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Defensa de Gabriela Mistral

por Hernán Ortega Parada
Artículo publicado el 18/08/2006

Pareciera ser un gesto hipnótico sobre la figura esencial de Gabriela Mistral. O, tal vez, la audiencia está adormecida de verdad y sobre el escenario se deslizan figuras que llenan el espacio de gestos y aullidos de un drama extraño. Destruir arquetipos de la sociedad es la consigna de éstos.

Un vocablo ingresa como un caballo negro a la nueva Troya. ¿Qué es ser queer? El término se desliza por el cyber-espacio y probablemente su utilización alcance cientos de miles de veces. Son impresionantes las bibliografías y los espacios que lo señalan. En Chile, país todavía con una masa novecentista y pasiva, lo queer es lenguaje oculto reservado para una cofradía emergente y rupturista.

A mi vista, la palabra llegó de improviso desde Norteamérica, desde el mismo Barnard College de Nueva York donde un día Gabriela Mistral (1946) impuso un señorío y el ensueño de la palabra empecinada en corregir muchas cosas inaceptables de este mundo. Sin embargo, ciertos discursos de fondo me llegaron por el espacio cibernético desde el vecindario, de Argentina. En efecto, tuve acceso a un sitio (www.afsqs.com.ar/queer) que recogió la radiografía auténtica y las opiniones de un mundo gay que presenta sin ambages su problemática interior y su incómoda situación dentro de la sociedad. No tratan un problema menor, salvo que aquello no debería ser un problema. Entiendo perfectamente a los seres que se sienten distintos y que, de facto, lo son. La sociedad es muy grande. Todos tienen derecho a ocupar un espacio. Pero nadie tiene derecho a destruir imágenes cargadas de sentido de belleza y altruismo; y que lucharon, por añadidura, por valores más altos que los usuales Un manojo de preguntas y respuestas muy espontáneas viene de ese país hermano, con ocasión de un congreso afin:

«¿Qué es ser queer? ¿Cómo se vive desde cada una de las especifidades?. Josefina: Como feminista, es un problema… (risas). La definición de lo queer no tiene nada que ver con ninguna identidad preconstituida, sino con la lucha contra la discriminación. Lo que nos define es luchar contra toda forma de discriminación. Esto implica que vos, como queer, no tenés que ser alguna identidad preconstituida en términos de orientación sexual, etc.» (…) Lohana: Yo quiero rescatar la importancia de producir crisis. Acá es todo tan chato que ni siquiera hay conflicto, debate o diagnóstico. Nosotras venimos a producir debate y crisis. (…) Flavio: Bueno, en cuanto a lo académico, por ejemplo, nunca aceptamos someternos a los cánones de investigación académica porque de hacerlo perderíamos la articulación con el movimiento social. Nosotros no concebimos la posibilidad de hacer teoría sin estar articulados. (…) ¿Cuál es la relación de los estudios y la teoría queer con la Universidad? Ana: Bárbaro, no vamos nunca. Lohana: Las travestis lo que pretendemos de la Universidad es que se nos permita entrar. (…) Flavio: Yo quiero la revolución rosa. (…) Lohana: Yo quiero destruir este mundo y construir uno nuevo».

«Articulación» y «producir crisis», son las palabras claves. Dos chilenos ubicados en México pretendieron llevar al cine la presunta vida lésbica de Gabriela Mistral. Se defendieron diciendo que se basaban en un trabajo de la académica portorriqueña Licia Fiol-Matta, profesora asistente en el Departamento de Cultura Española y Latinoamericana del Barnard College (N.Y.) En Santiago asomaron las «acciones culturales» que pretendieron marcar con el sello queer a Simón Bolívar y al propio Arturo Prat. Si quieren derribar tres tótems tan sólidos como los que aquí nombramos, en lugares distintos pero con hechos sincronizados, estaríamos en presencia de una articulación y la consecuente crisis. Todo movimiento tiene alma y energía.

