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Notas críticas. En torno a la novela «La Silla de Ruedas» de Adolfo Pardo

por Carlos Ortúzar
Artículo publicado el 07/05/2007

En el panorama de la novela actual en Chile existe un tipo de creaciones herméticas y elitistas, cuyos méritos estéticos todo el mundo reconoce, pero que son leídas sólo por personas que tienen un interés específico, siendo ignoradas por el público masivo. Aquí podemos decir con Henry James que la única obligación que podemos imponer a la novela es que sea interesante y, desde luego, este tipo de ficción falla en el intento.

Por otro lado tenemos obras que apuntan al entretenimiento como meta fundamental, con el evidente primer propósito de alcanzar reconocimiento público y hacer obras placenteras y al hacerlo se hacen necesariamente cómplices de la industria editorial que les dicta a través de la aprobación o rechazo, el sello que deben tener sus creaciones

Mientras el escritor anteriormente, encontraba su justificación en el enfrentamiento con la ideología dominante, el de hoy se encuentra inmerso en una sociedad globalizada y en un sistema de producción del cual él mismo es partícipe, con lo que su independencia se ve muy disminuida. Así vivimos en una sociedad indolente que confunde la tolerancia con la indiferencia y que ha perdido todo ánimo de crítica El encomiable fomento y protección de las artes por parte del Estado, convierte desgraciadamente al escritor en cómplice de sus políticas y sistema de valores.

Fernando Pessoa al afirmar que “el escritor no es ciudadano de ninguna comunidad de ideas y que esto es lo que lo hace ser escritor”, nos pone en alerta contra una de las características de nuestra cultura actual, como es su habilidad para asimilar y pervertir la oposición y transformarla en producto de consumo.

Los dos tipos de novela anteriormente descritos, deben pasar todavía por la calificación de buena o mala literatura, lo que se presta para múltiples interpretaciones, pero, salvo destacadas excepciones, flota en la atmósfera literaria nacional una cierta solemnidad acorde con la idiosincrasia de nuestro país.

En ese sentido pareciera necesario tomar distancia de nuestro medio para no dejarse atrapar por lo que Bolaño definió como “un oasis de horror en un desierto de aburrimiento”.

Después de varios años de trabajo, de un exilio en Paris y otro en Chile, nuestro amigo el escritor Adolfo Pardo nos presenta la novela “La silla de ruedas”, que a mi juicio se aparta de la ortodoxia de la novela chilena actual.

En ella el protagonista comienza hablando en primera persona y declarándose escritor en un tono que, en principio parece muy normal, al narrar sus vicisitudes para deshacerse de unas muñecas precolombinas que han sido dejadas por un amigo en su casa de Paris. Pero, a poco andar se nos muestra una mujer paralítica, por la que él se interesa vivamente, pero que tiene un comportamiento muy extraño, que no puedo revelar porque se perdería parte del interés del libro. Además conoce a una niña que definitivamente se sitúa en el dominio de lo fantástico o de lo real maravilloso.

Con hechos como éste, el narrador construye un tipo de ficción que rompe el realismo burdo, una narración que evita conscientemente los lugares comunes del género; para ello hace referencia —muchas veces irónica— a otros autores: Charriere, Sade, Donoso, Borges, Parra, hasta Coelho; habla de temas disímiles que parecen digresiones, pero arreglándoselas para no apartarse de la línea argumental; interrumpe el ritmo narrativo mediante guiños a los lectores, proponiéndoles temas para sus propios escritos y pidiéndoles no caer en autobiografías patéticas, para finalmente sugerirles leer a Celine si están considerando la posibilidad del suicidio. Con estos recursos, nuestro escritor adhiere a un tipo de literatura, algunos de cuyos rasgos son el cinismo y la ironía.

Sin embargo, y a pesar de estos meandros, la narración no pierde continuidad, lo que alienta la sensación de expectación permanente, contribuye a la agilidad de la historia, y no le permite al lector abandonar este relato de ritmo persistente.

El protagonista es creíble debido a un sinnúmero de detalles de su vida doméstica, una vida mínima y sin proyecciones —que nos parece cercana— en la que es víctima de una tensión creciente provocada por los extraños sucesos de que es testigo y partícipe y que el asume con mucha propiedad, incluso cuando a raíz de hechos narrados por él a los demás personajes de la historia, pasa a involucrarse directamente en la trama.

Pero junto a estos acontecimientos extraordinarios, se nos muestra un personaje humano, asediado por su precaria condición económica, amante de sus hijos, hostigado por su suegra, repudiado por su mujer y finalmente complicado por un nuevo amor que le exige una definición.

La novela tiene un desarrollo que —si habláramos de una obra de teatro— llamaríamos aristotélico: hay una presentación en que el narrador-personaje se muestra a través de su diálogo interno que logra hacernos simpatizar e identificarnos con él; luego un desarrollo de acontecimientos, algunos banales otros extraordinarios que van preparando el final, para rematar con un desenlace dramático que explota en una terrible frase final que nos deja conmovidos.

De esta manera Adolfo Pardo nos ofrece una novela en la que, haciendo un trabajo sobre si mismo, sobre su propia forma de ver las cosas, logra construir una realidad propia, un resultado en que un sinnúmero de elementos se amalgaman para definir a este personaje cuya esencia está constituida por una combinación de humor y angustia, que parecen ser también parte de nuestra realidad actual.

Toda novela —según Anatole France— es una autobiografía y ésta no escapa al aserto, por lo menos esa sensación le queda al lector, lo que constituye un mérito, ya que aquellos que pretenden poner otra cosa que ellos mismos en su obra, se engañan totalmente.
Si no me creen, lean la novela y compruébenlo por sí mismos.

Carlos Ortúzar
Santiago, 04 de mayo de 2007

Ver entrevista al autor realizada el 2008, en Madrid
https://conoceralautor.es/libros/la-silla-de-ruedas-de-adolfo-pardo/

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