Resumen
El presente ensayo tiene por objeto dilucidar, desde una perspectiva técnica, los motivos que propiciaron la derrota militar de los pueblos mapuches a manos del Ejército de Chile, durante los últimos años del proceso conocido como la Ocupación de la Araucanía, el cual culminó con la anexión militar del Ngulu Mapu a la República de Chile y el confinamiento de sus fütalmapu a reducciones indígenas, lo que trajo consigo la pérdida de la autonomía política y territorial que estos ostentaron hasta 1881.
Palabras claves: Ejército de Chile, Mapuche, Ocupación de la Araucanía.
Introducción
El levantamiento general de 1881 ha sido abordado por historiadores relacionados a la historiografía tradicional y la etnohistoria, como Sergio Villalobos y José Bengoa, respectivamente, desde posiciones muy antagónicas. Éstas oscilan desde la necesidad de la institucionalidad chilena, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, por detener el bandolerismo Mapuche en la Araucanía a través de medios coactivos –ante un eventual fracaso por encontrar una solución pacífica del conflicto-, hasta otras perspectivas que sostienen que el levantamiento fue originado por las pretensiones expansionistas del Estado chileno, las cuales dieron como resultado un avance militar del Ejército de Chile en el Ngulu Mapu, por medio de razzias a las comunidades mapuches y una ocupación territorial de facto a través de la instalación de fuertes.
Sin embargo, llama la atención que ningún trabajo académico, al menos desde el mundo civil, haya llevado a cabo una reflexión medianamente fundada respecto a los motivos que condujeron a la derrota de las fuerzas mapuches en este conflicto. Por este motivo, como una forma de explicar los sucesos que dieron pie al levantamiento general de 1881 y su derrota, este ensayo tiene por objeto desarrollar una discusión bibliográfica en la cual se indague el origen de las pretensiones chilenas en el Ngulu Mapu, contrastando dos experiencias militares antagónicas en la historia militar del pueblo Mapuche: El levantamiento de 1868 a 1871 y su homóloga de 1880 a 1881, poniendo especial énfasis en el Combate de Quecherehuas de 1868 y en el levantamiento general de 1881. Los cuales permitan precisar cómo las transformaciones tácticas, técnicas y materiales del ejército chileno, así como la desorganización y la falta de un mando único de los mapuche en pugna, alteraron el equilibrio de poder existente hasta aquel entonces, dejando como corolario la destrucción de las fuerzas mapuches y la incorporación de su territorio a Chile, por medio del monopolio en el uso de la violencia que a partir de ese momento gozó la institucionalidad chilena.
La última gran rebelión de un pueblo indómito
Si bien el Estado chileno incorporó nominalmente el Ngulu Mapu al territorio chileno a través de la Ley del 2 de julio de 1852, que estableció la creación de la provincia de Arauco [1] e incluso, algunas fuentes mencionan que el proceso de conquista se habría iniciado con la publicación de la Ley del 4 de diciembre de 1866, que declaró a las tierras habitadas por los indígenas como “Territorio de colonización”. [2] Resulta relevante considerar que esta iniciativa institucional es en realidad de más larga data y se enmarca en el informe presentado por Antonio Varas el 20 de diciembre de 1848, el cual hizo hincapié que ante la imposibilidad de someter a los mapuches por otros medios, la mejor oportunidad que tenía el Estado para lograr su objetivo era por medio de la fuerza, amparándose en el hecho de que históricamente la única autoridad respetada por los mapuches ajena a su comunidad, habían sido los comandantes de armas. [3] Proponiéndose la instauración de departamentos administrativos y un avance de las fronteras que le permitiera al Estado de Chile aplicar su jurisdicción. [4]
