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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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De tu discurso al orden social: la representación del concepto “educación” y “pueblo” en la controversia filológica de 1842.

por Bárbara Sandoval
Artículo publicado el 12/02/2014

El Orden, podríamos decir, es el concepto clave del siglo XIX y, creo, a parecer propio, que lo sigue siendo. En los discursos, las líneas de las políticas públicas, en la vida privada y en la vida pública, el orden es un concepto muy potente dentro de las mentes nuestras. Es así, que los procesos de construcción del Estado nación y de la estabilización misma del aparato estatal en Chile durante el siglo diecinueve pueden enmarcarse dentro de este concepto primordial. Todo orden busca progreso, desarrollo. Una supuesta mejora.

En el presente trabajo de carácter exploratorio y para nada definitorio, pretende develar la articulación discursiva hegemónica existente entre educación y pueblo de Andrés Bello y Domingo Faustino Sarmiento en la primera Controversia Filológica de 1842 y, como esto, de alguna manera influye en la construcción del sistema educativo chileno y, muy particularmente en ciertos métodos de alfabetización. Para este último caso, tomaremos de ejemplo el Silabario Nuevo método: (fonético- analítico- sintético) para la enseñanza simultánea de la lectura i escritura o, más conocido, como el Silabario El Ojo (1884), el que fue diseñado por Claudio Matte y utilizado en las escuelas de Chile hasta el siglo XX.

La búsqueda de un incesante ordenamiento, según sea la ideología, corresponde a dar a la realidad una estructura que permitiese el correcto desarrollo de los planes de gobierno e intencionalidades de este. Sea dentro del proceso mismo de la Independencia o de los Ensayos Constitucionales, la idea era el orden. La Dictadura Militar, los procesos de transición hacia la democracia y el actual gobierno, apuntan a ese concepto aplicado a la realidad nacional (o a la realidad de las necesidades propias de la elite gobernante).

La estructura propuesta desde la perspectiva Portaliana durante la época decimonónica, la cual se prolongó durante los decenios conservadores marcó, definitivamente, los futuros procesos que ha de vivir el país. Un orden que “implantaba una nueva obediencia, dirigida hacia quien ejerciera la autoridad, legítima en cuanto legal”, “un gobierno fuerte, extraño al militarismo y al caudillismo de los tiempos de la independencia”(1). En palabras de Góngora podríamos enunciar que “la específica concepción “portaliana” consiste en que realmente Chile no posee la “virtud republicana que, desde Montesquieu y la Revolución Francesa, se afirmaban para ser indispensables para un sistema democrático, de suerte que la Democracia debe ser postergada, gobernando, entretanto, autoritariamente pero con celo del bien público, hombres capaces de entenderlo y realizarlo” (2). Este ideal de gobierno se concreta con la Constitución de 1833 promulgada bajo el gobierno de José Joaquín Prieto, proyectándose, también, en el gobierno de Manuel Bulnes (1841-1851) y en el de Manuel Montt (1851- 1861).

Chile, ad portas de la década de 1840, comienza a vivificar ese orden interno que tanto se desea. La guerra contra la Confederación Perú-Boliviana había acabado y Portales, en 1837 fue asesinado en Valparaíso. El sujeto que tanta tensión provocaba por su extremo autoritarismo ha muerto. Ya para esa fecha, en el país había periódicos y prensa escrita; el influjo europeo estaba latente y los intelectuales hacían de las suyas. Sin embargo, un par de años atrás, mientras Portales estaba vivo, podía sentirse que “el ambiente político de Chile no era particularmente propicio para un inmigrante en búsqueda de paz y seguridad, como lo era Bello cuando llegó al puerto de Valparaíso el 25 de junio 1829” (3) y, en 1831, es exiliado de Argentina por el gobierno de Juan Manuel de Rosas, Domingo Faustino Sarmiento, quien viaja en dirección a Chile; no obstante, este por enfermedad puede volver a su país en 1836. Aunque no duraría tantos años en Argentina: en 1840 vuelve exiliado nuevamente. Para ese entonces, Bello llevaba en Chile 11 años de residencia.

