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El Árbol Vivo: Tres Lecturas de Bonsái.

por Jaime Amaro Mandolini
Artículo publicado el 24/07/2016

Resumen
El presente artículo da cuenta de tres posibles lecturas de la novela de Alejandro Zambra Bonsái. En primer lugar se da cuenta de la intertextualidad de la obra con el cuento Tantalia; posteriormente se trata el tema de la puesta en abismo y, finalmente, se interpreta el título de la obra. Este estudio busca exponer la inmortalidad que adquieren los personajes literarios junto con la trascendencia que adquieren los textos literarios.

En las siguientes líneas se pretenden generar tres posibles interpretaciones de la novela Bonsái, de Alejandro Zambra. La primera enfocada en los intertextos que aparecen en la novela. La segunda en la puesta en abismo generada en el texto y la tercera analizando el título de la obra.

Alejandro Zambra es un escritor chileno que ha destacado por el uso de una retórica fresca y una trama atractiva en sus obras. La memoria es, posiblemente, uno de los temas que desarrolla en mayor medida a lo largo de su narrativa. La Vida Privada de los Árboles, por ejemplo, es una novela que cuenta la historia de Julián, el que espera a que Verónica regrese de su clase de pintura, en este tortuoso momento el protagonista rememora la presencia de esta mujer en su vida. También se podría mencionar Formas de Volver a Casa, obra narrativa que muestra a la sociedad chilena en el apogeo de la dictadura de Pinochet; por otro lado, Mis documentos es una serie de cuentos en los que se pueden destacar, sobre el tema de la memoria, a Camilo, recuerdos de un computador personal, Hacer Memoria, entre otros. Bonsái, por su parte, es la intención, el deseo de mantener viva la presencia de Emilia, la muerta.

Esta novela cuenta la historia de Julio y Emilia, dos personajes que mantuvieron una relación durante su juventud. Su historia es, tal vez, una simple excusa para entregar un mensaje mucho más trascendente: el poder de mantener viva a una persona que no está viva. Este relato in extrema res nos cuenta desde la primera línea que “al final ella muere y él se queda solo” (Zambra, 13). La historia planteada en este libro parece bastante sencilla, el protagonista permanece en soledad, pues ella está muerta. Lo demás parece tener una relevancia simplemente complementaria a este hecho, no irrelevante, pero con la simple intención de completar los espacios vacíos que deja esta primera y desoladora oración. En las palabras del propio narrador: “El resto es literatura” (Zambra, 13).

1. Primera Lectura: Intertextualidad.
Bonsái es una novela que trata, en gran medida, sobre la literatura. Los protagonistas son estudiantes de Letras y su relación se desarrolla en torno a la lectura de diferentes obras:

“Las rarezas de Julio y Emilia no eran solo sexuales (que las había), ni emocionales (que abundaban), sino también, por así decirlo, literarias. Una noche especialmente feliz, Julio leyó, a manera de broma, un poema de Rubén Darío que Emilia dramatizó y banalizó hasta que quedó convertido en un verdadero poema sexual, un poema de sexo explícito, con gritos, con orgasmos incluidos. Devino entonces una costumbre esto de leer en voz alta –en voz baja- cada noche, antes de follar” (Zambra, 31).

La lectura es, entonces, un eje esencial de la relación entre Julio y Emilia, también lo es el reconocimiento de ellos con los personajes de los libros que leen. Claro ejemplo es la lectura de Madame Bovary, luego de la cual Julio y Emilia se identifican, intentan definirse o, más bien, aproximarse a las características de los personajes de esta obra:

“(…) Discutieron, como todos los diletantes del mundo han discutido alguna vez, los primeros capítulos de Madame Bovary. Clasificaron a sus amigos y conocidos según fueran como Charles o como Emma, y discutieron también si ellos mismos eran comparables a la trágica familia Bovary. En la cama no había problema, ya que ambos se esmeraban por parecer Emma, por ser como Emma, por follar como Emma (…)” (Zambra, 35).

