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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVI
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Colección de Arte de la Embajada de Chile en Brasil: Patrimonio e identidad de una nación.

por Cristián Oschilewski
Artículo publicado el 03/03/2020

Resumen
Un valioso acervo artístico reúne la Embajada de Chile en Brasil con piezas únicas que cubren casi 5 siglos de historia del arte europeo y chileno. La colección de arte que se encuentra en Brasilia alberga pinturas, esculturas, grabados, tapices y mobiliario, que arrojan luces sobre la importancia del cuidado del patrimonio y como elementos formadores de nuestra identidad nacional.

Palabras claves
Arte, Patrimonio, Coleccionismo, Chile, Brasil

 

Abstract
An important artistic collection gathers the Embassy of Chile in Brazil with unique pieces that cover almost 5 centuries of European and Chilean art history. The collection of art located in the capital Brasilia houses paintings, sculptures, engravings, tapestries and furniture, that begin to shed light on the importance of heritage care and as elements that shape Chilean national identity.

Key words
Art, Heritage, Collectionism, Chile, Brazil

 

Introducción
Instalada en más de dos hectáreas en el sector de Embajadas Sur de la ciudad de Brasilia, la Embajada de Chile en Brasil remonta su historia a la época del traslado de su sede desde Rio de Janeiro a la nueva capital que surgía lentamente en el interior del país. El terreno donde se construyó dicha representación fue una donación del Estado brasileño al Estado chileno efectuada en 1968. Diseñada por el destacado arquitecto y artista plástico chileno Juan Echenique Guzmán (1919-2000), la propiedad se compone de dos unidades: Cancillería y Residencia, las que fueron inauguradas en 1977. Ambos recintos reúnen una de las colecciones de arte más importantes que el Estado de Chile posee en el extranjero en sus misiones diplomáticas. Esta realidad fue la que impulsó al ex Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Mariano Fernández, y al ex Embajador Álvaro Díaz, a publicar en el año 2009 un libro que reuniera por primera vez este invaluable patrimonio que se mantenía reservado a unas pocas miradas[1]. Con la asesoría y textos del destacado historiador del arte y ex Director del Museo de Bellas Artes de Santiago, el chileno Milán Ivelic, junto al apoyo de un equipo editorial se clasificaron dichas obras en términos de los grandes géneros de la pintura. El paisaje, el bodegón/naturaleza muerta y el retrato fueron las variables utilizadas para clasificar algunos de los nombres más importantes de la pintura chilena albergados en las paredes de dicha representación. Actualmente se estudia su reedición. Sin embargo, la Colección abarca otras manifestaciones del arte tales como grabados, tapices, esculturas y un interesante mobiliario en pleno proceso de estudio.

El origen de todos estos objetos es variado ya que algunas piezas corresponden a compras directas efectuadas por el Ministerio de Relaciones Exteriores a sugerencia de Juan Echenique, otras fueron traspasos internos entre instituciones chilenas, donaciones y obras trasladadas desde Rio de Janeiro a Brasilia con motivo del cambio de capital. Esto permitió que más de un centenar de ítems dieran vida a la presente colección que se encuentra distribuida en los espacios de trabajo y uso diplomático oficial y social. Las recientes celebraciones por el Día del Patrimonio de Chile (el último domingo de cada mes de mayo) han permitido que el público general tenga acceso monitoreado y guiado por esta colección que abarca desde el arte europeo al arte chileno de los siglos XIX y XX. Esta iniciativa iniciada en 2017 ha sido positiva y muy valorada por los habitantes de Brasilia ya que ha permitido contribuir a la vida cultural de la ciudad (el día del patrimonio en Brasil se celebra a cada 17 de agosto).

El conocimiento y estudio de estas obras también está permitiendo identificar como éstas se vinculan a los distintos movimientos pictóricos del arte chileno, así como dichas piezas se insertan en la historia del arte de un país y sus cambios políticos y sociales. La colección en este sentido da cuenta del gusto estético europeo propio de la tradición decimonónica pero también muestra la búsqueda por lenguajes propios y los procesos de experimentación plástica ocurridos a lo largo del siglo XX. A continuación, se pasará revista a algunas de las obras más singulares de esta Embajada junto a un breve enfoque centrado en la evolución cronológica de los distintos movimientos chilenos y como éstos fueron produciendo las piezas aquí presentes.

