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Romanticismo: belleza y pasión

por Alfredo Fredericksen
Artículo publicado el 11/09/2021

“Libertad en el arte, libertad en la sociedad; ahí está el doble objetivo”
Víctor Hugo en el prólogo de Hernani.
“Hasta el momento presente el objetivo del arte ha sido la belleza, pero ésta es sólo una pequeña parte de lo que el hombre puede imitar”
Lessing en el Laoconte.

 

I. Presentación
• El Romanticismo como tema aún permanece vigente en nuestros días a pesar de que se ha diluido como movimiento. Porque, ¿quién no se ha quedado sin aire por un amanecer hermoso? ¿Quién no se ha detenido a observar algo que a su juicio le parezca bello? ¿Es posible olvidar totalmente a este movimiento? ¿Acaso se debe dejar de lado a hombres y mujeres, de carne y hueso, que vivieron apasionadamente luchando por sus vidas y por cambiar el mundo que los rodeaba? No se debe olvidar que gran parte las pinturas y de otras manifestaciones como la literatura quedaron impregnadas de aquel espíritu, de aquel ímpetu que reflejaba una pasión, y por qué no decirlo, de una belleza distinta al período que la precedía. Por ello, resulta impensable dejar el tema de lado y olvidar no sólo su importancia histórica, sino la importancia individual que el Romanticismo contiene para todos y cada uno de nosotros. Es un tema de inspiración, de un idealismo puro que colmó en los corazones de todos los hombres, y por qué no decirlo, que aún persiste, aunque limitadamente, pero que siempre está ahí, latente y que no seremos capaces de olvidar por su gran herencia. Es este el motivo por el cual decido escribir, atribuyéndole importancia al tema. Además, los invito a no olvidar, que fuimos, seremos o somos, seres románticos y es que, el Romanticismo es belleza y pasión.

El objetivo de este trabajo es llevar a cabo una descripción exhaustiva de la obra “La Libertad guiando al pueblo” de Delacroix. Se busca demostrar que la obra de Delacroix es una obra controvertida porque posee símbolos, características particulares, un afán eminentemente de carácter revolucionario e incluso, aunque más sigilosamente abordado en el trabajo, contradicciones personales en relación a lo que el propio Delacroix decía y lo que llevaba a cabo en la práctica.

Mi trabajo se inicia analizando en primer lugar, el contexto histórico, las características y representantes del movimiento romántico, como tema principal en la obra de Delacroix: “La Libertad guiando al pueblo”, enfatizando sobre la descripción de ella como una de las obras principales con las que se identifica al Romanticismo, pero a su vez permitiendo un acercamiento a la obra de Géricault, donde se asemeja y compara con la obra “La Balsa de la Medusa”. Se ve luego de manera general los aportes del Romanticismo como movimiento y corriente pictórica, para finalizar con las conclusiones.

II
Como todo movimiento artístico, el Romanticismo surge en un período que no está exento de dificultades. Tomás Pérez Molina señala que el Romanticismo surge como reacción a revolución francesa y a las guerras napoleónicas que azotan Europa y la crisis interna de los sistemas de Antiguo Régimen, provocan la pérdida de la fe en la Razón es decir, que es hijo de un contexto histórico que lo determina e influye[1]. Además, el Romanticismo surge cuando Francia se encontraba convulsionada y por tanto, este movimiento es un antecedente al proyecto de la revolución de Napoleón. De modo que, el Romanticismo es una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasicismo que aparece en Alemania y el Reino Unido. Continuando con Tomás Pérez Molina, nos dice que: “[e]l Romanticismo […] apareció al final del siglo XVIII y principios del XIX […]”[2]. Al situar a este movimiento cronológicamente, Tomás Pérez, evalúa a la época señalando que: “[e]l siglo XIX es políticamente bastante comprometido [,] se producen movimientos independentistas, se desarrolla el nacionalismo, la industrialización, el nacimiento de la burguesía. En el campo del arte se renueva la arquitectura con la aparición del hierro que ofrece nuevas posibilidades y surge la arquitectura utilitaria. También aparece la fotografía que pone de moda la realidad”[3].

