Presentación
Christoph Heinrich dice que: “Monet es el pintor del día claro, el pintor del cielo, de la nieve, de las nubes reflejándose en el agua, es el primer pintor en realizar cuadros blancos casi monocromáticos”[1]. Y cuánta razón tiene, Monet es un pintor obsesionado por la luz que nos invita a observar atentamente un cuadro con las posibles variaciones que se puedan generar, es uno de los inauguradores del impresionismo y es gracias a su agudeza y originalidad artística que produce tales efectos. Por ello, considero relevante el estudio del tema y los invito a leer este análisis de principio a fin, porque el autor impresionista ya no se enclaustra en su taller como el del período Romántico, sino que se toma la campiña y sale para retratar a la sociedad, con suma inspiración y grandeza, abandonando aquel sentimentalismo del período anterior. ¿Cómo ignorar este cambio tan importante que se gesta con el impresionismo?, ¿acaso no extractamos de alguna manera éste elemento del Impresionismo?. Monet como se obsesionó con la luz, se señala que fue uno de los pintores de la luz, ya que él supo rescatar este elemento como indispensable en sus obras de arte.
El objetivo de la presente investigación es llevar a cabo una valoración de la obra “La Impresión del sol naciente” del pintor impresionista Claude Monet, que es un impresionista de principio a fin. Se pretende rescatar la importancia que tuvo en particular este cuadro para la formación del nombre del movimiento impresionista propiamente tal, indicando la crítica de la época que giraba en torno a él, sus elementos esenciales, etc.
Mi trabajo se inicia analizando en primer lugar, el contexto histórico, las características y representantes del movimiento impresionista, como tema principal en la obra de Claude Monet: “La Impresión del sol naciente”, enfatizando sobre la descripción de ella como una de las obras principales con las que se inaugura el movimiento impresionista y se señala sigilosamente semejanzas y diferencias entre Alfred Sisley y Monet entre las obras Regatas en Argenteuil y la Isla de la Grande Jatte, además se mencionan los aportes del Impresionismo como movimiento y a nivel pictórico, para dar paso a las conclusiones.
I
Marta Fernández señala aludiendo a los aspectos históricos que: “[l]os impresionistas viven en el París de la segunda mitad del siglo XIX, el escenario de todas las revoluciones: el año 1848, el Segundo Imperio, La Comuna [y] la III República. Este París también es el escenario de los grandes cambios urbanísticos dirigidos por el Barón Haussmann: aparecen los boulevares, las exposiciones universales, la aparición de una burguesía de nuevos ricos”[2].
Además añade Marta Fernández que:
“[t]odo esto tendrá sus efectos sobre el arte. París se llena de artistas e intelectuales que se re[ú]nen en Cafés donde discuten sobre arte, política, etc. En esta época eran ellos los que se identificaban con la boh[e]mia, la izquierda polít[i]ca y el mundo intelectual crít[i]co como Émile Zola. El mundo artístico gira en torno a los Salones, que eran grandes exposiciones anuales organizadas por las Acad[e]mias bajo el patrocinio del go[b]ierno, donde solo se exponían aquellos cuadros que se ajustaban a los cánones oficiales. Esta política tan conservadora contra esta con la figura del marchante. El marchante, que cada vez toma más importancia, era la persona que aconsejaba a los art[i]stas y los dirig[í]a hacia los posibles clientes que invert[í]an en arte independiente, es decir aquel que no se expon[í]a en Salones y Academias, por lo tanto liberaba a los artistas de la dependencia de seguir los cánones oficiales para triu[n]far. La crítica de arte se hace cada vez más presente en la pre[n]sa escrita por lo que el interés por el arte aumenta incluso para la población más modesta”[3].
En definitiva, el Impresionismo surge como una reacción Realismo, integrando en su obra los cambios culturales y científicos de la época. Marta Fernández señala que fueron ciertos fenómenos que influenciaron al pintor impresionista, como por ejemplo: la aparición de la fotografía (liberando a la pintura de referirse a una realidad exterior ajena a la pintura misma: se producen cambios inusitados en el sentido en que es posible gracias a esta técnica, congelar gestos, analizar la estructura de los movimientos, crear composiciones y encuadres nuevos e insólitos hasta ese momento; dejando de lado la copia de la realidad como objetivo principal en la pintura), la creación y comercialización de gamas más extensas de colores industriales de mejor calidad (mejores soportes textiles: por ejemplo la pintura en oleo en tubos de estanyo permite utilizar la pintura tal como sale del tubo con una consistencia pastosa), se conoció la teoría del color del abate Chevreul y la temática del ferrocarril, ya que no sólo fue un medio de transporte que acortó las distancias sino que también, aportó a los impresionistas nuevos temas y puntos de vista para sus obras, ya que utilizaron la sucesión de imágenes del tren en movimiento para demostrar la subjetividad de las impresiones visuales, los instantes de la vida[4]. La fotografía instala entonces, el concepto de instantaneidad y congelamiento de la imagen, facilitando la creación de la obra impresionista.