La estrategia que Chile planteó a comienzos de la década de 1860 para hacer una posesión efectiva del Ngulu Mapu, inicialmente siguió el modelo de colonización estadounidense, en el cual el ejército iniciaba el avance limpiando el territorio, posteriormente se establecía una línea fortificada que aseguraba los límites de la conquista y, finalmente, se construían líneas férreas que permitían una mayor movilidad de las tropas y una comunicación con el poder central, con lo que se marginaba a la población indígena en reducciones y se daba paso a la privatización de los suelos en los territorios conquistados. [5] Con esta perspectiva en mente, desde 1962 el comandante Cornelio Saavedra comenzó los preparativos para la construcción de la Línea fortificada del Malleco, la cual se materializó con la construcción de una serie de fuertes a ambos lados del rio Malleco, labor que culminó en 1868. [6]
Después de un intento fallido de Saavedra por hablar con los loncos mapuches, el 25 de noviembre de 1867 por medio de un parlamento en el rio Caillin al que solo acudió Pailahueque como emisario Mapuche, el comandante chileno le comunicó a este su intención de construir fuertes en el Malleco. [7] A pesar de que los mapuches convocaron a un parlamento en Quechereguas en marzo de 1868 para determinar su posición, las diferencias de opinión no permitieron llevar a cabo un levantamiento propiamente tal, lo que redujo el impacto de la resistencia a una rebelión conducida por los arribanos y comandada por el cacique Quilapán, quien dio inicio a las hostilidades con un malón al fuerte Chiguaihue el 12 de abril de 1868. [8]
Una de las mayores falencias que caracterizó a los loncos mapuches, fue su incapacidad para priorizar una defensa corporativa por encima de los intereses de cada uno de los fütalmapu. [9] En este sentido, los arribanos fueron los primeros en responder militarmente a la Línea del Malleco, debido a que los fuertes colindaban con sus tierras o bien, se encontraban dentro de estas. Por este motivo, no resultó extraño que en lo inmediato fuesen auxiliados únicamente por los Pampas de Calfucura y que los abajinos se sumaran a la lucha, tan solo una vez que estos también comenzaron a verse afectados por la presencia de los fuertes chilenos. Fue esta perspectiva eminentemente local, el motivo por el cual tanto costinos como pehuenches se mantuvieron al margen del conflicto, aun cuando estos últimos ayudaron a los arribanos facilitándoles ganado proveniente desde las Pampas. [10]
Prácticamente todos los autores concuerdan en que existía una evidente asimetría respecto a los medios con los que contaban ambos bandos. Una muestra de ello, es el caso del ejército chileno, el cual disponía de la avanzada carabina Spencer 1865, [11] un arma de retrocarga calibre .50 (cartucho 56/50), con un sistema de recarga activado por medio de una acción de palanca, provista de un depósito de municiones de siete tiros, y una chapa de alza que proyectaba un alcance de 822 metros. [12] A pesar de ello, la infantería chilena en la frontera también contaba con medios bastante desfasados para la época, entre los que se encontraban los cañones de bronce de doce o dieciséis libras y el fusil de avancarga Minié. [13] Este último, con una pobre cadencia de fuego que superaba levemente los dos tiros por minuto, haciendo indispensable el uso de su bayoneta para una más que probable lucha cuerpo a cuerpo. [14] Aun así, estos medios seguían dándole la ventaja al ejército chileno, especialmente si se toma en cuenta que en la mayoría de los casos, los mapuches no contaron con más armas que lanzas y boleadoras, asistidas por el uso de caballos. [15]
En relación a este último punto, Bengoa cree que el hecho de que los mapuches no utilizaran armas de fuego de forma masiva, obedeció más a la dificultad para obtenerlas y conseguir munición, antes que a algún tipo de aprehensión cultural, aspecto que los habría obligado a ser prolijos estrategas como una forma de subsanar dichas falencias materiales. [16]
Las dinámicas de lucha demostradas por los arribanos en el contexto de la rebelión liderada por el lonco Quilapán, expresan fielmente el tipo de tácticas utilizadas por los Mapuches y por ello, a pesar de no ser el primer combate de este conflicto, debido a su intensidad y minuciosidad táctica, resulta imperioso realizar un análisis del Combate de Quecherehuas de 1868.
