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Los tres momentos de la narrativa policial en ¿Quién mató a Cristián Kustermann?», de Roberto Ampuero.

por Oscar Rosales Neira
Artículo publicado el 06/09/2005

Palabras claves
Narrativa Policial – Literatura Chilena – Relato Neopolicial Latinoamericano – «¿Quién mató a Cristián Kustermann?» – Roberto Ampuero.
En este artículo se analizan novela «¿Quién mató a Cristián Kustermann?» (1993), del escritor chileno Roberto Ampuero (1953). El objetivo del trabajo aquí realizado es demostrar que Ampuero utiliza, en la construcción argumental y estilística de su obra, los elementos característicos del género policial en todas sus variantes, vale decir: Narrativa policial tradicional o científica, novela negra y relato de espionaje. Esta perspectiva permite acceder a la creación literaria del autor y a la vez entender por qué su escritura no responde de manera estricta a los modelos de la narrativa neopolicial latinoamericana.

 

Introducción
Roberto Ampuero (1953) irrumpe en las letras nacionales en 1993, con su novela ¿Quién mató a Cristián Kustermann?, en la queda de manifiesto su inclinación por el género policial como formato para contar una historia y la primera de la saga que tiene al detective Cayetano Brulé como protagonista. Muchos críticos y escritores chilenos atacaron al autor por considerar que su obra respondía a las exigencias mínimas de las audiencias masivas, marginándolo de los encuentros y simposios sobre el relato policial que se realizaban en el país. Efectivamente, el éxito de esta novela fue rotundo, contando ya con numerosas reediciones y su preparación para ser publicada próximamente en Italia. Sin embargo, esta aceptación casi instantánea, además del desconocimiento en nuestro país de los antecedentes literarios del autor, no permiten apreciar de manera tan simple la obra de Ampuero. En ella se encuentra el talento de un escritor que sabe utilizar el relato policial desde una óptica muy particular, lo que le permite brillar con colores propios en medio de la fauna, aún subterránea, de los representantes de la narrativa neopolicial latinoamericana.
En este trabajo se analizarán las características de la escritura de Ampuero, tomando a ¿Quién mató a Cristián Kustermann? como una creación en la que el autor despliega su visión del género policial en su totalidad, paseándose por los tres momentos históricos de esta forma narrativa para configurar una historia que construye y deconstruye sus propios paradigmas. Este rasgo, con sus aciertos y contradicciones, coloca la obra de Ampuero fuera de la órbita de las novelas neopoliciales latinoamericanas, pues sus motivos, personajes y rasgos estilísticos van mucho más allá de ser una reinterpretación de la novela negra tradicional.
Para alcanzar el objetivo propuesto, el estudio se dividirá en cuatro partes: Primero, un breve marco teórico con la evolución del género policial y las características específicas de cada variante; luego, una revisión de la vida y obra de Ampuero; en tercer lugar, el análisis de la novela a la luz de lo expuesto en el primer punto y, finalmente, las conclusiones. En la última página del paper se incluye la bibliografía utilizada para sustentar este trabajo.