Licia Fiol-Matta publicó el 2001 el libro «A queer Mother for the Nation: The State and Gabriela Mistral» (University of Minnesota Press) (264 páginas). En castellano, se traduce: «Una Madre Homosexual para la Nación: El Estado y Gabriela Mistral». Un título que involucra una afrenta para el estado chileno y que nadie ha puesto en reparo oficial. Es un título de sentido directo y que fija en los medios cultos de Norteamérica una señal inapelable, un daño monstruoso. Se puede morigerar la traducción, diciendo, por ejemplo: «Una madre rara…», pero eso no debilita la marca que produce el título. Pero, ¿cuál es el alma y la energía de Licia? Su preocupación por el tema lésbico no es nuevo. En 1995, publicó «The School Teacher of America: Gender, Sexuality and Nation in Gabriela Mistral» («La maestra primaria de América: género, sexualidad y nación en Gabriela Mistral»). Licia ha trabajado con la teoría queer, de la cual es especialista, para sondear la estructura de discursos literarios. Eso es como si quisiéramos recorrer el interior de nuestro cuerpo y de nuestra alma con una lente rosada. Preocupado de su trabajo, le envié un correo electrónico con varias preguntas. Para el caso, citaremos una: «Usted dice «…(en) la primera parte de este libro se cuestiona la validez que tiene crear una visión hagiográfica de Mistral desde múltiples ángulos, no sólo de la relectura de la identidad sexual…» ¿No cree que su propio planteamiento sobre una posibilidad hagiográfica de Mistral es inválido porque esa «santidad» ha sido nada más que un modo de decir de algunos antiguos biógrafos y admiradores? ¿No cree en el riesgo, en otras palabras, de ubicarse en la nada para arribar a conclusiones que por cierto serían la nada también?». Otra: «Creo que usted evita marcar a Mistral desde un punto de vista homosexual, ¿o es al contrario, que usted cree observar lesbianismo en la vida de la poetisa y eso le parece determinante en alguna actitud mental?». Me estoy orientando por las propias sentencias de la profesora (entrevistas publicadas). Licia es gentil y contestó que las respuestas están en el libro y que pronto aparecería una traducción al español. De modo que la polémica no está cerrada. Sin embargo, en un cyber-encuentro con Javier Campos (CasaChile.cl), ella dice explícitamente «que no se puede determinar la sexualidad de un sujeto por el texto poético» (…) «…no suscribo visiones esencialistas de la identidad sexual, pero sí me parece que una investigación rigurosa sobre Gabriela Mistral no puede ignorar el tema sexual». Las interpretaciones que se hacen desde textos y rasgos biográficos de G.M. tratan de no probar pero dar por real y efectiva una sospecha. Un trabajo académico -semiótico, lingüístico, contextos históricos, etc.- pero de preconcebida dirección, que esconde profundos vericuetos de una autora inquisitiva. Fiol no es creadora y desconoce los laberintos propios del poeta, ni su idealismo ni sus posicionamientos imaginativos.

Fiol es producto de una metodología brillante pero inadecuada de las universidades. Las bibliotecas están llenas de estudios semánticos sobre la literatura… que no sirven a nadie. Los críticos académicos tampoco han contribuido al acercamiento colectivo de la literatura (al contrario). Ha llamado la atención de la portorriqueña el indigenismo de G.M., su extraordinaria ascendencia como maestra, el aparente poder recibido de Pedro Aguirre Cerda (carrera profesional meteórica) y la resonancia de su voz en toda América y España. En épocas en que la mujer era muy poco escuchada, en efecto, G.M. fue un altavoz respetable. Ella está en las bases de la nueva participación de la mujer en la sociedad inteligente. Por eso Licia habla de nación, de estado, de madre. Y todo eso involucrado con un pretendido limbo sexual. Censurable es el título de su libro -por lo taxativo-, ya que, por las palabras de la autora, éste no se compadece con el contenido.

Un tema, en verdad, multifacético. Sin embargo, puedo emitir juicios apoyados por una extensa y detalladísima cronología (inédita) que es un libro por sí misma; la cual permite comprobar, por ejemplo, que G.M. no es madre de Yin-Yin. Las ardientes y sostenidas pasiones amorosas -platónicas- por hombres de alta clase intelectual y social, destruyen en la base la falsa imputación que se le hace. En esos amoríos hay un canon, en el cual no entran mujeres que sólo han desempeñado un rol de secretarias, compañeras y, aun, de servidumbre. La situación planteada por Licia me abrió paso a una conferencia en la Biblioteca Nacional (Salón de Investigadores, el 25.07.02). Asistió buen número de gente documentada; y algunos que conocieron personalmente a la poetisa. La conclusión fue unánime y es de imaginarla.

Nuevos documentos que salen a luz pública no hacen otra cosa que afirmar la integridad femenina normal de la maestra. En «Bendita mi lengua sea», de Jaime Quezada, hay cuadernos íntimos de G.M. donde ella rechaza el cargo de lesbiana. Matilde Ladrón de Guevara, que vivió a su lado en Italia, es igualmente enfática. Léase «Memorias de una mujer irreverente», de Marta Vergara, donde aparece la verdadera identidad de Laura Rodig (nada de lesbiana). Todo aquello es irrelevante por la verdadera estatura moral de nuestra Premio Nobel. Doris Dana ha dicho («El Sábado», 22.11.02): «Me da escalofríos lo que dicen de Gabriela (…) A mí no me hacen reir. Son tan tontos. Han perdido todo el legado de una gran figura».

A tres años del golpe de Fiol-Matta, los gestos hipnóticos desde las nuevas generaciones que ignoran valores fundamentales e inamovibles pueden ser evanescentes y así sea.

Olmué, Agosto 2006

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