EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
PORTADA | PUBLICAR EN ESTE SITIO | AUTOR@S | ARCHIVO GENERAL | CONTACTO | ACERCA DE | ESTADISTICAS | HACER UN APORTE

— VER EXTRACTOS DE TODOS LOS ARTICULOS PUBLICADOS A LA FECHA —Artículo destacado


Los caminos de Aniceto Hevia. La evolución literaria de Manuel Rojas en Hijo de Ladrón y La oscura vida radiante.

por Paulo Cárdenas
Artículo publicado el 24/10/2014

Dentro de las formas de interpretar la obra de Manuel Rojas una de las más populares es la de buscar las relaciones que hay entre la literatura de este autor y su compromiso político con el anarquismo. Además son evidentes las influencias literarias que utilizó en provecho de su propia prosa realista: Flaubert, Dostoyevski, Gorki, Zola, el criollismo chileno, etc. De estas dos ideas podemos concluir que el realismo que Rojas utiliza una y otra vez en sus obras tiene como fundamento el presentar los ideales ácratas y desarrollar su repercusión en la vida de sus personajes. Por tanto, si toda literatura tiene que presentar una idea para que sea catalogada como tal, en la obra de Rojas dicha idea es exclusivamente política, siendo esta la justificación del hecho mismo de escribir.

Tal lectura simplista, como todas las de este tipo, tiene su parte de verdad pero también es claramente insuficiente. En efecto, Rojas mismo se hace esta pregunta del porqué comenzó a escribir en su texto Algo sobre mi experiencia literaria y reflexionando sobre lo que se recuerda de un escritor escribe que este es “valorizado por sus propios recursos: su pensamiento reflexivo, narrativo o expositivo, su gracia en el dialogo, su capacidad para producir un instante de la vida de su pueblo, su talento para meterse dentro de un problema o de un tipo humano” (p. 20). Gracias a lo dicho podemos decir que el objetivo de la literatura de Rojas es la de contar la historia de un tipo humano, la idea de este tipo humano y el tortuoso camino que lo lleva a la toma de conciencia de su propia idea. Por cierto, el objetivo de este trabajo no es el reducir toda la literatura de Rojas a este enunciado recién presentado, sino más bien el utilizarlo como clave interpretativa de lectura del ciclo más importante de ella que representa la vida de Aniceto Hevia narrada en cuatro textos: Hijo de Ladrón (1951), Mejor que el Vino (1958), Sombras Contra el Muro (1964) y La Oscura Vida Radiante (1971).

*

Para demostrar la hipótesis recién presentada tendremos que revisar las obras antes dichas que tratan sobre la vida de Aniceto Hevia. De ellas dejaremos de lado la novela Mejor que el Vino porque quiebra la línea narrativa de Hijo de Ladrón, que continua Sombras Contra el Muro y concluye con La Oscura Vida Radiante. La comprensión de la identidad literaria que entrega la obra excluida bien puede ser tema para otro trabajo, pero que acá no haremos más que señalar. Por otro lado, los objetivos del trabajo nos llevan a resaltar la relación entre la primera y la última novela, siguiendo como hilo conductor entre una y otra las conclusiones de los grandes motivos de Sombras contra el muro que se presentan en los primeros seis capítulos de La Oscura Vida Radiante.

Pues bien, para ello comenzaremos revisando el texto que inaugura el ciclo, Hijo de Ladrón. Lo primero que podemos señalar de aquella obra es la discontinuidad temporal que presenta. La narración constantemente mezcla los tiempos de los acontecimientos para poder dar cuenta al lector de la riqueza humana que posee el protagonista. Para ser más precisos, podemos notar dos tiempos que están siendo utilizados en la narración. En primer lugar está el presente, la actualidad de un joven, casi un hombre, demacrado por una enfermedad pulmonar que sale libre de una cárcel de Valparaíso una fría mañana y que deambula por las calles de dicha ciudad sin ningún objetivo en particular. Por otro lado esta caminata es la que gatilla la memoria del protagonista y lleva al lector a distintos momentos de su infancia y adolescencia, momentos que tampoco siguen un orden cronológico continuado. Podría decirse que estos recuerdos son gatillados involuntariamente por los estímulos externos de la misma forma en que Marcel, en la novela de Proust En busca del tiempo perdido, es llevado al pasado al probar una magdalena. De esta manera un presente continuado de la narración es complementado de forma intermitente por los recuerdos, por el pasado del protagonista, que configuran el paso para el lector de la consideración de Aniceto desde una subjetividad frágil golpeada por la enfermedad a una conciencia reflexiva adquirida gracias a las experiencias de su pasado.