Además de la lectura, existe otro elemento en el cual se basa la relación de los protagonistas, esto es la mutua mentira de que leyeron a Proust. Este hecho es clave, ya que muestra una inconfesada complicidad entre ambos personajes. Ellos, sin saberlo, se comprenden, pues viven la misma experiencia al mismo tiempo.

Pero el texto que más ampliamente cumple su función intertextual es Tantalia de Macedonio Fernández. Este breve relato comparte variados aspectos con la novela. En ella se resume muy escuetamente esta obra, tan brevemente que no permite apreciar su verdadero valor y relevancia en la novela:

“Tantalia es la historia de una pareja que decide comprar una plantita como símbolo del amor que los une. Tardíamente se dan cuenta de que si la plantita se muere, con ella también morirá el amor que los une. Y que como el amor que los une es inmenso y por ningún motivo están dispuestos a sacrificarlo, deciden perder la plantita entre una multitud de plantitas idénticas. Luego viene el desconsuelo, la desgracia de saber que ya nunca podrán encontrarla” (Zambra, 32).

1.a. Tantalia
La obra Tantalia, de Macedonio Fernández, podría resumirse como lo hace el narrador de Bonsái, solo que es omitido un importante acontecimiento. El cuento se desarrolla en cuatro partes o momentos. El primer momento muestra a un personaje anónimo: Él, que se caracteriza porque ha perdido su sentimentalidad y desea cuidar una plantita para intentar recuperarla. A continuación aparece Ella, otro personaje anónimo que, sin saber el deseo de Él, le envía de regalo una planta de trébol. Esta plantita tiene la peculiaridad de la fragilidad, cualquier cosa, en exceso o en falta, podría destruirla y, con ella, moriría su amor. De este modo resuelven eliminar su identidad reconocible y la abandonan en un trebolar. El segundo momento los muestra a ellos en el trebolar, ya aliviados por el desconocimiento del trébol, pero antes de irse Él sustrae otra plantita, para luego, en el tercer momento, torturarla, intentando hacer estallar algo en ella, en su propio ser y en el cosmos, buscando su propia sensibilidad por medio del dolor de un ser indefenso, ya que no pudo conseguirlo por medio del amor. Aquí es cuando el cuento cobra sentido, aparece en concepto de lo tantálico: “el mundo es de inspiración tantálica” (Fernández, 72). Esta idea deriva de la tortura, del ofrecimiento, la tentación, pero la no realización de este deseo. Esto porque Él ofrece los recursos vitales a la planta, pero no se los entrega. La tienta con agua, con sol, pero no llega a dárselos. El cuarto y último momento reencuentra a los personajes, a Él y a Ella y, ante la no confesada, pero reconocida acción del primero, la emocionalidad reaparece y el cuento finaliza con el abrazo entre ambos.

Lo tantálico es el concepto clave que se debe rescatar y aplicar para la comprensión de su aparición en la novela de Zambra. Esta idea proviene, en realidad, del mito de Tántalo:

“Es célebre por el castigo que sufrió en los infiernos (…). Estaba devorado por la sed y sumergido hasta el cuello en un lago, y cuando intentaba beber, el agua desaparecía. Se encontraba también rodeado de árboles frutales, y cuando quería aplacar su hambre comiéndolos, un viento huracanado los elevaba hasta las nubes (…)” (Prieto, 339).

Lo tantálico corresponde, entonces, a una tortura que consiste en generar una necesidad urgente de resolver, tentar con el remedio de ésta y luego negarla. Este estado se realiza de forma creciente a lo largo de la obra. En primera instancia aparece un período de amor que se concretiza de manera plena: Julio y Emilia se enamoran, tienen una relación, leen antes de follar. Ellos “fueron, en suma, felices” (Zambra, 26). Pero luego de la lectura del cuento de Macedonio su relación fue decayendo. Pues “Desde que leyeron <<Tantalia>> el desenlace era inminente” (Zambra, 36 y 37). De este modo a la inevitable separación le seguirá la ya anunciada muerte de Emilia.

