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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Estudio en torno a la producción de textos de las escritoras de San Bernardo (Chile) desde una mirada crítica feminista y radical.

por Claudia Kennedy
Artículo publicado el 27/03/2014

Para hablar sobre la escritura de las mujeres de San Bernardo a nivel de recopilación histórica, es preciso ahondar en al menos 3 áreas vinculantes: la historia y construcción simbólica de la comuna de San Bernardo —desde su propio discurso historiográfico—; el papel de las mujeres con sus modos escriturales en un lenguaje no construido; y finalmente identificando el correlato metalingüístico entre las distintas generaciones de escritoras.

Respecto al primer punto: hablar sobre la historia de San Bernardo es referenciar de manera obligada el libro escrito por Besoaín sobre La “Historia de la ciudad de San Bernardo” para lograr comprender el constructo de mentalidad impuesto. La razón por la cual resulta de interés hacer una revisión a su discurso es para situar el contexto en el cual se crean los relatos de las escritoras que integran la Antología de Escritoras de San Bernardo (A.E.S.B.).

La historia de San Bernardo en el relato de Besoaín interesa para discutir sus cortes y borraduras, por el plano simbólico que ha forjado: el constructo del autor refuerza la negación tanto del papel de la mujer como de aquello que no pueda ser tejido en un organigrama militarizado-unilateral.

Intentaremos aquí verificar si dicho el discurso, aquel de subordinación fálica, puede ser ubicado en algunos de los constructos locales-sociales-culturales y si ellos tienen alguna repercusión plausible de ser observados el curso escritural de las escritoras de esta comuna.

Para éste tipo de análisis utilizaré como principio motor de observación algunos procesos ginocríticos no estáticos y de perspectiva radical, además del particular análisis de la metaliteratura para con las escritoras locales.

Partiendo de lo anterior es preciso contestar ciertas preguntas que nos permitirán analizar la obra de las escritoras locales comprendidas en A.E.S.B.: ¿Existe un discurso de subordinación respecto a ella en la historia local, en sus expresiones artísticas? ¿Quiénes son los gestores de aquello?, ¿Cómo ha sido el comportamiento escritural de la mujer a lo largo de nuestra historia local? ¿Existe correlación entre los discursos emitidos por ellas y los antecedentes del discurso historiográfico local?

Tengo la medida de lo que nombro —y este es el esplendor de tener un lenguaje. Pero tengo mucho más en la medida que no consigo nombrar. La medida es la materia prima, el lenguaje es el modo como voy a buscarla— y el modo en que no la encuentro. (Lispector, 2010, p.186)

 

Historia Borrada
Los resabios de las mentalidades más concretas, pueden ser condensadas en ésta ciudad trazada para el discurso de los héroes y con un lugar también para las otras, esas otras son, según el discurso historiográfico local, sus “viudas” y el lenguaje que no se nombra, aquel concepto oculto, medido, es con el cual nos vincularemos “…en 1821 se había trazado el plano de la Villa San Bernardo, acordándose la entrega gratuita a los militares y viudas de los soldados de la Independencia” (Besoaín, 1995, p.13). Éste fragmento del discurso historiográfico local ya nos entrega una carga semántica de subordinación respecto a la mujer.

¿Quiénes fueron esas viudas? ¿Dónde están sus relatos, sus vivencias y acontecimientos? Podemos suponer que hubo esposas, hijas, amantes, luchadoras en esta rururbana capital de la provincia del Maipo. Supondremos también sus historias han sido supeditadas pues la habitabilidad de ellas ha sido más diversa de lo que puede ser soportado. “En cuanto al libro de bautismos […] en 1826 aparece un niño de madre no conocida” (Besoaín, 1995, p.60) Éste giño posibilita expresiones de no—madre, acaso rechazo a la maternidad [Pisano], violación y/o despojo que no será analizado mayormente por la historiografía tradicional.

El discurso local indica una primera acción relevante respecto al papel de la mujer que —para finales del s.XIX— se vincula con el cuidado y manejo del hospital de la comuna. Lo que realizo es una búsqueda minuciosa respecto a cualquier mención que se realice sobre las mujeres y todas ellas se contendrán en éste breve ensayo.

las religiosas Hijas de la Santa Cruz, que estuvieron en el hospital hasta 1897, en que fueron reemplazadas por las religiosas Hijas de San José Protectoras de la Infancia, congregación que había creado el mismo Obispo Larraín Gandarillas, junto a sor María Luisa Villalón (Besoaín, 1995, p.87).