La infancia y juventud de Aniceto se diferencian tanto como el blanco y el negro: su infancia en Buenos Aires fue feliz, independiente de los constantes traslados de la familia siguiendo al padre-ladrón el Gallego y de que este tuviera que esconderse durante largos periodos de tiempo. En algún lugar de la novela señala que esa es la razón que le permitió el poder soportar la dura adolescencia que le toco vivir. En efecto, dos desgracias consecutivas rompen la tranquilidad para siempre. Primero la muerte repentina de la madre, después el arresto y encarcelamiento “indefinido” y en un lugar desconocido del Gallego. No paso mucho para que los huérfanos huyeran por distintos caminos. Ahí Aniceto comprendió la soledad esencial de su existencia cuya propiedad fundamental es la de una constante carencia que debe ser saciada gracias a las retribuciones del trabajo asalariado. De aquí también radican sus primeras experiencias con la ley y las cárceles, siendo introducido a ellas gracias al oficio de su padre, por lo que podemos encontrar una justificación psicológica del odio que Aniceto siente hacia toda autoridad.

Si dos acontecimientos fueron los que destruyeron su infancia, también son dos los acontecimientos que destruyeron su adolescencia, dotándolo de una conciencia reflexiva del mundo que lo rodea. Ellos son el motín de Valparaíso y la consiguiente condena que recibió injustamente. Recordemos que Aniceto, siguiendo su tradición familiar, viajo por múltiples lugares de Argentina antes de venir a Chile buscando trabajo. Es en ese contexto de semi-miseria que se topa una noche con una protesta espontánea de descontento popular. Un extranjero recién llegado bien poco puede solidarizar con las razones de la turba, pero por un sentimiento de impotencia y rabia que no es expresado verbalmente adhiere a los manifestantes y lucha a su lado. De esta forma reconoce que no se encuentra solo, que existe un vínculo entre las personas, y más importante entre él y las personas, cuya evidencia hace que las relaciones entre los individuos por la patria o la familia pierdan su importancia. Insistimos por cierto que no es expresada dicha evidencia, siendo a lo sumo un malestar que lo hace defender los intereses del grupo a que pertenece, es decir el bajo pueblo. Por otro lado, la turba resulta presentarle dos tipos de persona que son comunes en el bajo pueblo en una situación extrema: de la turba surgen ladrones los cuales roban locales de personas pobres, siendo detenidos por un grupo de obreros organizados. Bajo esta forma dicotómica se le presenta el tipo de personas del bajo pueblo, tipos necesarios en un orden burgués el cual acentúa aún más sus diferencias. Si además complementamos con la experiencia del Gallego podemos decir que se resumen en dos tipos de personas las que conforman la noción abstracta del pueblo que adquiere Aniceto: por un lado el obrero, disciplinado, sobrio y responsable que es un instrumento necesario para el establecimiento del orden burgués. El Gallego forma parte de este tipo de pueblo, independiente de su profesión “alternativa”. Por otro lado el ladrón, sin consciencia de ningún tipo, los cuales robarían a su madre con tal de satisfacer sus necesidades y que es una consecuencia de dicho orden burgués. Por tanto, Aniceto encuentra un vínculo con el pueblo, pero que no logra precisar porque es llevado en ese momento a palos a la cárcel con el resto de los manifestantes. La segunda experiencia, la cárcel luego del motín, confirma y aumenta el odio hacia la autoridad al ser condenado por un crimen que no cometió y lo enferma de los pulmones por el confinamiento a que es sometido.