¿Por qué, entonces, surge lo Tantálico en la novela? Porque Julio nunca olvidó a Emilia. Porque al final Emilia muere y Julio no muere, porque Emilia fue el único amor de su vida y la pérdida de este amor y el incesante recuerdo de ella son la tortura, el agua, el sol que el trébol no puede alcanzar; el agua y la fruta que Tántalo no puede poseer, a pesar de estar tan próximos a él.

Existen otras semejanzas entre el texto de Fernández y el de Zambra. En primera instancia el evidente tema vegetal (trébol en el primero y bonsái en el segundo). Este elemento debe ser cuidado, protegido y se vuelve el único objetivo de vida para los protagonistas de ambos relatos. Este elemento, además, podría simbolizar lo mismo en ciertos momentos de la historia: el amor que existe entre un hombre y una mujer.

Otra semejanza clara es el anonimato, el desconocimiento de los nombres de los personajes. En el caso de Tantalia se presentan como Él y Ella, en Bonsái se deja bien claro que los nombres de los protagonistas son supuestos: “pongamos que ella se llama o se llamaba Emilia y que él se llama, se llamaba y se sigue llamando Julio” (Zambra, 13). Esta elección en ambos casos podría mostrar la universalidad de la desolación, de lo tantálico, en la vida humana, es decir, que es algo común y vivido en alguna medida, de alguna manera por todos, pues “El mundo es de inspiración tantálica” (Fernández, 72).

En ambos casos surge una lucha entre dos elementos fundamentales: la vida y la muerte. Estos temas se viven de forma latente. En Tantalia se juega con el límite entre la destrucción, es decir, la agonía del ser más frágil y delicado. En Bonsái se anuncia desde el comienzo que en la novela coexisten un elemento vivo y otro no vivo.

Segunda lectura: Puesta en Abismo.
En esta novela que, en una primera mirada, parece simple, se realiza un juego estético relacionado con la puesta en abismo. Esta obra muestra en primera instancia la vida apasionada de pareja entre los protagonistas. Luego la historia da algunos saltos temporales, mostrando la vida de amistad entre Emilia y Anita desde la intimidad de la infancia hasta la nostálgica y ya distanciada vida adulta. La narración se centra luego, ya en el cuarto capítulo, en la vida adulta de Julio. Se muestra aquí a un personaje que acompaña al melancólico hombre en el que se ha convertido el protagonista: Gazmuri. Este último es un reconocido y trascendente escritor que contrata a Julio para que transcriba su más reciente novela. De esta obra se dice poco, solo la esencia de la trama “él se entera de que una polola de juventud ha muerto. Como todas las mañanas enciende la radio y escucha que en el obituario dicen el nombre de la mujer. Dos nombres y dos apellidos. Así empieza todo” (Zambra, 67). Esta es la manera en la que el escritor resume su obra, cuando Julio quiere saber más, Gazmuri sentencia que “todo se va a la mierda” (Zambra, 67).

Luego de esta escena viene el quiebre y la nueva búsqueda de Julio. Gazmuri lo despide, pues encuentra a alguien que cobra menos que él. Pero el protagonista no es capaz de confesarle esto a María, su vecina y nueva compañera sexual. Así que finge que sigue trabajando con él, compra cuatro cuadernos colón e imita la caligrafía de Gazmuri, en definitiva, finge un manuscrito, una novela.

Esta novela adquiere su forma gracias a Julio, pero también a María, cuando el primero le explica a ella de qué va la obra de Gazmuri, ambos empiezan a rellenar los espacios vacíos que el escritor dejó en su escueta síntesis:

“Un hombre se entera por radio que un amor de juventud ha muerto. Ahí empieza todo, absolutamente todo.
¿Y cómo sigue?
Él nunca la olvidó, fue su gran amor. Cuando jóvenes cuidaban una plantita.
¿Una plantita? ¿Un bonsái?
Eso, un bonsái. Decidieron comprar un bonsái para simbolizar en él el amor inmenso que los unía. Después todo se va a la mierda, pero él nunca la olvida. Hizo su vida, tuvo hijos, se separó, pero nunca la olvidó. Entonces decide hacerle un homenaje. Todavía no sé en qué consiste ese homenaje” (Zambra, 71).

