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La vida en las estancias de la Patagonia.

por Luis Mancilla
Artículo publicado el 17/12/2018

RESUMEN
La historia de la Patagonia chilena – argentina se ha escrito valorando el esfuerzo del pionero de origen europeo quien financiado con el capital inglés, a comienzos del siglo XX, se fue convirtiendo en terrateniente, dueño de establecimientos ganaderos con centenares de hectáreas y miles de ovejas. En esa historia se olvida al trabajador que construyó la prosperidad del capital invertido recibiendo como pago miseria y explotación.

Palabras claves: Chiloé, Patagonia, emigrantes chilotes, estancieros

 

En 1864 el viajero Carlos García Huidobro no titubeaba en escribir. “Para conocer a los isleños pobres, tratarlos en su miseria y verlos en su vida íntima, es necesario navegar el archipiélago; aquí los encontramos a cada paso, ya en el mar, ya en sus habitaciones en las costas; donde palpamos el ultimo grado de miseria en sus inmundos ranchos y hasta en sus relaciones sociales. Allí vemos a los puercos, los perros y gatos en íntima relación con ellos; parece que hicieran parte de su familia, porque los traen en sus viajes y en su casa viven y habitan con ellos bajo el mismo techo y comparten también con ellos su alimento”. Este era el estilo de vida y la pobreza del chilote que a fines del siglo diecinueve y comienzos del siglo veinte se iba a trabajar a las estancias.

José María Borrero en la Patagonia Trágica escribía: “El chilote, semi indio procedente del archipiélago de Chiloé a quien se aplica este calificativo, hombre inculto y atrasado, analfabeto en su mayoría e ignorante, en consecuencia, de lo que son cuestiones sociales, conflictos entre capital y trabajo, agregación y sindicalismo, al revés de lo que sucedía con el operario español, que ya llegaba sabiendo muchas cosas…”. Eran miles de años de cultura comparadas con gente que en las islas de Chiloé, no hacia cien años eran casi esclavos tributarios de los descendientes de los conquistadores españoles.

Una gran cantidad de obreros españoles que llegaban a la Patagonia venían huyendo de la pobreza y de las persecución a sus ideas anarquistas, marxistas o socialistas: Los obreros españoles educaban al obrero chileno, enseñándole los elementos de sindicalización, convirtiéndolos en obreros conscientes de sus derechos y preparado para defender esos derechos en las luchas sindicales. El obrero chilote fue un buen alumno, en Punta Arenas a mediados de la década del veinte la mayoría de los dirigentes sindicales eran emigrantes chilotes, y en la década del treinta esos dirigentes eran regidores, presidentes de sindicatos y tenían una destacada participación en la vida cívica de la Patagonia chilena, demostrando que la educación es la base del crecimiento y motor de cambio en las sociedades. Mientras esto sucedía en la Patagonia, en Chiloé se vivía estancado en una retrograda lucha política restringida a la participación de un determinado sector de la sociedad en una oligárquica rivalidad entre conservadores, liberales y radicales; los unionistas y los aliancistas, masones y católicos.

Cuando se inició el poblamiento de la Patagonia aparecieron los pioneros, gente que llego de Europa, y sin debilidad de sentimientos ni ayuda de nadie fue haciendo su fortuna y por eso creen ser dueños de la región que conquistaron con sus ovejas, caballadas y los chilotes. “Los chilotes son esa gente oscura, sin nombre, rotosos que nacieron para agachar el lomo, para no tener nunca un peso. Trabajan para poder comprar alcohol y algún regalito para sus mujeres. Esa es toda su aspiración en la vida. Son la antítesis de los que han venido a la Patagonia a jugarse el todo por el todo con un único fin: enriquecerse, progresar”. (Bayer) Ellos trajeron el modelo ganadero – industrial que fue aplicado en toda la Patagonia, sin distinción de fronteras. Chiloé es el lugar geográfico más cercano desde donde traer mano de obra, se le trajo en barco o el chilote llegó emigrando clandestinamente por los pasos cordilleranos de la región de Aysén, o por un trasvasije; el chilote emigra a Magallanes por trabajo estacional y comienza a radicarse definitivamente, encontrando en el territorio argentino de Santa Cruz y Tierra del Fuego nuevas oportunidades de cambiar su trabajo por un salario y con ello acceder al consumo, al ahorro o a la capitalización de bienes inmuebles mejorando su calidad de vida. La gran cantidad de chilotes emigrando en determinado momento copó la demanda de obreros en Magallanes, y entonces se traslada hacia territorio argentino buscando un trabajo que en su país no logra encontrar. A veces en Punta Arenas son contratados por agentes de estancias con quienes firman un contrato en pesos chilenos que en esos años tenía menos valor que el peso argentino. Esta emigración estaba sometida a controles y exigencias administrativas.

La emigración desde Chiloé hacia territorio argentino también tuvo un carácter ilegal a causa de la enorme amplitud de las planicies australes, los numerosos pasajes andinos y su difícil vigilancia. Esta emigración fue disminuyendo en cantidad e importancia en la medida que se fueron estableciendo las fronteras y se aumentó la vigilancia fronteriza.

Para el chilote la Patagonia era un imán que lo atraía con fuerza irresistible hasta esas llanuras cubierta de coironales y constantemente barridas por un viento inclemente fue a buscar la fortuna, con tantas ansias buscaba cambiar trabajo por dinero que fue muy alto el precio que pagó para conseguirlo, en ese afán perdió la dignidad, y a muchos le costó la vida.

En las estancias estaban condenados al trabajo continuo, con prohibiciones de todo género. A determinada hora debían acostarse. No podían hacer reuniones de ninguna clase, ni hablar en voz alta, ni silbar, ni cantar. La explotación del trabajador por los ingleses en Santa Cruz no puede ser más despótica y humillante. El mejoramiento de la comida era una de las principales conquistas a realizar. La comida más común era un trozo de oveja vieja cocinada en su propia grasa.

En los dormitorios ninguno de los camarotes tenía colchón, ni jergón, se dormía sobre cueros de ovejas. Cada trabajador debe proveerse de velas para alumbrar su habitación. Cada paquete de velas, de las que en Buenos Aires valen cinco centavos cada una, la estancia las vende a ochenta centavos el paquete. (Borrero)

Federico S. Jones subteniente del décimo de caballería cuando andaba fusilando obreros por la estancias de Santa Cruz se alojó con su tropa en la casa de peones de la estancia Lay Lake, y en su informe la describe como “una casilla de madera y barro con piso de tierra y techo de cinc con una especie de tarima de tablas y troncos mal unidos que hacían de camas y sobre ellos a modo de colchones unos cueros ovejunos de indescriptible suciedad. Allí vivían los peones del potentado Patterson amontonados como bestias soportando en las crudas noches del invierno patagónico fríos de 12 y 15 grados bajo cero. Para mayor colmo, a quince metros de la casilla – yo los medí – se encontraba el gran pozo vaciadero de basura y detritus, cueros podridos, carroñas de animales carneados en el establecimiento, etcétera. Cuando soplaba el viento del lado del pozo la fetidez era verdaderamente inaguantable; y me apresuro a decir que esta estancia no era la excepción de las que vi en Santa Cruz”. (Bayer)

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