El papel de la mujer no aparece detallado en lo económico ni militar, espacio reservado para los hombres, sí aparece entonces vinculado al cuidado de enfermos, también en el apartado “desarrollo cultural” —del mismo libro— aparece la mujer relacionada con la fundación de escuelas aunque éste logro es diezmado al reforzar la idea de subordinación marital.

En cuanto al desarrollo educacional, después de la fundación de la escuela N°1 de hombres en 1836, tenemos que esperar hasta junio de 1849 para la fundación de la primera escuela de niñas, cuya profesora fundadora fue doña Manuela Mujica, esposa del profesor de la escuela de hombres don Bernabé Vera. (Besoaín, 1995, p.102).

Por qué mencionar a éste hombre —Bernabé— sino para justificar —ante el relato de Besoaín— haber mencionado a una mujer; más aún si se le nombra ante una acción tan importante como la dirección y fundación de una institución educativa para mujeres. ¿Hasta qué punto lo masculino apadrina a la mujer? De la misma manera en que se realizó este acto de acompañamiento por qué no mencionar a las esposas de los <héroes> y diputados, empresarios y acciones que sí han sido narradas por el autor. Debe agregarse que nada es de adrede y aquí el gestor de la construcción histórico—simbólica de ésta comuna también ha omitido la vida obrera, comunitaria y muralista.

En un primer recorrido sobre ésta historia oficialista donde debemos escudriñar el relato de la mujer en San Bernardo, para el s.XIX, ha sido visualizada, como profesora, alumna y monja; por ende los deseos, los anhelos y el cuerpo de la mujer ha sido supeditado, borrado.

Los varones no cuestionan dicha operación del dominio con que nos han sometido desde el comienzo de la historia, del mismo modo que las mujeres cuando traspasan ciertos espacios de libertad, olvidan que esta mitología con que se ha ido construyendo nuestra intrahistoria, forma parte constituyente de nuestra cultura contemporánea, y que, por muchas fundaciones de derechos humanos o de paz ciudadana que se implementen, es y seguirá siendo una cultura fraccionada, enajenante y dominante. (Pisano, 2004, p.XII)

Respecto al papel de la mujer en la historiografía local se nos indica que durante el sXX existió una amplia aparición de las mujeres, como monjas, profesoras, pianistas y cantantes, artistas plásticas y escritoras como también <reinas> de belleza: “en 1923 se realizan nuevamente Juegos florales con elección de Reina de la Poesía (la señorita María Pinochet Aceituno, hija de don Fidel)” (Besoaín, 1995, p.120). La sentencia es categórica por Besoaín “Así pues, esta Edad de Oro de la Cultura, que se inicia en 1901 con la llegada del poeta Manuel Magallanes, termina en 1925 con la desaparición o alejamiento de sus principales adalides” (Besoaín, 1995, p.123). A opinión del autor, no hay mayor riqueza en la comuna que la forjada por sus hombres. Más adelante se repite el mismo patrón para mencionar a mujeres: esposa de, religiosa de la congregación de, omitiendo todo acto de construcción cultural comunitaria realizado por las mujeres.

Se guste o no reconocer el trabajo que hoy se ha realizado en ésta antología general, respecto a la obra de las escritoras de San Bernardo, cumple con el registro esperado para los futuros discursos historiográficos oficiales. Pues entregará un registro de su escritura —sin mayor estudio respecto a sus relatos y experiencias— no es reivindicativo ni de pulso feroz hacia el cambio.

Planteo aquí no la inutilidad de A.E.S.B. sino la necesidad de una historia de mujeres en San Bernardo a fin de saldar las reales deudas que tenemos para con nosotras. Hoy planteo guiños al ingresar a sus voluntades, denuncias y deseos a fin de generar un aporte a futuras investigaciones que permitan e incentiven la ruptura cultural y de discurso, una ruptura también respecto al control social desde ésta periferia de la cual les hablo.

El control social desde lo masculino hacia lo suburbano no resulta un proceso casual, sino constituyente de la conducta social que se nos ha impuesto. Nos han involucrado con la ética y moral desde lo masculino: aquella que carga con el peso de la catalogación histórica y geográfica; no sólo sobre el contexto sanbernardino sino a nivel “universal” desde el cual las reglas del juego social han sido generadas: desde los hombres se da forma y perpetua la conducta.