Ambos intelectuales latinoamericanos convergen en Chile en la década del ’40 del siglo XIX, provocando grandes influjos en la estructuración del país. Para esas fechas, la prensa escrita era centro de polémicas. A saber y en palabras de Ana María Stuven, comprenderemos “por polémica el arte o práctica de la argumentación o controversia; un diálogo o disputa que implica el reconocimiento de la legitimidad del contrincante y de su posición” (4). Por lo cual, “la discusión era un arte aceptado y querido como recurso articulador de las ideas que ebullían en la mente de la generación que consolidaba el Estado Chileno” (5) una generación que, sin duda, pertenecía a una elite, por ende, son parte de la clase hegemónica del país. Citando, nuevamente a Stuven, es que dejaremos en claro que “entendemos por hegemonía el predominio que ejerce un grupo sobre los miembros de la sociedad. Incluye las normas y valores, no sólo políticos que integran su visión del mundo, los cuales se imponen sobre toda la sociedad” (6). Por ende, tanto Bello como Sarmiento, en su posición de agentes de construcción de Estado, adquieren una hegemonía dentro de la sociedad desde el poder que ostentan por su intelectualidad y situación dentro del gobierno de la época.

Se ha creado en las mentes de quienes hemos leído o escuchado sobre Sarmiento y Bello una extrapolación en cuanto a su pensamiento: el primero, un liberal que deseaba la inclusión del pueblo en el quehacer social, alguien que ya había desplazado el conservadurismo heredado de la colonia para desplazarse a las nuevas corrientes europeas socialistas, sin embargo ¿será tal esto? En tanto Bello, se posee una imagen de conservador, que no desea rupturas sino la mantención del status quo tradicional en favor de la aristocracia y de los gobiernos para los que él trabajaba… Pero Sarmiento también logra desempeñar labores para el Estado, entonces ¿cuál es la diferencia substancial entre ambos?

Ambos, dentro de esta dinámica, entre el 27 de Abril y el 22 de Junio de 1842, desatan una de las más conocidas polémicas concebidas en la prensa escrita: la controversia filológica. Dicha confrontación se da en las páginas de El Mercurio de Valparaíso, portavoz, conjuntamente con El Araucano, de los lineamientos oficiales del Estado en cuanto a materias de comunicación estratégica. Bello, Sarmiento, Lastarria, Sanfuentes, Jotabeche y otros más, son los actores públicos e intelectuales quienes quebraban el silencio en torno al intercambio de palabras.

“La presente disputa comienza a propósito de un vocabulario de voces consideradas viciosas y su correspondiente palabra correcta que publica Pedro Fernández Garfias” (7) bajo el nombre de Ejercicios Populares de la Lengua Castellana, lo que es antecedido por una introducción realizada por Sarmiento, quien presentando esto, se refiere a que “tal es la idea que un estudioso ha concebido al reunir, en el opúsculo que a continuación publicamos, aquellas palabras que el uso popular ha adulterado cambiando unas letras, suprimiendo otras y aplicándolas a ideas muy distintas de las que deben representar”(8). Es en esta misma introducción que Sarmiento declara que “la soberanía del pueblo tiene todo su valor y su predominio en el idioma” y que, “los gramáticos son como el senado conservador, creado para resistir a los embates populares, para conservar la rutina y las tradiciones” (9). Apostando por un cambio, una dinámica cultural e idiomática es que declara que “en balde fué gritar contra el absurdo y pedir que se escribiese como se habla. ¡No, señor! O escribir como escriben los literatos, o no se enseña a escribir a nadie; y ya ven ustedes que el caso era apretado, y fuerza le fué al pobre pueblo someterse, al trueque del saber algo, a la voluntad de los susodichos letrados” (10). Un poco más adelante, en líneas posteriores, declara que “las niñas no leen El Mercurio, sino cuando alguien les cuenta que les han andado por las costumbres, que entonces se alborota el gallinero, y que van a ver qué indecencias han dicho para achacárselas a alguno (…)”, aludiendo que las niñas, a pesar de su inclinación a la perfección constante del lenguaje, no son asiduas a la lectura del periódico para socializar con las noticias y acontecimiento nacional. Asimismo, habla que “El Mercurio tiene la vida de un efímero, nace por la mañana y a la noche está sepultado en el olvido” (11)(12); continúa diciendo que, “los que leen son la espuma y la nata de la sociedad y no sin razón se creen que nada tienen de populares, y desdeñan por tanto esta clase de ejercicios” (13). Finaliza declarando que “la gramática no se ha hecho para el pueblo”. Y ante esto último, uno ha de preguntarse ¿Para quién se hizo la gramática, entonces? Como no se hizo para el pueblo ¿quiénes son esos que están fuera de la catalogación de pueblo?