El surgimiento del Impresionismo, coincide el inicio de la Belepoc que implicó un diseño masivo y nuevo. Se calificó entonces a aquella época, como la “bella época”, donde las mujeres se liberan dentro de la sociedad Francesa: pudiendo participar políticamente y siendo capaces de realizarse. Las mujeres pueden estudiar arte, pueden utilizar boquillas largas, escribir y publicar, andar con encajes, etc.
Entre las características de este movimiento impresionista se puede señalar que en general, en sus obras se destaca la existencia de la línea del horizonte a un nivel distinto, la pincelada nerviosa a manchas, el abocetamiento del dibujo (el dibujo sale a la primera y no es corregido con posterioridad), la intención por captar el instante (el momento), la pintura es a media tinta (no importa el dibujo, sino su abocetamiento: ya no importa un dibujo académico), le interesa observar cómo cae la luz bajo distintos ángulo, la pintura es poseedora de una línea abierta por el mismo hecho de ser espontánea, deja de ser cerrada como lo fue con en el Neoclasiscismo. El pintor se deja llevar por el trazo y no hay retoques en la obra de arte, la obra es hecha a la prima, al instante, no es elaborada.
Ahora bien, entre los exponentes del impresionismo destacan: Claude Monet, Edgar Degas, Camille Pissarro, Auguste Renoir y Alfred Sisley. Respecto al primer exponente, se desarrollará el eje central de este trabajo.
II
Claude Monet nace el 14 de noviembre de 1840, fue el segundo hijo del pequeño comerciante en mercancías coloniales Claude Adolphe Monet y su mujer Louise Justine Aubrée, en la Rue Laffitte 4, París. Muere en Giverny el 5 de diciembre de 1926. Tuvo innumerables producciones pictóricas entre las que destaca: “La Impresión del sol naciente” (1873), obra en la que centraré mi análisis[5].
Fue una obra como esta la que concitó tanto interés y despertó la atención de los curiosos, una pintura que tuvo efectos muy poderosos, en especial para el crítico de arte que al verla exclamó: ¡Los Impresionistas!, dicho en un modo más bien despectivo. Fue entonces, que surgió un nombre para estos artistas marginales, cuyas obras eran rechazadas en el gran salón: Los Impresionistas, a quienes les gustó el sobrenombre. Según Christoph Heinrich el arte impresionista:
“[p]ara el público actual [de aquella época] apenas es comprensible que estos cuadros de la vida liviana, del tiempo libre y de los placeres domingueros, pudieran despertar críticas tan duras y fueran tan empecinadamente rechazados por la academia y el público. Este rechazo se basaba esencialmente en tres factores: el estilo pictórico, el colorido y el tratamiento de la figura humana. Para reproducir las impresiones de colorido e iluminación percibidas al aire libre, los pintores desarrollaron una propia escritura de pincel”[6]
Como esta era la tónica de la época, era de esperarse que toda obra Impresionista que no estuviese en el Salón, no fuese bien recibida, ni mirada adecuadamente por el mundo, sin embargo, La impresión del sol naciente fue ampliamente discutida. Según Christoph Heinrich, Louis Leroy, después de ver el cuadro dijo ácidamente: “Impresión- ¡Debí suponerlo! Acabo de decirme a mí mismo que cuando estoy impresionado, tiene que haber una impresión. ¡Y qué libertad, qué ligereza de pincel! Un tapiz en estado original está más elaborado que esta marina”[7]. Pero, entonces parecía no comprender su sentido. Esta obra coloca al centro de su composición al bote y al marino navegando, con la línea del horizonte hacia un sol anaranjado y cuyo reflejo se desdibuja al mirar el mar. La libertad en uso de los colores morados claros y oscuros, los verdes, azules y rojos, nos sugieren una idea de un puerto que se ubica en el crepúsculo. Es una pintura sin contornos precisos, con la línea abierta y respecto a su línea del horizonte es imprescindible señalar que tiende a desparecer. Sin embargo, cuando aparece lo hace por sobre la altura del ojo. Más tarde, Cézanne acentuará este efecto, levantando tanto la línea del horizonte que en sus paisajes se apreciará comúnmente una mínima porción de cielo. Eso tiene un efecto importante y es que todo lo que está desde la línea del horizonte hasta el primerísimo plano, conforma lo que se ha llamado un «plano abatido». Este plano abatido es propiamente plástico, ya que no quiere imitar el espacio de la perspectiva, sino que se reconoce totalmente como un concepto visual propio del lenguaje pictórico moderno. Volviendo a Monet, es muy acertada la calificación de Christoph Heinrich, quien señala que:
“Monet ha representado en la Impresión, con unas fina capa de color, su impresión del puerto de Le Havre, poniendo con pocas y atrevidas pinceladas los reflejos naranja del sol sobre los tonos grises frecuentemente quebrados. Aun cuando los contornos de los mástiles y chimeneas desaparezcan en la niebla, conforman sin embargo una estructura gráfica, una composición de líneas verticales y diagonales que estructuran y avivan las superficies. La pincelada suelta, el carácter del boceto mediante el cual ha sido reproducida con tanta espontaneidad la percepción del instante, resultan escandalosos para el público, que considera el cuadro grosero y burdo”[8].