Orígenes, Evolución y Características del Relato Policial
El género policial, con las características que lo definen como tal, nace históricamente en 1841, de la mano del escritor norteamericano Edgard Allan Poe (1808 – 1849) y su relato Los asesinatos de la calle Morgue.
Este primer momento de la novela policial se ve influenciado por el Positivismo de Comte y el Método Científico. Poe inauguró el tema del misterio o enigma indescifrable como móvil de una historia y la develación del mismo a través del método deductivo aplicado por el intelecto de un brillante investigador y un secretario torpe e incrédulo (en este caso, el detective Auguste Dupin y su asistente).
El máximo exponente de esta vieja escuela fue el británico Arthur Conan Doyle (1859 – 1930), pues logró consolidar esta forma de escritura con la creación del personaje que representa al género policial por excelencia: El detective Sherlock Colmes. Su primera novela es Estudio en Escarlata (1887) y en ella nos presenta a este investigador que es el prototipo de lo riguroso y científico, la encarnación de la omnipotencia de la intelectualidad.
Resumiendo, esta variante originaria del relato policial representa al modelo de pensamiento imperante durante el siglo XIX, ya que «nos encontramos, sin duda, en las últimas décadas del siglo pasado, donde las ciencias exactas forman el modelo de la ciencia por imitar. Pensemos solamente en Emilio Zola que en 1880, es decir, siete años antes que Conan Doyle, en su ensayo sobre La novela experimental, pretende aplicar el método científico-experimental del médico Claude Bernard a la literatura. Mientras que Poe incorporaba a la imaginación poética a su raciocinio, rescatándola de esta forma, Zola y Doyle rinden culto al modelo de las ciencias exactas imitándolas»(1).
En 1920, la industria editorial y los medios de comunicación empiezan a dar un fuerte apoyo a esta modalidad narrativa, motivados principalmente por la positiva respuesta del público lector hacia ella. Se financia el desarrollo de la «Short story». Esto es lo que se denomina como Novela Enigma o Problema y cuyas principales características son: su trama se orienta hacia la consumación del crimen perfecto, el criminal será una persona socialmente elevada, posee una unidad en la trama, el espacio de acción es limitado (acuñándose así el término de historias de «cuarto cerrado», donde eran recurrentes escenarios como mansiones, islas, centros turísticos, etc.), y presenta una serie de variables o pistas falsas que permiten establecer un juego entre el autor y el lector (esto le valió también el nombre de «murder party»). Es una modalidad más elaborada del relato policial científico y aquí lo esencial era la develación del enigma. Básicamente, en cada una de estas historias cortas «el protagonista se moviliza en un medio social en el cual los asuntos de dinero tienen una importancia capital; debe interrogar a los sospechosos, y uno de ellos, el menos indicado, será el asesino. Por su parte, el detective ya sabía quién era el culpable, pero espera hasta el último momento para que el asesino confiese su crimen»(2).
El precursor de la Novela Enigma fue Gilbert Keith Chesterton (1874 – 1936) y su máximo exponente Agatha Christie (1891 – 1976). Si bien este segundo momento del género policial se puede catalogar más como un fenómeno editorial que literario, no se puede desconocer su importancia en la evolución de esta forma narrativa y el aporte y talento de los autores antes mencionados.
Continuando con el desarrollo del relato policial, de manera paralela al fenómeno de la Novela Enigma en Inglaterra, en Estados Unidos se comenzó a gestar una nueva corriente que supondría una total renovación del género: La Novela Negra. Esta modalidad responde a la crisis y a los cambios sociales que vivió ese país durante la década del ’20: Crecimiento económico, el fenómeno del cine, la liberación femenina, la prensa, la masificación de la radio, el jazz y la industria de los cómics. En efecto, fueron tiempos muy convulsionados que tuvieron su punto álgido en el Crack de la Bolsa de Nueva York, en 1929. Esto desencadenó un ambiente de miseria, violencia e inseguridad social.
En este contexto surge la Novela Negra, la cual «engarzada con la novela gótica, de aventura o del Lejano Oeste, alcanzará una formulación definitiva con Dashiell Hammet (1894 – 1961) y Raymond Chandler (1888 – 1959). De aquella rica tradición parental, ambos autores sentaron las bases de la novela negra: la lucha del bien contra el mal, la intriga argumental, la ambición, el poder, la gloria y el dinero como elementos capaces de torcer el destino humano»(3).
La Novela Negra se caracteriza porque la deducción y el razonamiento dan paso a la acción y la vitalidad; la violencia inunda todo el relato, el detective es ahora un ser anónimo, desencantado, que sale del «cuarto cerrado» y se interna en los bajos fondos de la jungla social para encontrarse con traiciones, personajes sórdidos y marginalidad. Al realizar la investigación, es importante la relación que el detective establece con la ciudad, pues él se reconoce como un igual con los habitantes más marginales y subordinados de la sociedad. El antiguo binomio indisoluble de Misterio – Detective, es ahora reemplazado por el de Ciudad – Detective.
El rasgo esencial de las historias de este tipo, es que el razonamiento y la develación del enigma pasan a asegundo plano, importando ahora la caza del asesino y la aventura que todo ello implique.
Finalmente, y muchos años después, surge la Novela de Espionaje como última variante dentro de la evolución de la novela policial. Esta corriente se da en el contexto de la Guerra Fría y se caracteriza por enlazar lo policial con otros géneros, dando paso a escenarios internacionales y grandes complots políticos y de alcance global.
Estos son los tres grandes momentos del desarrollo de la narrativa policial. Actualmente el género tradicional o canónico ya perdió vigencia y lo que más se cultiva es la Novela Negra y de Espionaje, mezclándolas a la vez con otros géneros, como el terror, la ciencia ficción o la Nueva Novela Histórica.