El –pobre- pueblo, según lo primero que podemos observar, son los iletrados, fuera del círculo oligárquico y, a su vez, los que están fuera del orden social deseado o esperado. Son quienes, en resumida cuenta, no poseen una educación formal según los parámetros de la ilustración y el romanticismo de la época. Son los sometidos a las superestructuras culturales impuestas tanto por los letrados como por las clases dirigentes y que poseían el poder de la época. Es así, como puede observarse a lo largo de la controversia un tema, también, de la selección de lo que se va a enseñar y el cómo se ha de hacerlo.

Si trasladamos esto al área del currículo educacional en relación con la cultura, “se podría sostener que el proceso de selección de los contenidos y objetivos curriculares es el quehacer central del currículum, en especial, cuando se hace referencia a un currículum oficial- nacional- básico- común” (14), proponiendo de este modo, que el currículum juega un papel de herramienta para la homogenización cultural social, por medio de la selección del conocimiento y, que se difunde e implementa, en las comunidades escolares. Magendzo, también declara que “el proceso de selección se convirtió en un espacio de encuentro entre intereses de poder, lo que exigió la búsqueda de equilibrios consensuados” (15), promoviendo las consultas a distintos actores de la sociedad y del sistema educacional (16) para la construcción de un currículum nacional. Es decir, que “el acto de seleccionar los contenidos curriculares y jerarquizarlos (…), es un acto político y técnico- pedagógico, dado que hay que elegir entre diversas opciones que están en juego en una determinada concepción de mundo, de hombre, de sociedad y de una opción de futuro” (17). Es entonces, que los consensos en este tiempo sobre el currículo nacional, entiéndase como la estructuración del conocimiento y saberes en cuanto a la enseñanza de la lecto-escritura, se enclaustraban en las dinámicas internas de la aristocracia intelectual y político-económica, determinando un prototipo de educación para el progreso, tal como veremos en el Silabario El Ojo.

Ante la publicación de Fernández Garfias y la de Sarmiento, El Recoleto y T.R.E.S. contestan en las ediciones del primero y del tres de Mayo de 1842, respectivamente. El Recoleto, en primera instancia, aprecia la intencionalidad del ejercicio, sin embargo, las voces propuestas por Fernández Garfias están erróneas tanto en su propuesta ortográfica como en la acepción que presenta sobre ellas, “por otra parte, se equivoca grandemente al atribuir a los chilenos tácitamente, aunque sea el pueblo bajo”, ciertas palabras mal enunciadas, dejando en claro que aquellas “ni los mamones adulteran” (18). Mientras T.R.E.S., en sus primeras líneas habla sobre “los errores groseros e imperdonables en que incurre el autor de este “ejercicio” cuya lectura ha sido muy grande a nuestra paciencia” (19), puesto que las palabras que él (Fernández Garfias) corrige/propone, “se oyen todos los días empleadas por personas educadas y se ven a cada paso en los mejores escritores de nuestro idioma (…)” (20). Y finiquita solicitando: “señores editores, en nombre de nuestro hermoso idioma castellano, en nombre del sentido común y del buen gusto, rudamente ultrajados por nuestro “ejercitante”, no presten sus columnas a ulteriores publicaciones de este género” (21).

Sarmiento, sin hacer esperar a nadie y dentro de su papel como director de El Mercurio, es que contesta a los atacantes de la iniciativa. Dice que “a propósito de los Ejercicios populares que insertábamos, quisimos demostrar la utilidad de esos trabajos para la instrucción del pueblo, alias vulgo, y lo acertado del medio adoptado”. Retomando nuestra anterior interpretación sobre el pueblo en Sarmiento, es que acá, claramente, lo toma como un vulgo, fuera de lo docto, inexorablemente fuera de las normas preestablecidas y socialmente aceptadas, difundidas y enseñadas.