Sin duda nos encontramos aquí ante uno de los puntos más notables de esta reflexión moral: no intenta definir un campo de conducta ni un dominio de reglas válidas —según las inflexiones necesarias— para los dos sexos; se trata de una elaboración de la conducta masculina hecha a partir del punto de vista de los hombres y con el fin de dar forma a su conducta. (Vigarello, 2005, p.24)

En San Bernardo, autodefinida como la <capital del folklore> existe invitación a constituirse como hombre desde otras disciplinas —no sólo historiográfica y literaria, que son las áreas que hoy abarcamos en éste ensayo, sino también— a través del canto, se invita a una construcción de hombre a través de lo militar; a través de la infantería de ésta comuna —presente territorial y simbólicamente—: “Me hice hombre en tu infantería, en Maestranza desvelos” (Gutiérrez, 2011, wmv). El rasgo en las expresiones artísticas de la comuna, refuerza, defiende una organización lineal, parangón de Lo nacional.

Domingo Eyzaguirre [fundador de la comuna de San Bernardo] junto al general Luis de la Cruz (Diputado por Coelemu) fueron los únicos que se opusieron con firmeza, haciendo prevalecer el buen sentido frente al entusiasmo que despertaba el federalismo, al que se veía como la solución de todos los problemas del país. Proféticamente exclamaba: “¿Qué resultará del establecimiento de la federación?: el desorden, la desorganización y la miseria de los pueblos” (Besoaín, 2004, p.33)

Hablamos aquí de un dispositivo de estructuración mental —defendida por Besoaín como de buen juicio— que es venida desde el orden militar, pese a que éste tipo de organización sólo se recomienda para pequeñas empresas.

La organización lineal, que constituye la estructura más simple y antigua, esta basada en la organización de los antiguos ejércitos y en la organización eclesiástica medieval. Mooney, concluyó que la organización lineal posee en común el principio de autoridad lineal […] Es una forma de organización característica de las pequeñas empresas o las etapas iniciales de las organizaciones. (Jaramillo, 2011, p.10)

Pero no se crea que éste discurso es propio del tecnicismo historiográfico sino también en todas las áreas desde las cuales el lenguaje se desea universalizar; así entonces también ocurre con la literatura: justificar el ingreso de las mujeres a la academia, suele gestarse utilizando conceptos propios de lo masculino. Para dicho permiso a una mujer hacia la cúpula de la literatura debió tratársele —a su obra— de viril.

[…]<<Los Sonetos de la Muerte / (Flor Natural en los Juegos Florales de Santiago), son un grito obsesor de pasión y de dolor, de venganza y piedad, arrancado como la venda en una herida sangrante, a su joven alma de artista, que vació en viriles versos acerados sus más puros sentimientos de nobleza, piedras preciosas extraídas de entre los humores del mundo […] (Molina, 1995, p.156)

Hemos dialogado desde una perspectiva en la cual se sitúa, para la descripción del acontecer local, un lenguaje occidental con categorías y relato <masculino para lo masculino>, situación por la que prima un análisis que lo denuncie y actúe sobre él, por lo que prima un relato que se estructure en parte desde el género “[…] una de las tareas más importantes del análisis de género ha incluido la deconstrucción del conocimiento occidental androcéntrico y la reconstrucción teórica a partir de categorías sensibles al género” (Peterson, 1992, p.6) en otra parte también se torna necesaria la radicalidad incomodante.

La asignación del carácter de lo humano a un solo cuerpo sexuado es producto de la cultura dirigida por varones desde una lógica dominante y excluyente. El peligro radica en que desde el feminismo seguimos sancionando y rechazando estas cualidades creadoras (aparentemente masculinas), sin visibilizar la lógica que constituye la masculinidad y su cultura de dominio. (Pisano, 2004, p.46)

A.E.S.B desde una Nueva Ginocrítica
La idea de la escritura como un proceso de entrenamiento imperialista, homogeneizante, militarizada, masculina son posibles de registrar en un continuo significativo para las dinámicas sociales; en éste caso dinámicas sociales desiguales, que han venido siendo eternizadas.

Las relaciones sociales desiguales entre hombre y mujer se perpetúan mediante la asociación de lo femenino con aquellos rasgos “inferiores” (el otro, lo probado, lo irracional, lo subjetivo), así como la identificación del conocimiento masculino hegemónico con el conocimiento universal en general (Scott, 1988 en Arreaza, s/n, p.29).

