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Una nueva aportación sobre la ciencia en Colombia. Presentación del Libro: Una aproximación al desarrollo de la ciencia en Colombia. Siglo XIX.

por Carlos Eduardo Maldonado
Artículo publicado el 16/10/2017

desarrollo-de-la-cienciaEl profesor Zenobio Saldivia Maldonado nos ofrece en esta ocasión un libro generoso, puntual y profundo a la vez sobre la historia de la ciencia en Colombia en el siglo XIX. Es esta otra contribución de un trabajo denodado y sostenido en torno a la historia de la ciencia en Nuestra América por parte del profesor Saldivia. No cabe la menor duda que el suyo es el trabajo más sostenido, de mejor calidad y más amplio en torno a la historia de la ciencia en América Latina. Y que viene a sumarse ya a otros libros suyos sobre la historia de la ciencia en Perú, en Nicaragua, en Chile, México, además de numerosos otros textos sobre filosofía, epistemología, lógica, educación, cuentos y poesías.

Pero es una de las virtudes del profesor Zenobio el que no solamente sabe tejer redes académicas por América Latina, sino, además, y lo que es aún más difícil, verdaderas redes de amistad. La amistad, el bien más precioso entre los griegos antiguos. Ellos, que fundaban a la polis sobre la amistad, un tipo de vida que era incluso el objeto de los dioses y héroes.

Una aproximación al desarrollo de la ciencia en Colombia. Siglo XIX, Ed. Bravo y Allende, Stgo., Chile, (2017), es la compilación de diversos textos de algunos de los más destacados conocedores del tema en países como Chile, México, Colombia. ¿Cómo no ocuparse de José Celestino Mutis y la expedición botánica, esa misma que inaugurara Humboldt y que habría de arrojar luces totalmente nuevas en varios dominios de la ciencia? Francisco José de Caldas, considerado el mejor científico del siglo XIX, héroe de la independencia de 1810-1819, constituye un motivo inescapable en estas consideraciones. La deuda hacia Humboldt jamás podrá pagarse debidamente. Introdujo el método científico, el rigor de la investigación, una mirada al mismo tiempo local y universal, y formó escuela y enseñó a los europeos las riquezas naturales del Nuevo Mundo.

Asimismo, Agustín Codazzi y su impronta sobre la ciencia de la geografía en Colombia, gracias al cual descubrimos por primera vez que Colombia es un país de regiones (seis, para ser exactos) constituye un motivo obligado de reflexión cuidadosa. Antonio María Vargas Reyes, el precursor de la medicina científica en Colombia, esa misma que le aportaría al mundo logros como el marcapasos de Jorge Reynolds, o la válvula de Salomón Hackim, formando de soslayo una escuela sólida y con reconocimiento mundial. Con nombre propio, Tomás Cipriano de Mosquera contribuye a la normalización de la ciencia gracias a que como presidente, impulsa la enseñanza liberal, las técnicas y un espíritu liberal necesario en el siglo XIX, aun cuando también él mismo llevó a cabo contribuciones personales a la ciencia, específicamente a la geografía y la política.

Es un placer encontrar el nombre de Jean Baptiste Boussingault en el libro compilado por el profesor Saldivia Maldonado. Hay que ser un verdadero connoisseur  para trabajar sobre el científico francés y sus aportes en química e ingeniería de minas, con una obra, impresionante para la época de más de 200 publicaciones científicas. Algo que incuso hoy muchos científicos envidiarían. Boussingault es uno de esos extranjeros que arrojan una mirada fresca pero rigurosa sobre la realidad natural de Nuestra América; en este caso, sobre Colombia.

En todos los casos se trató de científicos propios de la modernidad: esos que se ensucian las manos, recorren los territorios, prueban las cosas, costumbres, comidas y mentalidades locales, esos mismos que siendo rigurosos no son sin embargo disciplinares. Esto queda evidente gracias al libro que tenemos hoy con nosotros.

La matemática no podía estar ausente, y es así como oportunamente aparecen los nombres de Caldas, Restrepo, Pombo, Liévano y Garavito, los cuales le enseñan al país de las miles de Constituciones en el siglo XIX, de los diversos centros de poder y economía, a pensar la naturaleza en términos matemáticos. De esta suerte, se sientan las bases de la ingeniería, la astronomía, la nueva física y los primeros elementos de la química. Sí, la astronomía ocupa un capítulo propio en este libro; logramos entender que los primeros Observatorios d Astronomía fueron erigidos, paralelamente, en Colombia en Chile. Mientras que en Colombia las semillas quedan apenas sembradas, en Chile germinarán, por ejemplo, como el fabuloso Observatorio en el Desierto de Atacama, un faro para la ciencia universal. Pero este es otro tema aparte.

Colombia es un país en proceso. Mucho más que muchos en América Latina. Colombia, ese accidente de la historia universal, como dijo en alguna ocasión J. L. Borges. Pues bien, esta historia de unificación y fragmentación aparece también muy bien elaborada, en las cartografías de Colombia, otro capítulo eximio del libro colectivo. Si Colombia es una nación a pesar de sí misma, como dijo con acierto un historiador (D. Bushnell), esto se plasma muy bien en las cartografías, acabadas e inacabadas que se empiezan a bosquejar en el siglo XIX.