Para la edición de El Mercurio del doce de mayo del mismo año, don Andrés Bello, el intelectual con mayor peso en el país para esas fechas, contestaba con el mismo título con el que se inició esta polémica: “Ejercicios populares de Lengua Castellana”. Se refiere a estos ejercicios como un “laudable interés en ofrecer algo de útil a la instrucción popular” (22). No obstante, emprende ataque contra Domingo Faustino Sarmiento, diciendo que “el avanzado aserto de los redactores, atribuyendo a la soberanía del pueblo todo su predominio en el lenguaje; pues parece tan opuesto al buen sentido, y tan absurdo y arbitrario, como lo que añade del oficio de los gramáticos” (23); asimismo, deja en claro que la integración de palabras y modismos –extranjeros- que son erráticos, son culpa de quienes se inician en un idioma pero no lo estudian para comprender cómo se ha de desenvolver y usar en forma correcta. Bello, defiende fervientemente la el rol de los gramáticos, diciendo que ellos son “custodios filósofos a quienes está encargado por útil convención de la sociedad fijar las palabras empleadas por la gente culta, y establecer su dependencia y coordinación en el discurso, de modo que revele fielmente la expresión del pensamiento” pues “en las lenguas como en la política, es indispensable que haya un cuerpo de sabios que así dicte las leyes convenientes a sus necesidades” dejando en claro que “no sería menos ridículo confiar al pueblo la decisión de sus leyes, que autorizarle en la formación de la lengua” (25).

Bello, particularmente, no ataca al pueblo¸ comprendiéndolo, al igual que con Sarmiento, que son quienes están fuera de un orden social y educación moralizadora, fuera de la aristocracia e intelectualidad. Se apuestan más que por mantención de tradiciones, la vigilancia y cautela de los gramáticos para introducir nuevos cambios a la lengua o modificaciones según las locuciones populares del castellano. Sin embargo, Bello en uno de los pasajes de esta edición realiza una comparación bastante interesante entre la torre de Babel y la consideración de que cada sujeto tuviese su lenguaje, pues lo moldearía según su propia construcción cultural. Apela a un orden claro, a una unificación, pues invoca a ese “cuerpo de sabios” que, como contenedores y vigilantes de la lengua, pueden dar estructuras claras y no ser proclives al caos. Con esta intervención de Andrés Bello, el pueblo queda desplazado de todo aspecto formativo cultural y, lógicamente, político- jurídico del país, pues ¿para qué están los sabios? Ellos son los que hacen-y-deshacen según el conocimiento y saber que poseen. El ser un erudito, tal como Bello y Sarmiento, trataba de un poder inmenso. Eran los más capacitados en ese tiempo para desarrollar esa unificación y ordenamiento que declara Bello. En cuanto al Pueblo, este lo presenta como ignorantes del saber y de las letras, personas que no conocen cómo estructurar algo tan complejo como normas culturales y políticas. Son para Bello, los que están fuera de las normas, de la cultura, del saber, de las letras y de la vida política.

La polémica, después de esta carta, se centró en Bello y Sarmiento, teniendo un par de intervenciones por parte de José María Núñez.

El 19 de Mayo, Sarmiento eleva la “contestación a un Quidam”, dirigida a Bello, quien usaba ese seudónimo. Sarmiento, haciendo gala del sarcasmo, habla que “no nos proponemos demostrar (…) que dicha aplicación es inexacta” –refiriéndose a las correcciones que hace, en un principio Fernández Garfias- ni menos que nosotros vamos por el buen camino cuando hemos querido mostrarnos tan licenciosamente populares en materia de lenguaje” (25). Asimismo, este declara que “un idioma es la expresión de las ideas de un pueblo, y cuando un pueblo no vive de su propio pensamiento, cuando tiene que importar de ajenas fuentes el agua que ha de saciar su sed, entonces está condenado a recibirla con el limo y las arenas que arrastra en su curso, y mal han de intentar los de gusto delicado por poner coladeras al torrente: que pasarán las aguas y se llevarán en pos de sí esas telarañas fabricadas por un espíritu nacional mezquino y de alcance limitado”. Y creo, que acá está una de las mayores diferencias que se puede presentar en cuanto a pueblo que presentan Bello y Sarmiento. Don Andrés excluye al pueblo, son los iletrados, no comprenden las dinámicas actuales, ignoran normas básicas de vida en sociedad y tampoco comprenden la cultura; en cuanto Bello, no redime la perspectiva de ignorancia que se tiene sobre los que componen ‘ese’ pueblo, sin embargo, es proclive a un proceso de integración de la cultura popular. Es simple: uno excluye y el otro integra. Al menos así lo presentan durante todo esta polémica. En la Segunda Contestación a un Quidam (26), Sarmiento, escribiendo para responder a Bello, es que le pregunta “¿dónde está esa autoridad que no consiente en autorizar al pueblo en la formación del lenguaje? ¿Quién es ése tan ridículo halla confiar al pueblo la decisión de las leyes?”; toda la respuesta a estas preguntas, van entorno al desarrollo del concepto de soberanía popular, pues es “que representando al pueblo y salido de su seno, se entiende que expresa su voluntad y su querer en las leyes que promulga” (27). Rescata fervientemente las herencias que provoca lo popular (su lengua) para la reconstrucción histórica e identitaria de los países.

