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20 años sin Phil.

por Iván De la Torre
Artículo publicado el 09/09/2003

1. Del medio al fin:
Philip K. Dick gana el premio Hugo.
Philip K. Dick escribe un puñado de obras maestras y desaparece.
Philip K. Dick reaparece para contar como sobrevive un adicto a las drogas.
Philip K. Dick recibe un mensaje divino.
Philip K. Dick deja inacabada una novela.
Philip K. Dick muere.

Puede ser 1957, 1964, 1969, 1974 o 1980. No importa. Hay drogas, mujeres, visiones divinas y profecías; hay un escritor que cree que el sentimiento más importante es la empatía; hay policías y panteras negras y archivos volados y enemigos —visibles, invisibles, reales e imaginados—; hay ideas que se repiten, hijos, clínicas, pastores, tratamientos inútiles y tardíos, una película en marcha.
Y, todavía, aún, también, sí, alguien que escribe manoseados apuntes personales sobre la locura, la droga, los miedos, la censura y la agobiante irrealidad del mundo. Alguien empeñado en sobrevivir y no callarse. Sobretodo, no callarse.
Philip K. Dick.

2. El efecto Dick
En 1995 leí que Philip K. Dick había muerto.
El Péndulo dedicaba una página entera a recordar que uno de los mejores escritores del género había sufrido un ataque al corazón en su casa de California.
Siete años y veinte libros después solo tengo una pregunta: ¿esto es real o solo un simulacro para engañarme?

3. Esto es real
Philip Dick sufre pesadillas con su hermana gemela que murió en el parto miebtras lee ciencia ficción en Amazing y Astounding, coloridas revistas que le dan sus primeros héroes.

A los 18 años abandona su casa, su trabajo y a su madre. Se casa y publica su primero cuento: Roog.

En 3 años escribe setenta y cincos cuentos. Alguien le aconseja escribir novelas «porque rinden más». Dick decide que esta cansado de comida para perros, -«es demasiado dulce»-, y lo intenta.

Ojo en el cielo (1957), El tiempo doblado (1956) y Tiempo Desarticulado (1959) son los primeros ejemplos efectivos de su obsesión por la manipulación de la opinión pública, el abuso del poder, la paranoia y el armamentismo; retocadas versiones de las novelas «reales» que empiezan a acumularse en los cajones cada vez mas chicos de su casa.

Se divorcia, vuelve a casarse y publica su primer y único premio Hugo: la novela El hombre en el castillo (1962), una ucronía escrita bajo el influyo del I-Ching, en la que un derrotado Estados Unidos es ocupado por Alemania y Japón.

Con Tiempo de Marte (1964), historia del planeta dominado por un sindicato de plomeros, inaugura su periodo de genio. Llegan Los tres estigmas de Palmer Eldritch (1965), Aguardando el año pasado (1966), ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), Gestarescala (1969) y Ubik (1969), novelas sobre gente común acosada por la irrealidad de un mundo que se debate entre el sueño y la pesadilla.

John Lennon dice que le gustaría filmar Los tres estigmas…; el mismo Lennon declara: «El sueño terminó». Dick le hace caso y deja de escribir; prefiere desaparecer entre «muchachas que no sabían que era escritor» y «hombres que tienen tan quemada la cabeza que no sabes como sobreviven».

Deambula por convenciones y fiestas de amigos. Es perseguido por el FBI y el fantasma de Nixon. Se pelea con un grupo de panteras negras que viven cerca de su casa y visita Francia, donde olvida discursos y balbucea incoherencias sobre reencarnaciones y gatos muertos.

Pasan dos años. Sus novelas Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (1974) y Una mirada a la oscuridad (1977), cuentan parte de esa «semana perdida» en una mezcla de ficción, realidad, universos paralelos, drogas y estados policiales.

Publican su primera novela real: Confesiones de un artista de mierda (1975). Dice, —y repite a quien quiera oirlo—, que una entidad extraterrestre con forma de rayo rosa le reveló, en 1974, La Verdad.

Por si quedan dudas lo escribe en una tetralogía formada por Valis (1981), La Divina Invasión (1981), La transmigración de Timothy Archer (1982) y Radio Libre Albemut (1985).

El mismo se convierte en el «Amacaballo Fat» de Valis.
Ridley Scott decide filmar ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?.
Dick comienza a ganar dinero.
Cuando se estrena la película esta muerto.

4. Seis definiciones en busca de Dick
Un hombre perseguido por su propia pesadilla que le dice que la realidad es solo un montaje destinado a engañarlo.

Un hombre que entra en sus novelas por la puerta trasera, desde donde ilumina su propia vida, rellenando huecos con esposas malvadas y adolescentes de cabellos oscuros que redimen a personajes que no son, —ni quieren, ni pueden ser—, héroes.
Un escritor mainstream que escribió ciencia-ficción con el material de sus siempre rechazadas novelas reales.
Un pesimista ilusionado.
Un consumidor de drogas paranoíco.
Un humanista.
Todo eso.

5. The Philip K. Dick Experience
¿Porque seguimos leyendo a Dick? ¿Porque, 20 años después, uno de los escritores más admirados y peor pagados del mundo sigue siendo un visionario entre charlatanes? ¿Porque Tom Cruise y Steven Spielberg deciden que esos mundos decadentes valen la pena y filman Minority Report?

Algunas respuestas:
Dick sobrevive por sembrar la confusión en un mundo repetidamente real, por preguntar lo obvio, por repetir, infinitamente, ¿de que color es el caballo blanco de San Martín? y no quedar convencido ante las respuestas.
Por formular nuevas preguntas.
Por Roog, el perro que enloquece pensando que los basureros son monstruos que roban mercaderia valiosa; por E. J. Elwood, construyendo su barco ante las burlas de los vecinos; por los marcianos colgando de los arboles antes de ser asesinados; por el hombre que fabrica capuchas para evitar que un gobierno autoritario lea sus pensamientos.
Por todo eso.

En la guerra, en un futuro represivo, en el presente cercano. En medio de la oscuridad, el frío y el miedo. Sin naves brillantes, ni robots perfectos, ni maquinas obedientes y sumisas, los extras son convertidos en estrellas, hombres y mujeres enfrentados a situaciones ilógicas, terribles y absurdas, sin una puerta de emergencia por donde escapar.

Retazos de realidad pegados en un mundo desenfocado que amenaza constantemente con el colapso. Allí es donde la pequeña figura —llamada Roog, E. J. Elwood o Joe Chip— cobra sentido.

«Solo sé una cosa sobre mis novelas. En todas ellas, una y otra vez, este hombre insignificante se autoafirma por medio de su atolondrada y fatigosa lucha… tiene el tamaño de un mosquito, apenas puede hacer nada, pero mientras esté ahí, como una minúscula figura paterna, todo irá bien.»

Todo ira bien.
Adios, Phil.

 

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