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Autofiguración de un mestizo en la colonia: un texto del cacique Martín de las Cuevas Palam (1696)

por Elizabeth Martín Vivedes
Artículo publicado el 24/02/2025

Este artículo es resultado de un proyecto de apoyo a actividades de investigación en etapa de pregrado financiado por la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad Andrés Bello en el año 2024 y de mi colaboración, en calidad de personal técnico, del proyecto FONDECYT regular «Habla el cacique: textualidades mapuche durante la colonia (s. XVII-XIX)», n° 1240662, liderado por Stefanie Massmann.

 

Resumen
Este artículo presenta el caso de un mestizo en la época colonial que cumplió con diversas funciones como mediador.  Se trata de Martín de las Cuevas Palam, reconocido, en su época, por su liderazgo en la pacificación y evangelización de su comunidad; y en quien podemos identificar estrategias que le permitieron ocupar un lugar relevante en su comunidad.

Palabras clave
mestizaje, mediación cultural, evangelización, historia colonial y Martín de las Cuevas Palam

 

En el contexto de la colonización chilena, la figura de Martín de las Cuevas Palam destaca como un fascinante mestizo, hijo de cautivos, cuya vida y legado nos ofrecen una perspectiva única para comprender las complejas interacciones entre las culturas indígena y española. Este cacique nos permite analizar cómo se vivieron las tensiones y los intercambios culturales durante un periodo de profunda transformación social. Su caso resulta especialmente interesante, ya que sus escritos no solo narran su experiencia personal, sino que también revelan las dinámicas de poder, lealtades y estrategias de adaptación que caracterizaron a los mestizos en la época colonial. A través de su historia se nos permite entrever un mundo donde las tradiciones indígenas y las influencias europeas convergían, desafiando las concepciones rígidas de identidad y pertenencia.

Entre 1598 y 1603, la destrucción de las Siete Ciudades resultó en el cautiverio de cientos de españoles, lo que dio lugar al nacimiento de una gran cantidad de mestizos. En su artículo “Los caciques gobernadores de Toltén”, Gabriel Guarda destaca este hecho como un aspecto clave al abordar la figura de Martín de las Cuevas Palam, quien es el foco de nuestro estudio. En lo que sigue recogeré los hitos más relevantes de la biografía del personaje, ayudada por el artículo de Guarda. Durante la destrucción de Valdivia, los indígenas capturaron con vida a 422 mujeres y niños. Aunque muchos de estos cautivos fueron liberados posteriormente, para 1606, el número de prisioneros se incrementó significativamente cuando las fuerzas españolas se replegaron al norte del Biobío y al sur del canal de Chacao. Para 1620, más de 600 mujeres seguían siendo esclavizadas bajo el dominio de los pueblos indígenas. Entre los más de cuarenta niños capturados en Valdivia, se encontraba un joven llamado Don Rodrigo de las Cuevas, quien formaba parte de una de las familias más ilustres de la ciudad. Cuyo linaje se originaba en el capitán Toribio de Cuevas y Arce, quien nació en 1518, llegando a Chile en 1549, donde recibió una encomienda y, en 1558, fue designado veedor. Su descendencia dejó una huella destacada en el Cabildo, estableciendo vínculos con influyentes encomenderos, corregidores y capitulares (Guarda 43-44).

No se tienen registros de los nombres de los padres de don Rodrigo. Desde su infancia fue separado de su familia y, años más tarde, al encontrarse con los españoles, es probable que ya no pudiera dar información sobre ellos. Se puede suponer que su padre desempeñó un cargo relevante en la administración real, lo que indicaría que su familia pertenecía a un alto estatus social. A una edad temprana, Don Rodrigo probablemente sobrevivió gracias a la clemencia de los indígenas, quienes le perdonaron la vida. Más tarde, sus descendientes, pertenecientes al mismo linaje, se asentaron en la plaza tras su repoblación en 1645, ocupando la posición más destacada debido a su noble ascendencia. Desde su infancia, vivió entre ellos sin haber tenido contacto con los españoles cristianos, por lo que únicamente conoció las doctrinas y leyes que estos seguían. Ya en su madurez, fue introducido a la religión católica, siendo confesado y casado por un padre de la Compañía de Jesús. El 11 de noviembre de 1646, estuvo presente en el parlamento de Maquegua, así como en los parlamentos generales de Quillín (Guarda 45).