Sarmiento después de la publicación de todas las contestaciones, da por cerrado y finalizada la controversia… más que por haber vencido, fue por cansancio. Bello no se pronunció.

¿Qué podemos extraer de la educación en estas líneas? Claramente y como enuncian los historiadores más asiduos a leer y escribir sobre las polémicas culturales, esta primera controversia que comienza desde un plano ortográfico y de educación, se traslada a un aspecto político-cultural. No obstante, las nociones que se dejan entrever en estas misivas en cuanto a educación, pueden resultar muy convergentes más que lo contrario. Si el pueblo es la ignorancia, la educación viene a ser el remedio para esto: es así, que esta cumpliría el rol de dar a los sujetos del pueblo, una formación que los lleve a la inserción de una vida pública, normada desde valores que los discursos hegemónicos creen como correctos según su propia moralidad.

Egaña y Monsalve, hablan que “la escuela es, en esencia, un espacio organizado para la socialización regida mediante normas públicas, ya que su finalidad es preparar al educando para su inserción en la sociedad” (28). Sarmiento, mirando hacia una Europa que se desarrolla a años luz de distancia de América Latina, desea forjar una educación que desarrolle habilidades y competencias industriales, pues ve ahí, en esa educación, el progreso y ordenamiento que se desea en Chile (29). La idea del progreso, el orden, de un correcto funcionamiento de un país, todos conceptos ligados a un tema valórico y económico, se ven durante el siglo XIX. Los discursos en el congreso, las palabras de algunos intelectuales y personeros de gobierno, hacen alusión directa a lo consustancial que significa una buena educación (moralizadora y que entregue herramientas para el desarrollo económico del país) con el progreso y el orden.

La Universidad de Chile, entidad que surge en 1842 e inicia sus funciones propiamente tal al año siguiente, se encarga de formar intelectuales que colaboren a esta generación a consolidar el proyecto país; siendo su primer Rector don Andrés Bello; paralelamente, con la necesidad de tener especialistas para la educación, es que de la mano de Sarmiento se establece la Escuela Normal de Preceptores en el mismo año y, un par de años más tarde, las de Preceptoras. La educación y la escuela se erigen como elementos importantes para la integración del pueblo a una vida en sociedad, una vida pública y normada. La higiene, la disposición corporal, el correcto uso del lenguaje, la educación moral y la adquisición de algunas nociones sobre matemáticas básicas, son el centro de la escuela y, también, de los instrumentos que apoyaban estos procesos formativos: los silabarios. Sarmiento, diseña un silabario que contenía –a raíz de estas disputas ortográficas- una serie de observaciones al idioma y proponiendo un uso según las voces populares. Rápidamente, cayó en desuso por la no utilización que se le dio en las escuelas; desde la Universidad de Chile, como ente regulador de la educación para ese entonces, declara que queda a total voluntad de las escuelas el uso de este silabario.

En la Ley Orgánica de 1860, como enuncia María Isabel Orellana, se establece “la instauración de una instrucción primaria gratuita (no obligatoria) y la creación de una institucionalidad, encabezada por la Inspección General de Educación Primaria, cuya misión sería administrar las escuelas fiscales” (30), lo que daría paso a forjar un Estado Docente que procura la masificación de la educación y entrega las directrices (currículum) sobre el qué y cuándo enseñar.

