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La ciudad imaginada: Santiago textum.

por Daniela Adriana Moreno Zamorano
Artículo publicado el 15/05/2009

Cuando vivo en esta ciudad sin lágrimas
que se ha vuelto egoísta de puro generosa
que ha perdido su ánimo sin haberlo gastado
pienso que al fin ha llegado el momento
de decir adiós a algunas presunciones
de alejarse tal vez y hablar otros idiomas
donde la indiferencia sea una palabra obscena.
“Noción de Patria”. Mario Benedetti (1963)

 

La ciudad no sólo se define desde un plano físico, geográficamente enmarcado y delimitado, sino que también es: “un escenario del lenguaje, de evocaciones y sueños de imágenes, de variadas escrituras” (Silva, 2000:19); de tal forma la urbe se construye en manos de quienes la transitan, la viven o pretenden hacerlo. Según Canclini (2007): “Una ciudad siempre es heterogénea, entre otras razones, porque hay muchos imaginarios que la habitan” (91); en tanto que la forma en que se interpreta la realidad urbana responde a dichos imaginarios.

Partiendo de la idea de una ciudad lenguaje en sí misma, se determinó la configuración de un Santiago textum en una porción de la poesía chilena desde 1979 hasta el año 2007. Los poemarios utilizados para este recorrido poético por Santiago son La Ciudad (1979)de Gonzalo Millán; Introducción a Santiago I (1982) de José Ángel Cuevas; Bello Barrio (1987) de Mauricio Redoles; finalmente la reescrituraIntroducción a Santiago (2007) en manos de poetas jóvenes.

En palabras de Alicia Lindón (2007) la ciudad funciona como una cristalización de la cultura (7). Y del mismo modo la forma en que se habita e interpreta la realidad urbana responde a un imaginario definido. Según Lindón:

Los imaginarios expresan […] supuestos que no se cuestionan, lo que supone que existe, aquellos aspectos, fenómenos y características que se asumen por parte de los sujetos, como naturales, porque han sido integrados, entrelazados, en el sentido común. (…) los imaginarios urbanos son matices de sentido […] Pueden estar anclados y ser reconocidos por pequeños círculos sociales o por extensos mundos sociales, pero siempre son un producto de la interacción social entre las personas (8-10)

Así, en los poemarios seleccionados se configuran tres Santiagos, el primero presente Millán(1979) y Cuevas (1982), una ciudad sitiada por la dictadura militar, una suerte de cárcel donde se apela a un Santiago utópico, abierto y transitable; por su parte en Redoles se presenta el periodo previo a la transición, donde la otra ciudad/utopía es visible y palpable; finalmente con los poetas jóvenes la urbe vuelve a un estado de sitio, de cenizas y destrucción, pero ya no se trata de un cerco político, sino de una nueva forma de vivir las ruinas de Santiago del Nuevo Extremo, ahora quienes habitan la metrópolis son los que delimitan y re-construyen la ciudad corroída. Estos hablantes líricos se pasean por la ciudad, caracterizándola tanto de manera histórica y geográfica como cultural, posibilitando leer veintiocho años de Santiago.

Como primera representación, la ciudad sitiada se enmarca en los primeros años Gobierno militar. El día 11 de septiembre de 1973, con un golpe de Estado las fuerzas armadas chilenas se “toman” el poder, dando inicio a la Dictadura Militar, que sólo llegará a su fin 17 años después, primero con el plebiscito de 1988, donde la población chilena votó en contra del actual gobierno, y finalmente en 1990 con el triunfo electoral de Patricio Aylwin, marcando el inicio de la transición política. En los primeros años de la dictadura la población vivió en un estado de sitio, toque de queda, represión cultural y  social, detenidos políticos, y muerte.  La Ciudad de Millán da cuenta del Santiago sitiado, la ciudad será el lugar del peligro, de la oscuridad tanto simbólica como real; la voz lírica define a la urbe como el espacio de la nada, del vacío: “/Vivimos en la oscuridad. / El anciano enciende la luz. /” (19). Esta ciudad se vive desde el encierro, no hay escape, no existe un Santiago utópico, sólo las ruinas de una ciudad devastada por un eje de poder: el tirano. Como una suerte de gran hermano Orweliano, este personaje dentro del poemario no sólo invade la ciudad misma, sino también el espacio privado, el hogar: “/ […] Las habitaciones se iluminan. / Se encienden los televisores. / Habla por cadena el tirano/ […]” (19), da cuenta de la represión incluso a nivel mediático, en tanto que el nuevo orden hace uso de los medio para la propaganda política y por sobre como otro espacio coercitivo. La ciudad se vive desde el mundo privado, mediatizándose la experiencia social vivida por el transeúnte.