La mujer en esta comuna, existe en el discurso, ligada a las actividades artísticas, educacionales y de enfermería. Por ello finalmente son individualizadas y nombradas. Aquel es el modo operacional y discursivo que justifica su ingreso a lo oficial. El acto del nombramiento como fijación para la poeta, la profesora, las viudas, la madre, las religiosas; las institucionaliza, fija y eternaliza su posición de subyugación y conquista. En la actualidad sigue operando porque estamos dentro de las mismas lógicas que hace 200 años, conquistar a la mujer en el acto amatorio acaso no indica posesión y dominio, ¿Acaso la expresión ¡te conquisté! no implica también institucionalizar en el acto de nombramiento categorizante su rol de fémina?

Cuando entra en escena lo institucional en nuestro país—tanto en las múltiples formalizaciones de organizaciones de base como en los nombramientos de cargos en los sucesivos gobiernos de la Concertación—, sucede como si aquella suma hipotética fuera de pronto hipotecada, forzando la uniformidad —el denominador común—, la univocidad de la lengua, que opera entonces sobre los asuntos que le incumben con similar voluntad de nombramiento: la fijación. (Santa Cruz, 2013, p.64).

Pese a que las mujeres participaran activamente de los procesos culturales como la Colonia Tolstoyana, del Centro Literario Ateneo de San Bernardo, taller del Liceo de niñas, el rol de los nuevos centros culturales y finalmente, hacia fines del s.XX y principios del XXI, en la formación escritural dentro de la Casa de la Cultura de San Bernardo, las mujeres, dentro del discurso local, han sido Remitidas.

Con lo ya citado no puede entonces obviarse el terreno y habitáculo desde el cual se han configurado a los sujetos. Las mujeres han sido atrapadas dentro de un lenguaje que no ha sido construido por ellas ¿Qué perspectiva de análisis puede sacar a la luz lo anómalo, la marginalidad, el disfraz del silencio?, y en definitiva: cuáles son aquellas estrategias de interpretación con fines políticos y con una visión que confronte la perspectiva de género, si no lo es la crítica “feminista” y radical: una configuración desde la nueva ginocrítica.

Para lo cual entonces parece necesario definir la ginocrítica y particularmente la nueva ginocrítica como un proceso por el cual una mujer adquiere una actitud crítica, frente a la obra literaria que sea objeto de su análisis. La experiencia del cuerpo de mujer no puede ser entendido desde ni por otro cuerpo. La vivencia a—histórica le pertenece a dicho territorio. Es una experiencia cierta y sin posibilidad de intercambio. Como la inexistencia de la alteridad, se encuentra la inexistencia del traspaso de la cultura de un cuerpo de mujer a uno que no lo sea. Con la ginocrítica hablamos de una postura de observación absolutamente política, desde la cual, la crítica literaria, por medio de la interpelación a la obra; genera que emanen los rasgos discursivos que evidencien la existencia de un lenguaje universal masculino y opresor. Se evidencia también a la mujer silenciada, marginada de todo campo de lenguaje y por lo tanto de la cultura masculina.

Cuando se decide, ingresar a esta manera de análisis literario, se genera un proceso de compromiso con la constatación de aquellas historias no contadas. La mujer que se dedique a la ginocrítica deber poseer una actitud en la que no pretenda causar comodidad como por ejemplo sólo hacer visibles estos modos subyugantes; sino también abrir las posibilidades para el ruido, las rupturas y el cambio. La crítica, como texto de producción literaria, es comprendida como un relato ensayístico subversivo.

De lo anterior devienen intereses específicos respecto a la lectura crítica de la producción escritural de mujeres, como por ejemplo preguntarse: bajo qué técnicas las escritoras ingresan al campo del lenguaje universal, qué conceptos utilizan, cómo han sido sus experiencias; el desentrañamiento y la denuncia que las y los hablantes realicen en los contextos de las obras, entre otras. Es una apuesta por la ruptura de la historia oficial desde sus propios mecanismos del juego constitutivo de propiedad.

[La Ginocrítica] tiene que ver con la mujer como escritora, con la mujer como productora del significado textual, con la historia, temas, géneros, de la literatura escrita por mujeres. Entre sus temas están la psicodinámica de la creatividad femenina, la lingüística y el problema del lenguaje femenino, la trayectoria de la carrera literaria femenina individual o colectiva, la historia de la literatura y, por supuesto, los estudios sobre autoras y obras individuales (Showalter, 1979: 128 en Fariña, 1994, p.321).