Es así, como este movimiento se fue diferenciando del anterior, ya que, según Tomás Pérez Molina, se caracterizó por: dar fuerza a la emoción, libertad e imaginación a las clásicas formas de arte y por ser una rebelión contra las convenciones sociales. Y continua señalando que, las características generales del movimiento romántico en las pinturas fueron: el uso de diferentes técnicas (óleo, acuarelas, etc), la desaparición de la línea de frente (recuperando la potencia del color), la valoración de la textura con una pincelada libre y vivaz, composiciones más dinámicas, diversidad de temas como el exotismo de la memoria de un misterioso y glorioso pasado, el retrato de la naturaleza (sobretodo el paisaje, donde los pintores proponen un paisaje espiritual), culto al individualismo y una nueva relación entre cliente y artística (es un trato de igual a igual, el artista ya no es un artesano simplemente)[4].

Ahora bien, los exponentes del movimiento romántico varían de acuerdo a los distintos países, por ejemplo en Alemania encontramos a Gaspar D. Friedrich, en Inglaterra a la figura William Blake, en España nos encontramos con Goya y en Francia, donde el movimiento se dará con más fuerza con exponentes como Gros, Géricault y Delacroix. Respecto a éste último se referirá mi trabajo.

III

“La verdad solo es revelada al genio
y este siempre es una persona solitaria”.
Eugene Delacroix
“La auténtica tradición en las obras no estriba en rehacer lo que otros han creado, sino en reencontrar su espíritu, que crea obras nuevas en otro tiempo”
Paul Valéry.

 

Delacroix fue un pintor francés que nace el 26 de abril de 1798 en Chartenton-Saint-Maurice y fallece en París un 13 de agosto de 1863. Proviene de una dinastía de la cual Miguel Ángel es el patriarca y Rubens el hijo pródigo. Tuvo innumerables producciones pictóricas, pero me centraré en: “La Libertad guiando al pueblo” (1830), también conocida como “La Barricada”[5], obra en la que se centra mi análisis. Sin mencionar que, el Romanticismo devora la imagen analizada.

la-libertadFuente: La Libertad guiando al pueblo – Wikipedia, la enciclopedia libre, última visita: 23-11-22

Esta obra resultó ser muy controvertida para su época, ya que respondía al contexto histórico particular que se vivía en ese entonces y a su carácter eminentemente revolucionario. El arte era un reflejo de la realidad imperante y nadie podía pensar en detenerlo. Gilles Néret, compara a esta obra con la Barca de Dante y que señala que en éste último caso: “el color no se concibe solamente en términos de claroscuro, como en el caso de Géricault, sino que se tiene en cuenta por su valor expresivo. Los contrastes de verde azulado y del rojo proporcionan la tonalidad dramática de la composición, que se ilumina gracias a una pincelada de blanco, que es tan frecuente en Delacroix”[6]. Según Gilles Néret, Delacroix: [c]on su “Libertad” de pechos desnudos, que recuerda a la desnudez de los santos, [es el mismo Delacroix quien] entra en la línea de los autores de cuadros vírgenes para las iglesias”[7].

