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Aspectos generales de «La Visión de Tundal”.

por José Antonio Alonso
Artículo publicado el 24/03/2008

“La Visión de Tundal” es un interesantísimo y bellísimo texto medieval que tuvo una enorme popularidad en la Edad Media durante al menos tres siglos. El texto original (Tractatus) fue escrito en latín en el siglo XII por un monje benedictino irlandés llamado Marcus del que apenas se sabe nada y a instancias de una cierta Abadesa G., identificada posteriormente como Gisela en una traducción al alemán llevada a cabo por el sacerdote alemán Alber y de la que se tuvo constancia histórica en un convento benedictino de monjas situado en Regensburg durante el siglo XII. La fecha de la composición del texto gira en torno a 1149. La traducción de Alber del texto latino al alemán no fue la única traducción que se hizo. Tras él vino una larga lista de traductores y adaptadores. Uno de ellos fue Helinand que abrevió la versión de Marcus suprimiendo muchas de las referencias celtas incluidas por Marcus en el texto. La versión de Helinand parece haber sido la fuente principal que inspiró la versión de Tundal de la obra Speculum Historiale de San Vincent de Beauvais, escrita entre 1244 y 1254. Y la versión de San Vincent, a su vez, parece haber inspirado la versión poética inglesa (adaptada al menos a 13 variantes dialectales del inglés medio-medieval) hallada en cinco manuscritos del siglo XV. El monje benedictino extrajo elementos de muchas otras obras muy conocidas por entonces en el siglo XII; obras como “la Visión de Drythelm”, registrada en el año 696; “La Visión de Furseus” de Beda que incluyó en su “Historia Eclesiástica” en el año 731; “el Apocalipsis de San Pablo”, un texto apócrifo de finales del siglo IV; y “la Visión de Wetti” escrita en el año 824. “La Visión de Drythelm” relata la historia de un buen hombre que muere y que resucita a la mañana siguiente para relatar su experiencia a su mujer después de muerto. Tras su vuelta del mundo subterráneo cuenta cómo un ángel resplandeciente le lleva a conocer los horrores de los castigos del purgatorio entre las almas condenadas que viven atrapadas en globos de fuego; cómo los demonios tratan de apresarlo y cómo el ángel lo salva y lo conduce a un lugar de gozo y luz en el que desea permanecer, aunque no pueda hacerlo por tratarse de un lugar de tránsito para los que esperan su entrada al cielo. Existe otro interesante texto de la llamada “literatura de visiones” llamado “La Revelación del Monje de Eynsham”. Es una obra de finales del siglo XV que está basada en el texto de finales del siglo XII titulado “Visio Monachi de Eynsham”, escrito por Adam de Eynsham, autor también de la “Magna Vita Sancti Hugonis”. Esta obra relata la asombrosa visión del purgatorio y del paraíso por Edmund, hermano de Adam mientras se quedó inconsciente durante dos días la Pascua de 1196. En el Purgatorio y el Paraíso Edmund se encuentra con una serie de personajes históricos de la época, como Enrique II. El texto se ha conservado en dos copias de una versión impresa en Londres hacia el año 1483 por William de Machlinia. En “La Visión de Tundal” se encuentran muchos elementos análogos a los existentes en “La Visión de Drythelm”. El protagonista del texto se presenta como un pecador que ha cometido los ocho pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza, y, según la tradición irlandesa, la traición. La historia comienza cuando Tundal es invitado a cenar por un vecino suyo. En mitad de la cena, Tundal sufre un ataque y muere. Su alma sale del cuerpo y viaja a un sombrío y oscuro lugar. El ángel guardián de Tundal aparece entonces y lo acusa de no haberle prestado la debida atención en vida cuando éste estaba más centrado en los placeres materiales y carnales y en hacer el mal a los demás que en preparar su alma para gozar del cielo tras su muerte a través de la caridad y las oraciones. Tundal admite su culpabilidad y comienza un arduo y complicado periplo a través del purgatorio. En una de las versiones inglesas, la que se encuentra en el Manuscrito Advocates, la experiencia de Tundal tiene lugar en diez Passus (o pasos-secciones); siete Gaudia (o gozos) y una Reversio Anime, un apartado en la que se cuenta como el alma de Tundal regresa finalmente a su cuerpo para permitirle referir a