La nueva novela, la que se supone que es de Gazmuri, pero en realidad es de Julio, tiene una trama definida, no conocemos los detalles, mas sabemos que se trata de un joven que pierde al único amor de su vida. Existe también una relación que hace Julio casi sin querer con Tantalia, el cuento que fue tan significativo para su relación con Emilia, por ende se puede suponer que Julio, nostálgico por el amor de Emilia, reconstruye y ficcionaliza su amor de juventud.

Esta enigmática novela escrita por Julio comparte, como puede apreciarse, algunas características con Tantalia, pero, lo que es más importante, con la propia novela que el lector tiene entre sus manos: la que fue escrita por Alejandro Zambra.

Julio entrega más datos sobre la trama de la novela que, se supone, le entregó Gazmuri:

“Nunca la olvidó, dice Julio. Hizo su vida, tuvo hijos y todo, se separó, pero no la olvidó. Ella era traductora, igual que tú, pero de japonés. Se habían conocido cuando ambos estudiaban japonés, muchos años atrás. Cuando ella muere, él piensa que la mejor manera de recordarla es haciendo de nuevo un bonsái.
¿Y lo compra?
No, esta vez no lo compra, lo hace. Consigue manuales, consulta a los expertos, siembra las semillas, se vuelve medio loco” (Zambra, 74 y 75).

Este fragmento no es relevante hasta que esta misma acción, realizada por el protagonista de la novela de Julio, es ejercida por el mismo Julio y, muy probablemente, con el mismo fin. También es interesante la mezcla que Julio realiza entre Emilia y María al escribir su novela. Esto volverá a ocurrir en el capítulo final, cuando el protagonista dibuja a una mujer que tiene algunas partes de Emilia y otras de María. Estos personajes se constituyen, por ende, como una mezcla en ambos relatos, aunque aparentemente más definidos de forma individual en la novela de Zambra.

La trama y la constitución de estos personajes no es la única característica común entre ambos textos. Existe otra que se relaciona, nuevamente, con Tantalia:

¿Y cómo se llaman?
¿Los personajes? Gazmuri no les puso nombre. Dice que es mejor, y yo estoy de acuerdo: son él y ella, Huacho y Pochocha, no tienen nombres y a lo mejor tampoco tienen rostros. El protagonista es un rey o un mendigo, da lo mismo (…)” (Zambra, 76).

El anonimato, característica que, como se explicó, genera universalidad en el tema principal de la obra, se repite en la misma novela que escribió Zambra, pues los nombres de Emilia y de Julio son escusas, puestos arbitrariamente para llevar el hilo conductor de la trama, pero en realidad sus nombres son desconocidos: “pongamos que se llama (…) Emilia y que él se llama (…) Julio” (Zambra, 13). Esto es fundamental, genera una estrechez en la constitución de los tres relatos: la novela de Zambra, la de Julio y la de Macedonio.

Hasta ahora se han entregado algunas semejanzas entre los relatos, pero tal vez faltan elementos más concretos a destacar para demostrar que la novela que escribe Julio es la misma que el lector de Zambra tiene entre sus manos. Esta característica clave y definitiva aparece expresada con claridad luego de que Gazmuri despida a Julio, es decir, cuando el protagonista se independiza del escritor y posee absoluta libertad creativa:

“Era Gazmuri, parece que se levanta temprano o está muy ansioso. Me llamó para confirmarme que esta misma tarde comenzamos con Bonsái. Así se va a titular la novela: Bonsái” (Zambra, 73).

La casualidad no es suficiente en esta importante decisión, solo un lector ingenuo creería que ambas novelas llevan el mismo título de forma gratuita. Lo que ocurre es que Julio (Él) escribe la misma novela que crea Zambra. Se genera así una puesta en abismo, es decir, la novela que se está leyendo se repite en su interior. Si esto es así debería ocurrir lo mismo en la novela de Julio, es decir, el protagonista de esta también escribe una novela titulada Bonsái que trata sobre un amor de juventud que termina en tragedia. Se repite así, de manera circular e infinita, el mismo proceso.