Si el lenguaje es patriarcal, la crítica feminista se ve abocada a un desentrañamiento de ese lenguaje desvelando las formas más sutiles y las más evidentes de la ideología que lo informa con objeto de configurar una realidad y una teoría más equilibrada. (Fariña, 1994, 328)

Desde el silencio y la marginación a que hemos sido sometidas, las mujeres no podemos sino sospechar de la cultura que el otro nos ha legado y en la que aparecemos inscritas como un no—sujeto, una negación, tal como el lenguaje se encarga de manifestar. (Fariña, 1994, 328)

Al momento de generar la revisión de A.E.S.B he podido observar, de manera general, que entre las escritoras contenidas, existe una escritura intimista; en ocasiones oprimida desde su categorización, así también encontramos una otra escritura con tintes románticos, rururbanos, láricos. Sus referencias están más ligadas al campo que a lo industrial. Poseen una escritura que recorre desde la estructura clásica en narrativa y versos en décimas hasta una estructura libre en cuanto a verso y prosa. El contenido escritural respecto al ritmo continúa a modo de rururbanidad a lo largo del relato. No existe una directa intensión de conservar las décimas de Solovera, sin embargo el ritmo de ellas estallan en más de un verso libre que trate sobre rururbanidad, es su forma de permanecer y he aquí un giño, una clave de transformación o sobrevivencia: no todas utilizan nombres y categorías rururbanas para perpetuarlo, utilizan ritmos, como lo hicieran los esclavos con el TAP para comunicarse.

Recordemos que hay un desafío en ésta región estructurada: un sincretismo en pugna desde el cual lo vívidamente urbano, industrial, capitalista no logra una diálogo consensuado para con su propio pasado; se advierte la nostalgia, la angustia; deviene lo industrial reflectado hacia otros objetos; por ende también hay gestos de un relato oculto.

Las biografías entregadas en A.E.S.B. nos proporcionan información para comprender que dichas mujeres son habitantes o transeúntes habituales de ésta comuna. Estas biografías nos entregan el punto inicial para nuevos libros, dicho punto inicial es la necesidad; el deseo por conocer de manera cabal la historia de las mujeres en una comuna en que se las ha silenciado.

Es preciso reiterar que el lenguaje actual es la práctica del bio-poder; es preciso investigar sobre el contenido de lo que se omita dentro de cada uno de los discursos y cómo los sujetos omitidos han de defenderse, reaccionar. Toda experiencia, cuando se despliega, por la mujer, es un acto de defensa legítima y el ocultar sus dinámicas…significa.

Por lo mismo no es menor la omisión a ciertas escrituras publicadas en revistas del liceo de niñas de San Bernardo, que bien reflejan amistades con dejo lésbico, catolicismos en fragua e introspección analítica respecto a la heteronormatividad y su violencia. Omitir a algunas de sus autoras al no integrarlas en A.E.S.B es una borradura a los otros discursos, aquellos no oficiales:

“Niña de cabellos negros/como las alas del cuervo,/traviesa y juguetona/e inquieta como un ciervo/ Que tienes que ya no se oye/ tu risa cascabelera,/que no se te ve gritando/ni ir en loca carrera/ Deshiciste ya tus trenzas/dejando que junto a tu cara,/el cabello suelto al aire/te dé una belleza rara/En tus ojos de azabache/hay sólo melancolías/y quimeras en tu boca/que antes sólo reía./ Dime niña. ¿qué has hecho/de tu alegría de ayer?/Dime niña, dime niña,/¿qué es lo que cambió tu ser/ ¡Oh. No me digas más niña/que ahora ya soy mujer/pues me han mirado los ojos/gritándome su querer!”(en “Niña de cabellos negros” de Eliana Chamorra)(Liceo de Niñas, 1956, p.6)

Existe también omisión a María Silva Ossa (1918—2009) escritora especializada en literatura de corte infantil y poético “[…] Soy, me digo,/la imagen indefensa/de la/ fragancia/ de ti mismo.” (Silva, 1998, p11); Humberto Díaz Casanueva, destacado escritor chileno indicó sobre su obra que «Maria Silva Ossa no trata de anonadar el ser sino de darle mayor sentido a sus posibilidades». (Silva, 1998, p.46), estamos frente a una escritora que no fue integrada en A.E.S.B. ni mencionada por Besoaín, siendo que fue contemporánea a Clara Solovera y Pilar Caroca e integró el grupo literario nacional Fuego, además “su infancia transcurrió en el hogar de su abuela paterna en San Bernardo” (MemoriaChilena, online).