Estas son las experiencias que tiene a cuestas Aniceto esa fría mañana que lo dirige al mar, a la caleta del Membrillo, a ese lugar de constante agrupamiento y dispersión de gentes de todo tipo y nacionalidad. En el mismo lugar en que perdió al inicio de la novela lo único que en realidad poseía hasta el momento, un amigo, el dueño de las simpáticas tortugas de tierra, por no poseer un pasaporte que demostrará su nacionalidad argentina. De nuevo la autoridad, la patria y las fronteras quiebran un vínculo precioso para Aniceto. El mar representa la inversión de aquellos conceptos, en donde se encuentran individuos de múltiples países que crean un internacionalismo que es capaz de vincularlos de una forma indeleble, duradera, aun frente a la necesaria dispersión física. La realización de aquel vínculo en la forma de una comunidad se da con la integración al grupo que forman Cristian y el Filósofo, dos vagabundos que lo invitan a ser parte de su grupo. Aniceto encuentra una comunidad férrea y duradera que la configuran los múltiples vagabundos, trotamundos y asalariados independientes que conoció durante sus viajes. Nunca son grupos considerados de forma abstracta, como sí lo fue el bajo pueblo que forma parte del orden burgués que conoció en el motín. Aniceto comprende que la comunidad a que pertenece está formada por un tipo de persona que busca de cualquier forma el escapar del orden burgués, cuyo efecto es la importancia de sus integrantes en su individualidad. De esta forma, y para terminar con el comentario de Hijo de Ladrón, Aniceto logra superar el aislamiento a que se ve sometido con la ruina de su familia y encuentra una comunidad que tiene como fin el desvincularse de todo el orden de cosas que causaron la destrucción de su vida pasada.

La idea de comunidad que se desprende de lo dicho tiene como consecuencia que Manuel Rojas deba integrarla en la estructura misma de su relato, ya que cambia por completo la percepción de su protagonista. Esta idea por tanto es la que articula el paso del escritor de un realismo psicológico o en primera persona de Hijo de Ladrón (el propio Aniceto) a un realismo crítico en La Oscura Vida Radiante, en donde Rojas describe tanto a Aniceto como el mundo que lo rodea, es decir, describe su historia. Por eso hay que tener en mente ciertos sucesos históricos que Rojas ocupa en su última novela y que inserta como parte del mundo del protagonista. La novela transcurre en Chile en los años 1919 y 1920. Son años en que el bloqueo internacional por la Gran Guerra de la producción nacional y la invención del salitre sintético tienen como consecuencia un desplazo masivo de obreros y sus familias empobrecidas por el resto del país. Como se sabe, la explotación del salitre por parte de los ingleses comenzó en cuanto Chile conquisto dichos territorios como vencedor de la Guerra del Pacifico. Entonces desde siempre hubo una unidad de intereses de determinados grupos del gobierno chileno y los capitalistas ingleses. Consecuencia de ello es que el Ejército y Carabineros reprimieran brutalmente la lucha obrera contra las miserables condiciones a las que se veían sometidos. Y no solo en el norte ocurrió dicha represión, regándose el territorio de sangre proletaria desde las áridas pampas salitreras hasta las heladas estepas de Magallanes. La lucha obrera nutrió sus raíces con esa sangre derramada y no dejo de radicalizarse en las décadas siguientes, dejando una enorme cantidad de matanzas desde el comienzo de la explotación salitrera hasta el inicio del gobierno populista de Alessandri en el año en que transcurre la novela de Rojas. Los ideales ácratas en su versión anarco-comunista y anarco-sindicalista ven su momento de mayor adhesión popular en esta década, decayendo desde entonces su influencia en el movimiento obrero. La lucha entre capital y trabajo llego a ser tan encarnizada que los sectores más progresistas de la política nacional vieron la necesidad del Estado de mediar con reformas sociales para no llevar al país a una guerra civil o una revolución tal como recién había sucedido en Rusia. Ese fue el objetivo del gobierno populista de Arturo Alessandri Palma, quien en el año 20 se disputaba la presidencia con el candidato de la derecha y representante de las compañías inglesas Luis Barros Borgoño. Con el lema “Alessandri o la revolución”, el sector moderado buscaba ganarse el apoyo del sector popular quien era dominado en gran parte por los movimientos de extrema izquierda. Dentro de los grupos que apoyaron a Alessandri fueron los estudiantes de la Universidad de Chile, quiénes en la misma época fundaron la FECh. Por otro lado, en la República de Bolivia es derrocado el presidente Gutiérrez Guerra por una revolución encabezada por Bautista Saavedra quien obtuvo el apoyo popular de su país al reivindicar el litoral de Antofagasta como boliviano. Dicho acontecimiento le permite al Ministro de Guerra Ladislao Errázuriz la movilización del ejército al lugar. No obstante, dicho llamado a la guerra por parte del gobierno fue vista por el sector popular que apoyaba la candidatura presidencial de Alessandri como un instrumento del gobierno (la llamaron “La Guerra de don Ladislao”) para asegurar la victoria del candidato de los capitalistas ingleses Barros Borgoño. En apoyo de la candidatura presidencial de Borgoño los jóvenes aristócratas crearon una legión que llamaron la “Guardia Blanca”, quienes perpetraron variados actos de vandalismo con el beneplácito del gobierno en contra de grupos de izquierda que se agrupaban en torno a Alessandri. Dentro de esos actos hay dos que Manuel Rojas rescata y utiliza en su última obra. Nos referimos a la destrucción de la Imprenta Numen y la destrucción del local de la FECh. La destrucción de la imprenta Numen por parte de la Guardia Blanca ocurrió la noche del 19 de Julio del año 20, por considerarla en contra de los intereses nacionales, al imprimirse en aquel lugar los estatutos de la sección chilena de la I.W.W. dominada por los anarquistas en aquella época y la impresión regular de los diarios anarquistas “Acción Directa” y “Verba Roja”. La destrucción de la FECh ocurrió días después, el 21 de julio a la 13:30 horas, evidenciándose aún más la complicidad del gobierno con la Guardia Blanca al no movilizar a la seguridad pública para impedir el asalto. Ellos a su vez culpaban a la FECh de recibir órdenes de Bolivia y Perú por negarse a apoyar la movilización a la guerra. Por lo que luego de destruir todo el local y lo alojado en él, escribir en grandes letras las palabras “SE ARRIENDA. TRATAR EN LIMA”, casi matan a los defensores que quedaron en el lugar, salvándolos carabineros del ataque al llevarlos detenidos por el destrozo del local. A raíz de esto comenzó una detención en masa por parte de Carabineros de “estudiantes antipatriotas” que apoyaban a los “rotos subversivos”, siendo símbolo de todo ello el joven poeta Domingo Gómez Rojas, quien luego de ser condenado a presidio en enferma gravemente allí y luego de un traslado a la Casa de los Orates muere el 29 de septiembre de aquel mismo año. Frente a estos acontecimientos el español Miguel de Unamuno escribió “esos hablan de patria, ¡esos! ¡Los accionistas del patriotismo! Para ellos la patria es una empresa o una hipoteca de los tenedores de la deuda. Y los sin tierra son los sin patria. Por encima del océano, tumba de tantas esperanzas y cuna de muchas más, les tiende una mano trémula y cálida. Miguel de Unamuno”.