El Relato Neopolicial En Chile
En nuestro país, el precedente del relato policial se encuentra en la década del ’50, gracias al trabajo de autores como Alberto Edwards y Omer Emeth. Sin embargo, el escritor que nos interesa en este trabajo se enmarca en el fenómeno literario que se conoce como la Reinstalación del Género Policial en Chile, el cual se inserta a la vez, a nivel del continente, en el movimiento del Relato Neopolicial Latinoamericano.
La nueva novela policial surge en Chile en la década del ’80, en período de dictadura, por lo que sus temáticas se ven influenciadas por la realidad que vivía la nación y muchos países de Latinoamérica. El relato neopoliciaco revisita creativamente el género policial, y específicamente adoptando el formato de la Novela Negra, para abordar y denunciar la contingencia socio-política chilena posterior a los años ’70 y en particular aquellos temas que tienen que ver con los abusos de poder. «La eclosión de relatos da cuenta que el género policial se presta para narrar las situaciones provocadas en Chile en los tiempos de la dictadura. El relato policial, entonces, enmascara una otra realidad donde la tortura, el crimen y la muerte se constituyen en los motivos aglutinadores de la acción narrativa»(4) . En este sentido, «el relato neopoliciaco expone la falta de desmantelamiento del aparato represivo, y la continua intervención de la institución estatal en las vidas privadas»(5). Escritores como Ramón Díaz-Eterovic utilizan el género como un instrumento para diagramar su visión crítica de la historia, denunciando el abuso de poder, el tema de detenidos desaparecidos, el narcotráfico, la corrupción política y los problemas ecológicos.
El binomio que sintetiza esta nueva vertiente es el de política, como sinónimo de crimen, y detective. De hecho, aquí el investigador asume casi un rol social, pues intenta reestablecer el equilibrio que rompen los que detentan el poder en contra de sus víctimas.
Estos rasgos representan las características de la obra de la mayoría de los escritores que pertenecen al movimiento del Relato Neopolicial Chileno y Latinoamericano. Entre los autores nacionales, también figuran Roberto Bolaño, Jorge Calvo, Jaime Collyer, Gonzalo Contreras y Poli Délano. Roberto Ampuero escapa a la rigurosidad de esta norma, pues en su escritura rescata más de la novela policial original que de la serie negra. Además, como ya se mencionó anteriormente, ¿Quién mató a Cristián Kustermann?, es un híbrido de los tres momentos más importantes del género policial.

Roberto Ampuero
Nació en 1953, en Valparaíso, y estudió en el Colegio Alemán. A los 20 años ingresa a estudiar Literatura en el Instituto Pedagógico de Santiago, pero tras el Golpe Militar de 1973 abandonó el país con rumbo a Alemania. Se repartió entre el estudio y la labor profesional. Realizó trabajos periodísticos en Alemania, Holanda y Cuba, en cuya universidad obtuvo una Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas.
Es en Alemania donde publica sus primeros intentos literarios, principalmente cuentos que aparecen en diversas antologías. De esta época se destaca su novela La guerra de los duraznos (1982) y el libro de relatos Un cangurú en Bernau (1983).
Volvió a Chile en 1992 y escribe ¿Quién mató a Cristián Kustermann?, la cual ganó el premio de novelas de la Revista de Libros del diario El Mercurio. Esta obra fue elegida por unanimidad entre más de doscientos textos, por un jurado que integraban Ana María Larraín, José Donoso y Jorge Edwards.
En esta historia narra el caso del asesinato de Cristián Kustermann en su propia pizzería, en Viña del Mar. Ante la incapacidad de Policía de Investigaciones para dar con el culpable, el padre del finado acude al detective privado Cayetano Brulé, para que esclarezca este enigma que, paulatinamente, va cobrando mayores proporciones.
Esta novela es la primera de la saga protagonizada por Brulé, la cual está también compuesta por: Boleros en la Habana (1995), El Alemán de Atacama (1996) y Cita en el Azul Profundo(2001).