Existía efectivamente un movimiento escritural en San Bernardo a principios del s.XIX con importantes representantes; como Inés Echeverría Larraín (Iris), Esmeralda Zenteno de León (Vera Zuroff), Hilda Mancilla e integrantes de los primeros grupos literarios y de las publicaciones del Centro Literario del Liceo de Niñas dirigido por la profesora Viola Guzmán Soto. Posteriormente surge la Academia Gabriela Mistral que editó la revista “Despertar”: “Siendo estudiante del Liceo Clarita Solovera, Hilda Mancilla y otras compañeras participaban del Centro Literario que dirigía la profesora de Castellano Sra. Viola Guzmán de Soto” (Besoaín, 1995, p211). La casa de Zapata Lillo: “fue un centro de reuniones de intelectuales donde llegaban de Santiago personalidades como las escritoras Inés Echeverría de Larraín (Iris) o Esmeralda Zenteno de León (“Vera Zuroff”)”.(Besoaín, 1995, p113)

Hemos comenzado a leer a las escritoras chilenas que dan cuenta de la actividad a principios y mediados del s.XIX, los versos citados, de la obra de Silva ( “[…] Soy, me digo,/la imagen indefensa/de la/ fragancia/ de ti mismo.” (Silva, 1998, p11), poseen rasgos intimistas, negocia la sumisión.

Recordemos, como he manifestado con anterioridad, que, es necesaria una perspectiva feminista, radical y liberalizante respecto a la propia experiencia de las escritoras de San Bernardo. También cabe indagar en la experiencia de las mujeres dentro del análisis de los textos, lo que se torna relevante en la medida en que comprendamos que existen procesos de subyugación hacia la experiencia femenina que poseen correlato en su producción literaria. Producción que pretendemos desentrañar.

En un momento en que se le quisiera imponer a una humanidad a la que de hecho le ha sido expropiada la experiencia una experiencia manipulada y guiada como en un laberinto para ratas, cuando la única experiencia posible es horror y mentira, el rechazo a la experiencia puede entonces constituir —provisoriamente— una defensa legítima. (Agamben, 2003, p.12)

Debe realizarse también la observación respecto a Lo Legítimo, pues aquí no se pretende la utilización de dicho concepto para avalar la perpetuidad del acto de expropiación de la experiencia, sino corroborar que ha existido una reacción por parte de la mujer —escritora—, dicha reacción se traduce en una actitud de defensa que posee un correlato en sus textos. El lenguaje actual “universal” es la práctica del bio—poder y las escritoras de ésta comuna lo han sufrido—experimentado— y denunciado.

En lo que respecta al trabajo escritural, de las mujeres presentadas en A.E.S.B., se sumerge dentro del intimismo un intimismo que en definitiva relata sumisión, dolor, miedo, violencia:

—“Ya no habrá para mí otra primavera./ Después que tú deshojaste mis manos/ Y talaste la acacia de mi garganta”

(en “Anduriña” de Elena Osés de Ángel);

—“Hacia una vida feliz placentera./ Yace un cuerpo de mortal inerte./ En un solitario y triste lecho./ Con un gran rosario sobre el pecho./ Cuando lo vino a buscar la muerte”

(en “Alma” de Mónica del Pilar Costas Martínez);

—“Los cien deseos amurallados/ donde yace el roce que te humedece,/ despiertan”

(en “Orgásmica de María Beatriz Ortiz);

—“Soy un adulto mayor/ tengo presente mi historia/ porque me siento asustada/ creo perder la memoria”

(en “Pérdida de memoria” de Rosa Leiva)

¿Acaso conceptos e imágenes como: susto, deseos amurallados —oprimidos—, o la idea de que un hombre sea quien desoje las manos. No son sino actos de negociación con el lenguaje bio—político masculinizado; para lograr denunciarle?.

El travestismo poético es el ingreso del cuerpo femenino del hablante, disfrazado de hombre, para ingresar hacia el lenguaje masculinizado. Éste ejercicio escritural fue utilizado por uno de los primeros escritores chilenos: Pedro Antonio González cuando éste escribiera: “yo cruzo altiva como una diosa de mármol griego”(“Lucrecia Borgia II” de Pedro Antonio González). Es importante citarlo porque hubo lectura de éste autor en San Bernardo. “Pero había un gran poeta en nuestra tierra, hoy injustamente olvidado: Pedro Antonio González.”(D´Halmar, 1975, p.516).

