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“Producción fantasmal del neologismo “Mapurbe” en el cruce del orden empírico y del imaginario de la ciudad de Santiago”.

por Rodrigo Cabrillana
Artículo publicado el 21/10/2009

Ponencia Presentada en el II Congreso Internacional: Ciudad e Imaginarios en las literaturas latinoamericanas, PUC Valparaíso, Noviembre de 2009.
Publicada en esta revista el 21/10/2009

 

I.- Introducción: Fantasmas, Imaginarios, Espacios…
La construcción simbólica en la ciudad se produce en torno al principio fundamental que se arraiga en esta: La captación del imaginario colectivo presente en los espacios urbanos. Es así como múltiples imágenes caminan sin dirección determinada en la memoria de una agrupación de individuos residentes en un espacio. Y también, como la manifestación de estas imágenes en un sentido concreto, se vuelve a las representaciones formales, es decir, a todas las sistematizaciones que puedan entregar testimonio de ellas.

Pero la construcción del imaginario se debe a distintas etapas que van arraigando las imágenes en la evocación constante (la memoria) de los individuos, no sin antes de considerar que la imagen en un estado primitivo tiene una categoría fantasmática. Esta categoría la hace de algún modo inclasificable, a pesar que disciplinas como el psicoanálisis o la fenomenología han intentado determinar su origen. Pero lo fantasmático se introduce en la imaginería humana, en un modo de  corresponder a determinar el orden del mito existente.

Entonces, es cuando el imaginario se vuelve colectivo, cuando corresponde al orden del mito, cuándo lo fantasmático se adhiere a este y predomina en la imaginación del grupo conformado por los individuos. Esta imaginería colectiva se presenta también como propia de un espacio, en este caso, de los espacios urbanos, que son propios también de una cultura. No todos los espacios urbanos son iguales, están determinados por el simbolismo presente, que como mencionamos anteriormente se debe a la representación formal de la imaginería dominante. Así también, estos simbolismos presentes que se proyectan formalmente bajo distintas estructuras, aparecen las formas artísticas, y con ellas las manifestaciones literarias, con sus respectivos discursos y espacios.

Estos espacios  y discursos literarios son particulares, están caracterizados por un saber colectivo y también local. En ocasiones se subordinan a otros espacios dominantes, o generan sus propias sistematizaciones formales que los diferencian del resto, o los hace subversivo a lo dominante. Se vuelven “heterotópicos”, según logismo expresado por Michel Foucault, se vuelven reales y efectivos, demarcan un espacio dentro de otro espacio, son particulares a  sus características, establecen su propio orden del imaginario y se adhieren a un discurso que los hace reconocibles dentro de un orden mayor.

En ciudades como Santiago, en las que predomina un orden empírico determinado por las políticas neoliberales y marcado por la trascendencia de un imaginario arraigado en la religiosidad popular; hacen su aparición discursos particulares que se marginan de las hegemonías, pero que se proyectan hacia lo colectivo con una construcción propia de las estructuras imaginarias y simbólicas, en espacios distinguibles del resto de los emplazamientos urbanos, en los que fantasmas presentes y deambulantes, neutralizan las relaciones del orden normativo imperante.

De esta manera, en el presente trabajo, mi lectura propone analizar la problemática sobre la construcción imaginaria, simbólica y espacial del neologismo del “Mapurbe”, como producción de lo fantasmático en el cruce del orden hegemónico de la ciudad de Santiago.

Para dar pie a este propósito, he tomado como referencia una serie de textos que componen el corpus teórico en que basaré mi estudio. Dicha selección está  integrada por el poemario “Mapurbe” del poeta mapuche David Aniñir,  el que se constituye de 18 poemas que hablan desde el discurso marginado y delineado del eco de las voces ancestrales del pueblo mapuche, presentes y fundidas en conjunto con las imágenes de la ciudad, así como también otros textos de distintos autores, tales como Armando Silva, Gastón Bachelard, Jaime Huenún, Ariel Antillanca y Michel Foucault, los que proporcionan argumentos diversos sobre la poética del espacio, los escritos mapuche y la relación de las heterotopías con los espacios e imaginarios urbanos.