El Comandante Pedro Lagos, como una forma de castigar a los mapuches y recuperar unos caballos sustraídos desde el fuerte Chiguaihue días antes, salió la noche del 24 de abril en dirección al rio Traiguen, comandando personalmente el grueso de sus fuerzas y procurando mantener un grupo de avanzada al mando del Capitán Juan José San Martin. No obstante, en la mañana del día 25 cuando se encontraba descansando junto a sus tropas en Quecheregua, fue sorprendido desde las alturas por un gran número de mapuches comandados por el lonco Quilapán, los cuales enviaron a un emisario para parlamentar. Mientras esto tenía lugar, varios mapuches descendieron desde las alturas, enfrascándose en una lucha cuerpo a cuerpo con la tropa chilena, los que tras un breve enfrentamiento, se replegaron con la misma celeridad con la cual bajaron el cerro. [17]
Cuando las tropas de Lagos llegaron al rio Traiguen en la tarde de ese mismo día, fueron nuevamente rodeados por las fuerzas de Quilapán, lo que obligó al comandante a establecer un campamento en los márgenes del rio y continuar la marcha en el transcurso de la noche, sabiendo que estaba siendo rodeado por unos ochocientos guerreros divididos en tres grupos, y fue finalmente en ese mismo lugar donde terminaron enfrentándose al día siguiente. Es importante hacer mención que cada uno de estos grupos contaba con gateadores provistos de lanzas que avanzaban arrastrándose por el follaje para caer encima de la infantería, unidades a pie provistas con boleadoras que tenían por objeto distraer a la infantería chilena, mientras los gateadores se acercaban a sus posiciones de ataque y finalmente, un grupo de caballería con lanzas, destinado a realizar escaramuzas, romper las filas y a perseguir a las tropas en retirada. [18] En consonancia con lo anteriormente expuesto, puede decirse que el despliegue y estilo de combate de las fuerzas mapuches no cambió diametralmente desde los planteamientos tácticos empleados por Lautaro en la Batalla de Tucapel de 1553. [19]
En lo que respecta al combate en sí mismo, existe un consenso historiográfico en relación a los eventos ocurridos durante el Combate de Quecherehuas, aunque hay muchas divergencias en relación a quien logró hacerse con la victoria, teniendo en consideración los objetivos trazados por cada uno de los bandos en pugna. Según el relato de Leandro Navarro, debido a que las fuerzas chilenas se situaron contra un cerro para cubrir su retaguardia y la caballería mapuche fue neutralizada por la chilena, la infantería mapuche no tuvo más remedio que formar una masa compacta y lanzarse en un ataque frontal, dando pie a un choque de enormes proporciones que dejó más de cien mapuches muertos. Motivo por el cual, basándose únicamente en el número de bajas, Navarro le otorga la victoria a las fuerzas chilenas, aun cuando reconoce que las tropas de Lagos se vieron forzadas a regresar a su punto de partida. [20] Por otro lado, Bengoa difiere de esta postura, argumentando que si bien desde un punto de vista táctico las fuerzas mapuches tuvieron más bajas, en el plano estratégico la acción de Quilapán frustro los planes que la expedición tenía previstos. Sin mencionar que las bajas en el grupo de Lagos también fueron bastante numerosas, pues tan solo la avanzada de San Martin sufrió veintiséis muertos y cinco heridos, por lo que a su juicio la victoria habría sido Mapuche. [21]
En lo que respecta a otras fuentes, a juicio de Letelier la victoria habría sido chilena, [22] mientras que Mella y Correa concuerdan con la postura señalada por Bengoa, dándoles la victoria a los mapuches. [23] Pero más allá del hecho de quien obtuvo la victoria, lo importante de esta batalla es que deja de manifiesto como los mapuches utilizaban el malón (entendida como una rápida y dinámica ofensiva que podía mezclar elementos de infantería, escaramuzadores y caballería, la cual era seguida de un veloz repliegue), no solo para el robo de ganado u otros enseres, sino que también para obligar a la tropa chilena a salir de los fuertes, circunstancia en la cual podían elegir como y donde enfrentarla. En este aspecto, los mapuches llevaron a cabo acciones de emboscada que nada tenían que envidiarles a los grandes estrategas del mundo antiguo, como la utilizada por Aníbal contra los romanos durante la Batalla del rio Trebia en el año 218 a.C. [24]
Debido a su derrota en Quecherehuas en 1868, en el verano de 1869 las fuerzas chilenas se lanzaron casi por despecho, en una incursión punitiva liderada por el entonces coronel José Manuel Pinto. Acción que es definida por Bengoa como una campaña de exterminio y pillaje, en la cual el ejército chileno más que procurar una guerra justa, propició la quema de rucas, la violación, el robo de ganado y el asesinato de mapuches desarmados, incluidos mujeres y niños, [25] pues se pensó que ante la imposibilidad de avanzar por medios convencionales, el hambre y el terror podían ser un mecanismo más eficaz para doblegar a los loncos mapuches en lucha. [26]