Estos sucesos históricos serán utilizados por Manuel Rojas en la narración de la vida de Aniceto Hevia en La Oscura Vida Radiante. Pero antes de entrar en esta obra es necesario resaltar ciertos elementos de Sombras Contra el Muro que sin ellos no tendrían sentido las conclusiones que se presentan en los primeros capítulos de la última novela de Rojas. Esto es así porque la idea de comunidad que Aniceto descubre en el final de Hijo de Ladrón se efectuará para Aniceto en los grupos anarquistas con que comienza a relacionarse luego de la dispersión de su grupo inicial con Cristian y el Filósofo. Estos grupos son formados por dos tipos de individuos claramente definidos: por un lado los grupos armados que buscaban mediante el robo a bancos el financiar las operaciones del mismo grupo, huelgas y ayuda a las familias de los obreros que cayeran producto de tales acciones. Estos grupos armados cuenta con una amplia tradición dentro del bajo pueblo, siendo continuadores de las acciones que inauguraron en la región anarquistas franceses tales como Emile Dubois, Raymond Callemin, Jules Bonnott y Octavio Garnier. Por otro lado están los asalariados independientes de todo tipo (zapateros, instaladores de ventanas, etc.) los cuales a pesar de sus grandes diferencias tienen la cualidad en común de llevar una vida virtuosa y ser adictos a lectura y la conversación. Estos dos grupos libertarios tienen una gran influencia en Aniceto ya que por un lado le hacen abrazar el ideal anarquista que si bien estaba implícito en la conciencia reflexiva que Rojas presenta en Hijo de Ladrón, en Sombras Contra el Muro se vuelve un ideal definido, casi reencontrado como algo que siempre fue, es y será parte esencial de sí mismo. Ahora bien, los grupos libertarios armados e intelectuales tienen a su vez sus propias influencias específicas. Los grupos armados le presentan a Aniceto la posibilidad de poder superar las contradicciones de la condición de su papá el Gallego, al servir el botín ya no a la supervivencia en el orden burgués de la comunidad privada o familiar sino a la liberación y superación de dicho orden tanto para su propia comunidad libertaria como para el resto de la clase trabajadora. Los grupos intelectuales son siempre individuos, notables personas las cuales incentivan el habito de la lectura, adquirido ya en su alegre infancia, cuando en cierto verano leyó en voz alta folletines a su miope casera con el fin de comer duraznos. Además estos intelectuales libertarios le amplían su mundo por medio de las palabras, presentándosele una forma de internacionalismo la cual es la de los idiomas extranjeros y en un caso extremado el lenguaje internacional par excellence: el esperanto. Para terminar con Sombras Contra el Muro podemos decir que aquí es donde Rojas explicita el ideal del tipo de persona que su literatura busca reflejar: el ideal anarquista.