Arte Europeo
La colección de arte europeo se expresa en la presencia de cuatro piezas de gran valor histórico y estético. Adornando las paredes del hall principal, el salón rojo y el comedor de la Residencia Oficial se presentan al público tres tapices flamencos de inspiración renacentista. El primero de ellos nos ofrece una escena de caza rodeada de un paisaje exuberante frente a una residencia nobiliaria. Se estima su confección en una fecha alrededor del siglo XVI (siendo éste el objeto más antiguo de la colección) en la más pura tradición de la tapicería belga (ver figura 1).

Figura 1. Tapiz flamenco (siglo XVI).
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El siguiente tapiz del siglo XVIII nos muestra una escena religiosa del antiguo testamento en tonos amarillos y azules donde se presenta la decapitación del general asirio Holofernes cuya cabeza es entregada al personaje bíblico de Judith, en medio de una profusa corte con una batalla al fondo, alusiva al sitio de la ciudad de Betulia (ver figura 2).

Figura 2. Tapiz flamenco (siglo XVIII).
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Un tercer tapiz del siglo XVII ubicado en el comedor nos presenta un banquete principesco donde un señor feudal coronado recibe a su invitado luego de una larga jornada de viaje (un siervo lava los pies del visitante). Profuso en detalles decorativos, presenta en su iconografía algunos elementos interesantes tales como columnas (representativas de la recta autoridad), un perro blanco (animal que representa la amistad, una simbología muy común en la edad media), una lámpara de aceite en lo alto que ilumina la habitación dándonos a entender que se trata de una cena, y una pequeña ventana que nos muestra una montaña, iluminada lateralmente por la luz del crepúsculo (ver figura 3).

Figura 3. Tapiz flamenco (siglo XVII).
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Finalmente, al final del hall principal y mirando el jardín, una delicada escultura en mármol nos invita a la observación (ver figura 4). Se trata de Ruth, obra del italiano Raffaello Romanelli (1856-1928) miembro de una destacada familia toscana de artistas – su padre Pascual y su hijo Romano también fueron grandes escultores. Incluso en nuestros días, un taller en Florencia lleva el nombre de esta familia el cual es administrado por sus descendientes. La imagen, dedicada al personaje bíblicode Ruth, del antiguo testamento, es un homenaje decimonónico a los valores de la bondad y la compasión. Notables son los detalles de las espigas en sus manos, el movimiento de su cuerpo y la expresión facial que nos indica el momento exacto en que Ruth, cosechando cebada, conoce a su futuro esposo Boaz iniciando así el linaje de los reyes de Israel (Obed, Jesé, David y Salomón). La compra de estas esculturas fue muy común en América Latina en la segunda mitad del siglo XIX dada su condición incomparable de objetos de estudio tridimensional para las jóvenes Academias de Pintura que nacían en las naciones independientes del continente. Los estudiantes practicaban la copia y el dibujo a partir de estos modelos al natural, los que al mismo tiempo transmitían las virtudes morales de una época. Comienza la producción local en los países latinoamericanos pero a partir del modelo europeo.

Figura 4. Ruth del italiano Raffaello Romanelli, mármol.
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Academia de Pintura
Es así como Ruth nos introduce gradualmente en los orígenes de la Academia de Pintura de Chile. Fundada en 1849 por el pintor napolitano Alessandro Cicarelli(1810-1879) y luego dirigida por el alemán Ernest Kirchbach (1832-1880) y el italiano Giovanni Mochi (1831-1892), la Academia chilena fue el primer centro de formación de muchos de los pintores nacionales que podemos encontrar hoy en la colección. Entre los más destacados discípulos se encuentran las obras del abogado y pintor Pedro Lira Rencoret (1845-1912), representado en la Embajada por cuatro paisajes (ver figuras 5, 6, 7 y 8).