El joven don Rodrigo, siguiendo las costumbres indígenas, había mantenido relaciones maritales con cuatro mujeres. Sin embargo, tras sus primeros contactos con la religión católica, modificó sus prácticas y contrajo matrimonio con una de ellas, despidiendo a las demás. El cacique de Toltén, reconociendo las cualidades y habilidades que don Rodrigo había demostrado entre los indígenas, decidió unirlo en matrimonio con su hija, asegurando que su descendencia tuviera la posibilidad de integrarse en la línea sucesoria del cacicazgo. Así, cuando se hace referencia al cautivo don Rodrigo de las Cuevas, se menciona que el líder indígena lo vinculó con una de sus hijas. De este enlace nacieron dos hijos que sobresalen en la memoria: uno asumiría el liderazgo del cacicazgo, mientras que el otro optaría por la vida religiosa. Este último, Marcos de las Cuevas Palam, estudió en el colegio de los Jesuitas de Valdivia y luego ingresó a la Compañía de Jesús, desempeñando un rol activo en Purén desde 1689 (Pilleux Cepeda s/p). Desde su infancia, fue educado en el cristianismo por su padre y continuó su formación en la residencia de los jesuitas en Valdivia. Su carácter ejemplar y su dedicación a la virtud lo motivaron a pedir ser admitido como hermano coadjutor de la Compañía. En su solicitud, expresaba su gratitud a Dios por haberlo librado de quienes eran enemigos y traidores a la religión. A ello se suma que, según se indica en el expediente de Medina: “…a que se llega que a imitacion del suplicante i con ayuda de un hermano suyo relijioso de la compañia de Jesus han admitido la fée católica los demas caciques del valle de Tolten el vajo i tambien la obediencia de V.M…”(Folio 35). Se destaca el impacto espiritual que generó en su entorno, fomentando la conversión y la lealtad entre los caciques. Sin embargo, el hermano mayor sobresale como la figura más relevante de la familia, dejando una huella documental más significativa (Guarda 46).

Don Martín de las Cuevas Palam, originario de Toltén el Bajo, es hijo de Rodrigo de las Cuevas. Como se ha indicado anteriormente, don Rodrigo contrajo matrimonio con la hija de un cacique, lo que dio lugar al nacimiento de don Martín. Segú nos señala en su texto “Mapuche-huilliches e hispanocriollos en Valdivia. Cartas de petición y procesos de articulación en el período colonial tardío” que el aprendizaje del español se facilitó con la expansión de la escritura, impulsada por el envío de hijos de autoridades mapuche-huilliches para recibir educación. Esta práctica, establecida en Valdivia desde su refundación a mediados del siglo XVII, explica por qué Martín de las Cuevas adquirió el idioma. Aunque esta decisión probablemente generó desacuerdos e incertidumbres entre las comunidades indígenas, fue percibida como una estrategia para controlar, intervenir y supervisar las relaciones con los hispanocriollos. Existen registros que muestran un flujo, aunque muy selectivo, de hijos de caciques que abandonaron sus tierras para recibir educación en Valdivia, Concepción y, más tarde, Chillán. Guarda (1976) indica que varios jóvenes huilliches estudiaron bajo la tutela de gobernadores de la ciudad, destacando los casos de los «caciques gobernadores de Toltén» como lo es el de Martín de las Cuevas, Francisco de las Cuevas y Quilacán. Estos jóvenes, descendientes de un español cautivo después de la destrucción de Valdivia, recibieron educación en colegios jesuitas (Guarda, 1968; Poblete Segú 52).

