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Ceñir la palabra y perfeccionar la forma. Sobre Arturo Texcahua.

por Luis Quintana Tejera
Artículo publicado el 19/08/2015

Arturo Texcahua. Ceñir la palabra.
México: Trajín, 2015.

 

A modo de introducción
Narrar no es una obligación, sino una verdadera vocación. Hay quienes consiguen hacerlo sin mayor esfuerzo y otros que no lo logran nunca. Hay quienes obtienen ostentosos premios y malgastan su tiempo tras la búsqueda del reconocimiento de los demás y, quienes vuelven la espalda a la eternidad que da la fama, para dedicarse solamente a escribir, simple y sencillamente, escribir.

En la sociedad tecnológica de hoy son muy pocos los que pueden vivir del fruto de la creación y, menos aún, los que serán recordados mañana. Hay nombres que destacan y que ocupan los principales anaqueles de las librerías de moda: de supuesto prestigio; pero, ¿se les tendrá en cuenta en un futuro ingrato o, debería decir “cruelmente justo”, en el que más temprano que tarde irán a caer?

¿Habrá pensado Dante en la eternidad de su nombre? ¿Cervantes pudo llegar a creer que su tímido caballero de la Mancha sería motivo de tantas discusiones y ocuparía un lugar entre las insólitas creaciones de una época? No dudo que lo llegaran a contemplar, porque una de las primeras tentaciones del hombre de letras tiene asiento en su propia arrogancia y, desde ella, miran al mundo con indisimulado desdén. Ellos dicen, al ser interrogados sobre sus escritos: “No es nada, apenas son tímidos intentos por explicar este universo en el que vivo”, pero interiormente piensan en su grandeza y se valoran mucho más que cualquiera de sus contemporáneos.

En la condición humana anidan esas debilidades, sólo falta saber interpretarlas. Más allá de la teoría que en lugar de ayudar, pone piedras en el camino de la comprensión de la obra, más allá de epítetos elogiosos que no son más que cortinas de humo que “velan la celeste llama” como diría Fausto en Goethe, más allá del adusto análisis, se yergue la verdad que representa la obra escrita. Escribir implica entereza, orden, consagración al arte que perseguimos y que muchas veces no se deja atrapar. Pero si medianamente lo logramos, “habremos llegado en arte a la mitad del camino” (Horacio Quiroga).

Ceñir la palabra
Arturo Texcahua se ha propuesto una tarea ciclópea: “dominar a la palabra”. Muchos lo han querido hacer y muchos más han fracasado. Al leer los relatos de este volumen nos encontramos con anécdotas, descripciones, representaciones, enumeraciones, intrigas, fábulas, todo ello manejado con un espíritu lúdico genial en donde hay más entusiasmo que técnica, pero que de igual manera ese entusiasmo constituye una muestra de la capacidad creadora de Texcahua.

Si tuviéramos que definir el subgénero de estos relatos, diríamos que se trata de mini cuentos que en el marco de la mini ficción se realizan. Pero dejemos esa tarea para la profesores de literatura y entreguémonos nosotros a la lectura recreadora de estos pequeños universos que el narrador de Ceñir la palabra nos presenta.

Todo autor parece realizarse en el marco de aquello que la crítica ha llamado alter Deus. Cada uno de los hombres en la profesión en que se desempeñen son pequeños dioses que dominan o creen dominar a su antojo el contexto en el que viven y actúan. Socialmente son amados o temidos, pero tarde o temprano terminan cayendo del Olimpo en que habitan. El narrador de Arturo Texcahua tiene sus propios personajes a quienes ha creado y a quienes los hace actuar de la forma en que este dominador de espacios lo cree conveniente. Podemos o no estar de acuerdo con estas atribuciones dadas a los protagonistas, sus hijos, pero lo inevitable es que todo lector debe acercarse a la ficción autoral y hacer con ella lo que mejor le venga en gana. Muchos de estos personajes, varios de estos ambientes, le permitirán al lector descubrir afinidades y cercanías. Comprenderemos a la princesa del table dance o pretenderemos cobijarnos en el moderno cobertor inteligente; pero todo ello no ha de constituir más que un ejercicio de libertad interpretativa en el que el lector perspicaz se dará permiso para participar.

Leamos nosotros también los dos ejemplos mencionados para observar en ellos el mayor o menor predominio de los factores conceptuales que nos muestra a un Arturo Texcahua compenetrado con el acto de narrar.

“La princesa del table dance”
El argumento de este cuento es muy sencillo, pero debemos guiar a nuestro lector en los aspectos fundamentales que despuntan en el texto. Éstos son:

1.  Una mujer a quien el narrador llama “princesa”, pero que trabaja en el ejercicio sui generis del table dance.

2.  “Un príncipe machín”, valga el oxímoron, camparte con ella ganancias y temores.

3.  Llega el salvador: un “caballero de sienes blancas”, que le ofrece a la princesa su protección y su amor, a cambio de la exclusividad.