¿Qué método utilizar para educar en las primeras letras? Si bien Bello y Sarmiento concuerdan que la enseñanza de las letras –y en un cuasi segundo plano, la enseñanza de los principios matemáticos básicos- es algo primordial, no logran resolver en forma efectiva la problemática en cuanto respecta a las herramientas de alfabetización. Es Claudio Matte, décadas después, quien consolida en el territorio nacional – y latinoamericano- la resolución de esto. En pleno gobierno de Domingo Santa María (1881- 1886), el país se hallaba convulsionado por La Cuestión del Sacristán, hecho que da hincapié para comenzar a concretar el proceso de secularización del Estado mediante las Leyes Laicas, que transfieren ciertas atribuciones que sólo manejaba y administraba la Iglesia hacia el aparato estatal. Esto último consolidado por la Constitución de 1925, durante el primer gobierno de Arturo Alessandri Palma.

En esa época, Claudio Matte, un aristócrata intelectual y masón, viaja a Europa durante 6 años para conocer los métodos utilizados en el viejo continente para la enseñanza de las primeras letras (fonemas y grafemas), creando el “Nuevo método (fonético, analítico- sintético) para la enseñanza simultánea de la lectura i escritura”, el que se conoce coloquialmente como “Silabario El Ojo”, aludiendo a la primera palabra-imagen que se enseña en el texto.

Matte, alberga en sí la intención de centralizar y unificar los contenidos en un manual, el cual serviría tanto a los preceptores como a los alumnos, para adquirir un método y sistematicidad en el proceso enseñanza-aprendizaje. Décadas antes, ya se había declamado la observación que “la diversidad de métodos era tan nociva como la diversidad de contenidos” (31), siendo esto perjudicial para la educación que se impartía, incidiendo en los intentos de mediciones de la alfabetización de la sociedad del siglo XIX.

Estando en Leipzig, Alemania, en 1884, Claudio Matte emite su más grande creación la que va dirigida especialmente a la Sociedad de Instrucción Primaria (SIP), para unificar y ordenar los contenidos y métodos utilizados en el interior de esta red educativa, apuntando a la excelencia académica, homogenización y formación de individuos con una sólida base axiológica ad-hoc a la sociedad del siglo XIX.

Comprendió (Matte), que el proceso que se llevaba a cabo en Chile para el aprendizaje de la lectoescritura estaba erróneo, pues ésta apuntaba netamente al desarrollo memorístico de los grafemas, no considerando los procesos cognitivos que el individuo debía realizar para internalizar la información, decodificarla y transformarla en conocimiento. He ahí, donde Matte propone una estructura de asociación del grafema, fonema e iconografía, construyendo una triangulación que posibilitaba un avance próspero y efectivo en el aprendizaje de las letras.

El silabario Nuevo método: (fonético-analítico-sintético): para la enseñanza simultánea de la lectura i escritura compuesto para las escuelas de la República de Chile y su metodología, resultaron ser tan exitosos que, por medio del Decreto Supremo el 29 de Abril de 1902, durante el Gobierno de Germán Riesco, se declara como texto único de estudio de las escuelas chilenas.

La investigación y estudios realizados por Claudio Matte en Europa (focalizándose en Alemania), dando por resultado la construcción de un instrumento de alfabetización el que tenía por base transversal la “asociación”. Los niños aprenden de manera más efectiva y eficaz, si logran interrelacionar lo abstracto con sus cotidianidades, siendo esto último, lo que representa lo concreto en sus vidas. En consideración a esto, podríamos observar, dentro de la primera edición (el objeto de estudio) del silabario “El Ojo”, las siguientes dinámicas que se producen entre los ámbitos técnico-pedagógicos con el discurso imperante:

a.- Elemento gráfico: las imágenes que se presentan a lo largo del silabario, denotan una clara configuración sobre sociedad modelo o sociedad esperada. Por ejemplo: en la contraportada del silabario, se puede apreciar una mujer aristócrata, vestida a la usanza del siglo XIX y, de su mano, un pequeño con traje de marinero que desea mostrarle algo. Es un modelo que recalca la importancia preponderante de la figura materna la que, como ya se mencionó antes, era la que transmitía las primeras enseñanzas de las letras en su forma fonética. También, cabe destacar

las imágenes de: la “casa” y el “sofá”, puesto que éstas poseen características de suntuosidad inherentes a la alta clase social de la época; además, la casa, representa el núcleo social, la constitución de la familia como modelo y base social. La imagen del “buque”, representa el progreso técnico, la avanzada en la economía nacional y la posibilidad que se abre a “todos” los chilenos –aristócratas- de acceder a lujos que sólo se hallaban en Europa. A su vez, la estética gráfica literaria que se muestra, pertenece al tipo de escritura que tenía la elite de siglo XIX, la que queda evidenciada en epístolas de contemporáneos; es ésta forma de escribir, la que se desea replicar en los niños de aquella sociedad a través del proceso de alfabetización.