Entonces, es por la ignorancia y la poca cultura hacia una nueva forma de creación que, según el pueblo, esta obra carecería de valor y, sin embargo, más tarde, será ampliamente valorada y reconocida. Pero, más que por esta ignorancia y falta de cultura, el impresionismo es tardíamente reconocido por la dificultad que tiene una época en trascender sus propias categorías, en desprenderse de sus supuestos estéticos, de su literalidad. Pero el Impresionismo deviene como una forma de comprender y sentir un cambio de época en que los horizontes estéticos se amplían en el marco de una visión creativa e inacabada de la vida y la naturaleza. Pero no todos desconocían este nuevo tipo de arte que se fue gestando. No todos cerraron sus puertas a esta nueva sensibilidad. Escribe Christoph Heinrich que hubo un crítico que lo apoya y que cree en su proyecto, señalando la importancia de la creación de un nuevo concepto para señalar sus intenciones: Impresionistas, en el sentido de que no reproducen un paisaje, sino la impresión que les suscita[9]. Monet, profundiza en un determinado tema y nos da su interpretación de un puerto en La Impresión del sol naciente, nos sugiere una idea a partir de un cuadro que probablemente no fue corregido, de modo que si bien hay formas identificables dentro de él, seamos nosotros quienes sigamos otorgando un sentido y alcance personales a este cuadro, enriqueciéndolo con nuestras interpretaciones y consolidando a esta obra, incluso en el siglo XXI. No resultan ser “manchas” propiamente tales, como ocurrirá con la mayoría de los cuadros del impresionismo en una etapa más tardía.
Karin Sagner aporta una descripción muy adecuada de la obra La Impresión del sol naciente:
“[e]n el vaho gris azulado y naranja surge al fondo, esquemático, el puerto de Le Havre. La luz del sol saliente, se refleja en el agua, encantando la prosaica atmósfera del puerto, transformando por obra de magia en una aparición única y perecedera. Espectadores de este teatro natural son figuras, las siluetas de los botes oscuros que destacan del fondo en el contraluz. El cuadro es completamente superficial, la impresión de distancia espacial emana, esencialmente, únicamente de la hilera diagonal de pequeños botes, que atraen la mirada hacia el centro del cuadro.”[10]
Pero Karin Sagner rescata no sólo estos elementos, sino también el tratamiento de los objetos que es reducido a unas pinceladas de manera muy libre. Además, añade que:
“[l]os detalles parecen, ante la temática de un espectáculo natural que se transforma rápidamente y del ambiente encantado, fuera de lugar. Se trata de la impresión de conjunto. El color ha sido aplicado tan exiguamente en algunas zonas, que deja ver el fondo del lienzo; sólo el reflejo de la luz solar ronoanaranjada se eleva pastosa sobre el cuadro.”[11]
Concuerdo con la apreciación de Karin Sagner al señalar que este es un cuadro revolucionario y que demuestra una novedosa concepción de la luz y del aire libre que supondrían la fama de este nuevo movimiento: es un trabajo de tonalidad sensiblemente reducida y por otro lado, te sugiere reflexiones en torno al agua[12]. Según cuenta Heinrich:
“Monet se imaginaba a veces haber nacido como un ciego que de repente, de un momento a otro, puede ver y empieza a pintar sin saber qué es en realidad el objeto ante sus ojos. Consideraba que la primera impresión de un motivo era la más honrada, la menos enturbiada por la imaginación y los prejuicios. El interés por esta forma de mirar no ajustada a convenciones permitía a Monet estudiar minuciosamente los efectos luminosos. El motivo no es lo que es, sino lo que la luz hace de él. […] [M]onet ya había empezado temprano a retener vistas y efectos anímicos completamente diferentes de un mismo motivo.”[13].