Pero hay otros aspectos que simbólicos que no se deben olvidar cuando se analiza este cuadro, no sólo la pincelada libre e imaginativa, que se contrapone a otro tipo de arte como lo es el Neoclásico, que era un arte de academia, más rígido y donde el artista se quedaba en su taller y prestaba atención a la pulcritud y perfección, sino que también el título de esta obra es sugerente de los sentimientos, la pasión y la belleza que se despierta en esta época: “La Libertad guiando el pueblo”. Esta hermosa mujer, de mejillas sonrosadas y labios rojos, empuña la bandera al cielo, que alrededor de su figura se rodea por el uso de colores más blancos y amarillos. Una atenta observación del cuadro permitirá percibir que en los extremos existe un azul intenso que se va degradando hasta llegar a blanco y amarrillos alrededor de esta muchacha, que sin lugar a dudas, es el núcleo central de esta representación artística. La misma mujer con los pechos desnudos y siendo mirada fijamente por un hombre bajo sus pies, no sólo representa a libertad, sino también que si es necesario se puede utilizar la coerción para llegar a tal libertad (nótese que también en su otra mano lleva una bayoneta), un claro ejemplo del idealismo que recaía en los hombres y mujeres de aquella época. Según Gilles Néret la crítica de la época dijo que: “[…] este busto desnudo con aspecto erótico, la piel sucia e incluso el vello perceptible debajo de las axilas demostraba que esta diosa de la libertad era una mujer del pueblo llano, una verdulera, una Venus de la calle y no una condesa de Faubourg Saint-Germain. Treinta años más tarde, Víctor Hugo inmortalizará al niño parisino que se encuentra delante de ella como Gavroche en Los Miserables”[8].

Pero al encarnar a la libertad como una mujer hermosa se podría llegar a pensar que Delacroix usa mujeres bellas en todas sus pinturas como un estandarte, pero, Gilles Néret, nos hace la aclaración textualmente citando a Baudelaire, éste último señala que:

“[e]n general no pinta mujeres bellas, si tenemos en cuenta los gustos de los hombres de mundo. Casi todas están enfermas y resplandecen con cierta belleza interior. No reproduce en absoluto la fuerza con la amplitud de los músculos, sino la tensión de los nervios. Sabe como nadie expresar no sólo el dolor físico, sino también-prodigioso misterio de su pintura- el dolor moral. Esta melancolía orgullosa y seria brilla con un resplandor quejumbroso, incluso con sus colores amplios, sencillos, abundando en masas armónicas, como hacen todos los grandes coloristas, pero también de manera lastimera, y profunda, como una melodía de Weber”[9].

Otro elemento digno de mencionar, aparte de esta especie de glorificación de la libertad, es que esta muchacha no se encuentra sola y recibe el apoyo popular, de niño que alza una pistola y que en su mano posee otra e incluso, del burgués con su escopeta en mano. Demás, está decir que la persona de atrás del burgués puede representar al miembro faltante que conforma a la sociedad. Es conveniente recalcar que este cuadro fue elogiado como criticado. A los críticos, según Gilles Néret, Delacroix decía: “todo tema es válido en pintura, no para justificarse, sino para afirmar que sólo cuenta la pintura desde el momento en que su plasticidad y técnica se funden con el motivo inicial”[10]. Luego, Gilles Néret, añade que: “[e]sta es una idea revolucionaria y moderna. Su anhelo es convertir un cuadro en obra de arte por sí misma y no en función del tema o de algún elemento pintoresco o anecdótico. Es uno de los primeros en crear esta poesía plástica”[11]. A ojos de Gilles Néret, Maurice Sérullaz es quien resume mejor esta idea en una frase señalando que, es un catalizador cuyas formas, ritmos e ideas inspirarán a todas las generaciones[12].

Según Giulio Argan:

Para Delacroix […] la historia no es un ejemplo ni guía de la actuación humana, es un drama que empezó con la humanidad y continúa en el presente. La historia contemporánea es la lucha política por la libertad. La Libertad guiando al pueblo es el primer cuadro político de la historia de la pintura moderna: exalta la insurrección que, en julio de 1830, puso fin al terror blanco de la restaurada monarquía borbónica.
La política de Delacroix y, en general, de los románticos no está clara: lucha contra quienes intentan restaurar los privilegios feudales como si la Revolución no se hubiera producido, pero no comprende que en la sociedad están madurando nuevas instancias revolucionarias que se están manifestando en la lucha de clases[13].