Figura 5. Paisaje de Atardecer, de Pedro Lira. Óleo sobre madera, 22 x 35 cm.
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Figura 6. Primavera de Pedro Lira. Óleo sobre tela, 26 x 47 cm.
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Figura 7. Paisaje con animales de Pedro Lira. Óleo sobre tela, 49 x 59 cm.
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Figura 8. Atardecer nevado de Pedro Lira. Óleo sobre tela, 30 x 18 cm.
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Pedro Lira es asociado en la historiografía del arte chileno (Antonio Romera[2] y Eugenio Pereira Salas[3]) a la tradicional figura de los maestros en pintura. Y esto debido a su formación académica en Chile y en Francia, la generación de discípulos que generó en la Escuela de Bellas Artes (la Academia pasó a llamarse así en 1880) y su protagónico rol en la cátedra de pintura y en la fundación y construcción del Museo de Pinturas (instalado en el Partenón de la Quinta Normal en 1885). Los paisajes de Lira son óleos sobre tela de pequeño formato donde el paisaje chileno es abordado con una técnica realista y enfatizando el relieve de su geografía así como la morfología y composición del ambiente rural.

Junto a él otros maestros de la pintura chilena tales como Alberto Valenzuela Llanos (1869-1925) y Juan Francisco González (1853-1933) también se encuentran representados en la misión chilena. Valenzuela Llanos aparece con uno de sus últimos trabajos como eximio paisajista de la geografía chilena con la tela titulada Mañana en los Andes de 1922 (ver figura 9)[4]. Ya el maestro Juan Francisco González nos presenta dos naturalezas muertas o bodegones titulados Tunas y Nenúfar (ver figuras 10 y 11) donde nos propone volver la mirada hacia aquellos elementos presentes en la naturaleza nacional, constituyendo un punto de vista vernacular y subjetivo que poco a poco irá desplazando el academicismo propio de muchos artistas chilenos de fines del siglo XIX.

Figura 9. Mañana en Los Andes de Alberto Valenzuela Llanos. Óleo sobre tela, 245 x 373 cm.
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Figura 10. Nenúfares de Juan Francisco González. Óleo sobre cartón, 31 x 40 cm.
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Figura 11.Tunas de Juan Francisco González. Óleo sobre tela, 26 x 38 cm.
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Otros artistas de tradición académica presentes en la colección son Ernesto Molina (1857-1904), Carlos Alegría (1882-1954), Alfredo Helsby (1862-1933), Fray Pedro Subercaseaux (1880-1956), Onofre Jarpa (1849-1940),Marcial Plaza Ferrand (1876-1948), Enrique Swinburn (1859-1929) y Rafael Correa (1872-1959). Los denominados “pintores diplomáticos” también se encuentran expuestos, tales como José Tomás Errázuriz (1856-1927) (ver figura 12)y Alberto Orrego Luco (1854-1931) (ver figura 13). Sus obras se alternan entre paisajes y naturalezas muertas con la sola excepción de un retrato de mujer del destacado pintor y profesor chileno Cosme San Martín (1849-1906).[5]

Figura 12. Paisaje en azul de José Tomás Errázuriz. Óleo sobre tela, 54 x 73 cm.
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Figura 13. Naturaleza muerta de Alberto Orrego Luco. Óleo sobre tela, 28 x 49 cm.
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Cambio de Siglo y Modernidad
Siguiendo la evolución del arte chileno en el siglo XX nos encontramos con obras muy representativas de los cambios sociales, políticos y plásticos que comenzaron a producirse en el campo artístico local en las primeras décadas de la centuria. Artistas provenientes de las nuevas clases sociales urbanas y pertenecientes a estratos populares comienzan a disputar los atisbos de modernidad que empiezan a trasladarse al país, fruto de los contactos con las vanguardias europeas. Maestros como el español Rafael Álvarez de Sotomayor y el chileno Juan Francisco González imparten clases de pintura en la Escuela de Bellas Artes con una nueva mirada y abren la constitución de nuevos grupos de pintores. Algunos de ellos como Joaquín Fabres (1864-1914), Benito Rebolledo (1880-1964), Otto Giorgi (1890-1969), Jorge Letelier (1887-1966), Alfredo Lobos (1890-1917), Agustín Abarca (1882-1953) y Jerónimo Costa (1880-1967) se encuentran presentes con distintos óleos (ver figuras 13, 14 y 15) constituyendo la llamada Generación del Trece.