Si los imaginarios funcionan como complementos del mundo ya conocido, se trata de elaboraciones “simbólicas de lo que observamos o de lo que nos atemoriza o desearíamos que existiera.” (Canclini: 90).  En Millán los imaginarios funcionan como ejes simbólicos que plasman el tránsito por Santiago amurallado y corroído; se trata del lugar de las desapariciones, del silencio: “[…]/Las calles van quedando vacías /” (19). De igual forma, se conjuga la idea de una ciudad destruida: “[…]/Reina la miseria. / Reina la cesantía. / Reina el miedo en la ciudad.//” (24), y al mismo tiempo perdida, enterrada:

“37. (fragmento)
La ciudad es una inmensa caverna donde jamás llega la luz del día.
La ciudad es la tiniebla rumorosa de un gran río subterráneo.
La ciudad huele atruena calla hiede.
La ciudad es el sepulcro del mar. […] (67)”

La ciudad se presenta no sólo como un espacio de encierro, sino también como un agente vivo que consume a sus habitantes y los engulle. Se desgarra completamente la relación entre el sujeto urbano y el territorio, no existe una territorialización de Santiago, sino un desarraigo: “[…] Las hojas se despiden del árbol. /Mañana nos vamos de la ciudad.//” (24). La única relación posible se asienta en cómo la urbe encierra y aniquila a sus pobladores.

Según Márquez (2007): “[…] Así como los imaginarios nos hablan de sueños y visiones de mundo, ellos también organizan la memoria.”(81) como es el caso del poema/recuerdo de Cuevas, donde se estructura un relato histórico-personal en torno al habitar y caminar por la ciudad, en tanto que cada vivencia, cada instante de su historia se entrelaza con algún espacio de la ciudad recuerdo. En Introducción a Santiago nuevamente la ciudad se encuentra imbunchada, cerrada en sí misma. Se da cuenta de un territorio cercado por la Cordillera, es decir por la geografía; pero también la bordean círculos humanos: los campamentos, la periferia: “/Santiago es sólo una ciudad al pie de la montañas/ Una vieja aldea rodeada de/ campana campamentos.” (Cuevas: 10).

De igual forma, el hablante se define constantemente en base a calles o íconos urbanos, tales como el cerro Manquehue, el puente Carrascal, la Plaza Brasil. Podrá pasearse por la Chimba: “/Alrededor de Santiago, /sigue su vida de siempre. /Recoleta con Einstein/ De pie en San Pablo con Samuel Izquierdo. /” (Cuevas, 6); vivir en el Centro, crecer en el Jardín. Configura su propio croquis de la ciudad, permeable, interconectado, logra establecerse y dejar un trozo de su historia en cada recoveco citadino. Es así que se pueden determinar tres ejes de la ciudad poética de Cuevas: la madre vigilante (Virgen del San Cristóbal), el otro lado del río (la locura y muerte) sumado al barrio antiguo; y por último la Cordillera que protege y encierra a la ciudad. Estos ejes serán los que cercan la vivencia urbana, pero en el caso de la Cordillera, esta viene a ser muralla y ventana a la vez, libera a la voz al conectarla con la ciudad imaginada:

Tenemos la Cordillera ahí, para volarnos.
Todo consiste en dar vueltas la cabeza y ver a Dios
¡Miremos hacia la Cordillera, propongo.
Dejémonos ir, despeguemos. (11)

Por su parte, la Virgen del cerro San Cristóbal se presenta como un personaje en sí mismo, es lo que potencia la vivencia de una ciudad madre, útero que el hablante se niega a dejar, la Virgen camina y vigila a los habitantes de Santiago, funcionando como un elemento más del poder coercitivo que encierra a la ciudad: “/La virgen vaga hacia la Cisterna/” (1). Como personaje también transita por las calles de la ciudad, no obstante  vuelve a su fortaleza al otro lado del Río.

Finalmente se presenta la Chimba, el lugar de la locura y la muerte, el “otro lado” de la ciudad, lo que el centro no quiere ver es arrojado a la Chimba, que se mueve entre Eros y Tanatos, entre el goce carnavalesco, la locura y muerte: “En esta amalgama de pulsiones primarias-entre el inconsciente y el vientre-, reaparece uno de los símbolos más poderosos de Santiago: el imbunche. Al negar la muerte y la locura, cortamos las alas de nuestra creatividad- de nuestra ciudad-; cosemos el imbunche de Chile.” (Franz, 2001: 26).