Giulio Argan nos cuenta que Delacroix como persona se caracterizó por una ambigüedad ideológica, ya que por un lado, era antiburgués, atacando a este grupo por su estrechez de miras, su cultura mediocre, su mal gusto, su ansia por vivir bien. Pero, frecuentaba los salones y gozaba de favores de altas financieras burguesas[14]. Además, Argán nos cuenta que: “[p]ara Delacroix, y en general para los románticos (no solo los franceses), la libertad es la independencia nacional”[15].

Describe Giulio Argan:

“En la gran tela de 1830, la mujer que ondea el tricolor sobre las barricadas es, al mismo tiempo, la Libertad y Francia. Y ¿quién combate por la libertad? Gente del pueblo e intelectuales burgueses: en nombre de la Libertad-Patria se sella la union sacrée entre el pueblo descamisado y los señores con sombrero de copa.
No confundamos esta ambigüedad ideológica con otra cosa, pues es sencillamente un indicio; pero, siguiendo esa huella, se pasa de una ambigüedad a otra. No es un cuadro histórico, no representa un hecho o una situación.
Tampoco es un cuadro alegórico: lo único alegórico es la figura de la Libertad-Patria. Es un cuadro realista que culmina con una secuela retórica”[16].

Además, Argan dice que: “[…] la figura alegórica es una mezcla del realismo y de retórica: una figura “ideal” que para esa ocasión se ha vestido con los harapos del populacho y, en lugar de la simbólica espada, empuña un fusil de [regimiento]”[17]. Ahora bien, respecto al cuadro en sí, se debe señalar que es en Delacroix donde aparecen pintadas por primera vez las barricadas como testimonio de reivindicación política. Aunque, en general, las reivindicacion[es] son más exóticas y en donde, en general, se tratan temas de bandoleros como héroes románticos, etc[18].

Pero, este cuadro no solo tiene cierto simbolismo, sino que presenta una serie de características que lo asemejan y diferencian de otros románticos Franceses. La Libertad guiando al pueblo es similar a una obra de arte llamada La Balsa de la Medusa de Géricault, según Giulio Argan, en ambas el plano de apoyo es inestable, construido por vigas inestables (la barricada). De esto, nace y se desarrolla in crescendo el movimiento de la composición. Otro aspecto de semejanza es que, las figuras forman una masa ascendente que culmina en una persona que agita algo: allí, un harapo; aquí una bandera. Además, en ambas, aparecen en primer plano los muertos tirados, parecidos incluso en sus posturas. Se aprecia una particular coincidencia en detalles atrozmente realistas como: el pubis descubierto de un cadáver, el cazón caído sobre el pie de otro, el macabro detalle emotivo de los botines blancos en los pies de un soldado muerto. En ambas, es idéntica la forma de sostener y subrayar el gesto culminante, acompañándolo, a la derecha e izquierda con el brazo levantado de otras dos figuras[19].

En cambio, este cuadro se diferencia de la Balsa de la Medusa, en términos de su esquema compositivo, ya que Delacroix lo da vuelta e invierte de los dos muertos en primer plano, sino que además, invierte la dirección del movimiento de las masas: en la balsa es desde adelante a hacia atrás, mientras que en la Libertad avanza precipitándose hacia el espectador, dirigiéndose con un discurso directo, como bien observaba Argan[20]. Pero en tal movimiento de las masas hacia el horizonte, en el cuadro de Géricault, producía una catarsis en el drama: a partir de la violencia realista se formaba una grave coralidad que asumía rasgos de grandeza clásica. Todo cuanto hay de clásico en el cuadro de Géricault lo podemos encontrar en Delacroix (no hay nada del iluminismo de Caravaggio, donde los cuerpos son fuertemente modelados): figuras que se perfilan a contra luz sobre el fondo encendido y humeante, no se desatan cuerpos anudados, sino que las figuras principales se aíslan respecto del confuso emparrado de los demás. En términos de la caracterización social, no se asciende a una solemnidad clásico, sino que se muestra a: muchachos, jóvenes, obreros, campesinos, intelectuales, soldados, legitimistas y soldados rebeldes, todos son del pueblo y todos están hermandados por el tricolor, como bien dijo Argan[21].

