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La Auratización de la Obra de Arte en el Pensamiento Romántico Alemán.

por Roberto Angel
Artículo publicado el 23/03/2007

“La inmensidad está en nosotros. Está adherida a una especie de expansión de ser que la vida reprime, que la prudencia detiene, pero que continúa en soledad. En cuanto estamos inmóviles, estamos en otra parte; soñamos en un mundo inmenso. La inmensidad es el movimiento del hombre inmóvil.”
Gastón Bachelard, La Poética del Espacio.


Luego de la aparición de la Crítica de la Razón Pura (1781) de Kant, los precursores del romanticismo alemán se vieron cercados por la lógica kantiana, la cual imponía límites que éstos no estaban dispuestos a aceptar. Kant propuso la desvinculación del sujeto-objeto, observando que “la cosa en sí” no podía ser conquistada por el hombre al representar un ente ajeno y desvinculado con el ser. De esta forma, la filosofía romántica alemana se preocupará de volver a reunir al yo con el no-yo, al ser con la naturaleza, rompiendo con las barreras que la razón hubo impuesto a la parte sensible del hombre.

Para Friedrich Schlegel el exceso de la utilización del pensamiento racional, característico del período de la Ilustración, era algo que debía ser superado para alcanzar esta reunión entre lo interno y lo externo. Lejos de desacreditar a la razón, en los fragmentos del Atheneum podremos observar que lo que Schlegel propone es una complementariedad entre intelecto y sensibilidad, que sentará las bases del movimiento romántico. El fragmento 125 del Atheneum señala: “…una época totalmente nueva de las ciencias y de las artes daría comienzo, cuando simfilosofía y simpoesía se unificasen de una forma tan común y tan íntima, que no pareciera algo nada extraño, si muchas de las naturalezas que se complementan de un modo recíproco conformasen obras comunes.” (Schlegel, Cit. Portales, 75). Para el romanticismo fue la exagerada aplicación de la razón lo que impidió que las palabras anteriores de Schlegel  se cumplieran, ya que ella veía en los objetos externos algo que no estaba en relación al ser, centro del pensamiento científico.

Es por esto que el romanticismo va a reconocer que el hombre no es distinto a la naturaleza (2). Es más, va a sostenerse en la idea de que todas las conciencias formarán un Todo, del cual también será parte lo externo al ser.

Es desde este punto que quisiera exponer como se lleva a cabo este encuentro entre lo interno y lo externo. Para exponerlo me detendré en la concepción de crítica de arte, ya que para los románticos alemanes, será finalmente el arte el medio que permitirá la integración del yo con el no-yo.

El primer concepto que quisiera aclarar es el de crítica en el romanticismo alemán. Alfredo de Paz, en su libro La Revolución Romántica, explica que “…los románticos niegan el dogmatismo escéptico de matriz racional-ilustrada, que juzga externamente, es decir, niegan lo que Benjamín llama ‘sentarse ante la obra a juzgar’” (De Paz, 159). Es decir, el crítico romántico no es el juez de la obra, sino que su rol es la de elevarse en conjunto con ella, para así ambos ser parte del Todo. El fragmento número 13 del Atheneum dice: “Cuando personas jóvenes de ambos sexos se ponen a bailar con una música que les causa placer, no se les ocurriría nunca querer hacer un juicio acerca del arte de los tonos. ¿Por qué ha de tener la gente menos respeto ante la Poesía?” (Schlegel, Cit. Portales, 31). Al momento de juzgar la obra, se retrocede al acto subjetivo aplicado por la ciencia durante la Ilustración y por ende, se aleja toda posibilidad de unión entre ella y el hombre. De esta forma, el nuevo valor que le da a la obra de arte el romántico es la de ser un puente que permita trasladar al ser escindido de lo externo hacia el Todo.

Para esto la obra de arte debe poseer una característica muy especial: debe ser autolimitada. El fragmento 28 del Lyceum señala: “Sentido (para un arte, una ciencia, una persona, etc.) es espíritu dividido, autolimitación, esto es, un resultado de autocreación y autodestrucción.” (Schlegel, 72). Tal vez podría pensarse que esto se contradice con la idea del romanticismo que expone la emancipación de los límites fijados por el racionalismo, pero lo que aquí ocurre es que precisamente esta cualidad de la obra va a permitir la transposición de las barreras que impiden la unión entre sujeto y objeto.