Gracias a sus destacadas habilidades de liderazgo, los indígenas de la provincia de Toltén Bajo le pidieron que asumiera el cargo de gobernador. Su lealtad también le había ganado el respeto y aprecio de los españoles. Aunque fue capturado por indígenas en su propia tierra, los españoles lograron rescatarlo y devolverlo a su puesto. Una vez liberado, mostró una gran disposición para buscar la paz con todos los caciques de su territorio, lo que resultó en su sumisión a la autoridad del rey de España. Este acto le permitió ganar el apoyo de otros caciques y líderes de las regiones cercanas. Desde ese momento, Don Martín jugó un papel crucial, ofreciendo un apoyo efectivo a sus nuevos aliados. Cuando se descubrió una traición en los acuerdos con los Ampallantes, organizó una reunión para desmantelar la conspiración, llegando a ejecutar al traidor. Tal como se menciona en la solicitud del mismo cacique: “[…] teniendo despues noticia que el cacique Ampallentes i era traidor i poco fino en la paz tratada; haciendo a su costa i espensas una junta fui a sus tierras i con la jente que la siguió le cortó la cabeza i maloqueándoles su chusma se retiró mostrando siempre efectos de leal vasallo […]” (“Expediente…” f.39). En numerosas ocasiones, frustró otras conspiraciones, lo que no solo le hizo ganar el respeto de sus seguidores, sino también la amistad de altas autoridades reales. En 1671, sus tropas se unieron al ejército español en Valdivia para una incursión en Osorno y Gualiano (Guarda 55).

Don Martín destacó especialmente por su profunda devoción hacia la religión católica, a la que se entregó con gran fervor. Su empeño en convertir a todos sus súbditos a esta fe fue evidente, y, según el padre Bell, una vez adoptó el catolicismo, se comprometió a seguir fielmente los consejos de los sacerdotes. Como parte de su conversión, abandonó a sus numerosas esposas y contrajo matrimonio según el rito eclesiástico. Además, se confesaba varias veces al año, asistía a misa diariamente y velaba por que todos los indígenas cristianos acudieran a la iglesia los domingos para participar en las enseñanzas religiosas. Como fundador de la misión de Toltén Bajo, don Martín construyó diversas iglesias en sus territorios y colocó en ellas una célebre imagen de la Inmaculada Concepción, lo que coincide con los transcrito en el manuscrito: “[…]  si no tambien en amonestar los indios a que siguiesen la relijion católica pidiendo a este por misiones, haciendo iglesias colocando en ella una imagen de nuestra señora, i agazajando a los sacerdotes que llegaban a sus parajes de que se habia resultado estar pacificas i quietas aquellas fronteras.” (“Expediente…” f.39) En 1682, viajó a Valdivia con el fin de solicitar al gobernador la creación de una nueva misión, ofreciendo importantes garantías. Tras consultar con el provincial de la Compañía de Jesús y con el virrey del Perú, su solicitud fue aceptada. Los misioneros se trasladaron desde el castillo de Cruces y se establecieron junto a la residencia del cacique, quien construyó una gran iglesia en el lugar. En esa misma residencia, donde vivía con toda su familia, también habitaba una comunidad de indígenas. Además, mostraba un profundo respeto y admiración por los sacerdotes que llegaban a esas localidades (Guarda 56).

Las notables cualidades de don Martín no pasaron inadvertidas para los gobernadores de Chile y para el presidente de aquel tiempo, don Juan Enríquez. En reconocimiento a sus méritos y su calidad, se le concedió el honorífico título de Maestre de Campo mediante un despacho fechado el 6 de febrero de 1631. Como se destacó en el siguiente extraco de las transcripciones: “ […] i siempre se ha ejercitado con estremada fidelidad en la campaña obteniendo los puestos militares hasta ocupar el referido de maestre de Campo, de que le dispacho titulo el gobernador D. Juan Enríquez en atencion a su calidad i meritos i al señalado servicio que a V.M […] ” (“Expediente…” f.34-35). Al llegar a una edad avanzada y agradecido por este reconocimiento, don Martín solicitó a la Corona una recompensa por sus largos años de servicio. Para respaldar su solicitud, presentó documentación respaldada por certificaciones de varios gobernadores y líderes militares del reino. Don Martín deseaba obtener el cargo de Capitán reformado con la correspondiente asignación en el presidio de Valdivia. Como alternativa, aspiraba al título de Benemérito del Reino, con una asignación mensual adicional de 20 escudos (Guarda 57).