También, habría que decir que es posible establecer una comparación entre la obra aurática v/s la obra reproductible desde algunos de los siguientes puntos con respecto a La Libertad guiando al pueblo:

Obra Aurática
Obra Reproductible
i) Valor para el culto.
i) Valor para la exhibición.
ii) Arte vinculado con lo ritual.
ii) Arte desata la experiencia profana.
iii) Obra restringida/oculta.
iii) Accesibilidad, posibilidad de adquisición.
iv) Auténtica (aquí y ahora).
iv) Reproducción masiva.
v) Único/singular.
v) Distanciamiento/ actualización.
vi) Durabilidad/ valor eterno.
vi) Fugacidad/ capacidad de ser mejorada.
vii) Separación con el ser humano.
vii) Relación con el ser humano.
Elaboración propia

 

A partir de esto –y centrándonos en la obra reproductible-, podríamos pensar en fortalezas y debilidades, a la luz del cuadro. Tal y como afirma Benjamin en La obra del arte en la época de su reproductibilidad técnica “Incluso en la reproducción mejor acabada falta algo: el aquí y ahora de la obra de arte, su existencia irrepetible en el lugar en que se encuentra. En dicha existencia singular, y en ninguna otra cosa, se realizó la historia a la que ha estado sometida en el curso de su perduración” (Cfr., Benjamin: 2). Nuestra obra es técnicamente reproductible a nivel masivo, sin embargo, adolece de ese aquí y ahora. Todo esto se entronca precisamente con la autenticidad de la misma, porque “se sustrae a la reproductibilidad técnica —y desde luego que no sólo a la técnica-” (Benjamin: 3), o sea, es susceptible de ser exhibida (no como la obra aurática, puesto que ella tiene solo un valor para el culto). De ahí estribará su valor cultual, porque éste “fue en primera línea un instrumento de magia que sólo más tarde se reconoció en cierto modo como obra artística (…)” (Cfr., Benjamin: 7), el cual, antecede al valor exhibitivo.

También, deberíamos señalar que la obra desata una experiencia de arte profana, a diferencia de la aurática, ligada al arte ritual. Dice Benjamin -refiriéndose al aura- que “Al multiplicar las reproducciones pone su presencia masiva en el lugar de una presencia irrepetible. Y confiere actualidad a lo reproducido al permitirle salir, desde su respectiva situación, al encuentro de cada destinatario” (Benjamin: 3), o sea, esta obra de arte es única, de autor, exuda una presencia especial y un efecto similar al de una experiencia mágica o mística. Es una especie de brillo que se adhiere, la vuelve intocable, no aproximable, como un artefacto de genio inmensamente valioso. Sin embargo, priva de sus derechos al espectador, quien se convierte en un individuo suficientemente privilegiado que disfrutaba de una comunión única con el objeto. Lo obliga a adoptar la posición de un espectador pasivo, que consume la visión de un genio. Benjamin argumentó que el declive de este “aura” –el subproducto feliz de la reproducción técnica- abría camino a una nueva forma para que las masas se apropiaran del arte.

Por otro lado, conviene destacar cómo el cuadro es accesible, o sea, cómo existe una posibilidad de adquisición del mismo. Porque, a diferencia de la obra aurática, ella es restringida, oculta. De hecho –y siguiendo a Benjamin-, la obra reproductible “[acerca] espacial y humanamente las cosas, [porque] es una aspiración de las masas actuales” (Benjamin: 4). Nuestra obra tritura su aura, toda vez que, la percibimos por medio de la reproducción que gana terreno a lo irrepetible. Pero –y habría que hacer la salvedad-, el aura es parte de un ritual secularizado. La debilidad de esto es perceptible: el arte –o, mejor aún, nuestra obra- debería liberarse de su forma ritual. Además, el arte puro es una teología negativa del contenido. Lo cual, nos lleva a preguntarnos por el sentido de la copia auténtica.