Ahora bien, como coetáneo a Monet estaba Alfred Sisley quien mantuvo semejanzas y diferencias respecto a sus obras, en especial Regatas en Argenteuil cuyo autor es el primero y Isla de la Grande Jatte del segundo respectivamente. Según Giulio Argan fueron denominadores comunes entre estos personajes:
“[…] ofrecer la sensación de inmediatez más absoluta […]. El método que usaron fue trabajar en plen-air desde el principio hasta el fin. Y el tema a estudiar, las transparencias del agua y de la atmósfera. Renuncian al procedimiento habitual, que consiste en elaborar bosquejos de lo real en el estudio, aplicando determinadas reglas de composición e iluminación. Escogen el motivo fluvial porque excluye la estabilidad de los planos perspécticos y la iluminación fija, que eran las bases de la perspectiva. Adoptan una técnica rápida, con toques de pincel, evitando confundir los colores en la tela y empastar blanco y negro al color para aclararlo u oscurecerlo”[14].
Luego, Giulio Argan señala que los elementos diferenciadores son que Sisley se queda atrás, porque pese a la reproducción frontal que realiza, lo que se propone es alcanzar una objetividad rigurosa, no pudiendo apartarse totalmente del sentimiento de la naturaleza para plantear decididamente la cuestión de la sensación visual, básicamente lo que le interesa es la idea general de que el reflejo de una cosa es menos concreto que la cosa y que la idea general le impide resolver en la profundidad del espacio en la superficie de la pintura: a través del ralo cortinaje de los árboles, la mirada se pierde91. Según, Argan, Sisley por medio de una nueva técnica quería buscar una naturaleza más auténtica, más emotiva[15]. Continúa Argan, contraponiendo a Sisley con Monet, diciendo que éste último es valiente al eliminar todos los trámites que median entre él mismo y el objeto, sean convenciones de perspectiva, nociones habituales y sentido común y sobretodo el sentimiento de la naturaleza: no le importa que el reflejo sea menos cierto y firme que la cosa; la percepción del reflejo es como percepción, tan concreta como la percepción de la cosa[16]. Argan nos cuenta que Sisley toma su tiempo en reconocer y definir especies, mientras Monet fija notas de color sin preguntarse a qué tipo de objeto corresponden, usa blanco para resolver la profundidad en un plano y la pintura muestra lo que está en la retina del pintor y los colores son factores luminosos, en cambio Sisley no llega a la sensación, se detiene en la sensibilidad[17].
III
Como movimiento se debe señalar que gracias al Impresionismo, el autor que podíamos apreciar en el Romanticismo y que se encontraba encerrado en su taller pintando, produce un cambio: sale de su taller y se toma la campiña, y va a experimentar con la luz. Monet, por ejemplo, se obsesiona con la luz e incluso pinta muchas veces un mismo tema pero a diferentes horas del día. Se produce un cuestionamiento hacia el arte de academia que se perfilaba como una de las mejores opciones. Asimismo, los Impresionistas fueron los pintores de la luz y, por lo tanto, se encuentran e irradian hasta el día de hoy, un entusiasmo por la representación de la luz y las sensaciones fugitivas. Fue un movimiento solidario que nos hereda un concepto de unión decisiva, pese a que estos artistas no estuvieron totalmente solos en su proyecto artístico y se nos da a entender que el alcance de su seudónimo (“Los Marginados”) no es absoluto y no se debería asociar a un divisionismo. El Impresionismo ha constituido una etapa decisiva en la historia del arte moderno, debido a que implica, más que una transformación de técnicas, una modificación de valores sentimentales y prácticos. Estos valores no nos dan una receta que rigidice el proyecto de creación, sino que vemos una visión de la naturaleza más o menos subjetiva, más o menos total, pero siempre sobre la base de la emoción y una inspiración.