II.- Evocaciones de lo empírico en la producción fantasmagórica del imaginario mapuche en los espacios urbanos.

Armando Silva, se refiere a lo fantasmagórico como aquellos “(…) seres invisibles que nos hablan, que se dejan ver, que aparecen y se van. El fantasma, morador de casas viejas, no está lejos de las metáforas que se han hecho para hablar del inconsciente, como el sótano de la casa, lo oscuro y viejo, donde se depositan temibles o extrañas verdades de las cuales como ser consciente no conozco” (Silva, 2000:108).

En este ámbito, lo fantasmático no sólo se asocia con los espectros o con las ánimas en pena, sino que su significado se concibe también en disciplinas como el psicoanálisis o la fenomenología, en la cual lo fantasmático se relaciona con la proyección de la imagen poética. En el primer caso, los estudios del psicoanálisis la representan como la “(…) imagen mental o representación imaginaria que designa el producto de una actividad interior (consciente o inconsciente), se distingue  de la percepción de la ‘realidad’ (consciente y natural) oponiéndose a ella (…)” (Dictionnaire de la Psychanalyse, 1967, citado por Silva, 2000:109). Es decir, responde a un deseo del inconsciente y engloba un mundo fantástico, imaginario, proyectado en las imágenes o a sueños reprimidos, actos fallidos o acciones sintomáticas, lo que según Freud, genera comportamientos fuera del eje racional de las estructuras dominantes.  En tanto, para la fenomenología, lo fantasmático se asocia al estudio de la imagen poética situada en el inconsciente, la que no está sometida a impulsos del deseo, sino más bien” (…) en el resplandor de una imagen, resuenan los ecos del pasado lejano, sin que se vea hasta qué profundidad van a repercutir y extinguirse. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene un ser propio, un dinamismo propio. Procede de una ontología directa” (Bachelard, 1965: 4-5).Entonces, en la fenomenología lo fantasmático encuentra el verdadero umbral que lo relaciona con las representaciones del simbolismo, con las características propias del ser poético, que proyecta la imagen a partir de sus propiedades trascendentales internas. El psicoanálisis toma el fantasma como parte del inconsciente reprimido y le da una función más bien conductual, se asocia a ello el delirio, la neurosis, la locura; en cambio en la fenomenología la imagen fantasmal se asocia a un imaginario poético, con resonancia en el ser, con la capacidad para encumbrar dicha imagen en el orden del mito existente, en las estructuras del imaginario colectivo.

Pero sucede también, que para considerar la producción fantasmagórica en las estructuras del imaginario, debemos tener en cuenta el conocimiento empírico, el cual influye en los arquetipos de la imaginería inconsciente del ser. Este conocimiento empírico  que se nutre de los hechos históricos (experiencia fáctica), actúa de forma directa sobre los imaginarios individuales y colectivos, dando lugar a la construcción de fantasías, es decir, altera el mundo de ensoñación en que deambulan las imágenes fantasmáticas,  lo que afecta profundamente el orden del mito existente.

En el caso de la cultura mapuche, el imaginario antropológico, arraigado en el plano colectivo, ha sido afectado profundamente, por los distintos hechos históricos que el pueblo mapuche ha debido enfrentar a lo largo de los siglos. El imaginario ancestral, aquel en que residen los sueños, los mitos y los relatos de antaño, ha debido resistir a los procesos de la sociedad modernizada, a la usurpación, y a la marginación territorial y cultural impuesta por el Estado chileno. Las imágenes ancestrales han sufrido la segregación impuesta por las hegemonías, han sido intervenidas para dar paso a las estructuras del mito del orden moderno, se ha desestructurado su cultura para integrar al mapuche al proceso modernizador emprendido por el orden empírico del Estado.

