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Conversaciones con Gastón Baquero. A propósito de su fallecimiento.

por Luis García de la Torre
Artículo publicado el 15/05/2018

GASTON-BAQUEROEl poeta y editor cubano Felipe Lázaro fundó en 1987, en Madrid, la casa editorial Betania con la primera edición de Conversaciones con Gastón Baquero, entendiendo, o no, que se comprometía con Cuba e Hispanoamérica de ahí en adelante. Luego en 1994 presenta una segunda edición aumentada con prólogo del poeta y crítico colombiano Juan Gustavo Cobo Borda y epílogo del crítico y profesor cubano José Prats Sariol. Dieciocho años después en el 2012, en un mundo ya completamente digitalizado se vuelve a reproducir en versión electrónica (e-book) con textos del poeta peruano Alfredo Pérez Alencart y de los notables vates cubanos Jorge Luis Arcos y León de la Hoz. Y al celebrarse el centenario del nacimiento de Gastón en el 2014 se hace la edición impresa, también con Una introducción digital del mismo Felipe Lázaro e incluyendo una Aproximación para una bibliografía de Gastón Baquero actualizada hasta el 2012, y en portada la obra Flora No. 23 del pintor de la isla René Portocarrero.

A través de las cuatro publicaciones la casa editorial Betania ha hecho un ilustre trabajo “y de esa forma publicitar o promover su poesía (añado también al hombre y al autor), en momentos aquellos que apenas se le reconocía ni dentro ni fuera de su Isla”[1] por lo que bastas generaciones de cubanos, los de adentro y los de afuera, hemos agradecido este rescate perpetuo de una de las más grandes voces literarias nuestras.

Un 15 de mayo de 1997 en Madrid, ciudad donde residió desde 1959, deja de existir el poeta, ensayista y periodista cubano Gastón Baquero.

Reproduzco el inicio de las Conversaciones… en este doble homenaje, al autor y a la obra de Betania, cuando se explaya sobre su Banes y sus comienzos, en aquellos primeros años del siglo XX en una Cuba hoy ya muy lejana, en todo sentido:

 – Visitar la casa de Gastón Baquero, en la madrileña calle de Antonio Acuña, es como acercarse a una prolongación de Cuba en España, donde los retratos de José Martí acompañan a los de Rilke y Whitman, mientras las paredes desaparecen repletas de estanterías de libros, que son su cotidiana obsesión, sumergido constantemente en sus interminables lecturas. ¿Cómo influyó en tu formación y vida literaria el haber nacido en un pueblo como Banes, más en contacto con la naturaleza, el campo, los cultivos y tu posterior descubrimiento de La Habana, más cercana de lo foráneo, de la influencia extranjera?

Mi pueblo natal no era exactamente un pueblo campesino con predominio de lo rural sobre lo urbano. Por la presencia allí, desde el año 2, de la United Fruit Company (seamos justos, mal que moleste) la calidad de vida de ese pueblo, que presumía de haber sido la capital indígena de Cuba, Baní, era deseada y envidiada por muchos otros pueblos del contorno.

GASTON-BAQUERO-2Una de las consecuencias o razones de esa calidad de vida era la abundancia de las escuelas públicas y privadas. Hasta los que por razón de pésima condición económica no asistíamos a la escuela a la edad conveniente conocíamos de la fama de los maestros y maestras, caracterizados casi todos ellos por el amor a los versos y por el hábito de decir poesías, en el aula o en la tribuna patriótica, en el café o en las reuniones familiares.

Tengo de esto una memoria tan viva que ahora mismo puedo recitar sin tropiezo tiradas enormes de los poetas más difundidos hacia los años veinte. En mi casa natal estaba representada la inquietud cultural del pueblo por el amor casi enfermizo de las mujeres por la lectura de poemas románticos (Darío, Silva, Nervo, etc) y de novelas populares (M. Delly, Carolina Invernizio, Alejandro Dumas, Vargas Vila, Elinor Glynn, Maryan, ¡lo que fuera con tal que hiciera llorar!) y por la ansiedad de una joven tía mía por copiar y aprenderse cuanto poema llegaba a su conocimiento. Era moda tener cada muchacha una libreta, un libretón, donde ella y sus amigas y amigos escribían poemas, esforzándose en la caligrafía muy cuidada.

