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Il Giudizio Universale o La risa Remedio Infalible

por Adolfo Pardo
Artículo publicado el 12/03/2017

juicio_finalHace ya no se cuantos años, sin tener nada que leer, abrí un ejemplar de la entonces mítica revista cubana Casa de las Américas, que por alguna razón desconocida la estuve recibiendo gratuitamente durante casi una década (agradezco sincera y públicamente a quienes corresponda). Encontré en ese número un texto breve que despertó mi simpatía, sobre la serie de complicaciones que se producían o que se producirán en vísperas del Juicio final.

En realidad encontré sumamente divertida la historia y hubiese querido por lo menos releerla y eventualmente reeditarla para darle mayor difusión, pero extraviada esa revista nunca pude volver a encontrar el texto en cuestión y por lo mismo quisiera recordarlo con mis propias palabras, con el perdón de su desconocido autor, probablemente cubano.
Un buen día, un ángelito sin mayor jerarquía pero muy cercano a Dios —una especie de ordenanza divino—, le pregunta al Altísimo que para cuándo tiene planeado hacer el Juicio final. Medio aburrido, el angelito seguramente anhelaba un poco de acción. Después de todo, por muy apacible que sea, la eternidad puede terminar fastidiando; lo que confirma que no hay situación, por buena que parezca, absolutamente perfecta. Por eso mismo, entre otras cosas, Dios creó este mundo, incluyéndolo a usted, a mí y a la señora Juanita, como decía el ex presidente Ricardo Lagos.
—Sabe Señor —le dice familiarmente el querubín— ¿Le puedo hacer una preguntita… para cuando tiene pensado hacer el Juicio Final?
Sorprendido el Altísimo debe reconocer que en realidad no lo había pensado, por lo menos desde hacía mucho tiempo.
—No sé —le dice, titubeando. Y luego, como si reflexionara en voz alta agrega: “En realidad podría hacerse en cualquier momento. Pensándolo bien, después del sacrificio, por no decir la quijotada de mi hijo, le hemos dado a los hombres más de dos milenios para que hagan méritos y salven su alma”.
—O para que se corrompan y condenen —murmura para sí mismo el ordenanza. Y después insiste:
—¿Entonces por qué no lo ordena de inmediato?
—No lo sé… —le responde Dios— Yo no veo el apuro. Pero es cuestión de tomar la decisión.
—Sí, porque —continúa el ángel— hasta cuando va usted a permitir que los hombres sigan pecando.
—¡Y qué quiere que le haga yo si el pecado está en la naturaleza humana! —replica el Creador, algo malhumorado.