El sujeto lírico invita a desembuchar la Chimba, y en este juego a la ciudad misma: “/Párense cerca de los Mataderos/oh conciudadano/Visiten las cárceles/Los hospitales cuando sea 3 de Octubre/ y se sientan cerca de la muerte/ […] (Cuevas: 11)

Trata de quebrar con los espacios y limitaciones físicas, se traslada por medio del lenguaje, por cada espacio que puede nombrar, renombrándolo, y definiendo otros. Traspasa las murallas que lo protegen, redefiniendo los espacios y a la ciudad. Santiago en manos de este hablante se nos presenta como una panorámica gigante, físicamente sitiada, pero simbólicamente abierta y amable, que busca encantar y desencantar al turista develando todos los aspectos de este monstruo urbano. Santiago, para la voz lírica en Introducción a Santiago de Cuevas, aún es un lugar de encuentros, de utopías, es un espacio que no ha sido totalmente destruido por el poder político, a diferencia de La Ciudad de Millán, el escape al encierro está en la misma vivencia urbana, lo que posibilita la idea de una nueva ciudad, desde donde se puede dar el paso a un Santiago del Nuevo Extremo. Se traspasan las barreras de la Dictadura y la ciudad vive en el vagar de la voz lírica del poemario.

Para Canclini (2007): “El imaginario no sólo es representación simbólica de lo que ocurre, son también el lugar de elaboración de insatisfacciones, deseos, búsqueda de comunicación con los otros.” (93). En el poema de Redoles Bello Barrio el hablante presenta la ciudad/escape en su total magnitud: “Descubrí un bello barrio en Santiago de Chile/ Y el blue aún vive en la sangre y aún no llega la hora de los asesinatos/ […] //Hay la alegría de esa utopía que nos negó este siglo/ Ven a vivir esta fragilidad peligrosa de corromperse.” Primero, en Redoles se juega con una ciudad/ barrio, por lo tanto un espacio reducido, donde quienes se relacionan ya no son los conciudadanos de Cuevas, sino los pobladores. Se trata del Santiago de la pre-transición. El hablante materializa por medio del lenguaje el anhelo de comunicación, de comunidad y memoria, en tanto que construye esta nueva ciudad, reduciéndola a un barrio, al espacio de la comunión.

La utopía está cerca y la ciudad será un espacio de reconciliación, encuentro e ideales: “/Aquí nadie discrimina a los negros porque todos somos negros/ […] Aquí nadie discrimina a las mujeres porque todos somos mujeres/ […] Aquí nadie discrimina a los chilenos porque todos somos chilenos/ […] Bello barrio con b  larga y a corta, en que el proyecto cultural no ha sido culeado, / ni tampoco nos borraron los murales […]”.  Corresponde a la ciudad multicultural, mixtura identitaria, donde la represión es impensable porque no existe otro opresor frente a un oprimido. La ciudad/barrio traspasa la idea de abrir Santiago, se abre a los habitantes, se abre al país. El sujeto lírico construye esta utopía publicitaria, donde, heterogeneidad marginada se toma las calles, se trata del barrio en su mayor extensión, la idea de un Santiago como aldea, no así como ciudad. No obstante se entiende la irrealidad de tal construcción urbana, se la trata como mito, una nueva Atlantis: “/Se llega por recorridos de micros inexistentes/Se llega por calles subterráneas/Ven a esta bella barriada a encender el último fuego/Amor.//”. Redoles traspasa la ciudad imbunche de Millán y Cuevas, la sitúa en lo bucólico, y ahí está lista para ser re-habitada, invitando a re-territorializar el espacio arrebatado por la dictadura.

A veinte años de Bello Barrio, la ciudad se vuelve caos, catástrofe, los hijos de la transición ya no serán ciudadanos, sino meros transeúntes y extranjeros en la Metrópolis. Julio Ramos (1989), describe la noción de ciudad latinoamericana a mediados del siglo XIX:

“[…] la ciudad aparecerá estrechamente ligada a la representación del desastre, de la catástrofe, como metáforas claves de la modernidad. […] condensa lo que podríamos llamar la catástrofe del significante. […]espacializa la fragmentación- que ella misma acarrea-del orden tradicional del discurso, problematizando la posibilidad misma de la representación. […] no sólo sería un “contexto” pasivo de la significación, sino la cristalización de la distribución de los mismos límites, articulaciones, cursos y aporías que constituyen el campo presupuesto por la significación.”(118)