El ser perteneciente a la cultura mapuche ya no sólo puede evocar la historia e imagen de su pueblo, la modernidad ha afectado su forma de concebir el mundo. Las imágenes del pensamiento mapuche contemporáneo se han combinado con las de sus ancestros y el imaginario rural se ha llevado con la masiva emigración a los espacios urbanos.  Con esto, la producción fantasmagórica del imaginario mapuche es subestimada por la hegemonía dominante, el pensamiento mapuche ha debido resistir a las inclemencias de la cultura chilena, sus imágenes  en el pensamiento no están solamente enfocadas a cultivar lo ancestral, el conocimiento empírico ha causado una producción fantasmática de resistencia en el imaginario mapuche actual. El proceso modernizador no permitió que su cultura, su saber, sus espacios, trascendieran en el tiempo. La modernidad atrajo a las ciudades a gran parte de la población mapuche, sumiéndola en la marginación, la imposición de un orden no deseado, la transculturización del eurocentrismo y la desestructuración cultural del mundo mapuche.

“Con la división de las tierras y la constitución de reducciones, intensificada en los años 1929-1931, se pretendió ‘integrar’ al mapuche al proceso modernizador emprendido por el Estado chileno. La modernidad como ideología tendía a la homogeneización de la sociedad, hacia ese objetivo se encaminaban las medidas adoptadas, como son por ejemplo, las leyes. Este proceso de  modernización apareció opuesto a lo tradicional y a las identidades particulares, pues se consideraba a las estructuras sociales indígenas como ‘reductos de atraso’ que debían desaparecer imponiendo a los indígenas, una determinada forma de vida, de conducta a través de programas de educación, agricultura, vivienda y otras” (Antillanca, Cuminao y Loncón, 2000: 9).

Con estos procesos asimilados en la cultura, el mapuche habitante de las grandes urbes como Santiago, evoca imágenes de resistencia que no sólo involucra la modernidad presente, sino toda una línea histórica que ha segregado su pensamiento, desde los tiempos de la invasión europea al territorio, anterior a la conformación de las naciones. El mapuche ya no reconoce su espacio local en el que se encuentra la ruca junto al fogón, donde se evocaban periódicamente sus relatos y mitos ancestrales, propios de la estructura antropológica de su imaginario remoto.

Entonces, la experiencia fáctica de lo urbano, produce nuevas asimilaciones fantasmales de resistencia en el sujeto mapuche, las que se suscitan en distintas elaboraciones formales, entre ellas la escritura. La crítica “(…) reconoce y comenta la irrupción de una literatura nueva, que lleva a las letras impresas en el papel del sentimiento y el pensamiento que el mapuche siempre escribió, pero en las páginas del viento, de la lluvia y de las noches estrelladas del sur” (Aylwin, Coñuecar, Chihuailaf y Vera, 2005: 9-10). Pero en la actualidad, esos sueños y sentimientos están albergados en el saber que han ido construyendo en los imaginarios y el espacio de la ciudad de Santiago. Los héroes de antaño, que resistieron a la conquista europea: Lautaro, Caupolicán, Colocolo o Galvarino; inundan los fantasmas de resistencia que propaga las estructuras socioculturales de la imaginería mapuche.

El mapuche de la ciudad ya no es un guerrero que resiste a las hegemonías con la lucha física. El ser mapuche urbano, reescribe su historia a través del espacio literario, se instala con su discurso a enfrentar la experiencia fáctica que ha segregado su vida del contacto con la tierra. Lo fantasmal, las imágenes  ancestrales de la cultura que se han visto alteradas productos del conocimiento empírico, vuelven a surgir y producir el despertar del pueblo mapuche en la ciudad, en la lucha con los nuevos conflictos del territorio a que han sido marginados. Se constituye el “Mapurbe”, el sujeto mapuche que vive la experiencia urbana y la búsqueda y reencuentro de sus raíces originarias.

