Los autores de ciertos libros de narrativa escogen, entre muchas otras opciones, la tradición libresca para urdir sus historias, éstas se sostienen en una incalculable indagatoria en el material escrito, con el objetivo de probar su eficacia para con ello crear en el lector la expectativa de que todo calce gracias a la credibilidad que se ofrece, en el mejor de los casos, la forma exclusiva de elaborar el texto. En este sentido, M. Bajtin señalaba el uso de géneros de los que se apropia el escritor, apuntando en especial a algunos materiales, en apariencia suntuarios, de discursos no necesariamente cercanos a la literatura, utilizados en forma cotidiana, ellos son pervertidos al entrelazárselos con los cultos, hasta que se provoca el nuevo universo: el del relato logrado a fuerza de mostrar en el interior de una historia escogida, a personajes que se desplazan apropiadamente para lograr, finalmente, la sensación esperada de una realidad recién obtenida por la lectura del texto, y que se advierte como cercana, aunque, en muchos casos, transgredida en función de la efectividad del relato.
Una aproximación a La literatura nazi en América (Barcelona, Seix-Barral, 1996, p. 237) pudiera ser la búsqueda de la credibilidad, en la cual Roberto Bolaño, su autor, ha confiado su apuesta narrativa, para entregarnos con esta obra un mosaico de oportunidades del discurso literario, donde se evidencia toda una asimilación de épocas, de tendencias literarias o de elucubración en lo no dicho por la historia oficial. Es decir, el intento de relativización de la historia de la literatura latinoamericana del siglo XX, pero de una forma tangencial, quizá la única manera a la que se pueda recurrir, tocando algunos aspectos de dicha evolución, para con las omisiones poder elucubrar sobre aspectos que en apariencia han sido eludidos por la verdadera historia de la literatura.
Bolaño, con esta novela, nos advierte de la irrealidad de la ficción narrativa. Se nos invita, como lectores, a la complacencia de situaciones improbables, y de allí su imaginería, pero que trascienden al impregnarse de hechos constatables en los manuales literarios o de historia. Es así, que La literatura nazi… se nos dimensiona en por lo menos tres vertientes: la parodia a la tradición literaria, la trasgresión al relato y la reedición de la Historia verificable en la ausencia de hechos comprobados y que, sin embargo, existen al relacionárseles éstos con la «verdadera historia» producida en América, desde los albores del siglo XX hasta principios del XXI.
De esta manera, La literatura nazi… ha querido ser el invento de un espacio literario basado en la conjetura, donde lo especulativo se sostiene en la indagación del material de trabajo, trasegado por la evolución de personajes inexistentes, sin embargo creíbles por la desenvoltura con que se mantiene una prosa adecuada. Pese a que el autor lo ha denominado novela, este libro nos enfrenta a la composición de relatos espurios que colindan con una cantidad no despreciable de subgéneros y libelos literarios. Bolaño nos propone, a la templanza de los hagiógrafos o de los biógrafos de escritores, un relator de anécdotas que con la apariencia del enciclopedismo y la erudición, nos presenta autores de su cuño con otros de larga trayectoria en la tradición literaria. Dentro del marco de movimientos literarios, acontecimientos políticos o históricos, un narrador que ha tomado el distanciamiento suficiente de los 30 personajes significados, va asumiendo la fragmentación narrativa presentada en «capítulos», sostenidos por el tono paródico que se organiza en su interior. El ensayo literario, la crítica literaria y people are the type that are goal oriented and driven to succeed despite all odds. la reseña con sus sobreadjetivaciones, el minicuento, la intertextualidad, la atmósfera de la novela negra en algunos casos, el panfleto, la plaquette, el esperpento o el pasquín, son algunas de las articulaciones puestas a andar para entroncarse, sobre todo, con el cuestionamiento de cualquier validez de género posible. Se nos persuade con historias supuestas, que sintetizan libros también supuestos o ars poéticas armadas de la juntura de las estéticas a uso, donde se ubican temporalmente los autores consignados.