—Bueno, pero usted después de todo es Dios y debe ponerle coto a la maldad. Ya han pasado tantos años, tantos siglos. ¡Qué siglos, milenios y en la tierra las cosas no parecen mejorar…!
—Mire, para serle bien franco, a mí me da exactamente lo mismo que se haga el Juicio ahora o en diez mil años más. Para entonces yo no estaré ni más joven ni más viejo. A lo mejor un poco más mañoso, puede ser, pero más canas no creo, siempre he tenido el pelo blanco, o al menos así aparezco en todos los cuadros que me representan desde la Edad Media y especialmente en el cielo de la Capilla Sixtina que es donde creo salgo mejor parado.
Al parecer ese día la cosa no fue más allá. Seguramente el angelito no era muy versado en la historia del arte y debió preferir no seguir por ese camino, pero la idea del Juicio se le había metido entre ceja y ceja y algunos días después volvió a a la carga.
—Sabe lo que pasa Señor, que si no hace el Juicio ahora la gente va a terminar por creer que es mentira. Se va a desprestigiar la Iglesia, nadie va querer creerle a los curitas y, lo peor de todo, empezarán a correr que la Biblia es falsa, que no dice la verdad e incluso que no fue usted el autor del Pentateuco, la médula del antiguo testamento, escrito de su puño y letra por usted mismo. ¿Qué le parece?
—Mire, qué quiere que le diga, a mí poco me importa. Como dice la gente, estoy mayorcito para estarme preocupando del qué dirán y los derechos de autor no los he cobrado nunca por lo demás. Y tampoco me hacen falta.
—Pero es que usted lo anunció. ¡Acuérdese! Y por escrito.
—No, si ya sé que lo anuncié y lo que yo anuncio tiene que cumplirse tarde o temprano. En ese sentido soy bien infalible. ¿Pero por qué quiere hacer el Juicio ahora?
—¿Es que no ha visto lo que está pasando en la tierra?
—Mire, últimamente, la verdad, prefiero interferir lo menos posible.
—Sabe que más, seguro que usted tiene razón y yo no soy nadie para venir a decirle lo que tiene que hacer, pero le aseguro que si usted se diera una vuelta por el mundo moderno le darían ganas de cortar muchas cabezas. ¿Se acuerda donde usted puso su jardín?
—¿Cuál jardín?
—El Jardín del Edén pues Señor. Ese tan bonito y que usted con mucho cariño se preocupó de sembrar, regar y mantener bien ordenadito.
—Bueno pero eso fue hace tantísimo tiempo…
—Mucho tiempo será, pero ¿sabe lo que hicieron con él?
—Y cómo voy a saberlo. Si yo me estuviera preocupando de cada cosa que pasa en la tierra estaría obstruyendo el natural desarrollo de los acontecimientos y el libre albedrío del hombre que según todos los filósofos y los más respetados teólogos es prácticamente sagrado.
—Bueno, para que usted lo sepa, talaron todos los árboles. Ni el manzano respetaron. Actualmente es un peladero. No queda nada. Pura maleza, un par de casuchas y unas cabras famélicas ramoneando desperdicios entre las piedras. Ah, y por supuesto están con el proyecto de urbanizar y levantar justo ahí un centro comercial. Un moll como dicen ahora. Oiga, con su perdón, si pareciera que los hombres descendieran todos de don Caín. Para mí que habría que poner las cosas en su lugar y acabar de una vez por todas con el desenfreno. Sabe qué más, le apuesto que si le preguntamos a cualquier santito, o a cualquier otro espíritu celeste que ande por aquí va estar de acuerdo conmigo. Pregúntele al Papa si quiere, él es muy creyente y conoce bien todas estas cosas.
Hacía tanto tiempo que Dios no tomaba una decisión que esta iniciativa imprevista lo tenía algo molesto. Pero el querubín se había entusiasmado con la idea.
—No, si yo lo digo porque creo que va a ser bueno para todo el mundo y para toda la gente que en este momento lo pasa pésimo. Todos preocupados, endeudados, inventando cualquier cosa para no morirse de hambre. Quiere que le diga la verdad, esa idea de crear seres de carne y hueso a su imagen y semejanza, don Adán, la señora Eva y toda su familia, fue bien bonito al principio, cuando eran poquititos, pero a la larga, con todo respeto, no ha dado buenos resultados. Un basurero, en eso se ha convertido la tierra. Puro humo, smog, como dicen ahora. Si hasta don Sata yo creo que estaría de acuerdo conmigo. Dicen que no quiere recibir más gente en el Infierno. Que lo tienen hasta más arriba de la coronilla. Y sabe que más, si el mundo sigue así y no hacemos nada tendremos que volver a ampliar el purgatorio. Adivine para donde se llevaron al Ayatollah Jomeini?
—¡Qué sé yo, si ni siquiera sé quien es ese caballero!
—¡Para Limbo se lo llevaron, imagínese! Don Sata no lo quería. En el purgatorio no lo dejaron entrar y no lo podíamos traer para acá con todos los pecados que acarreaba. Figúrese todas las guagüitas inocentes con ese sacerdote que de mirarlo da miedo. A corto plazo el Infierno se va a saturar y el cielo se nos va a llenar de maleantes. Tendría que hacerse respetar Don…