Al ser autolimitada la obra de arte, sugiere la idea de una necesidad de completitud, una aspiración a ser complementada y así ingresar a ser parte del Todo (3). Y esta integridad va a producirse por oposición, es decir, será el crítico quien observará la obra y la elevará debido a que descubrirá en ella detalles incompletos que se contradicen con su ser y que éste puede suplir y, del otro lado, será la obra quien entregué al ser los elementos opuestos a él y que lo completan. Es por esto que Schlegel puede decir, en uno de los fragmentos del Atheneum: “Dado que naturaleza y humanidad se contradicen tan a menudo y tan resueltamente, la filosofía quizá no pueda evitar hacer lo mismo. (4)” (Schlegel, Cit. De Paz, 157).

Es en este momento en el cual, por oposición, tanto sujeto como objeto se funden y logran ser parte del Todo, el cual es representado como una entidad cíclica e infinita que todo lo abarca. Para Schlegel es muy importante esta última idea de infinito, pues su concepción y la esperanza de asirse a él es lo que anima a su sentimiento a no cejar de combatir al racionalismo puro y así poder evitar aquel cisma entre hombre y naturaleza. En su libro de fragmentos Ideas podemos leer: “El núcleo, el centro de la poesía se ha de encontrar en la mitología y en los misterios de los antiguos. Saciad el sentimiento de vida con la idea de infinito y comprenderéis a los antiguos y la poesía.” (Schlegel, Cit. Portales, 266).

¿Pero de qué forma práctica el hombre romántico puede ver en la obra de arte un puente hacia ese tan anhelado infinito? Una posible respuesta podría encontrarse en el ensayo de Walter Benjamin La Obra de Arte en la Época de la Reproductibilidad Técnica (1933). En él Benjamin expone el concepto de aura de una obra de arte, el cual lo define como “…la manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar) (5)”. (Benjamin). Esta “manifestación irrepetible de una lejanía” se corresponde muy bien con la idea de infinito de los románticos. El aura sería entonces aquel presentimiento de inmensidad que se produciría bajo ciertas circunstancias al contemplar una obra de arte. El concepto de ‘lejanía’ de Benjamin no expresaría limitación del hombre a acceder a la obra de arte. Por el contrario, así como el racionalismo estudió con espíritu científico a la obra, acercándose a ella como un objeto a enjuiciar, lo que produjo según los románticos la desunión entre la obra y el ser, del mismo modo la idea de ‘lejanía’ en la obra de arte recuperaría la distancia del hombre hacia ella, lo cual permitiría reapropiarse del concepto de infinito e inmensidad, tan importante para la fusión del sujeto y el objeto en el Todo.

Pero para Benjamin, para que la obra de arte pueda sostener el concepto de aura, y de este modo, como expliqué, el pensamiento romántico pueda acceder al reencuentro por oposición con el infinito, sería imprescindible otorgarle un carácter ritual a la obra, característica tan opacada por el racionalismo de la Ilustración: “Es de decisiva importancia que el modo aurático de existencia de la obra de arte jamás se desligue de la función ritual”. (Benjamin). Este es precisamente  el enlace que pretendo llevar a cabo entre Benjamin y el pensamiento romántico alemán: los románticos, para devolverle a la obra de arte su predisposición hacia la infinitud y acceder al reencuentro con aquella lejanía presente en la obra, tuvieron que recuperar el carácter de ritual de ella, para que así la obra tuviera la facultad de trazar un camino de reunión entre sujeto y objeto. De esta forma, la crítica de la obra de arte en el romanticismo será vista como un rito que integrará al arte con todas las demás disciplinas (6), con el fin de alcanzar el pretendido conocimiento absoluto y que revalorará a la religión en el desarrollo de la obra. Al respecto, en el fragmento 108 de Ideas, Schlegel señala: “Tu meta es el arte y la ciencia, tu vida amor y cultura. Tú estás, sin saberlo, en el camino hacia la religión. Reconócelo y podrás estar seguro de alcanzar la meta.” (Schlegel, Ideas, 235).

