EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
PORTADA | PUBLICAR EN ESTE SITIO | AUTOR@S | ARCHIVO GENERAL | CONTACTO | ACERCA DE | ESTADISTICAS | HACER UN APORTE

— VER EXTRACTOS DE TODOS LOS ARTICULOS PUBLICADOS A LA FECHA —Artículo destacado


“Piñata”, las fragilidades del Pop lárico.

por Claudia Kennedy
Artículo publicado el 23/01/2011

La crítica a un libro como “Piñata” de Andrea Ocampo (2011) implica comprender las peculiaridades de lo latinoamericano: que están arrojados a los procesos culturales, violencia; la apuesta por formas escriturales: mutaciones desde lo hablante hacia un él hablante; las memorias: acciones presentes y sobre escriturables; y la idea de lo lárico: orden apabullante pero plausible de nuevas reescrituras, en donde lo pop(ular) suele aparecer como motor.  En Piñata existe una cuatripartición (cuatro formas combinables de pequeños mundos) en la observación y escritura de lo hablante.

Andrea Ocampo  escritora chilena de ensayos como “Patio 29: La democracia imaginaria” (Animita Cartonera, 2007) y “Ciertos Ruidos: Nuevas tribus urbanas chilenas” (Editorial Planeta, 2009), nos entrega su primer libro de poemas: “Piñata”, bajo el sello Ripio Ediciones como parte de la colección Nada se escurre. En dicha colección (que integra el trabajo de un escritor y un artista visual) la autora y Felipe Santander (artista visual) crearon en dialogo un libro-objeto que integra distintos elementos visuales como: arco-iris,  banditas (impresas y como objetos), junto a imágenes de Michael Jackson (stickers e impresiones varias), chubis (dulces de colores), lentejuelas, además de pegatinas individualizadas para cada ejemplar y clips de colores bajo la idea pop(ular) de diario de vida. Idea que satura  la noción de libro, de forma cómoda por parte de Santander, que repercute quizá restándole posibilidades visuales/imaginativas del texto.

En “Piñata” nos encontramos con una forma de escritura bastante pausada, muy contraria a versos o líneas aceleradas y torpes.  Un ritmo no fácil de adquirir sobretodo si a medida que avanza la lectura se torna suave, densa y calma. Piñata es un libro escrito visualmente de dos maneras; la primera sección corresponde a textos en prosa sin salir de la idea de poema: “[…] Marcharé a otro lugar. Adelanto el coro, prendo la pantalla: todo es doble. Pinto la piel negra que despegaste, comoamamá cuando la culpa. A veces pienso que siempre”. Marcha suave su escritura hacia la transformación del cuerpo y del lenguaje: del cuerpo tocándose y mutilándose por desprecio y desgaste: “[…] Nos organizamos: dieta, vela, arena y la densidad tan grande que usamos […]”; donde se transforma el lenguaje a través de la búsqueda (y llegada) hacia nuevos límites del texto en prosa. Sin embargo, en ocasiones Ocampo, comete las torpezas de otros escritores que, al intentar experimentar, caen en una prosa novelesca y crónica, fijando el ojo hacia la narrativa y no hacia la poesía; desviándose, y con ello, relegando la prosa al ejercicio, como si fuese una liviandad y no un género sobresaliente.  A pesar de ello, “Piñata” se sobrepone, pues estas torpezas sirven para realzar la forma de este conjunto de imágenes, le da matices a la unidad de una historia total u holística donde una niña perteneciente a un club de fans de Michael Jackson se enfrenta al acontecer y ocaso de un ídolo, quizá imaginado, quizá artificial, pero que constantemente pone en duda la categoría de lugar (físico, fisiológico, geopolítico y del hablante).

No obstante, es demasiado arriesgado afirmar que la hablante de “Piñata” es una niña -una fan que toma voz desde el relato fantástico y desde la conservación del fanatismo y sus mundos- o bien, una niña robusta y latinoamericana, como tantas otras con las “[…]mugrientas boquitas[…]” que hilvanan el imaginario pop(ular) de la ciudadanía de tercera, cuarta o quinta categoría (mujer + latinoamericana + adolescente + robusta + friki). La hablante, sin embargo, se identifica mediante objetos y con ellos (le) habla a/de su ídolo que ha sido importado desde el/un/algún país de las oportunidades.

Para ser mas precisa, la hablante es lo hablante: una condensación de sentidos (decepción, rabia, agonía, inutilidad,) en donde se ponen en juego muchos objetos (cuerpo, banditas, camas, carta, pósters, suflé, torta, chaya, pijamas, flúor) y un mecanismo de lo popular que se encuentra fuera del lugar. Estar fuera de lugar, implica también la imposibilidad de una identificación con el travestismo poético. Ocampo se sitúa –desde su investigación, como desde su poética- fuera del lugar de las categorías de género, aunque grácilmente queer: “No somos él, no somos ellos. Ni siquiera ellas. Tocamos las letras […]”.