sus convecinos su experiencia tras la muerte, reformarse moralmente y advertirlos de que no sigan su camino de maldad para evitar morar en el infierno para toda la eternidad. En el primer Passus, Tundal contempla a los terribles demonios por primera vez y se enfrenta a su primera experiencia de dolor física y psicológica. En el Passus II, las almas de los que fueron asesinos en vida son atormentadas en el fuego de una fosa pestilente. En el Passus III, los ladrones y estafadores expían sus culpas en el fuego y en el hielo. En el Passus IV, los soberbios sufren sus purgan sus pecados en una fosa de fuego y azufre por encima del cual cuelga un puente estrecho. En el Passus V, los codiciosos y avariciosos están condenados a entrar al estómago de Acherón con el fin de recibir tormento con fuego y hielo. Tundal no escapa al castigo y dentro de la barriga de Acherón es mordido por leones y víboras. En el Passus VI, los ladrones, y en especial los sacrílegos y blasfemos, reciben su castigo en un lago repleto de bestias. En el Passus VII, los que han cometido pecado de lujuria son ajusticiados en un enorme horno. Sus almas son cortadas a pedazos por los demonios, reformadas y vueltas a cortar. En el Passus VIII, los clérigos y religiosos que cometieron el pecado de lujuria en vida son engullidos por una enorme bestia e infestados de ponzoñosas serpientes y alimañas que entran y salen de sus cuerpos. En el Passus IX, se cuenta cómo los pecadores que han cometido diferentes pecados deben ser atormentados en la forja de Vulcano. En ella los pecadores son zarandeados por herreros infernales que los golpean con martillos. El último Passus se dedica a la descripción del infierno y del mismo Satán. En los Passus I-IX, Tundal pasa por diferentes estadios y tormentos del purgatorio. Los almas no han sido juzgadas aún, simplemente tratan de purgar sus culpas y pecados hasta el Día del Juicio Final; día en el que se decidirá si van al cielo o al infierno. El Passus X describe el infierno y a las almas que ya han sido condenadas a morar en él por toda la eternidad debido a los terribles pecados cometidos. Aquí podría culminar el poema, sin embargo, Marcus trata de mostrarnos mundos mejores en los siete Gaudia o gozos. Tras la atmósfera de clímax ascendente de los diez Passus hacia Satán y el mundo infernal, Marcus nos presenta en los primeros dos Gaudia un purgatorio menos horrendo. En el Gaudium I no hallamos almas que se hallan en un lugar más tolerante que en los Passus anteriores, a pesar de que padecen hambre y sed. Estas almas están destinadas a alcanzar la salvación, pero hasta que eso ocurra, éstas no están exentas de dolor. En el Gaudium II Tundal reconoce a los reyes irlandeses Cantaber (Conor O´Brien), Donatus (Donough MacCarthy) y Cormake (Cormac MacCarthy). Los Gaudia III-VI muestran una serie de lugares muy bellos decorados de una manera elegante y en los que habitan las almas justas y virtuosas, incluyendo los casados honestos, mártires, vírgenes, clérigos virtuosos y aquellos que han fundado y apoyado iglesias y órdenes religiosas. En el Gaudium VII, dedicado a una visión del cielo, el ángel y Tundal suben a la cima de la muralla más suntuosa hecha con gemas preciosas y cubierta de oro. Desde esa posición contemplan toda la creación: la tierra, el purgatorio y el cielo. Tundal contempla las nueve órdenes angelicales que alaban a Dios por toda la eternidad y a la misma Trinidad. Allí se encuentra con San Ruadán, el santo patrón de Lorrha en el condado de Tipperary, y a San Patricio, patriarca de la Iglesia Católica Irlandesa. Finalmente, el alma de Tundal regresa a su cuerpo para vivir conforme a los principios que su experiencia le ha reportado. En el texto se dan cita dos tipos de meditación, una de horror, y otra de esperanza, algo muy propio en el marco de la espiritualidad cisterciense. Los pasos van del tormento a la desesperanza; los Gaudia van del sufrimiento más moderado a la felicidad suprema, de este modo, el autor provoca dos situaciones de clímax que, lejos de producir disparidad formal y estilística, se alternan. La idea será provocar el espanto del lector a través de una catarsis muy bien elaborada con elementos y componentes muy bien pensados, pero al mismo tiempo ofrecerle la esperanza del perdón y de la misericordia divina si se arrepiente de sus pecados.