El comienzo de La Oscura Vida Radiante muestra la dispersión ya realizada de los grupos antes dichos. La dispersión del grupo armado es explicada a Aniceto por un amigo de aquella época, el Chambeco. La razón fue que el fin de los grupos armados degeneró en el lucro privado y el sustento de vicios de todo tipo, alejándose por lo mismo de los grupos anarquistas que buscaban financiar y demostrándose para Aniceto el fracaso del movimiento armado como compromiso con el anarquismo. De esta forma el Chambeco se vio necesitado de otro medio para subsistir, encontrándolo en la recolección de elementos para “echar p’arriba la olla del pobre”, es decir las ollas comunes. Dicho oficio nació por la necesidad de miles de obreros desplazados desde las zonas salitreras del norte hacia el sur, habiendo gran concentración de ellos en las capitales como son Valparaíso y Santiago. Frente a la enorme demanda de trabajo Aniceto, con las mismas habilidades que el resto de los obreros desplazados, decide unirse con el Chambeco en su hasta a veces lucrativo trabajo (en vez de porotos pueden comer de vez en cuando carne dura como suela). Los grupos intelectuales se dispersan debido a que la misma naturaleza de su trabajo independiente les permite desplazarse sin mayores problemas de un lugar a otro, dentro y fuera del país. No obstante, este grupo siempre cuenta tanto en Santiago como en Valparaíso de nuevos integrantes que le enseñan cada día cosas nuevas a Aniceto sobre el mundo y sobre sí mismo. Especial importancia tendrá la fugaz figura de Daniel Vázquez, un joven poeta de Santiago que insta a Aniceto a que se dedique a la literatura, revelándole de este modo un nuevo elemento que configurará más adelante la identidad adulta del protagonista de la obra. Esta relación con el arte en general y la literatura en particular no harás más que crecer con el paso de los meses del año 19, quedando como la única opción de compromiso con el anarquismo dado el triste epilogo del movimiento armado que Rojas presenta en la figura de Miguel, el ladrón de bancos anarquista que para evitar la cárcel por el asesinato de un carabinero finge demencia siendo llevado a la Casa de los Orates, perdiendo efectivamente la razón allí, convirtiéndose en un fanático religioso y respetuoso del orden burgués al no tomar la opción de escapar del lugar siguiendo el plan que Aniceto durante meses planeo.

Luego Aniceto acepta un trabajo de apuntador en una compañía de teatro, motivo autobiográfico que explota con mayor amplitud Rojas en su obra Mejor que el Vino. Vuelve a Santiago el protagonista el mismo año 1919 en donde entra en contacto con un grupo de intelectuales y anarquistas que lo acercan ya de forma definitiva con la literatura y el arte. En primer lugar el escritor José Santos Gutiérrez, de humilde condición que le pone en contacto con la Imprenta Numen. Por otro lado Gutiérrez al ser un escritor (también influenciado por el poeta Daniel Vázquez) tiene contactos con los estudiantes universitarios de izquierda, informándole a Aniceto sobre los grupos radicales dentro de los estudiantes de la Universidad de Chile los cuales formarán en 1920 la FECh. Un estudiante del liceo con mayores recursos económicos llamado Sergio se les unirá, formando con él el Circulo de los Cansados en donde los tres compartirán las nuevas de la literatura y poesía que circulan en ese momento. El inicio del año 1920 tendrá una importancia decisiva para la vida de Aniceto al recibir la oportunidad de parte de la Imprenta Numen de aprender el oficio de linotipista. Esta profesión significa para el protagonista un desarrollo de todo lo aprendido hasta el momento, ya que encuentra ahí la unión perfecta entre literatura y trabajo, punto que configura plenamente la identidad adulta de Aniceto. De esta forma, pasando de un individualismo forzoso a una identidad que tiene como base una comunidad determinada, Aniceto se reconoce por fin como un individuo que, incorporando el elemento social que lo configura, se encuentra a sí mismo en la literatura y el trabajo que lo vincula materialmente con ella.

