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Yo, barroco.

por Leonardo Escobar Boehmwald
Artículo publicado el 02/06/2004

En Yo, yegua de Francisco Casas nos enfrentamos a un mundo barroco. Exageradamente barroco, donde la obra se extiende tal vez innecesariamente y donde el relato presenta muchos relatos que nacen de uno principal.

Se presenta tan caótica que si alguien pidiera que le narrara la anécdota de este libro, resultaría extremadamente dificultoso porque entre tanta historia, entre tanto recuerdo, entre tantos personajes, parece perderse el sentido de lo que se quiere mostrar realmente.

Todo esto se circunscribe bajo la óptica de lo barroco ya que éste se dedica a ampliar los enunciados de modo extremo y donde, para completar el objetivo planteado, se tiende a establecer relatos dentro del relato. Por este motivo la obra de Casas se pierde, porque está llena de narraciones que no parecen tener un claro nexo o una clara explicación que justifique su presencia. Es un mar de pelotas de colores, una red de descripciones y anécdotas que no dejan poner atención.

Así se van presentando y entrecruzando los relatos de Diamela y su vestido, de Federico y su perro perdido o de la visita a La Chascona. Y así mismo se van reflejando, miniaturizando y deformando los significados en sí y se tienden a invertir las realidades e historias conocidas para transformarlas en caricaturas o visiones subjetivas. Porque como dice Galfrid de Vinsauf en el barroco el discurso no debe ser objetivo (y esto se cumple al pie de letra.)

Pero no sólo los relatos dentro de la narración misma son los que dan el tinte de barroco de esta obra sino que el uso de tantas notas a pie de página permiten afirmar que la atención del lector está siendo trabajada de tal manera que se busca confundir, que se intenta guiar la percepción por caminos recargados y distractores.

A pesar de todo lo ya expresado, es necesario aclarar que toda esta red que se crea y todo el laberinto al que nos mete Casas no sea lo que más se expresa, o por lo menos no es la que se expresa con mayor fuerza y relevancia. Esto porque la característica más fuertemente desarrollada, con mayor grado de ataque hacia el mundo que se puede apreciar en Yo, yegua es aquella que dice relación con representar las cosas pequeñas como grandes y las grandes como pequeñas.

Este punto más que ser seguido al pie de la letra parece ser trabajado desde una nueva perspectiva, desde una nueva lectura y desde otra visión. Esta es la de hacer pequeñas las cosas grandes (o los personajes grandes) y de esta manera lo que era pequeño se hace grande. No se representan físicamente, sino que intelectual y emocionalmente todo se invierte. Por ejemplo, los homosexuales que siempre han sido vistos como algo menor, culturalmente rechazados, se colocan al mismo nivel que los grandes pensadores, que las grandes figuras de la escena literaria. Estos a su vez son rebajados del pedestal en que los han puesto o en el que se han puesto ellos mismos debido al escaso control de su ego. Y se ridiculizan a tal grado que son transformados en la perra amarilla o en un profesor que no ve y que es humillado y mostrado como un ser miserable y sin ningún peso.

De esta forma Casas va estructurando una obra que se dedica a mostrar una realidad vista tras los ojos de Dolores y que se estructura como si fuera un mapa de la historia literaria del país, pero claro que dejando muy claro que se trata de su propia historia, de su visión de un mundo que se construye en base a apariencias y escasas reacciones frente a los ataques.

Esta idea, este mundo creado novedosamente, de todas formas tiene un leve lazo que va atando las diferentes peripecias. Este nexo muestra una unificación en el caos y se da desde la vida de Bette Davies (nombre artístico de Dolores).

Al final todo el relato resulta ser la excusa para expresar lo difícil que es ser homosexual en Chile, a tal grado que se termina siendo un desaparecido más en un océano Pacífico, que tal como lo dice su nombre, se queda callado como un cómplice de los abusos y de la irrelevancia a la que está sujeto el homosexual.

Bibliografía.
– Casas, Francisco. Yo, yegua. 2004. Seix Barral. Santiago: Chile.
– Chiampi, Irlemar. «El enunciado narrativo neobarroco» en: Barroco y modernidad. 2000. Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México: México.

 

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