Figura 14. Playas de Puerto Montt de Alfredo Lobos. Óleo sobre tela, 12 x 17 cm.
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Figura 15. Marina con botes de Jorge Letelier. Óleo sobre cartón, 25 x 30 cm.
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Figura 16. Paisaje de Agustín Abarca. Óleo sobre cartón, 30 x 40 cm.
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Mención especial merecen dos representantes del modernismo chileno presentes en esta colección: se trata de Pedro Luna (1896-1956) y Camilo Mori (1896-1973). En el caso del primero nos enfrentamos a una obra verdaderamente moderna y rupturista, resultado de una personalidad extrovertida e incansable. Pedro Luna fue uno de los artistas más versátiles de su generación interesándose por otras áreas como la música y los viajes. Recorrió todo el país plasmando no solamente sus paisajes sino también investigando las costumbres y tradiciones de las distintas comunidades locales.[6] Si bien recibió una formación académica bajo figuras como Pedro Lira, Valenzuela Llanos o Julio Fossa Calderón, tuvo la capacidad de romper con el realismo imperante e imprimir un sello propio muy característico en su obra. A comienzos de los años veinte fue becado a Europa (Italia y España) pero a su regreso tuvo muchas dificultades en ser admitido en los Salones de la época. (ver figuras 17 y 18)

Figura 17. Casa a orillas del río de Pedro Luna. Óleo sobre tela, 25 x 27 cm.
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Figura 18. Domingo de Cuasimodode Pedro Luna. Óleo sobre tela, 49 x 51 cm.
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Ya Camilo Mori aparece con dos bellos retratos de su esposa también artista, Maruja Vargas. Pintados con 20 años de diferencia entre uno y otro, Mori plasmó a su mujer en innumerables telas a lo largo de su prolífica carrera. Nascido en Valparaíso, este pintor y gran dibujante fue uno de los principales protagonistas de la recepción de las vanguardias europeas en Chile junto al escritor, pintor y crítico de arteJuan Emar (Álvaro Yáñez,1893-1964). Tras regresar a mediados de los años veinte de una beca a Europa, se incorpora en Chile al denominado Grupo Montparnassede la pintura chilena fundado por Luis Vargas Rosas (1897-1977) junto a HenriettePetit (1894-1983), los hermanos Julio y Manuel Ortiz de Zárate (1885-1946 y 1887-1946), José Perotti (1898-1956), Isaías Cabezón (1891-1963) entre otros, renovando decididamente la plástica local con sus propuestas pictóricas.

Figura 19. Retrato de Maruja Vargas (1928) de Camilo Mori. Óleo sobre tela, 102 x 80 cm.
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Figura 20. Maruja Vargas con guante verde (1944) de Camilo Mori. Óleo sobre tela, 87 x 62 cm.
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Mujeres Artistas
Continuando con el levantamiento del conjunto de obras de esta sede diplomática, aparecen diversos trabajos de mujeres artistas que tuvieron un destacado protagonismo en el arte chileno de la primera mitad del siglo XX. La porteña Humberta Zorrilla (1880-1954) nos presenta un paisaje de Los Dominicos con un tono otoñal inspirado probablemente en sus años parisinos – bien podría ser una vista del barrio de Montmartre– cuando becada por sus estudios de arte (ver figura 20). También la artista argentina Delia del Carril (1885-1989) aparece con un aguafuerte sobre papel titulado Caballo. Intelectual destacada, alumna de los pintores franceses André Lothe y Fernand Léger, participó de los momentos políticos más dramáticos de España donde conoció a Pablo Neruda en 1935, permaneciendo ambos unidos por casi veinte años (ver figura 21).[7]

