las mujeres contra los hombres (manoseos, piropos obscenos, etc.), es cotidiano. El miedo de los hombres a salir de noche lo confirma un 89% de ellos. El pavor de ser violados por mujeres, como también a ser violentados con acoso sexual en el espacio público, alcanza al 95% de los hombres.

La perspectiva invertida sobre utiliza el genérico masculino –universalizado (aún) en el idioma español y en nuestra cultura– para trata de dimensionar una de las lacras más execrables en nuestra sociedad: la violencia machista de género. Aquí la he feminizado para invertir la perspectiva y el sentido de la realidad, en un intento de comprender y sacudir la percepción que lo que parece “normal” y “naturalizado” en nuestra cultura, en realidad no lo es, más bien es una anormalidad normalizada.

Pero, ¿qué pasaría si esta fuera la realidad?

Seguramente, lo mismo que pasa en nuestra realidad: se organizaría un movimiento político-social de hombres, los maltratados, subrepresentados, discriminados y asesinados únicamente por haber nacido con ese sexo biológico. Los hombres se organizarían para cambiar esta hegemónica y violenta ideología ginocéntrica, basada en el poder –más bien, en el abuso de poder– de las mujeres sobre y contra los hombres.

Pero la realidad es la que tenemos y es la que se verifica cada día con protagonistas no hipotéticos: las mujeres.

Jaime Vieyra-Poseck

Print Friendly, PDF & Email


Tweet



Comentar

Requerido.

Requerido.




 


Critica.cl / subir ▴