El poeta mapuche residente en la ciudad de Santiago, David Aniñir,  establece el neologismo del “Mapurbe”, en el cuál se reflejan los fantasmas más arcaicos  del espíritu mapuche segregado de su tierra originaria: “(…) Mapurbe, golpea con fuerza, aplastando sobre el suelo de la periferia, periferia que después de todo es la construcción del geto [sic] en el cual nos asfixian de maltrato, el gas que va pudriendo nuestra alma y nos separa de la tierra…” (Lienlaf, prólogo en “Mapurbe”, 2005: 5).

III.- Los fantasmas en la “Mapurbe”: Relaciones de lo imaginario con lo simbólico en la ciudad de Santiago.

El fantasma urbano es “(…) aquella presencia indescifrable de una marca simbólica en la ciudad, vivida como experiencia colectiva, de todos o de una parte significativa de sus habitantes, por la cual nace o se vive una referencia de mayor carácter imaginario que de comprobación empírica” (Silva, 2000: 111). En este caso, si el orden empírico es capaz de alterar la producción fantasmática en el imaginario, este último también puede determinar cambios que son significativos en el discurso hegemónico de la sociedad. El fantasma se reproduce socialmente, es decir, lo fantasioso se representa simbólicamente en la cotidianidad de los espacios urbanos.

En el caso de la “Mapurbe”, el efecto fantasmagórico que acontece en el ámbito de lo simbólico, recae en la literatura mapuche de tipo urbana, en la resonancia de los códigos poblacionales que guardan la memoria del sujeto mapuche en la ciudad y que son cultivados por la poética. En este contexto, la tradición primigenia de la “oralitura” mapuche (Chihuailaf, 1999:62), la cual se remite a los sueños, y mitos de lo ancestral, a los relatos que se conocían alrededor del fogón, en la antigua ruca; “(…) esta orientación en temas, lenguajes y espacios en los que se instala el discurso poético mapuche empieza a cambiar. Autores como César Millahueique, David Aniñir, Paulo Huirimilla, Bernardo Colipán, Roxana Miranda Rupailaf, Víctor Cifuentes, Maribel Mora Curriao, entre otros y otras, comienzan a situar su poesía en temáticas y ambientes urbanos- en la Mapurbe, según neologismo acuñado por Aniñir- a través de textos plenamente instalados en la poesía contemporánea” (Huenún,  2007a:14).

El simbolismo del espíritu, de los fantasmas  presentes en el imaginario urbano, se proyecta en los discursos literarios y también en otras manifestaciones de tipo artísticas. El acontecer de Santiago comienza a desarrollar encuentros de escritores mapuche, ferias mapuche de exposición artesanal, grupos musicales que reconocen la influencia de los fantasmas de la “Mapurbe” y que lo institucionalizan en la producción de sus canciones, etc.  Pero el género de lo poético, se expresa como el más cercano a las sistematizaciones formales que representan el pensamiento mapuche de la metrópoli o la figuración de la producción social fantasmagórica.

De esta manera, la poesía urbana mapuche adopta en sus obras diversos recursos estilísticos universales de la poesía, los que fusionados con imágenes de las líricas de canciones de rock y rancheras, historias de vida, géneros de la literatura oral mapuche y textos en mapudungún, gestan una escritura tensionada que se manifiesta en la ciudad y que es denominada con el neologismo de “Mapurbe” en la obra del poeta David Aniñir. El discurso lírico de Aniñir, anclado en Santiago: “(…) destaca por su tono rebelde y desencantado y su lenguaje híbrido en el que se fusionan la jerga de las poblaciones marginales santiaguinas, el rock y el mapuchezungun” (Huenún, 2007b:405).