Figura 21. Paisaje de los Dominicos de Humberta Zorrilla. Óleo sobre tela, 60 x 84 cm.
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Figura 22.Caballo de Delia del Carril. Aguafuerte sobre papel, 53 x 73 cm.
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Ya Inés Puyó (1906-1996) debió enfrentar la negativa familiar de estudiar Arte, pero de la mano de los maestros Juan Francisco González, Pablo Vidor y Ricardo Richón-Brunet ingresó a la Escuela de Bellas Artes en 1927, prosiguiendo luego sus estudios en París y Nueva York. Su obra abarcó diversos géneros de la pintura y sus Flores (ver figura 22) develan una composición más expresionista y geométrica que verosímil. Nascida en Temuco, la pintora y profesora Aída Poblete (1914-2000) también surge con una producción (ver figura 23) conceptual que remite a una nueva forma de entender y concebir el paisaje chileno. Finalmente, se encuentra Ximena Cristi (1920- ) con una escena de playa (ver figura 24). Licenciada en Artes de la Universidad de Chile esta artista se caracteriza por un expresionismo figurativo y de rico y pastoso colorido cuya trayectoria de más de 70 años dedicados a la pintura le han valido diversos reconocimientos en Chile.

Figura 23. Flores de Inés Puyó. Óleo sobre tela, 100 x 80 cm.
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Figura 24. Composición en azul de Aída Poblete. Óleo sobre tela, 120 x 150 cm.
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Figura 25. Playa No. 1 de Ximena Cristi. Óleo sobre tela, 54 x 92 cm. 25

 

 

 

 

 

 

 

 

Esculturas
Ubicadas en los jardines de la Residencia Oficial, las dos esculturas de Samuel Román (1907-1990) tituladas (ver figura 25) y (figura 26) adornan el horizonte verde de la propiedad con vista al Lago Paranoá. Discípulo de Laura Rodig y José Perotti en la Escuela de Bellas Artes en los años veinte, realizó también estudios en Alemania y fue profesor en la Escuela de Artes Aplicadas de Santiago. Su obra es muy reconocida en Chile y se encuentra presente en diversos espacios públicos (Monumento al Presidente Balmaceda en Plaza Italia) y en 1964 fue galardonado con el Premio Nacional de Arte.

Figura 26. Cachapoal Samuel Román. / Figura 27. Rancagua de Samuel Román.
26-27

Otro escultor presente en la colección es Raúl Valdivieso (1931-1993) con su obra Pájaro Esfinge (ver figura 28). También discípulo en la Escuela de Bellas Artes de Santiago, fue alumno de las grandes escultoras chilenas Lily Garafulic y Marta Colvin, integrando la llamada generación del 50 (que aportó grandes nombres como Sergio Castillo y Federico Assler) y desarrolló gran parte de su trabajo en Europa (Francia y España, este último país donde fijó su residencia). Su obra es muy reconocida internacionalmente –fue asistente en Francia de Roberto Matta y admirador del británico Henry Moore– siendo sus piezas en piedra las más sobresalientes junto a otras en bronce y greda.

Figura 28. Pájaro Esfinge de Raúl Valdivieso.
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Nueva Figuración
Distribuidos en diferentes ambientes de la Residencia surgen obras de la segunda mitad del siglo XX vinculadas al movimiento de la nueva figuración latinoamericana. Se trata de artistas chilenos que tuvieron una gran trayectoria tanto en el país como en el extranjero y que fueron incorporando nuevas formas de enfrentar la representación en la pintura de caballete y desarrollar un marcado estilo propio. Las dos obras disponibles de Nemesio Antúnez (1918-1993) ilustran muy bien esa preocupación donde el paisaje va adquiriendo una nueva interpretación de la mano de este arquitecto chileno que migró a la plástica y aportó con su conocimiento en la técnica del grabado en el famoso Taller 99 de Santiago del cual fue su fundador (ver figura 28). Otro artista que aparece en este contexto es el destacado pintor, escritor, crítico y Premio Nacional de Arte 1993, Sergio Montecino (1916-1997). Nacido en Osorno su obra es reconocida por plasmar el paisaje desde una perspectiva urbana, del campo, de la costa, en tonos extensos y carentes de formalismo (ver figura 29).

Figura 29. Maderos quemados de Nemesio Antúnez.
Óleo sobre tela, 81 x 130 cm.
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Figura 30. Paisaje en verde de Sergio Montecino.
Óleo sobre tela, 110 x 155 cm.
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Otros artistas de esta vertiente, también presentes en la colección son Carlos Pedraza (1913-2000), Gonzalo Cienfuegos (1949- ), Augusto Barcia (1926-2001) y Carmen Aldunate (1940-).