La mujer, a través de éste ejercicio de travestismo literario, transforma su sentido a modo de acto político del cuerpo —deja de ser ejercicio— para el ingreso hacia una institucionalidad del cuerpo masculino; con ello también denuncia, resiste, desea:

—“A dónde voy que no sepan que soy un huaso chileno/ a donde voy me conocen igual que al pingo en el pelo/ no me hace falta la sombra con mi sombrerito ad—hoc/ debajo le echo el ojo para voltear un corazón”

(en “Huaso por donde me miren” de Clara Solovera)

El silencio se percibe desde distintas posiciones en las hablantes de San Bernardo incluidas las temperaturas de sus cuerpos y el mismo testimonio del silencio:

“Creo que lo dije todo,/hagamos la cuenta/que no queda palabra/por hablar./Solo la idea de buscarse,/la frase detenida/y sin sonido,/solo el murmullo del silencio,/el latido proyectado/ del recuerdo que no existe./Quédate así,/inmóvil/eterno en el beso,/en medio de esta tregua/de los labios,”

(en “Lo dije todo” de Claudia Godoy)

“El trozo de canela aparece a la hora del té, en la taza que dejamos en la hoja anterior, donde las palabras se iniciaban por capricho, por la explicación de cerrar las historias sin asesinar los diálogos”

(en “La contorsionista con la cabeza en el cielo” de Daniela Catrileo)

“¿Recogiste las lágrimas sólo mías?/No sientes mi voz en los sueños/Como poeta te he visto sonreír en el parque/o… murió contigo el mundo nuestro “

(en “La placidez de mis sueños” de Ana Veliz Fuentes)

“el grillo extiende su próxima velada/con la inquietud de la noche/dónde estarás escribiendo un último poema?/duermes/y frente a mi casa/un barco se detiene”

(en “¿Qué hora es? de Olivia Espinoza);

 

La violencia del cuerpo del hablante, su denuncia, su resistencia que existe y se palpa:

“Quizás aún me encuentro dentro de la morgue. A los que creen muertos los dejan congelando”

(en “Catalepsia” de Carol Way)

Lo vemos también con la otra, la una, desde un modo irónico, desde la propia herramienta discursiva:

“nunca hemos escrito sobre nosotras/teniendo el vientre que engendró a dios/y el vientre abstracto para que nazca la palabra asco.”

(en “XI” de Claudia Kennedy)

La suburbanidad y rururbanidad de San Bernardo; los tonos láricos, desde los cuales los objetos de infancia son lugares de añoranza, se refuerzan:

—“ Los recuerdos de la infancia/Vuelven a mi alma de poeta/¿ Recuerdas aquellas rondas/Que tejimos siendo niñas?/Ellas llegan a mis sueños/Silenciosas y ateridas./Quisiera seguir soñando”.

(en “Hermana” de Ana Veliz Fuentes)

—“Me refugio en la infancia/en un niño que juega con papeles/que acumula para mí/Dibujo soles. Soles de diferentes colores/soles en el horizonte, en mi boca, en el cuello/soles que dividen el cuerpo cuando flota “

(en s/n de Ana del Rosario Montrosis)

La memoria como articulador de acusación se presenta de manera explícita:

“Todo ocurre allá en Grimaldi/y muchos piensan que es…/necesario olvidar”

(en “Torturada” de Ruby Saavedra Vergara)

 

Metaliteratura
En lo que respecta a un análisis vinculado con la metaliteratura, situación que Breuer la describe como:

…una literatura que se ocupa, sobre todo, de sí misma, que refleja las condiciones que posibilitan que sea escrita, que trata, en general, de la posibilidad del hablar literario o que pone en duda los fundamentos del acuerdo ficcional en entre obra y lector” (Breuer, 1988, p .122 en Gaspar, 1996, p.113)

Podemos también inspeccionar el trabajo de algunas escritoras contenidas en A.E.S.B.. Consideraremos que la auto reflexividad tiene su causa en el descubrimiento de la incerteza respecto a los roles sociales y sus normatividades y mayormente al generar un exhaustivo análisis respecto al lenguaje, un análisis respecto a lo irreflexivo que ha sido transmitido constantemente.

“Mis labios se confunden/en palabras vanas/y mis pensamientos se turban/sin decir nada./ Porque todo se aleja/y se va de mi mente,/es como si las hojas/que caen y se esparcen/con el viento,/borrasen todo lo que/quiero expresar./No, no me quedaré extasiada,/volveré a escribir,”(en “El Silencio” de Pilar Caroca)

Precisamente la incerteza venida de la posmodernidad es una constante dentro de las escritoras de San Bernardo.