Fragmento de “The Vision of Tundal” (Inglés medieval o “Middle English”)

Jesu Cryst, lord of myghttus most,
Fader and Son and Holy Gost,
Grant hem alle Thi blessyng
That lystenyght me to my endyng.
Yf ye that her ben awhyle dwell,
Seche a sampull Y wyll yow telle,
That he that woll hit undurstand,
In hart he schall be full dredand
For hys synnus, yf he woll drede
And clanse hym her of his mysdede.
In Yrlond byfyll sumtyme this case
Sethyn God dyeyd and from deythe arase.
Aftyr that tyme, as ye may here,
A thowsand and a hondryt yere
And nyn wyntur and fourty,
As it hys wretyn in tho story,
I woll yow tell what befell than
In Yrlond of a rych man;
Tundale was is right name.
He was a man of wykud fame.
He was ryche ynow of ryches,
But he was poore of all gudnesse.
He was ay full of trychery,
Of pride, of yre, and of envy.
Lechery was all his play,
And gloteny he loved ay.
He was full of covetyse
And ever slouthe in Goddus servyse.
Nou warkus of mercy wold he worch;
He lovyd never God, ne Holy Chyrch.
With hym was never no charyté;
He was a mon withowton pyté.
He loved well jogelars and lyers.
He mayntyniod ay mysdoers.
He lovyd ay contakt and stryve.
Ther was non holdyn wors on lyf.
Yett nold not God is sowle tyne,
For He hit boghthe from Hell pyne,
For His mersy passud all thynge.
But Tundale had an hard warnyng,
For as he in his transyng lay,
His sowle was in a dredeful way.
Ther hit saw mony an howge payn,
Ar hit come to the body agayn.

(Traducción de José Antonio Alonso Navarro)
“Jesucristo, Señor Todopoderoso, Padre e Hijo y Espíritu Santo, bendecid a todos aquellos que me escuchen hasta el final, y a aquellos que tengan un poco de paciencia, yo habré de contarles una historia. Y ay de aquellos que se identifiquen con ella por causa de sus pecados, porque entonces se morirán de miedo y de espanto. Sin embargo, el propósito principal de esta historia será la de ayudar a los pecadores a enmendar sus pecados en esta vida. Escuchad, pues. Había una vez en Irlanda, en el año 1149, un hombre rico llamado Tundal que tenía una pésima reputación. Tenía en su haber enormes riquezas y lamentablemente, muy poco de bondad, pues era traicionero y pérfido, soberbio, colérico, y envidioso. La lujuria y la gula eran sus únicas pasiones. Era, además, avaro, y harto perezoso a la hora de honrar a Dios Nuestro Señor. Jamás hizo obras de caridad y jamás sintió amor alguno por Dios o por la Santa Madre Iglesia. Nunca dio limosna a nadie y nunca se mostró compasivo con ningún vecino. Gustaba de la compañía de juglares taimados y calumniadores de tres al cuarto y, siempre que podía, incitaba a blasfemar a los sacrílegos sin escrúpulos. Le agradaban las pendencias y las disputas. La verdad es que no había nadie peor que él. Sin embargo, no quiso Dios, que nos redimió de los tormentos del infierno por su infinita compasión, causarle mal alguno, mas sí quiso darle una lección después de su muerte, permitiendo que su alma aterrorizada conociese los tormentos y castigos de los demonios antes de que aquella pudiera regresar de nuevo a su cuerpo.”

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