IV
Entre los aportes del Romanticismo como movimiento se destaca el hecho de que haya propiciado el cambio de mayor envergadura que haya ocurrido en Occidente a lo largo del siglo XIX y XX en el sentido en que todos los otros movimientos que tuvieron lugar durante el período parecen, en comparación, menos importantes y están, de todas maneras, profundamente influenciados por éste. Fue un movimiento que tuvo de alcance mundial y que transformó todas las esferas en la vida de las personas.

Además, los románticos pusieron en marcha una revolución sin precedentes en la perspectiva que la humanidad tenía de sí misma. Destruyeron las nociones tradicionales de verdad objetiva y validez ética y causaron efectos incalculables en todos los aspectos de la vida, ya que el mundo no ha sido lo mismo desde entonces: nuestra política y nuestra moral se han visto profundamente transformada por ellos. Sin duda, éste ha sido el cambio más radical y más dramático, por no decir el más pavoroso, en la perspectiva del hombre de los tiempos modernos. Fue una respuesta que respondió al absolutismo monárquico, un mundo desigual y de difícil supervivencia. Por ello, fue necesario un idealismo de hombres y mujeres de carne y hueso que creían que lograrían cambiar el mundo y que dio un buen resultado.

En términos de la tradición pictórica, produce grandes cambios, ya que en el período que precede al romanticismo podíamos apreciar que el pintor se encontraba encerrado en su taller, centrado más en pintar académicamente aspectos de la realidad. Ahora se produce un cambio, el pintor sale de su taller, se apodera del pincel y comienza a dar rienda suelta a su expresividad, a su emoción y sus sentimientos. Se toma la campiña francesa y desata su pasión, generando un nuevo tipo de belleza que incorpora como núcleo central, la interioridad y, por tanto, la subjetividad como aspectos matrices en la conformación de la obra de arte. Estos sentimientos, serán la tónica social que tendrán manifestaciones en todo el quehacer cotidiano de las personas, en su ética, su política y en las manifestaciones literarias, exaltando siempre la figura del yo. Así, La Libertad guiando al pueblo no solo se perfila como una obra que posee gran trascendencia para Francia, sino también, para la cultura universal.

Reflexiones Finales
La obra de arte siempre va de la mano con su contexto histórico, están indisolublemente ligadas. Por ello, se entiende que el Romanticismo es hijo de un contexto histórico y que, antecede al proyecto de Napoleón. La pincelada del artista es reflejo del momento en que se sitúa y no le es ajena. Aunque esto es relativo, es decir, no siempre suele darse, no es el caso con la obra La libertad guiando al pueblo de Delacroix, esta obra se encuentra cargada no sólo de emoción, belleza, pasión y poseedora de un espíritu de libertad, sino que es reflejo del idealismo puro que sintieron hombres de carne y hueso en período histórico determinado. Delacroix es el verdadero príncipe de los románticos, es la persona más representativa con quien se asocia al Romanticismo. Y es correcto cuando su gran admirador Charles Baudelaire señala que el es: “El último gran artista del Renacimiento y el primero de los modernos”, porque Delacroix se merece este reconocimiento por su audacia y originalidad al crear una obra cargada de sentimiento y emoción, de afán eminentemente revolucionario, llena de simbolismo y, porque no decirlo, cargada de contradicciones en el ámbito de la vida privada del mismo Delacroix, que por un lado decía que odia a los burgueses y por otro, aceptaba grandes favores de ellos. Ahora bien, el Romanticismo no surge de la nada, sino que es hijo de un contexto histórico que lo ve romper el modelo academicista: el autor sale del taller y se toma la campiña y da rienda suelta a su frenesí, a sus sentimientos. Esto podría entenderse como el aporte a nivel pictórico del Romanticismo. Pero como movimiento provocó un cambio en el mundo y por tanto, en una nueva ética al hombre como el ser subjetivo que es.

Quisiera terminar con un poema cargado de sentimiento e influenciado por el Romanticismo. Fue escrito por Gustavo Adolfo Bécquer:

¿Qué es poesía?
¿Qué es poesía? -dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.