2. Tercera Lectura: El Título.
Escoger un título para una obra siempre es una elección especial, pues el título debe ser una clave para la comprensión de la obra. En este caso el Bonsái actúa como un símbolo que apunta a variadas direcciones. Entre ellas el guiño al cuento de Macedonio Fernández y a la novela escrita por Julio, pero también existe, a lo menos, un motivo más para que la obra lleve este nombre:

3.b. Julio y Emilia son un bonsái.
El bonsái es una de las actividades a las que Julio dedica mayor esmero en la novela. En primera instancia está su relación con Emilia, luego la escritura y finalmente el cuidado de esta plata. Las tres acciones están ligadas. Julio escribe recordando su amor con Emilia y cuida un bonsái como homenaje al amor que tuvo y que aún siente por ella. Él también relaciona la escritura con el cuidado de este árbol cuando plantea que “Cuidar un bonsái es como escribir (…).Escribir es como cuidar un bonsái (…).” (Zambra 87). En síntesis se puede plantear que las tres acciones tienen como fondo el recuerdo del amor perdido y deseado.

Dentro de la obra se entrega una definición de los Bonsáis, esta será esencial para comprender la elección del título:

“Un bonsái es una réplica artística de un árbol en miniatura. Consta de dos elementos: el árbol vivo y el recipiente. Los dos elementos tienen que estar en armonía y la elección de la maceta apropiada para un árbol es casi una forma de arte por sí misma. La planta puede ser una enredadera, un arbusto o un árbol, pero naturalmente se alude a él como árbol. El recipiente es normalmente una maceta o bloque de roca interesante. Un bonsái nunca se llama árbol bonsái. La palabra ya incluye al elemento vivo. Una vez fuera de la maceta, el árbol deja de ser un bonsái” (Zambra, 85 y 86).

La definición es clara, el bonsái se constituye de dos partes, un árbol y el recipiente o roca que lo contiene. Estos dos elementos están cargados, cada uno por separado, por un fuerte simbolismo. Del árbol, por ejemplo, se plantea que:

“(…). Todo tipo de criaturas anidan en las ramas protectoras y maternales del árbol, se ocultan en sus cavidades y se alimentan de su savia (…). El árbol nos muestra cómo, a partir de una diminuta e inerme semilla de potencial, el sí-mismo puede cobrar vida (…). El árbol mantiene sus hojas planas y perforadas a la mayor altura posible para que absorban dióxido de carbono del aire y el ardor del sol. La clorofila que da su color verde a las hojas atrapa los fotones de la luz del sol y parte de las moléculas de agua, de modo que el oxígeno se desprenda en la atmósfera y nos permita respirar (…) (Ronnberg, 128 y 130).

Este es un breve fragmento de “El Libro de los Símbolos” que muestra una clara connotación a lo vivo, una fuerte inclinación al concepto de eros. El árbol es vida en sí mismo, genera vida, la alberga y la alimenta. Por su parte Chevalier lo define como un Cosmos vivo en perpetua regeneración.

Sobre la roca, el mismo Chevalier plantea lo siguiente:

“El simbolismo de la roca consta de dos aspectos diversos, de los cuales el más evidente es el de la inmovilidad, la inmutabilidad. Éste es, en la pintura china de paisaje, el sentido de la roca por oposición a la cascada, como el yang al yin, como el principio activo, pero no actuante, al principio pasivo pero impermanente (…)fuente de vida y manifestación de las posibilidades originales.” (Chevalier, 886).

La roca es, entonces una entidad inmóvil, estable, que perdura en el tiempo de manera inmutable. A su vez es símbolo y manifestación de la vida.

El bonsái se constituye, entonces, de dos elementos vivos. Ambos estáticos, pero que contienen a la vida en sí mismos. Estos dos elementos, árbol y roca, están presentes en la novela y son identificables en Julio y Emilia.