Grabadores/as
Finalmente, se debe abordar la numerosa colección de Grabados con que cuenta la Embajada de Chile en Brasil donde se destacan especialmente Santos Chávez (1934-2001) y Florencia De Amesti (1925-2006). Santos Chávez nació en la provincia de Arauco y cursó estudios de pintura en Concepción y Santiago (Taller 99 de Nemesio Antúnez) destacando prontamente por la figuración del paisaje chileno, los recuerdos de su infancia y el universo mapuche. También residió en países como México, Suecia y Alemania. Actualmente, la Fundación que lleva su nombre y el de su esposa preparan la inauguración del Museo «Santos Chávez» que se ubicará en Valparaíso, bajo el alero del Centro Cultural Kallfu Mapu (la primera luz del amanecer que nace de la cordillera) (ver figuras 30 y 31). Ya Florencia de Amesti fue una destacada grabadora de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile y fue alumna de Nemesio Antúnez en el recordado Taller 99. En las cuatro obras existentes realiza combinaciones de paisajes abstractos con naturalezas muertas (ver figuras 32 y 33). Otros grabadores presentes incluyen a Lotty Rosenfeld, Enrique Zañartu, Marco Antonio Valdivia, Alejandro Izquierdo y Magdalena Lozano.

Figura 31. Árbol de la Vida de Santos Chávez.
Xilografía, 66 x 51 cm.
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Figura 32. Un Hombre en la Playa de Santos Chávez.
Xilografía, 66 x 51 cm.
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Figura 33. Araucaria de Florencia de Amesti.
Xilografía, 65 x 50 cm.
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Figura 34. de Florencia de Amesti. Xilografía, 66 x 51 cm.
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Conclusiones
La Colección de Arte de la Embajada de Chile en Brasil es variada y muy representativa de los diferentes momentos plásticos de la historia del arte chileno. Asimismo, logra mediante los diferentes géneros tradicionales de la pintura transmitir una síntesis de un país diverso, geográfica y socialmente mediante la exposición de obras de reconocidos artistas nacionales, muchos de ellos Premios Nacionales, que contribuyeron con su praxis a la creación de una identidad propia. Dicho patrimonio puede y debe ser resguardado ya que permitirá a las nuevas generaciones conocer la evolución de nuestro arte y su producción material en los siglos XIX y XX, proyectando su valor y proceso creativo al futuro. Finalmente, cabe agregar que el conjunto de obra existente en esta misión diplomática sintetiza, como pocas colecciones nacionales, aquellas características más fundamentales de las artes visuales de Chile a través de una evolución temporal documentada y acertadamente elegida.

Cristián Oschilewski

Bibliografía
Artistas Visuales Chilenos – Museo Nacional de Bellas Artes: www.artistasvisualeschilenos.cl
Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, Milán Ivelic Editor. Impresión Gráfica Puerto Madero, Santiago de Chile, 2009.
Pereira Salas, Eugenio, Ediciones de la Universidad de Chile/Fundación Andes, Santiago, 1992.
Romera Antonio, Editorial del Pacífico S.A., Santiago de Chile, 1951.

Notas
[1]Colección de Arte Chileno. Embajada de Chile en Brasil. Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, Milán Ivelic Editor. Impresión Gráfica Puerto Madero, Santiago de Chile, 2009.
[2] Romera Antonio, Historia de la Pintura Chilena. Editorial del Pacífico S.A., Santiago de Chile, 1951.
[3] Pereira Salas, Eugenio, Estudios sobre la Historia del Arte en Chile Republicano. Ediciones de la Universidad de Chile/Fundación Andes, Santiago, 1992.
[4] Esta obra fue entregada en comodato al Palacio de La Moneda, en el mes de mayo de 2019, atendiendo a un pedido presidencial.
[5] Artistas Visuales Chilenos – Museo Nacional de Bellas Artes: www.artistasvisualeschilenos.cl
[6]Ídem.
[7]Ídem.
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