b.- Los cuentos infantiles: el modelo de ciudadano estaba claro: una persona que contribuye a la sociedad, que es limpia, ordenada, civilizada, la que intenta emular a las características europeas de ciudadano. Los cuentos, aluden claramente a lo que se espera de las gentes para adquirir la calidad de ciudadanos; valores tales como la honradez, el cuidado personal, la modestia, el agradecimiento, la paciencia y el trabajo, quedan en evidencia ante la lectura del contenido que expresan estos cuentos dirigidos a los niños. Formar desde pequeño al sujeto como un ser ciudadano según parámetros esperados, mediante un discurso articulado en textos que, a primera vista, resultan inocentes y amables a la lectura del niño, sin tomar en consideración que son estos los valores que desean forjar y criar en su persona, proyectando aquella educación axiológica hacia un futuro en donde el niño ya no será tal, sino, un adulto que debe contribuir a la sociedad, al Estado y todo lo que ello significa.

c.- La identidad o ethos republicano: todo lo anteriormente enunciado, permite que los niños vayan desarrollando un sentimiento de pertenencia e identidad, puesto que, uno de los fines del silabario es homogenizar la educación y su contenido, entrega simbología representativa que es compartida por una población no menor de niños que, más tarde, lograrán construir imaginarios colectivos de identidad. Esto, facilitaría la inserción laboral y, en sí del sujeto activo y ciudadano, en la sociedad que ya requiere de él como un adulto educado. Elementos que aluden a un Chile agrícola, aristócrata, laborioso y, también, es un Chile que va camino a la modernidad, la que se construye apelando a la aceptación de un pasado, la comprensión de su presente y la proyección de un futuro próspero en sentidos de gobernanza y economía.

Considerando estas estructuras visualizadas en la primera edición, podríamos hablar de permanencias si nos abocamos, también, a la última edición del “Silabario Matte”. No se quitan elementos, se produce una higienización del texto en cuanto a los valores: transmutan desde lo liberal a lo católico tradicional y, también, la transición del antiguo al nuevo castellano.

Si concordamos en que el silabario Nuevo método: (fonético-analítico-sintético): para la enseñanza simultánea de la lectura i escritura compuesto para las escuelas de la República de Chile contiene una función normativa, la cual expresa características morales relacionadas con el concepto de nación y por sobre todo de promesas relacionadas con el progreso social y un orden preestablecido, el método aplicado por Claudio Matte durante el Siglo XIX, representa un proceso de secuencia de valores-deseados para enseñar- aplicables a los niños, donde el sentido de pertenencia y búsqueda de la felicidad, posibilita el desarrollo de procesos de homogenización, propios de quienes serían los participantes y no participantes del producto final de la escolarización. Con un marcado carácter moral y forma estética, el silabario de Claudio Matte crea un conocimiento necesario e indispensable que es un menester para un fin, el de mejorar las conductas de quienes -los estudiantes- serán los futuros ciudadanos, con habilidades precisas y requeridas para el mercado laboral durante el Siglo XIX y por supuesto, en la actualidad.

Nuestro análisis nos permite plantear que ante los instintos propios de los niños en tanto individuos, el silabario Matte transformará los hábitos de estas facultades hacia un pensamiento más racional (propios del discurso liberal del Siglo XIX), con la finalidad tanto de satisfacer las necesidades de cada ser organizado, en tanto individuo, como permitir el progreso material y la búsqueda de verdad a través de la razón, fomentando el desarrollo intelectual y moral de los futuros ciudadanos.

Creemos posible que en el contexto actual de la enseñanza, la práctica del método Matte aún es posible, no siendo la única alternativa, porque es seguida tanto en nuestro país, como también en otros países de Latinoamérica, pues es considerada exitosa de acuerdo a los fines que se propone.

Las perspectivas moralizantes del pueblo por medio de la educación, según los discursos hegemónicos que enuncian tanto Sarmiento como Bello, se ven gráficamente en el silabario.