¿Pero durará para siempre el Romanticismo?. No lo creo, sin embargo, es posible que rebrote la tendencia romántica por el universalismo que tiene, ya que no está determinado a una necesidad histórica concreta. Así, nos podemos encontrar con tiempos difíciles y proclives a una resurrección romántica en que la belleza emerja como una expresión de reacción ante la falta de esperanza y de proyectos que entreguen caminos y horizontes en los tiempos oscurantistas. El romanticismo es una expresión estética que resalta el sueño y las emociones, que resalta la esperanza, es decir es un recurso de transformación y de reivindicación de la esencia creativa de la belleza. De modo que, es posible que nuevas libertades puedan emerger en medio de las metrópolis, la tecnología ciega y las guerras contemporáneas que clamen por resituar el verdadero espíritu humano y sus esperanzas. El romanticismo no se reduce solamente a una expresión pictórica, sino a una actitud ante la vida en que la consecuencia moral, las emociones y sentimientos se anteponen a la mera descripción o al intelectualismo. Resulta interesante señalar que con posterioridad al Romanticismo, se dará lugar a otro movimiento llamado Realismo, que tendrá como preocupación el sentido social en la pintura, las temáticas campesinas y faenas de campo como representación pictórica, rechazando todo el sentimentalismo del período anterior, mostrando al hombre objetivamente, con toda la crudeza de la realidad.

Alfredo Fredericksen

Referencias Bibliográficas
ARGAN, Giulio Carlo: El Arte Moderno: Del iluminismo a los movimientos contemporáneos. Madrid, España: Ed. Akal, S.A., 1991, 660 p.
NÉRET, Gilles: Eugene Delacroix, 1793-1863: el príncipe de los románticos. Koln: TASCHEN, 2002, 96 p.
Pérez Molina, Tomás: La Pintura del siglo XIX: El Romanticismo, disponible en Internet: «http://tom-historiadelarte.blogspot.com/2007/05/la-pintura-del-siglo-xix-el.html» [visitado: 10.04.2009].
WALTER, Benjamin. Discursos Interrumpidos I, Taurus, Buenos Aires, 1989.

 

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 Notas
[1] Pérez Molina, Tomás: La Pintura del siglo XIX: El Romanticismo, disponible en Internet: «http://tom-historiadelarte.blogspot.com/2007/05/la-pintura-del-siglo-xix-el.html» [última visita: 10.04.2009].
[2] Ibidem.
[3] La Pintura del siglo XIX: El Romanticismo, supra nota 2.
[4] Ibidem.
[5] Nota del autor: Para que se aprecie mejor la descripción que se procederá a detallar, resulta conveniente añadir la imagen del cuadro aludido. Sin embargo esta imagen es referencial, dado a problemas relativos a la impresión del presente trabajo, se deberá asumir que la descripción que alude en lo que respecta a los colores es cierta.
[6] NÉRET, Gilles: Eugene Delacroix, 1793-1863: el príncipe de los románticos. Köln: TASCHEN, 2002, p.25.
[7] Ib, p.21.
[8] Eugene Delacroix, 1793-1863: el príncipe de los románticos, supra nota 7, p.26.
[9] Ib, p.42.
[10] Ib, p.34. Se extrajeron las comillas del interior de la cita para facilitar su lectura.
[11] Ibidem. Se extrajeron las comillas del interior de la cita para facilitar su lectura.
[12] Eugene Delacroix, 1793-1863: el príncipe de los románticos, supra nota 7, p.34.
[13] Ib, p.48.
[14] Ibidem
[15] Ibidem.
[16] Ib, p.48-49.
[17] Ib, p.49.
[18] La Pintura del siglo XIX: El Romanticismo, supra nota 2.
[19] Eugene Delacroix, 1793-1863: el príncipe de los románticos, supra nota 7, p.49.
[20] Ibidem.
[21] Ib, p.49-50.
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