Texto a texto la autora va descifrando, muy sutilmente, el hacer literario, forjando a “Piñata” como un lugar donde caben papeles picados; deshace la hechura literaria, luciendo entramados de arte poética y vigor estético cuando aparecen imágenes de infancia, la legitimidad o no de la(s) memoria(s) y sus oscuros trances…, o la visión contemporánea mediante el ejercicio crítico (geo-socio-político) “En éste país teñimos cuentos para dormir.  Nos hace feliz la transformación […]”. Idea sinuosa es el referido a la infancia y su fragilidad, así como también la posibilidad de los pueblos de transformarse, a través de la búsqueda de un fin, aunque ello implique mentir, dañar, violar derechos, contar historias oficiales en la educación básica privando a los niños, niñas e infancias otras de conocer y sentir otras narraciones. En este sentido, el impacto del temor se hace presente como crítica socio-geo-política sin el cliché del panfleto. Andrea llama a todos los lectores a pasear por narraciones cercanas e imaginables, con lo que intenta involucrarse contextualmente con la mirada  y el contexto de su lector. Critica, así mismo, la utilización del concepto de transformación y de cambio cuando no es bien utilizado, sobretodo cuando se trata de los discursos oficiales donde se equipara la transformación con el “desarrollo (del país)” pero sin embargo, dicha transformación/progreso implica siempre una vuelta, un giro hacia la conservación de tradiciones militares. Ésta es una contradicción oficial/impuesta/tradicional en la que deambulan las niñas del fans club, y donde su infancia cobra un papel fundamental para la fragilización de cualquier pedagogía; esta es seguramente la denuncia de la autora.

Poesía es síntesis. Con “Piñata”, Ocampo la busca y la alcanza. A través de episodios violentos de niñez nos inmiscuimos en los imaginarios de cumpleaños en Latinoamérica, como un espacio que al igual que la piñata, conjuga diferencias en su interior. Un espacio violentado, golpeado, profanado; al igual que la infancia en éste libro, visto como el lugar del margen tribal y de la tétrica maquinaria de los poderes socio-culturales.

Ocampo nos invita a la reflexión acerca de los límites de lo permitido: acaso la imagen de MJ (Michael Jackson) no es  el ícono de lo que no quiere ser contado en la sociedad global, lo mismo con Lewis Carroll y Paul Anka (nombrados en el libro); acaso “Piñata” no es el espacio en donde se reúnen estos agentes (iconos populares) y procesos (violencia del cuerpo-propio y ajeno). Pues bien, el mecanismo de lo popular es el que articula secuencias y fragmentos acerca del cuerpo: la nariz de MJ es un trozo de esa totalidad, así como los niños/hijos son cuerpos en proceso de aceptación de sí. Pero es también, una mirada cercana sobre la infancia como mecanismo portador de un cuerpo violado,  en tanto ella se vincula con su fragilidad como una piñata.  Guiña al mismo tiempo y a través de un icono pop (violador), la fragmentación del cuerpo como método de enseñan para el temor de los movimientos del cuerpo.  La culpa como violencia no-material (“comoamamá cuando la culpa”) asegura la cuatripartición de la piñata como síntesis cabal de las infancias/ lo pop/ los cuerpos/ las violencias.

En lo que respecta visualmente a la segunda sección “La pieza rota”, se exponen textos en verso que mantienen la idea de lo hablante, de lo queer absolutamente fortalecido en cuanto al sentido escritural; pero absolutamente lúgubre en cuanto a las fragilidades, despedazando los espacios del cuerpo como si lo hablante fuese ella en él: como si la niña que aparecía en la primera sección del libro ingresara al cuerpo blindado de Michael Jackson “[…]cuál es el costo de borrarnos al padre/ de borrarnos el cuerpo[…]qué será de Annie/los patines rosados/o de los párvulos sin tres/gatitos con tiña[…] realizando, con ello, el paso de lo hablante hacia el hablante: de lo inabarcable hacia un él (tiempo) inabarcable pero definitorio para la representación de las memorias “[…] acaso me han destrozado los días/acaso persiste el lugar donde el daño es mácula/ y el espacio/una línea áspera bajo la edad[…]”

La linea dibuja el paso de lo hablante hacia el personaje, donde el hablante se involucra para borrarse o tacharse desde el interior de la historia, de su historia. De éste modo Ocampo logra acceder a la tachadura del nombre y pareciera que el lugar de origen se resuelve lisa y llanamente borroneándose, pero las consecuencias de su borradura no se resuelven ni se pretenden resolver en éste libro, sino exponernos a la existencia de tal conflicto “[…]Yo soy/ yo soy el nuevo cristo de la aniquilación taquigráfica[…]”. El nombre tachado no es, ni será, nombre borrado.

En definitiva “Piñata” es un libro donde dialogan constantemente cuatro sistemas (las infancias / lo pop / los cuerpos / las violencias), identificables como totalidad de memorias que nos invitan a reflexionar en torno al oficio escritural: sus alcances críticos, técnicos y de sentido que nos dan la mano (a lectores/escritores) para previsualizar las condiciones (materiales y no) del escritor. Dispuesta bajo la semejanza al Lar, y distinta a otros libros que han sido publicado es estos últimos tiempos, encontramos semejanzas con Marcos Arcaya (“Medical Pet”) quien, si bien se involucró con un involuntario e incipiente Pop-lárico se situó en el lugar de lo rururbano a través de elementos pop vaciados o despreciados. Ocampo sin desprecios ingresa a una pulsión semejante, donde lo lárico -tan propio y tan vigente en jóvenes escritores luego de Teillier- es expuesto como resignificación y cambio. La autora forma parte del cambio literario que las nuevas escrituras locales trabajan mediante las tachaduras (tachadura) y el desgranarse de lo lárico y lo rural, mediante la des-situación y el desdibuje de las nuevas formas de lo hablante y sus espacios.

“Piñata” de Andrea Ocampo
Editorial Ripio
Enero de 2011

 

Print Friendly, PDF & Email


Tweet



Comentar

Requerido.

Requerido.




 


Critica.cl / subir ▴