Sentimos, que ese discurso de una modernidad eurocéntrica aún está presente. Aún se cree, en el Chile del siglo XXI, que la educación dará alma y luz a la vida de quienes están fuera de ese comportamiento que pretenden nuestras élites nacionales.

 

Notas

(1)    Góngora, M. (1992). Ensayo sobre la construcción de Estado en Chile. Siglo XIX- XX. Universitaria: Santiago. P. 40.

(2)    íbid: p.41.

(3)    Jaksic, I. (2010). Andrés Bello: la pasión por el orden. Universitaria: Santiago. P. 133.

(4)    Stuven, A.M. (2000). La Seducción de un orden. Las elites y la construcción de Chile en las polémicas culturales y políticas del siglo XIX. Ediciones Universidad Católica de Chile: Santiago. P. 19.

(5)    Íbid: p.106.

(6)    Íbid: p. 25.

(7)    Pinilla, N. (1945). La Controversia Filológica de 1842. Prensas de la Universidad de Chile: Santiago. P. VII.

(8)    El Mercurio, Valparaíso. Edición del 27 de Abril de 1842.

(9)    Ídem.

(10) ídem.

(11) Ídem.

(12) Con esto hace alusión a que El Mercurio no puede lograr una perpetuidad en la enseñanza e instrucción del pueblo por su condición de periódico-diario. Su trascendencia está marcada por el día de edición y nadie rescatará, siquiera lo intentará, algún periódico en especial para comprender o, simplemente, releer lo antes publicado con el fin de aprender. Es un vehículo un tanto estéril para los menesteres pedagógicos.

(13) Ídem.

(14) Magendzo, A. (2008). Dilemas del currículum y la pedagogía. Analizando la reforma Curricular desde una perspectiva crítica. LOM: Santiago. P.113.

(15) Ídem.

(16) Ídem.Ref. Osandón, L. (2007). Lecciones de una década de reforma al curriculum. Hemos aprendido a trabajar con el profesorado y las instituciones educativas?. Foro Educacional. 12 (2): 129-165.; Gysling, J. (2003). Reforma curricular: itinerario de una transformación cultural. En: COX, C. (edit.) Políticas educacionales en el cambio de siglo. La reforma del sistema escolar en Chile. Santiago: Editorial Universitaria, pp. 213-252.; Dussel, E.(2006). Estudio sobre gestión y desarrollo curricular en países de América Latina. Segunda Reunión del Comité Intergubernamental del Proyecto Regional de Educación para América Latina y el Caribe (PRELAC), Santiago.

(17) Magendzo, Op.Cit… p.114.

(18) El Mercurio, Valparaíso. Edición del 01 de Abril de 1842.

(19) El Mercurio, Valparaíso. Edición del 03 de Abril de 1842.

(20)  Ídem.

(21) Ídem.

(22) El Mercurio, Valparaíso. Edición del 12 de Mayo de 1842.

(23) Idem

(24) El Mercurio, Valparaíso. Edición del 12 de Mayo de 1842.

(25) El Mercurio, Valparaíso. Edición del 19 de Mayo de 1842.

(26) El Mercurio, Valparaíso. Edición del 22 de Mayo de 1842.

(27) Ídem.

(28) Egaña, M., Monsalve, M. (2005). Civilizar y moralizar en la escuela primaria popular. En: Sagredo, Rafael y Gazmuri, Cristián. (2005). Historia de la vida privada en chile. El Chile moderno de 1840 a 1925. Taurus: Santiago. P.119.

(29) Íbid, p. 122.

(30) Orellana, María Isabel. (2009). Cultura, ciudadanía y sistema educativo: cuando la escuela adoctrina. Santiago: DIBAM- CPEIP. P. 27.

(31) Serrano, Sol et al. (2012). Historia de la Educación en Chile (1810- 2010) (tomo I). Aprender a leer y escribir (1810- 1880). Santiago: Taurus. P. 243.

 

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2 comentarios

Se agradece el trabajo investigativo, muy buen análisis de la diversas fuentes y muy muy buen manejo del vocabulario.
¡Felicitaciones a la autora!

Por Lorena Herrera S. el día 14/02/2014 a las 21:13. Responder #

¡Muchas gracias por las apreciaciones y las palabras para con mi persona!.

Saludos.-

Por Bárbara Sandoval el día 25/02/2014 a las 11:32. Responder #

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Requerido.

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