Finalmente, los militares chilenos reconocieron el fracaso de esta estrategia, la cual estuvo determinada por la voluntad de las fuerzas arribanas de seguir luchando a pesar del hambre y el cansancio, así como por la fuerza demostrada por estos en el sitio del fuerte de Collipulli del 25 de enero de 1871, el cual derrumbó todas las presunciones chilenas previas que auguraban una victoria definitiva. [27] Este hecho también radico en que Pinto, en aquel momento convertido en general, fuese removido de la frontera. [28]
No obstante, la situación para los mapuches tampoco era buena. Quilapán había destruido las confianzas al atacar a los boroanos en busca de alimentos y pertrechos en el verano del ‘70, y para 1871 sus fuerzas ya se encontraban completamente exhaustas. [29] Debido a aquello, el lonco arribano intentó concertar la paz con el recién asumido general Urrutia en el parlamento de Collipulli a mediados de 1871. Pero las negociaciones resultaron infructuosas, pues el ejército chileno se habría conformado con mantener a raya a las fuerzas de Quilapán y a negociar una paz con los pehuenches en enero de 1873. [30]
En el transcurso de la década de 1870, el ejército chileno sufrió algunas transformaciones que incidieron decisivamente en su victoria durante la década siguiente. Para 1877 se habían extendido más de 400 millas de vías férreas entre Santiago y el sur, las cuales dotaron a la autoridad central de la capacidad de enviar refuerzos a la zona frente a cualquier contingencia. [31] Estos cambios también afectaron positivamente los medios de combate con los que contaba la tropa chilena. La infantería adoptó como arma principal el fusil Comblain II, el cual a pesar de ser un fusil monotiro al igual que el Minié, usaba un cerrojo levadizo, que a diferencia de su antecesor no era un arma de avancarga, sino de retrocarga, por lo que empleaba un cartucho con vainilla metálica, que proveían una mayor cadencia de fuego y una menor propensión a los desperfectos. Por otro lado, la caballería había incorporado la carabina Winchester, que contaba con la ventaja de tener un sistema de recarga que empleaba un cerrojo de palanca articulado [32], una recamara de trece tiros, [33] y que a diferencia de la carabina Spencer, no necesita ser amartillado después de cada disparo. [34] Al mismo tiempo, el viejo método de comunicación entre fuertes por medio de tiros de cañón, característico de la Línea del Malleco, [35] fue reemplazado por líneas telegráficas que eran instaladas al mismo tiempo que las vías férreas, cuya mayor virtud era establecer una comunicación inmediata entre los distintos fuertes y estos a su vez, con la autoridad central en Santiago. [36] Por último, ya en 1877 el general Urrutia inició los preparativos para crear una nueva línea fortificada hacia el Cautín [37] y desde 1878 se comenzó la construcción de otra línea de fuertes sobre el rio Traiguen. [38] La institucionalidad chilena se había preparado tanto y estaba tan deseosa de terminar con los mapuches, que cuando el presidente Domingo Santa María fue comunicado sobre el levantamiento general de 1881, este habría exclamado: “Lo raro es que los indios no se hayan sublevado antes”. [39]
Los planes chilenos no resultaban una sorpresa para los mapuches, quienes también se encontraban a la expectativa, y apenas percibieron el repliegue del ejército de línea como consecuencia de la Guerra del Pacifico, creyendo que el destino de la campaña en el norte era adverso para Chile, en sus trawun comenzaron a considerar que la situacion era propicia para un levantamiento. [40] Determinación que finalmente se habría visto acentuada por el asesinato del cacique Domingo Melín y su familia, en el contexto de una acción punitiva en septiembre de 1880. [41]
Para enero de 1881 las hostilidades ya eran un hecho y los malones que los mapuches llevaron a cabo del 7 al 10 de marzo de 1881 no se focalizaron en los nuevos fuertes, sino que se tuvieron lugar en la Línea del Malleco, gracias a lo cual consiguieron un considerable número de animales. Sin embargo, los loncos resintieron el hecho de que tras los malones, las fuerzas chilenas se limitaran a defender los fuertes atacados, sin llevar a cabo ningún tipo de incursión punitiva como represalia. [42] Las aprehensiones mapuches eran absolutamente legítimas, pues efectivamente las tácticas de las fuerzas chilenas habían cambiado.