La fantasmagoría de la “Mapurbe” se simboliza en la poética, que establece un discurso subversivo, radical, en la lucha contra las adversidades  a las que lo segrega las hegemonías. Pero el simbolismo de la “Mapurbe” también suscita a un ente fantasioso que se representa en las conductas humanas, la imaginería ejerce un efecto sobre los acontecimientos periódicos de la ciudad. “Siempre que un fantasma ronde por la ciudad hay un orden fantasioso que marca un comportamiento o una reacción ciudadana” (Silva, 2000: 115). Se desarrollan ciertos saberes culturales que focaliza a los mapuche de Santiago a sectores determinados, a ejercer actividades determinadas, con un carácter determinado, y una forma de vida que los distingue del resto. Entonces el simbolismo se radica también en el pensamiento de los habitantes no mapuche de la ciudad de Santiago.  Si el acontecer del empirismo alteró el imaginario mapuche de la ciudad, en este se establecieron también ciertas imágenes que se proyectaron en los fantasmas urbanos y que ayudaron a cambiar los acontecimientos de los espacios sociales. Sucedió que se focaliza a la población mapuche urbana a un sector determinado, se les emplaza en una especie de ghettos, donde sus habitantes establecen un estilo de vida caracterizado por lo marginal, la jerga poblacional, la cultura popular, la práctica de la lengua originaria, el desarrollo de actividades artísticas particulares como es el caso de la poética, el rock, el hip- hop o las rancheras mexicanas; recogen también la influencia de la modernidad, adoptan estilos que son propios de otras culturas, como la práctica de la religión, la música, la lengua, etc. Incluso los actores sociales de producción se reservan a actividades como oficios de baja remuneración, el hecho de ser mapuche los limita a ser panaderos, empleadas domésticas, choferes de locomoción colectiva; e incluso en la educación que proporciona el Estado chileno, se les margina el estudio de su lengua.

En fin, el orden del mito en las estructuras del imaginario mapuche contemporáneo de la ciudad se fusiona en las imágenes ancestrales de su cultura en conjunto con las imágenes de la vida moderna metropolitana, lo que simboliza el fantasma urbano del “Mapurbe”, y que define al sujeto mapuche que reside en la localidad urbana y que busca reencontrarse con la tierra añorada, aplastada bajo el hormigón de la vida moderna urbana.

IV.- Representación de la figura del “Mapurbe” en la poética de David Aniñir: Simbolismos que nos remiten a los espacios heterotópicos.

El cruce que se sucede en el orden empírico e imaginario, desarrolla el acontecimiento fantasmal que altera el orden de la ciudad. La vida fantasmagórica se representa en la experiencia fáctica a través de los simbolismos y en el imaginario, asimilando nuevas imágenes en el mundo de la fantasía, que se combinan con las ya existentes y dan lugar a nuevos fantasmas, nuevas estructuras en el orden del mito.

Pero en el ingreso a la zona del cruce, donde se sucede la producción fantasmagórica, hay cierta transformación en el espacio empírico que lo sitúa como un lugar particular, un espacio dentro de otro espacio, un espacio que remite a la zona fantasmagórica, un espacio en el que se gestan ciertos rituales urbanos, un espacio real que marca la consecuencia de una actividad límite de la ciudad. Lo que Michel Foucault definió como “heterotopías”. Estos son lugares que “(…) existen probablemente en toda cultura, en toda civilización, lugares reales, lugares efectivos, lugares que están diseñados en la institución misma de la sociedad, que son especies de contra-emplazamientos, especies de utopías efectivamente realizadas en las cuales los emplazamientos reales, todos los otros emplazamientos reales que se pueden encontrar al interior de una cultura están a la vez representados, cuestionados e invertidos, especies de lugares que están fuera de todos los lugares, aunque sean sin embargo localizables” (Foucault,1984:3). Estos emplazamientos, absolutamente otros, se representan en las imágenes de la poética y el neologismo del “Mapurbe”: “Subo los cerros y la ciudad perdida entre el humo me trae el vago rumor de sirenas aullando- siempre tras la persecución de la muerte. Y abajo, muy abajo la tierra ahogada o aplastada por el cemento y la miseria” (Lienlaf, prólogo en “Mapurbe”,2005: 5).