La solicitud de don Martín era bastante poco común. El cargo de benemérito, creado en 1607, tenía como objetivo recompensar a los doce oficiales más destacados en la guerra de Chile, concediéndoles rentas y cargos reales en el Perú. Este cargo había evolucionado con el tiempo, ya que el gobernador de la época vio la necesidad de premiar a estos soldados para evitar que abandonaran el país, perdiendo así a sus mejores veteranos. En las cédulas de 15 de octubre y 15 de noviembre de 1634, el rey estableció las condiciones para esta distinción, que debía ser aprobada por el virrey conforme a una lista presentada por el gobernador de Chile. Durante el gobierno de Valdivia, el virrey también otorgaba esta merced a los oficiales más destacados, aunque no se conoce desde cuándo. Precisamente a estos oficiales deseaba unirse Don Martín, por lo que su petición era inusual y requería una investigación adecuada. A través de una cédula emitida en Buen Retiro el 19 de noviembre de 1686, dirigida al virrey Duque de la Plata y al gobernador de Valdivia, se solicitaron informes (Guarda 57-58). En este contexto, la solicitud de Don Martín puede entenderse mejor al considerar las condiciones en las que se fundamentaba su petición. Como lo indica el informe de 1696:

[…] V.M se sirva honrarle en todo lo que fuese de su real agrado, como así mismo de que le conceda los 20 escudos de ventaja que pide al mes, y estas se le podrán consignar en el situado de la plaza de Valdivia por estar inmediata a la tierra del este cacique o en la primera vacante que hubiere de los 500 escudos que reparte el gobernador de las provincias de Chile. Este es mi parecer y lo que se ofrece informar a esos señores sobre la referida pretensión, quedando yo a la obediencia de V.S. con el verdadero afecto que le profeso, y deseo que nuestros señores guarde V.S. muchos años. (“Expediente…” f.42-43)

Este informe subraya la importancia y el contexto de la solicitud de don Martín, quien deseaba asegurar su inclusión en este selecto grupo de oficiales beneméritos, crucial para su futuro y la consolidación de su posición en la estructura colonial. Este documento también fue firmado por don Joseph de Garro, con su rúbrica, y dirigido a don Antonio de Ubilla y Medina, lo que resalta la formalidad y el protocolo en las solicitudes de este tipo. La intervención del virrey y el gobernador en la gestión de estas distinciones reflejaba la importancia de mantener el control sobre los oficiales más leales y destacados dentro de la administración colonial. Este contexto proporciona una base más sólida para entender la naturaleza de la solicitud de don Martín y la relevancia de la investigación necesaria para que su petición fuera aceptada, alineada con los procedimientos administrativos de la época (Guarda 57-58).

Al gobernador se le preguntó expresamente si el sargento mayor, el veedor, el factor y los capitanes apoyarían la concesión de esta merced. Tras recibir respuestas favorables, el Consejo de Indias trató el caso en una junta el 20 de agosto de 1696. Antes de tomar una decisión, solicitaron nuevos informes al gobernador de Gibraltar, don José de Garro, quien había sido anteriormente gobernador de Chile. Garro emitió un elogio muy detallado de don Martín, confirmando en una certificación fechada el 8 de septiembre de 1696 que todo lo mencionado en su informe era veraz, basándose en su experiencia durante su gobierno. Destacó particularmente su empeño en la conversión de los nativos bajo su mando y concluyó sugiriendo que sería apropiado que su majestad lo honrara en la medida que considerara conveniente (Guarda 57-58). En cuanto a lo dicho en el expediente, se precisa lo siguiente:

Y cuando para esta merced sea necesario más informe que el de su relación, pide le haga el gobernador de Gibraltar, D. José de Garro, que lo fui de aquel reino, o el padre Miguel de Viñas, procesor general de la Compañía de Jesús de aquel reino. Espera, para su decente mantención y sustento de su familia, recibir toda merced de la real justificación de V.M. Con poder, Joseph de Lensia Junta. Lo que refiere este cacique ha servido en Chile desde que se convirtió a nuestra Santa fe, y el empleo que ha tenido consta de la relación que se trae” (“Expediente…” f.36-37).