Esa idea de la ciudad del desastre se retrata en el Santiago presente en tres poetas jóvenes, Joyce Morales, Natalia Valenzuela y María Paz Valdevenito. Las tres nacen en el periodo de transición política y crecen en “democracia”, sin embargo, en ellas la ciudad sigue estando sitiada, atrapada entre las murallas de quienes la habitan. Corresponde a un Santiago demolido y reconstruido en las ruinas de la dictadura.
Joyce Morales estructura su texto en tres entradas, cada una responde a un recorrido escritural por la ciudad:

I
Dios salve a la divina Providencia
de la embestida de la poesía
que sube por Plaza Italia

Nací en el Salvador
con tres y media vueltas de cordón
y trozos de mi madre entre los dedos
tenía el llanto del recién nacido
me vistieron de amarillo
aprendí a caminar en Maipú
viví en la calle Haydn
Todo mientras mi madre bordaba lágrimas a pisos del Psiquiátrico…(26)

La historia es contada desde la ciudad y sus iconos. El hablante se pasea por estos espacios, al igual que el hablante lírico en Cuevas (1982). Asimismo, existe una suerte de incertidumbre con respecto a estos pasajes, las calles se hacen inasibles, la ciudad no es territorializable, no se puede ser por completo parte del espacio.

II
[…]
La ciudad no abriga nada nuevo
Parece no tener recuerdos
La ciudad es madrastra
La ciudad es la madre despojadas de sus hijos
La ciudad es la historia perdida en la frágil memoria (26)

Se personifica una ciudad ajena, sin origen ni historia, por lo tanto sin identidad cultural, por ende imposible de expresar, habitar o asir; del mismo modo, se trata de un Santiago Utero que solo concibe huachos, bastardos sin historia, vagabundos extranjeros y exiliados.

III
Plaza Italia se ilumina para abrir el ascenso de los cielos
[…] se descorchan botellas en el Baquedano viejas momias
cierran ventanas ¿Dónde está el infierno en denuncias antidepresivos
o golpes silenciosos mueren mujeres de un lado
nacen niños de otro
Escoja usted donde vivir
La diferencia en la UF decide su destino(27)

En los versos citados se configura una nueva ciudad, una que está supeditada a la segregación social, a una fragmentación de Santiago. La destrucción del sujeto, la muerte y el temor es lo único que puede unificar las aldeas del Gran Santiago; “[…] los juglares de hoy hacen la crónica de una ciudad en la que se hibridizan las estéticas de los desechable con las frágiles utopías que surgen de la desazón moral y el vértigo audiovisual.” (Barbero, 2002: 20). Los nuevos poetas de la ciudad la construyen desde el otro lado del río, no logran cruzar la nueva muralla o fortaleza que comienza de Plaza Italia a la Cordillera, donde las ventanas se cierran, la gente se esconde del peligro que es el Centro o casco histórico de Santiago. Según Dammert (2004), la fragmentación de la urbe deviene en una fragmentación simbólica, en tanto que se pierde de igual forma la unidad identitaria; se pierden los espacios de confluencia comunitaria, ahora solo existen guaridas y fortalezas que remarcan “el destino” impuesto por la UF.

Por su parte, la segunda poeta no solo re-construye una ciudad rota, sino que la cosifica, de alguna forma la posee: “/Mamá no llores por tu Santiago/” (28). No sólo con esto ya existe una territorialización, por tanto la idea de espacio propio. No obstante, esa posesión  no pasa por el sujeto mismo de la enunciación, sino por otro; el hablante niega cualquier conexión y territorio, cualquier arraigo: “/ […] No soy de nadie, no soy de ti. /” (28)  No existe arraigo, sino un quiebre con la idea de territorializar un espacio, de enraizarse. Al mismo tiempo, la idea del encierro y el escape vuelven a conjugarse en esta poética: “/ […] A tu derecha un edificio/ A mi izquierda poesía/” (28). En tanto que la urbanización se presenta como el orden institucional, como una suerte de panóptico, mientras que la poesía será la apretura, el quiebre y escape de la ciudad amurallada.