Entonces, los emplazamientos heterotópicos del “Mapurbe” se puede considerar como lugares de “crisis”, espacios urbanos que están reservados al sujeto mapuche, marginado de las colectividades mayores de la ciudad de Santiago, limitado a vivir en los espacios provistos para este, en el territorio en que pueden desarrollar sus bajos oficios, en la periferia de la ciudad. Se consideran como emplazamientos de crisis, porque ser mapuche en la ciudad de Santiago representa ser ciudadano de segunda categoría, discriminado por  las hegemonías, lo que lo remite a vivir en comunas de alta concentración de pobreza, sectores populares que albergan los tramos en crisis sociales. Lugares que son recorridos en la poesía del “Mapurbe” de Aniñir: “A través de estos poemas recorremos nuestra historia de allegados a la periferia de la urbe, doblemente marginado, cultura de sobrevivencia cotidiana que nos hermana y nos aleja” (Ibíd: 5).

El poema “María Juana la Mapunky de La Pintana” nos sitúa en estos lugares de crisis (Oscura negrura de Mapulandia street/ si, es triste no tener tierra/ loca del barrio La Pintana/ el imperio se apodera de tu cama). La heterotopía del “Mapurbe” se emplaza en las comunas populares de Santiago, siendo La Pintana una de las que concentra mayor población mapuche. Los fantasmas urbanos deambulan en la marginación y en la recuperación de la identidad ancestral de la vida moderna del sujeto de la “Mapurbe” (eres tierra y barro/ mapuche sangre roja como la del apuñalado/ Eres Mapuche en F. M. (o sea, Fuera del Mundo) / eres la mapuche “girl” de marca no registrada/ de la esquina fría y solitaria apegada a ese vicio). El espacio habitado por el mapuche en la urbe, se vuelve particular, es propio de ellos, en los que están desplazados, exonerados de su tierra, pero son espacios que los liberan interiormente, su imaginario reside en ellos (Mapurbe; / la libertad no vive en una estatua allá en Nueva York/ la libertad viven en tu interior/ circulando en chispa de sangre/ Y pisoteada por tus pies). Son espacios que están reservados para la convivencia de los sueños del imaginario mapuche y las estructuras del orden moderno dominante, pero en las que el sujeto mapuche transforma en espacios de subversión contra el sistema, se resiste no sólo a través de su cultura, busca ligarse a otras también, adopta por ejemplo características de las tribus urbanas (Kumey kuri malén/ loca mapunky pos-tierra/ entera chora y peluda/ pelando cables pa” alterar la intoxicada neuro). Los emplazamientos heterotópicos de crisis han sido determinados por la marginación de la sociedad moderna de Santiago, la “Mapurbe” ha sido marcada por la segregación de las hegemonías religiosas, del racismo marcado por el poder cultural del Estado (In the name of father/ of the son/ and the saint spirit/ AMÉN/ y no estás ni ahí con ÉL/ Lolindia, un xenofóbico Paco de la Santa Orden/engrilla tus pies para siempre/ Sim embargo/tus pewmas conducen tus pasos disidentes).