“Me refugio en esta habitación gastada, con las preguntas clavadas, hay tantas y todas están impregnadas sin encontrar una respuesta, el blanco que la cubre anuncia tranquilidad,” de Claudia Roubaud Vasquez)

Éste símil crítico respecto al lenguaje y su uso da lugar a procesos auto—reflexivos respecto al mismo: un acto impulsivo hacia la acción escritural, no natural ni bondadoso. Se escribe desde la muerte, desde la presión del colapso de los cuerpos.

“Esta mentira nos arrebató el espesor de significados y las oraciones a modos eterno de volvieron raquíticas en la memoria. Amor, a esta hora de muerte, penetro en tu animita sin vela ni poesía, buscando a gritos tu hechura sacramentada en el otro lado de mi cama, donde descansa el epitafio versado y un pequeño cabello negro que olvidaste llevarte a la tumba” (en “Último Epitafio” de Úrsula Starke)

El acto de escritura comúnmente en las escritoras del Maipo suele relacionarse con elementos volátiles: pájaros, hojas al viento, soplo de viento.

—“El pájaro/ es la poesía del aire/ y el soplo del viento.”

(en “Pájaro” de María bueno);

—“es simplemente el anhelo/¡de merecer el regreso!/Por favor, tenme paciencia,/que aún me falta pulir/gran parte de mis defectos./Me sé capaz de avanzar/cada instante un poco más,/bajo la luz de la luna,/entre los rayos del sol,/mientras me bese la lluvia/y el viento roce mi faz.”

(en “Solo un día más” de María Eugenia Echeverría)

 

—“tarde, demasiado tarde/giramos en la lengua de los pájaros”

(en “ XXXIX” de Claudia Kennedy)

Una actitud que sugiere la posibilidad de aprehensión pero también sugiere que no es fácil ni posible en lo inmediato, reflexiona en torno a la imposibilidad del acto escritural o bien la autora se desdobla desde la adquisición de su conciencia escritural.

Se concibe a la escritura como un proceso dinámico que, para ser aprehendido desde el vacío, debe transgredir, quebrar un algo que puede o no serles consciente, por ello ingresa como traductora, crítica literaria:

“Poco importa la sintaxis, la imbricación del sujeto existencial/y predicado nerudianos, sí, la transgresión, la duda, el quiebre./La semántica indisciplinada rasga su vestido/y se levanta como un árbol que esparce semillas insurgentes./La orgía de diferencias en mi desarme interno únicos puentes de esta locura.”

(en “La página sola” de María Beatriz Ortiz)

 

—“echad sales de baño en la cuna del traductor/el músculo estallará contra su gesto.”

(en «LXXV” de Claudia Kennedy)

 

Tras el tratamiento de los conceptos mencionados cabe contestar a las preguntas formuladas al principio de éste ensayo: ¿Existe un discurso de subordinación respecto a ella en la historia local, en sus expresiones artísticas? Efectivamente existe una subordinación discursiva tanto en el relato historiográfico local como en algunas de expresiones culturales y políticas de sus habitantes, hombres.

En lo que respecta al comportamiento escritural de la mujer a lo largo de nuestra historia tienen correlato respecto al discurso historiográfico local debido a que las acciones de la mujer en su mayoría han sido silenciadas y es precisamente el silencio lo que ha sido delatado por las escritoras en sus propios trabajos. Respecto a los conceptos trabajados que van desde la denuncia social del silencio, hasta una escritura venida desde la metaliteratura y la incerteza de aprehensión y objetivo escritural, la escritura desde, en, el vacío.

“[…]tal vez en el fondo de ese rechazo en apariencia demente se esconda un germen de sabiduría donde podamos adivinar la semilla de hibernación de una experiencia futura.” (Agamben, 2003, p.10).

Las escritoras han soportado el yugo lascivo de la universalidad aquella que sobrevive por la existencia de una víctima de la ficción, aquella que sobrevive al perpetuar un cierto estado de cosas del cual estamos al tanto. Precisamente dicho estado de conocimiento puede ser traducido e interpretado en las escritoras de San Bernardo desde el ocultamiento, la violencia contra el cuerpo, los componentes territoriales del lugar, sus imaginarios, los esfuerzos de protección, las estrategias de cambio y transformación del lenguaje, el hipotexto del conflicto.

No estamos destinadas a ocupar la precariedad, al desnudar las estructuras del lenguaje generamos los primeros pasos para las más radicales transformaciones necesarias, demandadas y gravitacionales.

 

REFERENCIAS
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