Entendiendo que la guerra solo podía ser ganada por medio de la posesión efectiva del territorio, en febrero de aquel mismo año la expedición del ministro Manuel Recabarren ya había elegido los puntos más propicios para el emplazamiento de nuevos fuertes. [43] En esta línea, el Estado chileno contrató al ingeniero alemán Teodoro Schmidt para realizar trabajos topográficos y se compraron trecientas carretas y quinientas yuntas de bueyes, así como materiales y personal especializado en construcción, los cuales permitían levantar los fuertes en cuestión de horas. [44] Algo que contrastaba considerablemente con lo narrado por Letelier en relación a la construcción de la Línea del Malleco, en donde los encargados de abrir con los caminos y levantar los fuertes eran los propios soldados, en un proceso de edificación que podía durar días. [45]
El objetivo de las fuerzas chilenas a diferencia de las incursiones punitivas en 1869, no se enfocó en la destrucción de bienes o la proliferación de un clima de terror dentro de las comunidades mapuches, sino que en una rápida ocupación y aseguramiento del territorio, por medio del cual fuese posible acorralar a los mapuches entre los fuertes distribuidos de forma dispersa por todo el territorio de conquista. De esta manera, era posible cortar la retirada de los malones, haciendo que estos perdieran el factor de sorpresa y con ello, la impunidad que los caracterizaba. [46] En este contexto, a pesar de que fuerzas mapuches realizaron ataques a la recién fundada plaza de Temuco el 9 de marzo y el asalto a un convoy de carretas al día siguiente, [47] en vez de detener su viaje y propiciar una defensa cerrada, las fuerzas chilenas continuaron avanzando, fundando los fuertes de Victoria y Ñielol, el 28 de marzo y el 24 de abril, respectivamente. [48]
En el parlamento presidido por Venancio Coñuepan en marzo de 1881, los mapuches alarmados por la situación fueron incapaces de ponerse de acuerdo, con lo cual la declaración de guerra a Chile quedó a libre albedrio de cada uno de los caciques. Sin embargo, esto cambió después de que el entonces coronel chileno Gregorio Urrutia lanzara un ataque preventivo que le costó la vida a varios loncos el 22 de abril de 1881, haciendo que tanto los abajinos del Malleco como los costinos se unieran a la lucha, convirtiendo a la rebelión en una insurrección general. [49] En este sentido, el plan Mapuche liderado por Millapán tenía previsto realizar un ataque generalizado a todos los fuertes en la Araucanía el 5 noviembre, para luego arrasar toda la línea del Malleco e incluso, se tenía contemplado terminar con el problema de raíz destruyendo a todas las poblaciones al norte del Biobío. [50] No obstante, la ofensiva a ojos de algunos caciques habría tenido tan pocas probabilidades de éxito, que Coñuepan consintiendo la ofensiva como una misión suicida, optó por entregarse en el fuerte Ñielol junto a sesenta jinetes. [51]
La primera acción del plan de batalla mapuche fue un craso error, pues a pesar de que fue uno de los pocos grupos que lograron arrasar su objetivo, el hecho de que los arribanos se equivocaran de fecha atacando el fuerte de Quillem el 3 de noviembre y no el 5, como se tenía previsto, puso en alerta a todas las unidades de la frontera. Por lo que cuando los abajinos liderados por Luis Marileo Colipi atacaron el fuerte de Lumaco el 5 de noviembre, las fuerzas chilenas ya se encontraban en posición de combate, haciendo fracasar cada una de las tres cargas lanzadas contra el fuerte y causando a los abajinos entre doscientos y trecientos muertos, situación que habría hecho correr igual suerte a los costinos contra el fuerte Tolten y en el Combate de Loncotipai. [52] A pesar de ello, resulta meritorio que los mapuches lograran vencer en Nueva Imperial, y aun sabiendo el destino corrido por las otras ofensivas, hayan decidido continuar el día 7 de noviembre el cerco a Lumaco, el día 9 el ataque al fuerte Ñielol y el día 10 la gran ofensiva a Temuco, esta última saldándose un terrible costo para los mapuches con más de cuatrocientas bajas entre muertos y heridos. [53] Según Navarro, la ofensiva a Temuco habría fracasado gracias a un cona capturado, quien habría puesto en sobre aviso a las fuerzas chilenas en relación a los planes mapuches. [54] Lo único cierto, es que el plan no solo fracasó, sino que también le costó al pueblo Mapuche su autonomía política y territorial, asegurando el proceso de ocupación chileno.