El mismo Bolaño, recientemente, ha querido hacer hincapié en la relación eminentemente libresca que contiene esta peculiar obra, advirtiendo que «…es una novela donde la literatura, sin duda, es el personaje. Por otro lado, es el último fruto de una gran rama que va desde La sinagoga de los iconoclastas de Rodolfo Wilckoc, pasando por Borges con La historia universal de la infamia, incluye, además, a Alfonso Reyes con los Retratos reales e imaginarios, por supuesto el itinerario recae en Marcel Schowb con su Vidas imaginarias, deteniéndose en la prosa en píldoras de los enciclopedistas franceses. En La literatura nazi… no hay más que un ejercicio que recurre a esa tradición y en ese sentido el más literario, donde la literatura es la protagonista, porque aunque pareciera un libro de relatos es una novela por capítulos.» («Hay que mantener la ficción en favor de la conjetura» entrevista en la revista electrónica Mezclaje Nº 2: mezclaje.ivic.ve/mezclaje).
Los «capítulos» de La literatura nazi…, como los denomina el autor y que tienen plena independencia unos de otros, van creando la certeza de un conglomerado de vivencias, que apuntan a una textura que imanta en su interior la alusión hacia un desplazamiento que desemboca hacia sí misma, es decir mientras se avanza en los fragmentos, se vuelve sobre ellos porque, como a la manera borgeana, la biblioteca es el universo de lo real. Parafraseando esta idea no hay más vida sino en la imposibilidad de salir de esas páginas, una vez cerrado el libro, al lector le queda la necesaria ilación de las pequeñas anécdotas que brotan a borbotones, desde una prosa que intenta, en cada momento, hacer partícipe al lector de la hilaridad con que se propone a personajes espectrales, que parecieran ser una caricatura, muchas veces, de los existentes en la literatura contemporánea. El escritor chileno, a su vez, resume, en la misma entrevista citada, esta invención de cofradía como «una novela satírica sobre la miseria de la escritura, la miseria de los escritores, la picaresca canalla de un mundo tan aparentemente lejano, como aparentemente es la literatura y donde los nazis son sólo la máscara para caricaturizar el modus vivendi, el estar dentro de la literatura de cualquier escritor».
Sin embargo, hacia el final del libro un «capítulo», «Ramírez Hoffman, el infame», nos hace descreer de toda la estructura anterior de la obra, ya que Bolaño, una vez más, se deshace de la convención que venía marcando el ritmo de la prosa, proponiéndonos un personaje pesadillesco, que nos relaciona la sabiduría del mal. Este relato nos quisiera decir, de alguna manera, que siempre la literatura ha sido un espacio más seguro, y de allí elaborar algunas atrocidades de lo real, señalándonos un verdadero sentido de la miseria: la libertad llevada al extremo, es la más inquietante y destructora de las esencias humanas.
Este libro es también un catálogo desmesurado de una literatura inexistente, que tiene cabida o se inicia a partir de la especulación de una ausencia y desde la contraposición con lo ya hecho; con la historia «oficial» de la literatura y de las situaciones históricas. Libro en esencia paródico, se encarga, al afirmar, de la posibilidad imaginaria de que haya toda una escritura del nazismo en América, así mismo, del cuestionamiento a discursos ideológicos desde el tono censor del crítico omnisciente, que no sólo conoce las estructuras en que se refuerzan los libros señalados en cada uno de los escritores a los que se apunta, también, gracias a una amplia documentación, conoce la biografía de éstos.
En definitiva, Roberto Bolaño, con La literatura nazi en América, reelabora una retórica del poder que deja colar la ironía hacia espacios instituidos desde el mismo narrador, que con la medida del humor desacraliza las nociones de Historia. O bien, pareciera mantener la distancia definitiva del reconciliamiento con una nostalgia edificadora y quizá esa pueda ser la revancha de este autor con cualquier probabilidad de utopía ya menguada.
Un comentario
Como comentario, diría que emula el basto sentido común de un articulo periodístico. Pero critica, no se si se desprende de los últimos renglones. Ahora bien, sin ir mas lejos, las extensas noticias del nuevo mundo con la imagen del cielo divino, reseñada por los religiosos del nuevo mundo, traen a colación el mundo de la ficción y el propiamente teológico.