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Los exvotos en la colección del museo Frida Kahlo. Tradición y pervivencia en la obra moderna.

por María de las Nieves Rodríguez
Artículo publicado el 08/08/2014

El 15 de abril de 2011 el Museo Frida Kahlo abrió la exposición “Con veras de mi corazón” donde, bajo la curaduría de Graciela Cantú Romandía, fueron exhibidos 138 exvotos de los 450 que originalmente conformaron la colección particular de Frida y Diego considerada una de las más completas en su género en el país y que abarcó desde 1842 hasta 1934 con algunas reproducciones fotográficas de los mismos. Los retablos, de pequeño formato y pintados sobre cobre, remitían a la dádiva o ritual de protección hecha a la divinidad escogida como un acto de agradecimiento por los favores recibidos. En México, la tradición popular llevaba a los fieles a encargar los dones votivos a un pintor que los ejecutaba siguiendo un modelo pictórico narrativo que revelaba un tipo de factura espontánea de estilo informal e ingenuo donde se dejaba constancia de la fervorosa catolicidad imperante en la época así como también de la conmovedora ingenuidad y el colorismo de las muestras. En su expresión conservaba la ingenuidad de las manifestaciones populares, pequeñas escenas a escala que remitían al evento vivido y que, en primera instancia, eran colocadas en la ermita a la cual se acudía a pedir el favor como agradecimiento.

Estas piezas fueron un elemento primordial dentro del imaginario de Frida pues sirvieron como matriz para el desarrollo de un arte personal que, como los retablos, fue manifestación natural de una microhistoria constituyendo una muestra de la simplicidad popular rescatada por los artistas de la vanguardia desde el primer tercio del siglo XX. Estas expresiones, apenas abocetadas y sin seguir los cánones pictóricos, constituían un medio para conectarse con las manifestaciones artísticas espontáneas del pueblo, las más sinceras, realizadas por artistas anónimos que se ganaban el sustento pintando estas láminas o realizando pinturas de ánimas más elaboradas. Estructuradas en dos partes bien diferenciadas, estas láminas narraban una historia, un pequeño milagro que agradecer o un favor próximo a suceder. Frida Kahlo encontró en estas expresiones una muestra empática, de su accidente, de sus múltiples operaciones, de la pérdida de su pierna y transfiguró su obra en grandes exvotos modernos donde contar su propia historia (siempre acompañada de la leyenda escrita) mas ya no implorando al Dios cristiano su curación sino encontrando en los héroes revolucionarios, su compromiso con el comunismo y en la representación plástica la fuerza necesaria para paliarlos.

Frida y Diego tuvieron siempre un gran interés en las diversas manifestaciones populares del México posrevolucionario como así se muestra en su colección. Ambos, como parte de la historia cultural, particularmente en el Renacimiento mexicano tuvieron la “habilidad de integrar las herencias culturales idiomáticas y políticas [que] le[s] permiti[eron] aceptar desde dentro y desde fuera la complejidad de lo que es mexicano”(1) en un momento en que el país se transfiguraba como un epicentro de la cultura y el arte en América, sede de emigraciones movidas por la efervescencia posrevolucionaria mexicana. Los artistas, reunidos en torno a Sociedades y Organizaciones de abiertas simpatías con la izquierda trataban de formar una estética propia, revolucionaria y nacionalista que con base en el arte popular, recuperaba y creaba, a través de las asociaciones imaginarias colectivas, nuevos símbolos que vitalizaban la práctica artística en pos de la difusión de la Historia. El arte, ahora capaz de ejercer una fuerza pedagógica sobre la sociedad, pretendía llevar el espíritu revolucionario y la plena alfabetización a través de las distintas publicaciones de las organizaciones y del arte público, esto fue, el muralismo.

La influencia de los exvotos en el arte de Frida era claro. De las pequeñas láminas compartía la perspectiva y algunas soluciones de representación formal que se acusaban al entrar en la década de los 30’s. En obras como Unos cuantos piquetitos de 1935, El suicidio de Dorothy Hale de 1938, Retablo o Autorretrato con pelo corto, ambas de 1940; Raíces de 1943 o Retrato de mi padre de 1951 se reflejaba una estructura dividida en dos planos bien diferenciados:

–        Plano superior o consciente que se correspondía con lo mundano era el lugar donde se desarrollaba la acción o se presentaba al personaje que se quería representar. El tema podía ser una noticia sacada del periódico así como una persona sobre la que pesara un favor o se encontrase en una situación ante la cual pedir mediación.

–        Plano inferior o subconsciente en el que, a modo de leyenda, se relataba el suceso o la historia del personaje presentado.

En 1925, cuando Frida tenía 18 años, tuvo un accidente. El tranvía en el que viajaba de regreso a Coyoacan chocó con un camión. El accidente le rompió la pelvis y un tubo metálico le atravesó el cuerpo fracturándole la columna vertebral. Su cuerpo quedó magullado y con varias lesiones severas. El diagnóstico no le era favorable y durante los meses que estuvo en el Hospital sus padres encargaron la factura de una pintura votiva para que intercediese por su vida. En el exvoto, dedicado a la Virgen de los Dolores, se advertían los dos planos bien diferenciados: el tema y la leyenda. El consciente, en donde se sucedía el accidente, Frida restaba en el suelo, como una muñeca rota, sobre su propia sangre bajo las ruedas del camión y la piadosa mirada y el halo místico de la Virgen. Debajo de ella la leyenda de ofrecimiento y petición de sus padres que decía así:

“Los esposos Guillermo Kahlo y Matilde C. de Kahlo dan las gracias a la Virgen de los Dolores por Haber Salvado a su niña Frida del accidente acaecido en 1925 en la esquina de Cuahutemotzin y Calzada de Tlalpan”.

Esta pintura, resguardada por Frida, fue el origen de su colección de exvotos cuya representación copió, en parte, a modo de dibujo a lápiz en el que en similar estructura se dibujó sobre el suelo, ya vendada, en la base de una consecución y superposición de planos que enfatizarían los diversos momentos del accidente: el choque, el traslado al Hospital y la convalecencia. Mas sin embargo en este exvoto moderno, hecho en 1926, no aparecería ya la Virgen sino la propia Frida que habría de resurgir con la fuerza de la lucha social. Este dibujo temprano marcaba las pautas de representación de lo que sería el lenguaje plástico de Kahlo embebido del arte popular y, especialmente, de los exvotos cuyo encanto desbordó al considerarlo expresión del arte popular donde se conjugaba la magia con la religión.

El Museo Frida Kahlo, con el ánimo de vitalizar la colección y de ejercer un puente entre ésta y la propia producción pictórica de la artista desarrolló la exposición “Con veras de mi corazón” donde se ponía de manifiesto el imaginario eminentemente nacionalista de Frida, en el cual encontró su propia visión en el arte popular y las manifestaciones artesanales del espíritu artístico del pueblo mexicano. Los exvotos son pues un testimonio relevante dentro del acervo del Museo Frida Kahlo pues formaron parte de su existir cotidiano e igualmente de su imaginario, eminentemente popular.

(1) Ana Indych, “Entre dos mundos: Anita Brenner, identidad transcultural y arte mexicano en Nueva York”, en Anita Brenner. Visión de una época, México, RM/CONACULTA, 2007, p. 42.
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