En relación a los motivos que llevaron a los mapuches a lanzar una ofensiva, a juicio de los autores, con tan pocas posibilidades de éxito, estos sostienen opiniones relativamente similares. A juicio tanto de Navarro [55] como de Mella y Correa, habrían sido los robos, las vejaciones, las violaciones y los asesinatos reiterados, aunados al hecho de estar siendo encerrados por los fuertes, los que hicieron que los mapuches llevaran a cabo un último intento desesperado por revertir la situación. [56] Pero para Bengoa, este hecho además representó un rito de continuidad histórica, cargado de un carácter ritual propio de un pueblo guerrero como el Mapuche, en el cual se tomó la determinación de perecer luchando y no entregarse a las circunstancias. [57] Al margen de muchas de estas interpretaciones cargadas de un fuerte componente romántico e incluso fatalista, es importante recordar que tal como señaló Sun Tzu en “El Arte de la Guerra”, ninguna fuerza militar medianamente competente –como la Mapuche-, se enfrasca gratuitamente en un conflicto bélico si no está seguro de ganar o a lo sumo, tener bastantes probabilidades de salir victorioso. [58] De esta manera, aunque resulta evidente que los mapuches estaban al tanto del cambio de estrategia adoptado por el ejército chileno, es muy probable que finalmente decidieran emprender el levantamiento general, convencidos de que un ataque masivo y coordinado, bastaría para arrasar con los fuertes y restablecer su autonomía territorial.
Conclusión
A modo de conclusión, es posible señalar que más allá de la relevancia que los historiadores e incluso algunos militares chilenos de la época como Leandro Navarro, le dan a la renovación armamentística del ejército chileno a mediados de la década de 1870, entendiéndola como un factor fundamental –por no decir, casi absoluto- en la derrota militar de las fuerzas mapuches en 1881, podemos considerar que este no fue un factor tan determinante en el curso de los acontecimientos. De otro modo, la sola incorporación de la carabina Spencer habría solucionado el conflicto en favor de Chile en 1871. En este sentido, un elemento de mayor preponderancia en la derrota Mapuche fue el abrupto giro en la forma que el ejército chileno entendió el conflicto, expresado en los cambios organizacionales que hicieron posible la rápida construcción de fuertes y la implementación masiva del telégrafo. Ambos elementos hicieron que el malón perdiera el factor sorpresa y pudiese ser neutralizado rápidamente por medio de una acción coordinada entre los fuertes, los que empleando una defensa en profundidad, tenían la capacidad de cortar cualquier repliegue realizado por los mapuches. La carencia de un mando único en el mundo Mapuche, y la incapacidad de sus líderes para reaccionar a tiempo frente al cambio de paradigma, también fueron factores importantes para configurar este desenlace, pues de haber generado nuevas dinámicas de resistencia que explotaran la dependencia tecnológica de su adversario, es muy probable que la estrategia chilena no hubiese logrado la efectividad que tuvo, dejando abierto un enorme abanico de posibilidades
Si se tiene en consideración que en la ofensiva general de 1881, el ejército chileno a pesar de contar con líneas férreas, telegráficas y armamento de vanguardia, fue derrotado en algunos puntos y pudo resistir en otros únicamente gracias a la comunicación establecida entre fuertes y a los refuerzos llegados desde Santiago. Es bastante coherente pensar que de no haber existido problemas de coordinación y cierto inmovilismo táctico entre los mapuches, estos hubiesen tenido bastantes probabilidades de haber salido victoriosos. Por otro lado, si dicha ofensiva hubiese surgido como fruto del parlamento de Quechereguas en 1868, momento en el cual la mayoría de las ventajas estratégicas del ejército chileno de 1881 eran inexistentes, las probabilidades de éxito de los mapuches habrían sido mucho mayores y quizás hubiesen borrado, al menos durante algún tiempo más, toda presencia del Estado chileno en el Ngulu Mapu. Aun así, sin el apertrechamiento y organización logística que solo puede proporcionar un Estado moderno, las comunidades mapuches en el Wallmapu hubiesen tenido cada vez menos probabilidades de éxito para hacer frente a ejércitos modernos como el chileno y argentino.
Un comentario
Curioso que en Chile solo se recuerde «sin prueba alguna» el genocidio y violacion de los nativos por parte de los españoles, pero nadie haga referencia a ese hecho del que si hay pruebas y no de hace 500 años…