Finalmente, el libro concluye con una reflexión acerca de la ausencia del positivismo en Colombia, uno de los pocos países de América Latina donde el positivismo jamás tuvo cabida. ¡Qué tan diferente hubiera sido la historia de ese país si el espíritu positivista hubiera entrado y permeado la vida social, política y económica, como sí aconteció en México, Chile, Brasil o Argentina! El neotomismo impidió que el positivismo entrara en Colombia, y seguramente con ello se sentaron las bases de una historia de violencia que apenas estamos comenzando a cerrar, para abrir nuevas puertas y ventanas.

Los investigadores y profesores que colaboran en este libro son académicos de primer orden en sus respectivas universidades y países. El rigor de pensamiento y de investigación no da lugar a ninguna duda acerca de la calidad de los trabajos compilados. Pero el principal mérito del libro, me parece, es, sin lugar a  dudas, el tejido coherente e historiográfico que Zenobio Saldivia logra darle. Ese mérito es solamente suyo, y ya solamente ello justifica el libro por sí mismo.

Quisiera decirlo sin hipérboles: América Latina va adquiriendo una deuda cada vez mayor con el profesor Saldivia Maldonado. Nadie como él ha ido tejiendo los capítulo de la ciencia en Chile, México, Colombia, Nicaragua, aunado a reflexiones epistemológicas, históricas, de estudios CTS (ciencia, tecnología y sociedad). Cabe sí, preguntarle por qué su interés por el siglo XIX, pero una eventual respuesta puede venir de esa deformación profesional que tienen los historiadores: unos son medievalistas, otros expertos en el siglo VII, otros lo son de África o los países nórdicos, otros más lo son de las ideas o la culturas, y otros más de la ciencia. Cosas de familia, diríamos – de la familia de los historiadores. (Entre paréntesis: la historia, esa ciencia políticamente incorrecta).

Hacer ciencia es una cosa endemoniadamente difícil. En verdad, en ciencia en general –latu sensu, y que comprende por tanto, también, a la filosofía- no hay medalla de plata, ni medalla de bronce, ni premio de consolación, o acaso premio por participación. En ciencia sólo hay medalla de oro.

La razón  es que en ciencia nadie puede inventar lo que ya está inventado, nadie puede descubrir lo que ya está descubierto, y nadie puede pensar lo que ya está pensado. La hybris –ese concepto que hoy sólo acariciamos en perspectiva histórica, pero que los griegos del período arcaico conocían como pocos. La Grecia clásica sólo conocerá el pathos, pero es algo completamente distinto); la hybris, decimos, de los investigadores consiste justamente en descubrir, inventar o pensar algo que nunca nadie ha visto anteriormente. Y entonces los investigadores hacen de la ciencia –episteme, digamos-, una forma de vida.

Más exactamente, los científicos e investigadores constituyen una caso singular de la experiencia humana, pues se trata de gente que define sus vidas en torno a problemas, aman los problemas, formulan problemas y cuando resuelven alguno, son felices descubriendo otros problemas aledaños o contiguos. ¿Amar los problemas? Una forma trágica de la existencia. Pues bien, los investigadores, científicos y filósofos constituyen la más reciente de las formas de tragedia humana. No las tragicomedias de Hollywood, con cortinas de risas y aplausos, y acompañamientos orquestales que musicalizan sentimientos y emociones. Tragedias en las que con la investigación de lo que va es de la vida misma de cada investigador; y de sus redes; personales y académicas.

La ciencia, en contextos como los de América Latina, es más una excepción que una regla. Pero una apasionante excepción. Políticamente, la idea aún recibe luces desde Grecia, a saber: la ciencia nace únicamente en contextos de democracia, pero al mismo tiempo anima, nutre e impulsa a la democracia misma. Al fin y al cabo, la ciencia en general se hace con base en discusiones, disputas, argumentos y contra-argumentos, pruebas y contra-pruebas, conjeturas y refutaciones, revoluciones y normalización, y siempre, mucha, mucha crítica. Espíritu propio, disposición de carácter, personalidad, y una enorme capacidad de independencia, autonomía y libertad, (tres cosas distintas, digamos en passant), y una mente abierta.

De suerte que las reflexiones, alimentadas desde la epistemología, o la lógica, o la literatura, o la historia, por ejemplo, tal y como lo lleva a cabo Zenobio Saldivia M., en torno a la ciencia son siempre aleccionadoras, necesarias y oportunas. Desde luego que nos interesa y nos apasiona la ciencia, no cabe la menor duda al respecto. Pero también somos sensibles a las connotaciones sociales, política se históricas de la misma.

Estoy convencido que el buen desarrollo de la ciencia en un lugar afectará más que positivamente el desarrollo de la ciencia en otro lugar y plano. El efecto mariposa no deja de presentarse tampoco en este plano. Pues bien, el libro que tenemos con nosotros hoy es, a no dudarlo, el aletear de una mariposa cuyos buenos efectos se surtirán a mediano y largo plazo. Con seguridad.

Ver video de Zenobio Saldivia
dialogando sobre este libro.

 

Carlos Eduardo Maldonado
Universidad del Rosario, Bogotá, Colombia.

 

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