4.  Con él consiguió sentirse “casi una reina”. Pero el tedio llegó, y ella buscó la distracción en otros brazos.

5.  Los amantes fueron descubiertos por el caballero de sienes blancas, quien actuó a la manera cruel de un vengador: eliminó —torturándolo— al galán imprevisto y regresó a la joven al sitio en donde la había encontrado.

Más allá del contenido argumental, el narrador nos acerca a la comprensión de un mundo que tiene por sello y guía a la literatura.

En primer lugar, el modo de narrar se caracteriza por la ironía expresada a través de varias figuras retóricas entre las que destaca el eufemismo, el oxímoron y los factores lúdicos. Nos atrevemos a decir que en este relato, es más importante lo que se calla que lo que se dice. La capacidad lúdica del narrador omnisciente nos lleva de la mano y nos invita a entender este pequeño universo en el que habita la anónima princesa.

Seamos claros, a una cortesana que se desnuda ante un público ávido, la designa como princesa; a un proxeneta que se aprovecha de ella como todo buen proxeneta lo haría, lo llama “príncipe machín” y, al redentor que no es más que un viejo con dinero que ha quedado prendado de ese cuerpo generoso, lo invoca como “caballero”. Lo lúdico prevalece así y la invitación a penetrar en este mundo dicharachero y febril no deja de ser interesante. Posiblemente, al modo en que lo habría hecho Rabelais, el narrador de este cuento juega con los factores en conflicto, se burla de los mitos sociales que involucran a la prostitución y sus gajes e involucra a personajes que están a la búsqueda del placer.

El cuento se cierra con una metáfora casi bíblica, con esa cabeza colocada en un argento plato que ofrecía al público con provocadora sonrisa.

El narrador sabe sorprender a sus fieles seguidores, porque después de haberlo guiado por un relato lleno de alternativas inesperadas, lo deja caer en un final conclusivo y reticente en donde la imaginación del lector debe llenar los espacios que han quedado vacíos.

“Para cubrirse en la cama”
Este relato lleva un sello incuestionable que es el de Juan José Arreola y su Confabulario. Las marcas intertextuales son inevitables en autores que, como es el caso de Arturo, leen y leen mucho y no sólo esto, sino que además se involucran críticamente con aquello que leen.

El narrador de este cuento, que más que cuento es una buena receta lúdica para enfrentar al amor y a sus posibles problemas, permite que el relato se articule en dos partes perfectamente diferenciadas: la primera, es una anécdota de una pareja en sus noches de sueño y erotismo.

Mi pareja y yo nos amamos y deseamos mucho. Durante la noche, cuando dormimos juntos, acercamos y estrechamos nuestros cuerpos desnudos, ya sea colocando nuestras piernas entre o encima de las del otro, o haciendo del pecho del compañero una almohada. […] En pocas palabras, nos anudamos en el mismo gusto de tal forma que parecemos luchadores practicando llaves complicadas y dolorosas. Por ello, esta prolongación nocturna de nuestro amor nos está causando problemas. (Texcahua 55).

El relato que empieza con un inocente toque erótico o sexual, acaba con una explicación de carácter cotidiano en donde vemos a esos cuerpos resintiéndose por el enorme esfuerzo físico realizado.

Pero la segunda parte titulada “Enamorados encimosos”, parece traer la respuesta a la preocupación de los cónyuges, respuesta fundamentada en un invento para amar mejor que alguien ha descubierto y patentado y que explica en este momento. Es un cobertor inteligente igual que las muñecas de Arreola del cuento “Anuncio”, las insólitas plastisex. ¿Qué hace esta frazada y para qué sirve? Todo lo que ustedes se puedan imaginar.

1.  Es eléctrica y tiene además baterías recargables.

2.  Se podrá tener contacto físico toda la noche sin agobiar sus músculos.

3.  Posee un sistema de regulación climática.

Y quién sabe cuántas cosas más que sólo tienen cabida en el dominio insólito de la literatura.

Únicamente leyendo este relato con atención se podrá entender esa capacidad de desarrollo lúdico que el narrador de Ceñir la palabra alcanza.

Conclusiones
Estas reflexiones finales las restrinjo a cuatro parámetros que entiendo sustanciales:

1.  Saber narrar es un acto de entrega, y en su desarrollo se descubren muchos factores que atrapan al lector como Texcahua lo sabe hacer.

2.  El narrador nos da una enseñanza lúdica en donde el espíritu juguetón de quien narra los hechos prevalece. Los niños siempre juegan y el adulto bien puede aprender de ellos esta técnica de desarrollo personal tan importante para la vida misma y para la convivencia entre los seres humanos. Quien sabe reír, también sabe distraer el ocio y el aburrimiento de los demás.

3.  Las alusiones más o menos ocultas a los intertextos indicados en el análisis, resultan básicas en este autor. Son representativas de una mente culta que sabe contar como ya lo han hecho muchos antes que él.

4.   El manejo del lenguaje figurado y sugerido aparece como esencial en la poética —en ciernes por supuesto— de Arturo Texcahua.

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