Las Características De Los Tres Momentos De La Narrativa Policial En La Obra De Ampuero
A continuación se analiza la novela ¿Quién mató a Cristián Kustermann?, bajo la óptica de los rasgos que definen las variantes del género policial. Para hacer más práctica la lectura de este ejercicio, el trabajo se estructurará de acuerdo según los tres momentos históricos del relato policial, indicando en cada caso como Ampuero introduce estos paradigmas en su novela ya la vez los deconstruye o se aleja de ellos al mezclar las modalidades narrativas o al violar algunas reglas clásicas de la novela policial.
a) Relato Policial Tradicional o Científico y Novela Enigma:
Ampuero demuestra su pasión por este formato en la configuración de sus personajes. En primer lugar, encontramos a un detective y su asistente. Al igual que el Sherlock Colmes, de Doyle, el investigador es un prototipo de rasgos definidos, que lo constituyen como un personaje pintoresco. Si Colmes era alto, extremadamente delgado, con nariz aguileña, una quijada dura y una mirada penetrante que le daban la apariencia de un ave de rapiña constantemente al acecho; Brulé es un cubano que frisa los 50 años, con la apariencia de un viejecito rechoncho que gusta vestir tenidas pasadas de moda:

«Se echó hacia atrás su escasa cabellera y se acomodó los gruesos anteojos. Luego se atusó el bigotazo mexicano que usaba desde que había comenzado a quedarse calvo. A menos pelo, más barba, se había dicho veinte años atrás. (…)»
«Se vio más calvo, pálido y gordo que nunca. Sus piernas parecían extremadamente cortas y la barriga le asomaba por encima del cinturón»(6).

Esta singular figura, que recuerda al padre Brown de Chesterton, es rematada por unos anteojos gruesos, un terno de poliéster y corbata lila.
Brulé no está solo. Si Colmes tenía al Dr. Watson, el cubano dispone de Bernardo Suzuki, un japonés de origen incierto que le consigue información en los bajos fondos.
En ¿Quién mató a Cristián Kustermann?, también hay mucho de la Novela Enigma o Problema. El autor sitúa el crimen en un ambiente burgués: es asesinado el hijo de un hombre acaudalado, que busca a Brulé para detener el escándalo que vincula el hecho con un ajuste de cuentas con el narcotráfico. Incluso, el asesino pasa a un segundo plano y lo que realmente importa no es quién lo mató, sino qué. Para reestablecer la categoría de su reputación, el padre de Kustermann convence al detective con una fuerte suma de dinero:

«Estoy hablando de dos millones de pesos para comenzar -insistió Kustermann. Volvió a aspirar el habano-. Si esclarece el asunto puede duplicar esa suma, y todos los gastos extras corren por mi cuenta. Necesito la verdad y limpiar el nombre de mi hijo y de mi familia»(7).

La develación del enigma es lo esencial de la trama. Hay muy poca acción y el método deductivo de Brulé se basa en las entrevistas que él realiza para recabar información. En el terreno de las preguntas y respuestas se mueve con agilidad: busca a las personas que de alguna manera se vincularon con la víctima, los increpa de manera persistente y persuasiva, aprovechando los momentos precisos para avanzar o retroceder en sus interrogatorios. En este ámbito, uno de sus momentos más brillantes es una conversación que sostiene con la novia chilena del muerto, la cual debe reconocer que éste tenía una amante fuera del país:

«Era un buen momento para hablar con Paula. El atardecer junto al mar había limado sus asperezas de la primera entrevista, y parecía más abierta y confiada, pensó Brulé. (…)
– ¿Nunca le habló Cristián de Jelle Schwarzkopf? -preguntó Brulé deteniéndose.
– Nunca -respondió la mujer. Parecía ahora más interesada en las olas-. ¿Quién era?
– Posiblemente una amiga de Cristián en Bonn -replicó el detective-. Paula -continuó asiéndola del brazo-, usted me miente, si vivió en el departamento de Cristián, tiene que saber que Jelle le escribía regularmente.
– Usted es un buen detective -comentó Paula. Soltó una risa casi infantil, como un niño sorprendido en falta-. Jelle era una de las amigas de Cristián.
– ¿Una o la amiga? -inquirió Brulé soltándole el brazo-. Eso es importante. Si ella fue su novia, tendrá que saber algo sobre él.
Brulé se mantuvo largo rato a la espera de la respuesta. El viento les soplaba impertinentemente en la cara y optaron por retornar. A lo lejos aguardaban automóviles.
– De nada sirve investigar -dijo la mujer fastidiada-. Cristián ya murió y nada lo traerá de vuelta.
– ¿Y de Silvio? -preguntó Brulé a quemarropa-. ¿De Silvio escuchó hablar alguna vez a Cristián?
En la semipenumbra ya no podía ver sus reacciones. La gravilla crujía bajo sus pies a medida que avanzaban.
– ¿Quién le contó de Silvio? -preguntó ella.
Brulé la vio de perfil. Se mordía el labio inferior. Posó su mano sobre el hombro de la mujer. Ella no lo rechazó. Siguió caminando. Se acercaban ahora a los vehículos.
– Nunca vi a Silvio -respondió la mujer-, pero existía y Cristián le temía»(8). (101).

La materia esencial del libro está compuesta por interrogatorios, pues las deducciones de Brulé son más bien elementales y su habilidad consiste en poner atención en detalles que Investigaciones pasó por alto.
Ampuero se aleja del formato policial tradicional por dos aspectos:
– Brulé acepta el caso no por verlo como un desafío para su capacidad intelectual y su ingenio, sino por una motivación meramente económica.
– El relato rompe la lógica del «cuarto cerrado» al sacar al personaje del ecosistema inicial de la investigación (y lo sitúa en escenarios internacionales, pesquisando en Alemania y Cuba).
b) Novela Negra:
De Novela Negra tiene muy poco, salvo la relación Detective-Ciudad y unas escasas escenas de violencia, además de eventuales métodos «persuasivos» utilizados por el detective.
La relación Detective – Ciudad está perfectamente ilustrada en esta obra. Brulé se mueve en el espacio urbano con facilidad. Tiene contactos en lugares clave y se desenvuelve con igual soltura en Valparaíso, Bonn y La Habana. Además, el conocimiento real del autor de los escenarios que utiliza en su historia dotan de verosimilitud al relato, sobre todo en los capítulos ambientados en Valparaíso, donde aparecen lugares muy típicos, como la chopería Tao – Tao, la Plaza de la Victoria, la Feria Artesanal y el Valparaíso Eterno.
En cuanto a la violencia, hay dos palizas que le propinan al detective para evitar que siga adelante con la investigación. O sea, al igual que en la serie negra, el protagonista pone en peligro su vida. La golpiza más feroz es la que recibe una madrugada, en Valparaíso:

«Un feroz golpe en las costillas lo hizo estrellarse contra las rejas. Sintió escozor en la frente y la nariz, y creyó que le habían quebrado la mano derecha. Intentó darse vuelta para ubicar al agresor, pero un nuevo golpe, esta vez en la nuca, lo devolvió contra los fierros. Escuchó el crujido del marco de sus anteojos y el tintineo de los cristales en el pavimento. Impulsado por la ira y el dolor trató de llevarse la mano al pecho para extraer la Smith and Wesson 36, pero un garfio poderoso lo cogió de un hombro y lo hizo girar.
Quedó frente a los asaltantes por unos segundos. Los suficientes para contarlos, eran tres hombres, mas no para identificarlos. Sin los gruesos cristales estaba condenado a no distinguir nada. Uno le propinó una patada entre las piernas que lo hizo doblarse y caer de bruces.
– Para que aprendai a no meterte en huevadas -advirtió una voz seca y agitada.
Alguien le dio un puñetazo en la cabeza. Sintió que se apoderaban de su revólver, de su billetera y su reloj.
– Hijos de puta -exclamó Brulé sintiendo el gusto salobre de su propia sangre en los labios-, no tengo ni un peso.
Una andanada de patadas le cayó a modo de respuesta en el estómago y la cabeza.
– No te pongai atrevido, huevón…
Se cubrió el rostro con los brazos e intentó protegerse encogiéndose como un feto, cerrándose como un ovillo. Las patadas continuaron, acompañadas de insultos y escupitajos. Sintió el escozor de un puntapié en su ceja izquierda.
– Así que gallito el tipo este, ah…
Percibió hilillos de sangre tibia deslizándose por su rostro. El cuerpo entero le hervía. Abrió la boca para tragar una bocanada de aire, pero su esfuerzo se convirtió en mueca y luego en un bramido profundo, animal, que revoloteó como un murciélago por las escaleras y después sobre la ciudad»(9).

Cuando es necesario, Brulé tampoco duda en emplear cierto grado de violencia para conseguir lo que busca. Cuando algún interrogado opone resistencia, el cubano lo amenaza con poner en riesgo su seguridad; no duda en recurrir a amenazas para obtener la información.
Sin embargo, Ampuero deconstruye los paradigmas de la Novela Negra por lo siguiente:
– El investigador no acepta el caso movido por un ideal de reestablecer el equilibrio roto entre victimario-víctima. Además, el Estado queda excluido como ente agresor.
– Brulé es un tipo frustrado, un detective de casos de poca monta, pero no reniega de su situación ni es amargado. Muestra ironía y sentido del humor y cree en la esperanza de surgir en la vida (enfoca este caso como una manera de arreglar su casa, cambiar el auto e irse de vacaciones).
– La novela retrata los bajos fondos, pero no con una intención de exponerlos como espacios sórdidos, sino como lugares de pobreza espiritual y material, donde sus habitantes luchan día a día por sobrevivir, dignificándose a través del trabajo, ya sea como lustrabotas, patrón de lancha o prostitutas. Incluso Ampuero ennoblece a estos seres marginales al asignarles un rol de cooperación indirecta en el reestablecimiento de la verdad y excluyéndolos, de manera definitiva, de cualquier responsabilidad con el crimen que mueve la acción en la obra.
c) Relato de Espionaje:
Esta modalidad se hace evidente cuando el caso adquiere connotaciones que llevan a Brulé a salir del país. También aparece el tema ideológico y la política como argumentos del asesinato, pues finalmente se descubre que Kustermann fue víctima de una rama subversiva del movimiento de izquierda internacional, una especie de hermandad en la cual él también formaba parte.
El injerto de este recurso dota de cierta artificiosidad y fantasía al móvil del crimen y, dependiendo de cada sensibilidad intelectual, puede desencantar o entusiasmar al lector.
La develación del misterio sitúa a la novela en otro terreno y rompe la tensión inicial. Con esto, el autor viola 2 de las 20 reglas que, según S. S. Van Dine, debe respetar todo buen relato policial; éstas son:
– «Regla Nº 13: Las sociedades secretas, las mafias, no pueden tener cabida en una novela policial. El autor que las incluya pasa al terreno de la novela de aventuras o de la novela de espionaje.
– Regla Nº 19: El motivo del crimen siempre debe ser estrictamente personal. Los complots internacionales y las turbias maquinaciones de la gran política corresponden a la novela de espionaje. Un buen relato policial debe reflejar las experiencias y las preocupaciones cotidianas del lector y dar una posibilidad de escape a sus aspiraciones y sentimientos reprimidos»(10).