Este informe destaca no solo la veracidad del testimonio de don Martín, sino también el reconocimiento a su labor en la conversión de los nativos, un aspecto fundamental para la solicitud de la merced. El Consejo, al evaluar los antecedentes reunidos, consideró que una medida de este tipo serviría como incentivo para el beneficiario y como ejemplo para los líderes de Chile. Por ello, finalmente recomendó al rey la concesión solicitada, que fue aprobada por el monarca el 8 de enero de 1797. En la cédula correspondiente, se estableció que la merced se cargaría al situado de Valdivia, al mismo tiempo que se vacaba el puesto de Benemérito del Reino, el cual se sumaría al de Concepción. Con estas disposiciones, don Martín ascendió a una posición destacada entre los más ilustres soldados del Rey (Guarda 57-58).

Esto se muestra en el manuscrito citado, donde se destaca la experiencia directa de un alto funcionario en este caso del mismo José de Garro, sobre el trabajo de don Martín, subrayando su rol crucial en la conversión de los indígenas a la fe cristiana:

Y lo que en vista de todo debo decir es, que en el presidio de Valdivia ni en el ejercito de Chile se dá sueldo a ningun reformado i que es cierto lo que expresa D. Martin de las Cuevas Palan por las experiencias que tengo de haberle visto durante mi gobierno de 10 años fomentan la conversion de aquellos indios de su mando considerándole digno i merecedor de que V.M se sirva honrarle en todo lo que fuese de su real agrado […] (“Expediente…” f. 42).

Estos reconocimientos, respaldado por la experiencia directa de su desempeño, fue un factor determinante en la decisión del rey, quien encomendó el honor y la merced como una muestra de gratitud y apoyo a su trabajo.

En su texto Guarda nos dice que el padre Bel, en su testimonio, nos informa que Don Martín mantuvo una conducta moral y religiosa ejemplar hasta el final de su vida, demostrando una lealtad inquebrantable hacia los españoles. Don Martín falleció en 1707, a una edad avanzada, después de haber recibido todos los sacramentos. Su entierro se llevó a cabo con gran solemnidad y manifestaciones de profundo pesar en la iglesia misional de Toltén (59).

Su hijo también siguió sus pasos en el servicio militar, ascendiendo desde soldado hasta capitán de infantería, reflejando la dedicación de la familia a la Corona y a la fe católica. En este contexto, se puede vincular con la cita de la transcripción del manuscrito que destaca el legado de la familia en el servicio: “ […] en cuya conservación la de estar su hermano religioso lego de la compañía de Jesús, y un hijo, continuando con aprobación el real servicio en una compañía de infantería de aquel reino, ocupando los puestos de cabo de escuadra y sargento, los referidos cabos del ejército del ordenaron a sus súbditos y a los que encargaron les honrasen y tuviesen por buen amigo” (“Expediente…” f. 39-40). Esta dedicación al servicio y la fe refuerza la imagen de una familia comprometida con los ideales de la monarquía y el orden social.

A pesar de sus notables servicios, Don Martín buscó el reconocimiento y la recompensa de la Corona, solicitando al menos el sueldo de un capitán de infantería reformado o una ventaja mensual adicional de 20 escudos, comparable a las condiciones de los beneméritos del presidio de Valdivia. Este pedido, respaldado por diversas certificaciones de sus superiores y el gobernador de Gibraltar, Don Joseph de Garro, resalta la importancia de sus contribuciones y su fidelidad a Su Majestad. Don Martín de las Cuevas Palam es recordado no solo por sus hazañas militares, sino también por su papel en la pacificación y evangelización de la región, dejando un legado de lealtad y devoción tanto a su rey como a su fe.