Dios no podía dejar de encontrarle cierta razón a su ordenanza y se peinaba su barba virtual con la diestra, en uno de sus gestos más característicos de preocupación. Pero, acostumbrado a una apacible eternidad, se le hacía cuesta arriba pensar en organizar un juicio universal con tanta gente, infinidad de causas, recursos y correspondientes problemas. En su infinita sabiduría Dios podía prever perfectamente la magnitud de trabajo que significaría.
El angelito, que lo conocía muy bien, decidió entonces atacar por otro lado. Habló prácticamente con todo el coro angélico: querubines, tronos, arcángeles, dominaciones, famas y cuanto santito se le puso en el camino, todas almas de gran prestigio: San Agustín de Padua, Fray Junípero Serra, Santa Gemita Galgani, Santa Rosa de Lima y quién sabe quien más para aunar voluntades en favor de su causa. Y, como Dios lo había previsto, las cosas se complicaron.
En definitiva fue necesario desarrollar un ante proyecto con su índice general, índice de anexos, índice de cuadros y figuras, lista de siglas, interrogantes del estudio o sistematización del problema. Objetivo general y objetivos específicos, marco y bases teóricas y conceptuales. Marco metodológico, variables del estudio, técnicas e instrumentos para la recopilación de los datos, aspectos administrativos y prácticos, organigrama, cronograma de actividades, referencias e incluso una carta Gantt. Toda la lata que acaba con la mayoría de las buenas ideas.
Para más remate el proyecto se redactó en latín para darle mayor solemnidad, sin considerar que Dios no tiene el aprecio que la iglesia profesa por ese idioma, dado que a fin de cuentas fueron los romanos quienes crucificaron a su hijo.
El Todopoderoso examinó la portada (fotocopia del fresco de Miguel Ángel sobre el muro del altar de la Capilla Sixtina, Il Giudizio Universale), el primer y último párrafo del resumen, algunos bocetos del estrado que presidiría el tribunal y lo entregó al Departamento de Frenos y Obstáculos sin más indicaciones que leer.
Debieron corregir, ampliar información y volver a presentarlo siete veces. Se agregaron cuatro anexos. A medida que la carpeta tomaba cuerpo muchos ángeles que se habían dejado convencer al principio comenzaron a echarse para atrás. No parecía una tarea fácil de llevar a cabo.
Después de pasar todos los coladores, el proyecto y sus miles de indicaciones volvió a Dios para visto bueno. Y éste no tuvo más remedio que aprobarlo, pero con una condición: que él, Dios todopoderoso, se limitaría a presidir el tribunal, pero no se inmiscuiría en la organización. En otras palabras, no podía evitar la presidencia del tribunal, pero de ninguna manera quería ver alterada su tranquilidad.
Así que empezaron lo preparativos y los problemas, porque desde la creación del mundo que Dios y su séquito celeste no habían tomado iniciativas de esta envergadura. En realidad no puede negarse que la creación del mundo fue una verdadera hazaña y que hay que ser Dios para concebirla y sacarla adelante en sólo siete días. Pero después el Creador como que se había dormido en los laureles y hacía no sé cuantos milenios que no emprendía ninguna obra de esa magnitud y, entre nosotros, de ninguna especie, salvo por la escritura del Antiguo testamento, que se le atribuye en gran parte, y el apoyo indirecto a la venida de Cristo, en la cual su participación, como todo el mundo sabe, no fue demasiado importante. Únicamente los ángeles de la guarda habían estado ocupados desde que el hombre es hombre, pero esa es una labor específica e individual. En cambio, organizar el Juicio final no era una tarea para ángeles guardianes, era un mega proyecto. Una producción universal. Pero, los dados estaban echados y hubo que ponerse a trabajar.
El primer problema, con dos incógnitas, no contemplado en el proyecto lo planteó el venerable San Pedro, acostumbrado a resolver cuestiones prácticas a las puertas del Cielo: ¿Dónde se hará resucitar a los millones de muertos desde los tiempos del eslabón perdido hasta la actualidad? En el entendido de que todos deberán resucitar en un mismo sitio, y en el supuesto de que los ancestros de ese caballero no querrán también ser incluidos.