Conclusión
En Quién mató a Cristián Kustermann se observan las características de las tres variantes del relato policial. Este rasgo saca a la novela del contexto del Relato Neopolicial Latinoamericano, pues si bien presenta algunos rasgos propios del movimiento, hay también algunos puntos que la ponen en contradicción con esta corriente.
Esto puede explicarse en el hecho de que su autor pasó el tiempo de dictadura fuera de Chile, alejado de la represión política, social y cultural que sufrió el país durante esos años, lo que lo lleva a alejar su narración del tema de la denuncia, el reestablecimiento del equilibrio social y los temas y preocupaciones localistas. Ampuero imprime a su obra su visión de hombre de mundo y demuestra que sus inquietudes, por lo menos en este primer relato policial, se orientan hacia las conspiraciones y las fuerzas que manejan el poder desde las sombras.

Citas
Franken, Clemens (Ed.). Verdad e Imaginación en la Filosofía, Historia y Literatura. Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile. 2000. P.129.
2 Escobar, Yolanda y Flores, Luis. El Relato Policial en Chile: ¿Quién Mató a Cristián Kustermann? De Roberto Ampuero y Ángeles Solitarios de Ramón Díaz Eterovic. Tesis presentada para optar al Título de Profesor de Castellano y Licenciado en Educación, en la Universidad de Playa Ancha, Chile. 1996. P. 29.
3 García – Corales, Guillermo y Pino, Miriam. Poder y Crimen en la narrativa chilena contemporánea (Las novelas de Heredia). Chile: Mosquito Comunicaciones. 2002. P. 47.
4 Morales, Eddie. La novela policial en el currículo de literatura. Una experiencia personal. En: http://www.upa.cl/publicaciones/e_morales/policial.html
5 García – Corales, Guillermo y Pino, Miriam. Poder y Crimen en la narrativa chilena contemporánea (Las novelas de Heredia). Chile: Mosquito Comunicaciones. 2002. P. 53.
6 Ampuero, Roberto. ¿Quién mató a Cristián Kustermann?. Chile. Planeta. 1993. Págs. 15 y 49.
7 Ampuero, Roberto. ¿Quién mató a Cristián Kustermann?. Chile. Planeta. 1993. P. 18.
8 Ampuero, Roberto. ¿Quién mató a Cristián Kustermann?. Chile. Planeta. 1993. P. 101.
9 Escobar, Yolanda y Flores, Luis. El Relato Policial en Chile: ¿Quién Mató a Cristián Kustermann? De Roberto Ampuero y Ángeles Solitarios de Ramón Díaz Eterovic. Tesis presentada para optar al Título de Profesor de Castellano y Licenciado en Educación, en la Universidad de Playa Ancha, Chile. Págs. 46 -47.
10 Ampuero, Roberto. ¿Quién mató a Cristián Kustermann?. Chile. Planeta. 1993. Págs. 85 – 86.
Bibliografía Citada
AMPUERO, Roberto. ¿Quién mató a Cristián Kustermann?. Chile. Planeta. 1993.
ESCOBAR, Yolanda y FLORES, Luis. El Relato Policial en Chile: ¿Quién Mató a Cristián Kustermann? De Roberto Ampuero y Ángeles Solitarios de Ramón Díaz Eterovic. Tesis presentada para optar al Título de Profesor de Castellano y Licenciado en Educación, en la Universidad de Playa Ancha, Chile. 1996.
FRANKEN, Clemens (Ed.). Verdad e Imaginación en la Filosofía, Historia y Literatura. Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile. 2000.
GARCÍA – CORALES, Guillermo y PINO, Miriam. Poder y Crimen en la narrativa chilena contemporánea (Las novelas de Heredia). Chile: Mosquito Comunicaciones. 2002.
MORALES, Eddie. La novela policial en el currículo de literatura. Una experiencia personal. En: http://www.upa.cl/publicaciones/e_morales/policial.html
· Bibliografía Complementaria
CHESTERTON, Gilbert. Cómo escribir un cuento policiaco. En: http://www.ciudadseva.com/textos/teoría/tecni/policiac.htm
GONZÁLEZ, Danissa. Entrevista a Roberto Ampuero. En: http://www.policia.cl/web/noticias/report/15en03/15ene03_r.htm
LÓPEZ, Fernando. Algunas reflexiones sobre el género policial. En: http://www.letrasdechile.cl/fernln.htm
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