Así también, los espacios heterotópicos de la “Mapurbe” se proyectan como propios en el curso de la historia. En ellos se liberan las imágenes poéticas de la experiencia fáctica del sujeto mapuche en la vida urbana de Santiago. Su funcionamiento se posiciona en el papel determinado que juega la vida moderna en la sociedad. Los fantasmas urbanos se funden en los sueños ancestrales mapuche y las características particulares de la modernidad. El poema “Lautaro” de Aniñir, refleja el paso de estos fantasmas que llaman a la resistencia de la cultura en las redes del sistema tecnócrata. El sujeto del “Mapurbe” resiste en el espíritu de los héroes de la cultura de antaño, están presentes en los fantasmas de los espacios urbanos, prestos a seguir simbolizando la memoria de la lucha y la resistencia (Eres caballo galopando sobre el mar/subiendo y bajando ventisqueros/ En esta época del mal/ Galopas, relinchas y brincas sin apero/ Solo, / A pelo, / Contemplativo/ Reflexivo/ Cicatrizando la costra diaria del vuelo). Son fantasmas que subsisten en la heterotopía de la sobrevivencia y lo subversivo, en el territorio demarcado para el mapuche de la ciudad de Santiago, pero que niega a la muerte de su cultura en pos de la tecnología, de la invasión de los medios y la globalización (CiberLautaro cabalgas en este tiempo Tecno-Metal/ Tu caballo trota en la red/ Las riendas son un cable a tierra/ Que te permiten avanzar/ Como un werkén electrónico/ De corazón e-leck-tri-za-do).Son fantasmas que buscan en la heterotopía urbana del “Mapurbe”, el camino del retorno al universo de la cultura originaria (. Lautaro/ Montado sobre este peludo sistema/Cabalgas en la noche/ Pirateando sin miedo el medio/ Chateando cerebros y conciencias/ Pasando piola en la red). Son fantasmas que buscan alcanzar la significación en los espacios marginados de la urbe, a los que están condenados a vivir en la heterotopía de la crisis, subsistiendo a la invasión de otras culturas, refugiándose en canciones ajenas, de otras lenguas, otras estructuras , marcando la vivencia del nuevo ser mapuche, del “Mapurbe” (Neo Lautaro/ Peñi pasajero de este viaje/ Cachaste que hay vida después de la muerte/ Y muerte después de la vida/ Como lo decían aquellas mariposas/ Con el zumbido de sus alas aceradas/ Escuchando IRON MAIDEN).

Los espacios heterotópicos de la “Mapurbe” están determinados a permanecer un buen tiempo. Aunque con los años, la cultura ha comenzado a ser reconocida dentro de la diversidad urbana, los procesos del Estado tecnócrata siguen sumiendo en la marginación a los territorios habitados por el sujeto mapuche en la ciudad. Estos lo vuelven espacios que también son penetrados por otros emplazamientos que en sí son incompatibles con la cultura originaria. El sujeto habitante de la “Mapurbe” convive al mismo tiempo con las tribus urbanas y los integra a su cultura, toma sus elementos para elaborar su propio discurso, establecer su propio saber local.

Los emplazamientos de la “Mapurbe” pueden ser recorridos por todos, pero como afirmara Foulcault, “(…) a decir verdad, esto es sólo una ilusión: uno cree penetrar pero, por el mismo hecho de entrar es excluido” (Foucault, 1984:5). Se trata de espacios reservados sólo para los sujetos mapuche urbanos, como manifestara también, el prólogo del texto “Mapurbe”, con respecto a las vivencias de la ciudad: “(…)  el sol cotidianamente cae sobre los sueños de nosotros, transeúntes obligados de las calles de concreto” (Lienlaf, prólogo en “Mapurbe”, 2005: 5).

En dichos espacios, la imagen poética del “Mapurbe” cobra validez, Aniñir procura el neologismo para definir la vida segregada en la ciudad. El “Mapurbe” no es un logos que esté conceptualizado más allá de la imagen poética, de la producción fantasmagórica que le imprime Aniñir. Su postura se toma en base a las lecturas que se hacen de su obra, la que quiere construir el centro del universo mapuche en sus palabras, el que desea levantar el camino al retorno de las viejas tradiciones, de la palabra del mapudungún, de las historias de la tierra; pero que tampoco puede dejar de lado el contacto y el desenvolvimiento con la vida moderna. El texto de Aniñir “Mapurbe”, establece un saber local, propio de la cultura mapuche urbana, con sus propios fantasmas, con sus propias simbolizaciones, en un territorio propio, marginado, en la periferia de la ciudad, en los sectores populares, donde el mapuche es aceptado con su cultura, en un espacio heterotópico dentro del emplazamiento de Santiago.