Hasta Dios tuvo que reconocer que no lo había pensado y debió organizarse una asamblea para discutir y buscar un terreno lo suficientemente amplio como para que todo el mundo resucitase y fuera juzgado en el mismo lugar.
Una noble alma oriunda de las pampas, en su tierra venerada y conocida como la “Difunta Correa”, propuso el estadio de Boca Juniors, «la Bombonera», en pleno Buenos Aires. Otro espíritu, nacido en la olla de Santiago y al que en vida llamaban “Pajarito”, y que había muerto en el Parque Forestal de esa capital allá por el 73, propuso la explanada de Woodstok, pero al final se impuso el Llano venezolano que, además de tener una extensión suficiente, posee la topografía adecuada y goza de un clima relativamente benigno. Salvo por la humedad y los mosquitos.
Otro aspecto digno de mención, no resuelto en el proyecto, se refería al tipo de mensaje que se utilizaría para anunciar el Juicio. Y no era un asunto menor, en primer lugar debía ser un mensaje explícito y creíble para que los hombres entendieran que el Cielo estaba hablando en serio, pero evitando en lo posible generar un clima de alarma o pánico innecesario. Y, además, qué técnicas se utilizarían. Se intervendrían los medios de comunicación mundanos, prensa, radio, televisión, internet o se recurriría a los métodos tradicionales percibidos en la tierra como sobrenaturales, vale decir: letreros luminosos de gran formato en las nubes, una cruz fosforescente en el horizonte, truenos y relámpagos, voces, apariciones de ángeles y otras personalidades divinas armadas de trompetas y lanza llamas. Calores intolerables, sequía y luego lluvias torrenciales, maremotos y terremotos, en fin, cataclismos desproporcionados.
Alguien propuso solicitar la colaboración de la Virgen María. Ella podría programar una serie de apariciones valiéndose de su tradicional belleza y suavidad y de ese modo atenuar el dramatismo de la noticia, e incluso dar tiempo a la gente para pudiera prepararse, arrepentirse, y en caso necesario hacer algunos méritos postreros que pudieran ser tenidos en cuenta por el tribunal.
Sin embargo, y vistas las ventajas de su participación, se decidió prescindir de sus servicios. En primer lugar por respeto a su alma, pero sobre todo porque después de pensarlo dos veces muchos consideraron que su imagen estaba algo sobre expuesta. De todo el espectro celestial, ella es la que más veces se ha aparecido en la tierra, sobre todo a los niños, y de alguna manera eso le ha terminado por restar credibilidad. Son ya muchos los anuncios que ha hecho María, y de cierto modo la gente tiende a creer que sus advertencias rara vez se materializan. En cambio un Gabriel o un San Jorge armados de una espada láser sobrevolando Nueva York o París, sin duda tendría que tomarse bien en serio. El ideal hubiera sido pedirle directamente a Dios una aparición en una y todas partes al mismo tiempo, con un mensaje bien pensado, claro y conciso. Pero no se le podía pedir eso a quién desde un principio había puesto como condición no ser requerido sino para lo más indispensable, de manera que el problema de la publicidad tendría que resolverse sin su concurso, incluyendo la posibilidad de externalizar este servicio contratando incluso alguna agencia mundana o a algún creativo de renombre cuyas prestaciones podrían ser consideradas a su favor a la hora de su propio juicio.
El resto lo dejo por cuenta de su imaginación y si tiene algo que agregar no dude en escribirme para añadirlo. Esta historia da para mucho y seguramente la versión original era mejor.

Adolfo Pardo

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Un comentario

Muy bueno. Dan ganas de q siga y llegue la realización. Imaginación y narración no faltan

Por Raquel Pardo el día 12/11/2022 a las 11:25. Responder #

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Requerido.

Requerido.




 


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