Se ha confirmado la existencia de al menos tres hijos de don Martín. El mayor de ellos, don Juan de las Cuevas Caniuleu, heredero del gobierno, estaba casado por la iglesia, pero mantenía en secreto una relación con su concubina, lo cual le valió críticas de los misioneros. A pesar de esto, asistía regularmente a misa los domingos y cultivaba una estrecha amistad con los españoles, lo que le permitió obtener un sueldo militar adicional en la Plaza de Valdivia. Falleció poco antes de 1723, mientras también desempeñaba el cargo de cacique de la provincia de Toltén el Bajo (Guarda 59).

Sobre sus hermanos, se sabe que don Justo falleció en su juventud y fue enterrado junto a su padre en la iglesia de Toltén. Don Fernando de las Cuevas, el tercero, se estableció en Valdivia, donde se unió a la guarnición y llegó a ocupar el cargo de Lengua General, añadido al Estado Mayor. Se cree que su descendencia continuó en Valdivia. Además, se tiene conocimiento de que los descendientes de los Cuevas conservaron el cacicazgo al menos hasta el final del período colonial y se mantuvieron en la categoría de “indios amigos” ante los españoles (Villalobos 138).

Martín de las Cuevas Palam dejó un legado significativo tanto en el ámbito militar como religioso. Su liderazgo y dedicación a la pacificación y evangelización de su región le aseguraron un lugar destacado en la historia colonial de Chile. No solo destacó como un cacique comprometido con la integración y el bienestar de su comunidad, sino que también fue un ferviente defensor del cristianismo y un constructor de puentes entre las culturas indígenas y españolas. Sus descendientes continuaron su labor, manteniendo el cacicazgo y la relación amistosa con los españoles, lo que permitió la estabilidad y la coexistencia pacífica durante generaciones. El estudio de este cacique proporciona una visión profunda de las dinámicas de poder, la educación y la religión en la época colonial, así como de la capacidad de adaptación y liderazgo de individuos mestizos en un contexto de conquista y colonización.

Martín de las Cuevas Palam representa un caso de mestizaje en el que se combinaban las tradiciones indígenas y las españolas. A pesar de su crianza indígena, fue educado en los colegios jesuitas, donde adquirió la lengua y las costumbres españolas. Su liderazgo se destacó por su habilidad para mediar entre los dos mundos, ganando la lealtad tanto de los indígenas como de los españoles. Esta capacidad de navegar entre dos culturas, adaptándose y adoptando lo mejor de ambas, lo convirtió en una figura central en la historia de la región.

Elizabeth Martín Vivedes
Artículo publicado el 24/02/2025

Bibliografía
Fuentes utilizadas
“Expediente de solicitud del Maestre de Campo don Martín de las Cuevas Palam, cacique de Toltén” (1696). Ms. Documentos inéditos para la historia de Chile de José Toribio Medina. Biblioteca Nacional de Chile. Ms. m66.
Obras publicadas citadas
Guarda, Gabriel. “Los caciques gobernadores de Toltén”. Boletín de la Academia Chilena de la Historia 78 (1968): 43-68.
Poblete Segú, María Pía. “Mapuche-huilliches e hispano-criollos en Valdivia. Cartas de petición y procesos de articulación en el período colonial tardío”. CUHSO. Cultura, hombre, sociedad 15 (2008): 49-60.
Pilleux Cepeda, Mauricio, “Genealogía de la familia Cuevas (de La Cueva),” Genealog, https://www.genealog.cl/Chile/C/Cuevas/#google_vignette .
Villalobos, Sergio. “El proceso de mestizaje”. Vida fronteriza en la Araucanía: el mito de la Guerra de Arauco. Santiago de Chile: Andrés Bello (1995): 130-39.

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