Julio es el árbol, pues es el elemento que al final de la obra permanece vivo, en movimiento. Aunque esté profundamente desolado se diferencia de Emilia porque él es el que vive. Por otro lado Emilia es la roca, la maceta que contiene a Julio, pues ella es el elemento muerto y, por ende, el elemento inmóvil, pero perdurable. Esta inmutabilidad, inmortalidad si se quiere, se reafirma cunado se considera, además, uno de los dos epígrafes de la obra: “Pasaban los años y la única persona que no cambiaba era la joven de su libro” de Yasunari Kawabata.

Estos dos elementos: Él y Ella, Julio y Emilia, lo vivo y lo muerto, eros y Thanatos, el árbol y la roca son los constituyentes que siempre van entrelazados de manera inseparable. Si se des-unieran ya no serían lo que deben ser, en este caso, un bonsái. Este es precisamente el motivo por qué el título de la obra es ese, pues su esencia inseparable, lo que la configura como una fuerza poética inalterable y trascendente es la amalgama, la unidad de dos elementos: el Bonsái.

3. Conclusión: Bonsái o el Árbol vivo.
En las líneas anteriores se ha demostrado que Bonsái es una obra que esconde, en la simpleza de su trama, un potencial interpretativo muy amplio: La estética de ella se liga a la intertextualidad, la puesta en abismo y al simbolismo.

Estas tres interpretaciones pueden entenderse cada una por separado, pero su valor adquiera más fuerza cuando se relacionan con un propósito único. Este propósito es, en realidad, el mismo que posee cada obra literaria: la inmortalidad de los personajes, su superioridad en comparación al ser humano.

La intertextualidad refleja la inmortalidad por medio de Tantalia, y es el primer eslabón para comprender esta interpretación conjunta. Este relato que destruye el amor entre Julio y Emilia replica la relevancia del tema del sufrimiento para el ser humano, sufrimiento que comparten los protagonistas y que luego llevarán a Julio a escribir una novela en la que se cuenta su historia de amor de manera infinita, trascendiendo de ficción en ficción, transmitiendo el mismo mensaje: un amor que fracasa, que es destruido por la muerte, pero que es eterno por ser literatura y que se consagra de una manera nueva, poética y llena de vida, a pesar de la muerte de ella: la confección del bonsái, que no es más que la amalgama, el amor inmutable y eterno de los elementos árbol y roca: lo inmutable que permanece intacto en forma de un árbol vivo.

Bibliografía
Chevalier, Jean. “Diccionario de los Símbolos”. Barcelona: Hherder. 1986.
Fernández, Macedonio. ”Tantalia”. Antología de la Literatura Fantástica. Jorge Luis Borges et al. Buenos Aires: Editorial Sudamericana S.A. 1977. 72-75.
Prieto, Melquíades. “Diccionario de la Mitología Mundial”. Madrid: Edaf. 2005.
Ronnberg, Ami. “El Libro de los Símbolos”. China: Taschen. 2011.
Zambra, Alejandro. “Bonsái”. Barcelona: Anagrama. 2010.
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3 comentarios

Muy buen artículo, me disparó muchos pensamientos e interpretaciones. Como, por ejemplo, que el bonsái es el libro mismo, literalmente. Quiero decir, el acto de crear y cuidar un bonsái para mantener viva la memoria de ese amor, es el acto de escribir este libro (para Zambra, para Julio). O sea que el bonsái es un libro de título Bonsái.
O, con lo de la maceta y el árbol: la maceta, lo duro (el sufrimiento) que sostiene lo vivo; y lo vivo, la vida, que da sentido a la maceta, a lo duro, al sufrimiento.
Y así como esas me disparaste muchas más. Gracias por ayudarme a engrandecer un libro que es ya de por sí ENORME. Saludos desde Uruguay. Ana

Por Ana Lissardy el día 26/08/2020 a las 22:55. Responder #

Excelente articulo y análisis, gracias a este he podido observar de otra manera la narración. Saludos desde Santiago.

Por Benjamin el día 03/07/2017 a las 01:54. Responder #

Felicitaciones por el artículo, muy completo y profundo ya que brinda interesantes perspectivas sobre la obra de Zambra, las cuales se pueden proyectar hacia otras obras del autor. Excelente análisis.

Por jessenia chamorro salas el día 26/07/2016 a las 19:44. Responder #

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Requerido.

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