De esta forma, en el romanticismo alemán la obra de arte dejará de ser juzgada y, por el contrario,  se “romantizará”, se ritualizará. “…Sólo la religión puede despertar otra vez a Europa…” (Novalis, Cit. Portales, 268) escribe Novalis en su texto “Europa y la cristiandad.” (1799). Este “despertar de la religión” será el primer paso para la recuperación del aura en la obra de arte, lo que conllevará finalmente al reencuentro del hombre romántico con su inquietud de infinito.

Notas
[2] Un sentido amplio de la palabra naturaleza es el que le da el filósofo alemán Federico Schelling (1775-1854), quien “…llama ‘naturaleza’ a todo lo que se produce dentro o fuera del hombre, pero independiente de él. Esta definición comprende a la vida inconsciente, que tomará una gran importancia en su filosofía.” (Giannini, 270).
[3] El concepto de una obra de arte incompleta, que insinúa la necesidad de ser completada, es una de las razones por las cuales Schlegel preferiría el estilo fragmentario para llevar a cabo sus textos. Además el fragmento y la manera como fue escrito el Atheneum, en el cual participaron cuatro autores distintos: Friedrich Schlegel, Wilhem Schlegel, Friedrich Schleiermacher y Novalis, revela la aceptación de la contradicción y oposición del pensamiento romántico, tan cara, como veremos más adelante, para sus pretensiones. Por último, la relevancia que Schlegel le da al fragmento también se debe a que “…el pensamiento de Schlegel es un pensamiento absolutamente conceptual, es decir, lingüístico.” (Benjamin, Cit. De Paz, 158), lo que remite a pensar con sumo cuidado las palabras a utilizar para expresar un concepto. Con palabras de Novalis: “Apenas se tienen los nombres justos se tienen también las ideas.” (Novalis, Cit. De Paz, 158).
[4] La idea de pensar la filosofía por oposición es acuñada por Schlegel en el término Simfilosofía. Para Schlegel “filosofar significa buscar el saber universal en forma comunitaria” (Schlegel, Cit. Portales, 21), lo que en ningún caso significaría el estar de acuerdo en todas las situaciones, ya que como lo señala el propio Schlegel en el fragmento 112 del Atheneum “los filósofos que no se oponen unos con otros, se vinculan habitualmente sólo por simpatía, no por simfilosofía”. (Schlegel, Cit. Portales, 67).
[5] En el texto La Obra de Arte en la Época de la Reproductibilidad Técnica Benjamin utiliza el concepto de aura para graficar la pérdida de lejanía y ritual asociado a la obra de arte debido a su reproductibilidad en el concierto de los medios masivos de reproducción. He querido “mirar hacia atrás” con el texto de Benjamin, puesto que creo que su visión pude dar una luz en el proceso de reconocimiento de la obra de arte por parte del pensamiento romántico.
[6]  El fragmento 255 del Atheneum señala: “Cuanto más científica deviene la poesía, tanto más deviene arte. Si la poesía ha de devenir arte, si el artista ha de tener una intelección y una ciencia profunda de sus medios y sus fines, de sus obstáculos y sus objetos, entonces el poeta tiene que filosofar sobre su arte. Si no ha de ser él un mero descubridor y artesano, sino también un conocedor de su ramo, y que sus conciudadanos puedan comprender en el reino del arte, entonces tiene que devenir también en filólogo.” (Schlegel, Cit. Portales, 135).

 

Bibliografía
Arnaldo, Javier. Fragmentos para una Teoría Romántica del Arte. Madrid: Tecnos, 1987.
Benjamin, Walter. “La Obra de Arte en la Época de la Reproductibilidad.” En:
http://www.nombrefalso.com.ar/materias/apuntes/html/benjamin.html
De Paz, Alfredo. La Revolución Romántica. Madrid: Tecnos, 1992.
Giannini, Humberto.Breve Historia de la Filosofía. Santiago: Universitaria, 1990.
Portales, Gonzalo. Poética de la Infinitud. Santiago: Intemperie/Palinodia, 2005.
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