Finalmente, María Paz Valdevenito reproduce la noción de ciudad peligrosa y amenazante: “/ […] dicen que la Quinta Normal ya no es la misma de antes/ A mi tía hace dos días atrás le robaron sus tres bolsas con velas por eso me dijo/ “mijita, pa la otra váyase con cuidado”/  protéjase/” (30). Y así representa la peligrosidad citadina, ya no hay lugares de encuentro, solo espacios al vacios o corroídos por los habitantes del encierro. El sujeto lírico termina por destruir todo vestigio de ciudad abierta, la palomas como gárgolas vigilantes, se alejan para dan paso a una metrópolis enterrada: “/para que las palomas se desprendan/de los techos/El cielo insista en la gravedad// (31)

En estas poetas Santiago se vuelve un espacio intransitable, inasible, lo que potencia la pulsión tanática, la presencia de la ciudad/ desastre. Esta pierde su encanto, y es ahora solo alienación,  íconos urbanos y calles ajenos al transeunte, convirtiéndose en un espacio donde se rompe la conexión entre las subjetividades urbanas y la ciudad, la que pasa a ser una máquina voraz, que“traiciona” a sus habitantes, potenciando un imaginario que se asienta en la lejanía y otredad de un nuevo Santiago.

En este recorrido por un Santiago poético la ciudad se abre como un tejido léxico, como un lugar múltiple, tanto cárcel como escape. Como primera instancia, la relación entre la ciudad y la generación del 60, a la que pertenecen Millán y Cuevas, es más bien ambivalente, sumada a visiones de una ciudad/ente que muta, que es prisionero, pero también cancerbero. Por su parte el quiebre total con la cárcel será Redoles, el escape por fin de la ciudad amurallada, se descose el imbunche y los habitantes ya no escapan, sino que vuelven a habitar la ciudad textum: Santiago del Nuevo Extremo. Por su parte, las poetas jóvenes se auto-aprisionan en la capital, se exilian, no existe una conexión, ni planean tenerla, el desarraigo atraviesa los poemas seleccionados.

Finalmente, la ciudad vuelve al estado amurallado del que el primer poemario busca escapar, sólo que ahora no existe salida, es el propio sujeto el que cerca la ciudad y la destruye. A pesar del proceso de transición, la ciudad nunca se ha liberado dentro del imaginario, es tal la marca, la herida de un Santiago “rajado” y prisionero, que aunque no exista un poder político que oprima y cerque (abiertamente) a la urbe, ésta sigue siendo el espacio/prisión de la dictadura, y la única forma de escape es a través de una ilusión, de un canto irónico que llama a “encender el último fuego”(Redoles).

 

Referencias bibliográficas
  • Literarias
Cuevas, José Ángel [1982]. Introducción a Santiago. Santiago: Edición artesanal
[2007]. Introducción a Santiago 2. Santiago: Ediciones Balmaceda 1215
Millán, Gonzalo       [1979]. La Ciudad. Québec: Maison Culterelle Québec-Amérique Latine
Redoles, Mauricio [1987]. “Bello Barrio”. Bello Barrio. Santiago:Autoedición. Cassette
  • Teóricas
Canclini, Néstor [2007]. “Diálogo con Néstor García Canclini ¿Qué son los imaginarios y cómo actúan en la ciudad?” Entrevista realizada por Alicia Lindón 23 de febrero de 2007, Ciudad de México. EURE. Vol. 33, nº 99. Santiago, pp. 89-99
Dammert, Lucía [2004].“¿Ciudad sin ciudadanos? Fragmentación, segregación y temor en Santiago”. EURE (Santiago). [online]. dic. 2004, vol.30, no.91 [citado 04 Mayo 2008], p.87-96. Disponible en la World WideWeb:<http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0250-71612004009100006&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0250-7161
Favi C, Gloria [2006].  “Imaginarios urbanos: La ciudad Santiago de Chile como acontecimiento (1950-1973)”. Acta Literaria. Nº 32, pp.45-54
Franz, Carlos [2001]. La muralla enterrada (Santiago, ciudad imaginaria).Santiago: Editorial Planeta
Lindón, Alicia [2007]. “La ciudad y la vida urbana a través de los imaginarios urbanos”. EURE 33, pp. 7-16
Márquez, Francisca [2007]. “Imaginarios urbanos en el Gran Santiago: huellas de una metamorfosis”. EURE vol. 33, nº 99, Santiago, pp. 79-88
Martín-Barbero, Jesús [2002].  “La ciudad que median los miedos” enEspacio urbano, comunicación y violencia en América Latina. Ed. Mabel Moraña, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, pp19-32
Moulian, Tomas [1997] Chile actual: anatomía de un mito. Santiago: ARCIS Universidad, pp. 145-147.
Silva, Armando                 [2000].  Imaginarios Urbanos. Bogota: Tercer mundo editores
Ramos, Julio [1989] “Decorar la ciudad: crónica y experiencia urbana”.Desencuentros con la modernidad en América latina. Literatura y política en el siglo XIX. México: FCE
Villalobos R., Sergio [2006]. Historia de los chilenos. Santiago: Taurus, Vol. IV a VI
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