En el poema “Mapurbe” se puede hacer lectura del espacio propio del mapuche urbano, sumido en la miseria de Santiago (Somos mapuche de hormigón/ Debajo del asfalto duerme nuestra madre/ Explotada por un cabrón), relegado a la sobrevivencia en actividades de bajo lucro (Nacimos en la mierdópolis por culpa del buitre cantor/ Nacimos en panaderías para que nos coma la maldición), la marginación social  los ha destinado a seguir ensimismados en los mismos roles sociales (Somos hijos de lavanderas, panaderos, feriantes y ambulantes/ Somos hijos de los que quedamos en pocas partes), pero mantienen la viveza de los antiguos sueños, de la herencia ancestral, del recuerdo de los héroes de antaño, la identidad permanece oculta tras los vaivenes de la ciudad ( Somos hijos de los hijos de los hijos/ Somos los nietos de Lautaro tomando la micro/ para servirle a los ricos/ Somos parientes del sol y los truenos/ Lloviendo sobre la tierra apuñalada).

En síntesis, la figura del “Mapurbe” se proyecta en el espacio heterotópico de la periferia santiaguina, sobrevive al sistema bajo su propio amparo y  el discurso subversivo que se entona en los espacios literarios, como la poesía de David Aniñir. El sujeto mapuche urbano preserva su cultura, pero también se adapta y la integra con las perspectivas de la sociedad moderna. A través del “Mapurbe” se instala un saber local, propio, que emerge desde las culturas sometidas y que desafía al discurso hegemónico de la tecnocracia.

V.- Consideraciones Finales
La producción fantasmagórica en el cruce del empirismo y del imaginario se construye simbólicamente en diversas manifestaciones, como sucede con la publicación y presentación de diversos textos basados en la experiencia fáctica del sujeto mapuche en la ciudad. En este particular caso, la constitución del “Mapurbe”, remite a una obra del poeta David Aniñir, que se marca por su especial connotación del neologismo mencionado y una poesía corrosiva, sarcástica e irónica, que busca denunciar y a la vez establecer los espacios marginados del sujeto mapuche en la urbe santiaguina.
A través del “Mapurbe” se instala un nuevo precedente en el imaginario mapuche contemporáneo. Con él, los sueños del Azul profundo, las historias del fogón, las memorias de los ancestros, permanecen en las estructuras de la imaginería y del orden del mito; pero se entremezclan con las perspectivas del Estado moderno. Es decir, el individuo de la cultura mapuche funde sus antiguas imágenes con las de la sociedad globalizada y erigen un nuevo discurso, subversivo a la hegemonía que lo margina, con su propio pensamiento, sus propios simbolismos, y en un espacio heterotópico, que se proyecta en torno a los emplazamientos de la periferia de Santiago.
Finalmente, cabe decir que la producción de los fantasmas urbanos está ligada a los cambios que vayan existiendo en el conocimiento empírico o a las nuevas estructuras de imágenes que se arraigan en el imaginario colectivo. El cruce de ambos de ambos es lo que determina los nuevos simbolismos del lenguaje, lo que interviene la cultura dominante, lo que hace emerger los espacios, los discursos, las representaciones sometidas por las hegemonías.

 

Bibliografía Directa
  • ANTILLANCA, Ariel et al. Escritos Mapuches 1910-1999. Santiago de Chile. LOM Ediciones. 2000.
  • ANIÑIR, David. Mapurbe. Venganza a raíz. Santiago de Chile. Talleres Gráficos “El Sindicato”. 2005.
  • BACHELARD, Gastón. La poética del espacio. París. Fondo de Cultura Económica de Argentina. 1965.
  • CHIHUAILAF, Elicura. Recado confidencial a los chilenos. Santiago. Editorial Lom. 1999.
  • FOUCAULT, Michel. De los espacios otros. París. Architecture, Mouvement. 1984.
  • HUENÚN, Jaime. “Mariposas huyendo de la niebla (…)” en Ulmapu Nº1. Santiago de Chile. Ediciones Ulmapu. 2007.
  • SILVA, Armando. Imaginarios urbanos. Bogotá. Editorial Tercer Mundo. 2000.
  • VERA, Richard et al. El despertar del pueblo mapuche. Nuevos conflictos, viejas demandas. Santiago de Chile. LOM Ediciones. 2005
Bibliografía Indirecta
  • HUENÚN, Jaime. La memoria iluminada. Poesía mapuche contemporánea. Málaga. Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga. 2007
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