Los Impresionistas, pese a ser pintores marginados y menospreciados por la sociedad, lograron salir adelante unidos, aunque ellos, nunca proclamaron ni implícita, ni explícitamente, algún tipo de fe en una doctrina en común, sino que nos enseñan que, pese a ser un grupo unido por una necesidad o por un contacto con el gran público, se debe priorizar el concepto de independencia, ya que ellos, se separan frente a los artículos del credo artístico y casi no conservan entre sí, relaciones personales perdurables. El Impresionismo posee valor en el aspecto poético, sentimental, como movimiento y también como testimonio del estado de la sensibilidad Francesa, trascendiendo el punto de vista técnico y artístico, como una fuente de información más amplia sobre la vida espiritual de una época. Es claro, una época se resiste a superarse a si misma, el ojo a revolucionar la mirada y el Impresionismo trae la trascendencia de una belleza más amplia que rompe el realismo y la objetividad y que propone el rescate de la fecundidad de la luz y de nuevos colores.
Como tradición pictórica se debe señalar que el Impresionismo produjo una pintura nueva, que se apoyó en la fotografía como el medio perfecto para alcanzar su fin: captar la realidad de la luz para hacer de ésta no sólo el principal sino también el único objeto de la pintura. Crearon pinturas originales, descubriendo nuevas actitudes psicológicas y estéticas antes de apoyarse en algún tipo de receta. Su pintura dista mucho del arte academicista y de salón. En Impresionismo aporta, esencialmente, una idea sobre transformación de la técnica, que constituye un aporte esencial a este movimiento. Proclamaron la técnica y el arte vivo y, prepararon al arte abstracto. Su arte fue más libre en relación al arte académico y al realismo. El ojo obtuvo un valor invaluable, ya que era el medio que permitía el registro de nuestras impresiones.
Reflexiones Finales
El impresionismo es la gran revolución del s. XIX, ya que modifica la relación que posee el pintor con el paisaje, ahora importa más la mancha y no siempre lo que uno hace es terminado. Se pone en tela de juicio la “realidad” y el conocimiento, es otro el paisaje, otra la mirada. El impresionismo recoge la revolución general que se yergue en el mundo, en donde el arte no se escapa de una historia y de una cultura que se transforma, que no se aprisiona en lo ostensivo. Se otorga gran importancia a la abstracción y se produce una pérdida del concepto de paisaje. Además, el pintor cambia de actitud: en el período anterior que se encontraba encerrado en su taller, ahora cambia, ya que éste procede a salir del lugar donde trabaja y decide pintar al aire libre, para lo cual se toma la campiña. La obra La Impresión del sol naciente perfila al autor como uno de los inauguradores del movimiento Impresionista, ya que gracias al efecto que causó ella, le deben la adquisición del nombre. Su pincelada dinámica y su composición realizada a “manchas”, a media tinta, con un dibujo abocetado hacen que se capte mayor interés por ella y llama particularmente la atención el efecto que se produce sobre el agua: el reflejo, la utilización de la mancha más gruesa, etc. Contrariamente a lo que se piensa los Impresionistas no se opusieron a la fotografía, sino que ellos la hicieron propia, utilizándola como un medio para captar el objetivo real de su pintura (la luz, por ejemplo). Para los Impresionistas la fotografía era un medio accesorio que potenciaba al proceso creativo. También tuvo para ellos gran relevancia el valor de la impresión, en el sentido en que a partir de ella, se daba inicio al proceso creativo y para ello, se apropiaron de las invenciones científicas para potenciar por mediación de ellas el alcance de una obra de arte más perfecta, para dar cuenta de un nuevo tipo de sensibilidad.
Monet, como artista, logró transformar su ojo, tomando verdaderas fotografías de escenas, formas y colores y aplicando a sus cuadros una profundizada interpretación, que no es más que un reflejo de la experiencia subjetiva del pintor. El Impresionismo refleja el vuelo mayor y necesario del ser humano en su relación con la naturaleza, no en subyugarla y dominarla, sino en liberarla y en llenarla de comunión con lo humano. Es una reacción a la descompensación entre lo humano y lo natural en que uno tiende a tener demasiada supremacía respecto de lo otro. Se trata de ampliar la perspectiva y los colores, de superar los supuestos del mero reflejo. El Impresionismo atisba como el vigía los nuevos tiempos, los cambios generosos de una nueva comunión estética entre lo humano y lo natural. Es de este modo, que el Impresionismo implica la transformación de una actitud estética. Hoy en día, el movimiento impresionista mantiene ciertos elementos de continuidad, ya que refleja en varios aspectos de nuestra cotidaneidad como por ejemplo, en la música, con Debussy e influencias en la literatura de la época. Pero este Impresionismo no durará para siempre y con posterioridad, se dará cabida a una especie de movimiento artístico llamado Puntillismo y cuyo objeto de estudio será la descomposición física del color, pues en lugar de pintar con mezclas prefieren usar colores puros, aspirando a que la combinación se produzca como fenómeno óptico.
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