Me veo de muy niño, sin haber aprendido del todo a leer, con una libretas de ésas en las manos, leyéndole en voz alta poemas a la tía, para que los fuese pasando a la libreta suya. Poemas de Darío, de Nervo, de Díaz Mirón, de Heredia, de Zenea, de Martí, de Manuel Acuña, de Silva, de Julio Flórez… Esto, se afirma, deja huella. Cuando me reprocho el énfasis, lo oratorio, lo demasiado elocuente a veces que hay en los poemas que escribo, me consuelo pensando que no sólo he nacido en el Trópico, en el retumbante mundo antillano, sino que además entré en el mundo de la poesía arrastrado por unas melodías que eran más bien sonsonete y trompetería, énfasis y sentimentalismo sin límites.

No guardo memoria de cuándo comencé a escribir, en secreto, naturalmente, enseñándole únicamente a la tía de los poemas aquellas cosillas. Tendría once o doce años – antes de ir para la capital- cuando mi confidente y guía me dijo: “Vamos a copiar eso en la libreta grande, porque me ha gustado mucho. Léemelo despacio”. Y desarrugando un pequeño papel que estrujaba entre las manos, muy avergonzado y titubeante, leí para ella lo que había escrito sin saber bien por qué:

EL PARQUE

El parque de mi pueblo tiene
cuatro laureles y el busto de un patriota.

Cuando la tarde es hecha una lumbre tranquila,
arriban silenciosa las ancianas.

La tarde es lo más bello de este pueblo,
y son tristes sus noches,

cuando el parque se queda desolado,
con sus cuatro laureles y el busto de un patriota.

GASTON-BAQUERO-3El parque y los laureles eran literales, pero las ancianas me las inventé. Veía el cuadro completo, no cómo era exactamente, sino como yo quería que fuese. Instintivamente, había comenzado ya a arreglar el mundo, a poner en el escenario lo que yo quería que estuviese allí y no lo que en realidad estaba allí. Si es cierto aquello de que “el niño es padre del hombre”, en mi caso se confirma. Se es de mayor lo que se fue de niño, sólo que ampliado, deteriorado, echado a perder.

Sí. La poesía fue siempre para mí, y sigue siéndolo, un instrumento, una herramienta con la que se puede, o bien conocer a fondo el mundo que nos rodea, o bien rehacer y construir a nuestro antojo ese mundo. Me llega a la memoria, en este momento, como una visita inesperada, otro ejemplo de mi instintiva tendencia a reformar la realidad. Pasaba un río por el centro del pueblo. Era un río con la menor cantidad posible de río que se haya visto, pero hablábamos de él como de alguien que de tiempo podía dar la sorpresa de convertirse caudaloso y peligrosísimo. La verdad es que queríamos los muchachos tener un río importante y magnificábamos aquel hilillo de agua verdosa.

Los psicoanalistas dirán por qué soñé una noche que se había ahogado en el río una amiga pequeña, la más bonita del pueblo, la que en la iglesia escogían para vestirla de ángel el Domingo de Resurrección. El sueño me impresionó y quise contárselo a mi público, que era mi tía. Y a lo que escribí le puse encima el título de “Elegía”, porque la palabra me gustaba y sabía ya que se trataba de muerte. Aquí está cómo transformé, teniendo trece años como mucho, el sueño que había tenido:

GASTON-BAQUERO-4A la niña que ha muerto esta mañana
le hemos puesto en el pecho una azucena,
y hemos puesto además una manzana
junto a su mano pálida y serena.

Los niños han venido. Y está llena
su habitación de leve porcelana,
parece que se mira en la azucena
y que tiende su mano a la manzana.

Nos alejamos quedos de su lecho
contemplando otra vez su faz serena,
y mientras rueda el sollozo en nuestro pecho,

y nos sigue el olor de la azucena,
la decimos adiós, vamos derecho
a llorar en lo oculto nuestra pena.

Dramatizar un hecho irreal, o convertir en irrealidad un hecho dramático, es cosa que nació conmigo. No creo que conduzca a nada interesante averiguar si se debe a inconformidad con el mundo en general, o a disgusto con uno mismo por sus defectos, o a rebeldía ante los aspectos feos de la existencia, que son tantos. Venga de donde venga esa tendencia, ese instinto irrefrenable, es de ahí y no de la literatura de donde extraigo los poemas, de donde los he extraído siempre.

Esta persona dominada por la fantasía -por la necesidad o por el gusto de fantasear- es la que sale un día de su pueblo y va a vivir a la capital. A la capital de un país con tradición larguísima de poesía. Y de poesía llena de fantasía, de imaginaciones, de poetas que por lo mismo que no han visto jamás la nieve, escriben cantos y cantos a la nieve, que es lo debido. Hablar de lo que no se ha visto es crear. Intentar describir lo visto es una utopía, porque lo real es inapresable por la palabra y aun por la mirada.

 

Nota
[1]
Una introducción digital (que sirve para esta edición impresa).

 

 

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