La dispersión de este nueva comunidad se sigue producto de los sucesos históricos que mencionamos antes: primero la destrucción de la imprenta Numen por parte de la Guardia Blanca tiene como testigo a el propio Aniceto, quien tiene que soportar en silencio la destrucción de sus instrumentos de trabajo junto con todo lo que significan para él. Después su compañero de cuarto Gutiérrez le informa el asalto del local de la FECh por parte de los mimos grupos que destruyeron la imprenta y la fiera defensa que los pocos estudiantes que había en el lugar (incluido Gutiérrez) realizaron, siendo luego apresados por Carabineros. El golpe final a la comunidad se realiza con la detención y muerte en la Casa de los Orates del poeta anarco-sindicalista y miembro de la I.W.W. Daniel Vázquez, quien acerco a la literatura tanto a Gutiérrez como a Aniceto. Como se sabe, la figura de Daniel representa al poeta Domingo Gómez Rojas, quien murió en las mismas circunstancias que describe Manuel Rojas en su novela.

A pesar de todo lo sucedido Aniceto sale a flote de las ruinas de su ahora vida pasada. Como una cruel ironía de movimiento dialéctico, la negación de su propia comunidad y su propia identidad obrera ligada a la literatura tiene como efecto la madurez final con que Rojas culmina el ciclo de Aniceto comenzado 20 años atrás. Tal madurez de Aniceto es presentada al finalizar esta novela:

“Ese año lo había hecho madurar más que los diez anteriores. Quizá sí era ya un hombre, un verdadero hombre. Se daba cuenta de quien, en cierto modo, era y de lo que en cierto otro y muchísimo más que antes, eran los demás. Durante ese año aprendió un oficio y conoció la esclavitud, le gustó, le gustó hasta cierto punto, le gustó dase cuenta de que podía colaborar en un trabajo que parecía y hasta era inteligente, interesante, no el de aquel diario, que pertenecía a la casta de comerciantes, sino otro que pudiera hallar; tuvo un cuarto con un amigo y supo lo que era la amistad inteligente de un hombre como aquel” (II, p. 176).

**

De esta forma, la madurez de Aniceto se revela como una consciencia tanto de su propio mundo, la propia idea de comunidad que busca fundar en su vida, como de su propia individualidad que se define en su compromiso con la literatura. La diferencia de esta madurez es que su individualismo, al fundarse en la literatura, tiene los medios no solo de poder trascender un egoísmo contrario a su propia idea de comunidad sino además el poder expresarla literariamente junto con toda su experiencia que lo llevo a ella. Una verdadera obra de arte que al contar la historia de un tipo humano y el camino que sigue en busca de sus ideas y mundo, rinde un precioso homenaje a los caídos por la libertad y una condena a sus verdugos. Para concluir, la historia de Rojas cumple la misma función que Marx al escribir sobre la comuna de Paris, valiendo para el primero la conclusión a que el segundo al final de sus reflexiones llega: “sus mártires están consagrados en el gran corazón de la clase trabajadora. Sus exterminadores ya están clavados en una eterna picota de la cual ni todos los rezos de sus curas los redimirán”.

 

Bibliografía
Rojas, M. (1974). Algo sobre mi experiencia literaria, en: Obras escogidas. Santiago: editorial Zig-Zag.
———— (1984). La oscura vida radiante. Tomo II. Santiago: editorial Zig-Zag.
Print Friendly, PDF & Email


Tweet



Un comentario

Agradezco el esfuerzo del.autor de contextualizar la obra de Manuel Rojas. Este cruce con la.historia ayuda a entender la importancia de la experiencia en todo proceso creativo.
Finalmente, quiero indicar a Manuel Rojas como un impresindible.

Por Juan Almada el día 26/12/2014 a las 14:29. Responder #

Comentar

Requerido.

Requerido.




 


Critica.cl / subir ▴