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Ecos africanos en El loco de los balcones de Mario Vargas Llosa.

por María Elvira Luna Escudero-Alie
Artículo publicado el 28/05/2006

Mario Vargas Llosa (1936- ) el eximio, prolífico, y versátil escritor peruano más conocido en el mundo, es también, como bien sabemos, un intelectual comprometido con su tiempo y los avatares que ocurren en diversas geografías. Su honestidad intelectual no ha sido siempre bien vista, al contrario, MVLl ha sido y es blanco de muchos ataques que tienen sobre todo una base ideológica, y yo diría que también un fuerte ingrediente de envidia que se disfraza detrás de múltiples máscaras y colores. Se le acusa por ejemplo, de ser «el intelectual del neoliberalismo», el defensor de oscuros intereses, el abanderado de la libertad a rajatabla, el campeón de la globalización, «el representante de los sectores hegemónicos», etc.

Pienso que no vale la pena perder el tiempo justificando o explicando sus posturas políticas e intelectuales, pues sólo el tiempo y la Historia se encargarán de recoger el profundo sentimiento ético que rige todas las acciones y gestos políticos de MVLl, lo que no quiere decir que sea infalible, pues nadie lo es.

Felizmente que sus admiradores y detractores coinciden al menos, en la incomparable excelencia de su producción literaria, y considero que MVLl debería ser «juzgado», puestos a juzgar, sólo como lo que realmente es: un escritor de ficciones de primera calidad, un intelectual de polendas.

Las quince novelas que MVLl tiene hasta el momento en su haber, incluyendo la flamante: Las travesuras de la niña mala (2006), han sido traducidas a muchísimas lenguas, y son leídas y estudiadas con pasión en todo el orbe porque los temas que MVLl trata en sus obras son universales; calan en el alma de todas las idiosincracias, revelan verdades literarias y humanas, nos acercan a otras culturas, a otras cosmovisiones del mundo, y así tras envolvernos en su suave magia nos ayudan a crecer también como seres humanos.

Hace muy poco, en abril de 2006 por ejemplo, Shivangi, una estudiante hindú del post-grado de la Universidad Johns Hopkins, de SAIS (School of Advanced International Studies) me decía que había leído casi todas las novelas de MVLl y que en la India, él era muy conocido y admirado. Lo mismo me comentaron una vez, algunos años atrás, Timo, un estudiante alemán, y Zeynep, una estudiante turca. En efecto, MVLl es leído, discutido, traducido y ensalzado en lugares tan diversos como Guinea Ecuatorial, Japón, Irán, Austria, Nepal, Suecia, Marruecos, Costa de Marfil, Albania, Finlandia, etc.

No todo el mundo sabe sin embargo, que MVLl además de novelista, ensayista, crítico literario, ex-candidato a la presidencia del Perú, periodista, y profesor universitario, ha publicado también cinco obras de teatro: La señorita de Tacna (1981, Buenos Aires), Kathie y el hipópotamo (1983, Caracas), La Chunga (1986, Lima), El loco de los balcones (1993, Londres) y Ojos bonitos, cuadros feos (1996, Lima).

El teatro ha sido para MVLl, de acuerdo a sus propias declaraciones: «su primer amor literario». En 1952, cuando Vargas Llosa cursaba la secundaria en Piura, escribió y dirigió una pieza teatral premiada: «La huída del Inca», que lamentablemente se ha perdido.

Voy a referirme ahora a un aspecto muy poco tratado en El loco de los balcones; los ecos africanos en esta obra dramática.

El loco de los balcones puede ser leída como comedia, parodia, o como tragi-comedia, e incluso como una tragedia con fuerte dosis de ironía. MVLl se caracteriza, entre otras cosas, por hacer una investigación histórica muy exhaustiva de la época en que decide ambientar sus obras, para así poder «mentir con conocimiento de causa», como lo afirma él mismo. El loco de los balcones, por ejemplo, trasunta la nostalgia de la Lima Virreinal, y nos brinda información específica y demográfica del barrio del Rímac en los años 50, y de la Historia que se cuela a través de los balcones coloniales que un inmigrante italiano; el profesor Aldo Brunelli, apodado: «el loco de los balcones», intenta salvar enfrentándose al mundo para ello; es decir, un quijote moderno.

Breve historia de la presencia africana en el Perú.-
La población peruana de origen africano, de acuerdo a las estadísticas oficiales del Almanaque Mundial (Time Almanac, 2006) es junto a la población de origen japonés, chino y otros grupos, solamente un 3% del total. De acuerdo a otros estudios, menos oficiales, solamente la población peruana de origen africano oscila entre el 5% y el 6% de la población total.

Siguiendo los datos oficiales, además del 3% de población negra (unida a la china, japonesa y otras), en el Perú habría un 45% personas de origen amerindio, un 37% de mestizos, y un 15% de blancos (sobre todo de origen español; pero también italiano, francés, palestino, croata, etc.).

Los primeros africanos llegaron al Perú con los conquistadores españoles, en calidad de esclavos en 1521. La población aborigen vinculó inmediatamente a los africanos con los conquistadores para quienes trabajaban sin sueldo, y a partir de esa identificación inicial, fueron rechazados junto a sus amos.

Los peruanos descendientes de africanos viven ahora en el norte del Perú y en las regiones costeras como Ica, Chincha, Cañete, y en el primer puerto del Perú, el Puerto del Callao, la provincia constitucional. El «caudillo» Ramón Castilla (1797-1867), quien fuera presidente del Perú en cuatro oportunidades, liberó a los esclavos en su segundo gobierno.

Debido a la discriminación racial existente en muchos, sino en todos los lugares del mundo, y el Perú, lamentablemente, no es una excepción, los peruanos descendientes de africanos han sido relegados por la memoria histórica y en muchos casos han estado recluídos bajo las sombras del más injusto de los anonimatos. Por la falta de oportunidades socio-económicas que es el correlato de la discriminación racial, el aporte de los peruanos de origen africano ha sido evidente y reconocido sólo en el campo de la cultura popular, y en los deportes, especialmente en aquellos deportes más practicados por los sectores populares: el fútbol y el boxeo. Hay en la historia del Perú, por tanto figuras destacadas que son descendientes de africanos, como por ejemplo la cantante internacional Susana Baca, el poeta y folkorista Nicomedes Santa Cruz, el ex-futbolista, hoy entrenador de fútbol; Teófilo «Nene» Cubillas, la líder política asesinad en 1992, cuando tenía 33 años, por el grupo terrorista Sendero Luminoso; María Elena Moyano, el ex-campeón de boxeo: Mauro Mina, el santo mulato: San Martín de Porres (1579-1639), hijo ilegítimo de un español y de una mujer panameña, canonizado por el Papa Juan XXIII en 1962, y etc.

Resumen de la obra.-
El loco de los balcones nos presenta la historia del profesor italiano Aldo Brunelli; un inmigrante enamorado de la ciudad de Lima, del arte y del pasado colonial, del recuerdo del esplendor de Lima, y del encanto de su deterioro. Aldo Brunelli intenta rescatar los balcones coloniales que las fuerzas del progreso y la modernidad planean desaparecer para poner en su lugar altos y pragmáticos edificios. Aldo Brunelli, viudo y padre de una única hija; Ileana, recoge balcones y les da albergue en el cementerio de balcones que ha construido en su casa «cual pesadilla gótica». La casa y por tanto el cementerio de los balcones están situados en los arrabales del Rímac, un barrio venido a menos; «corazón de la vida virreynal en el siglo XVIII, es ahora un distrito popular, de viejas casas convertidas en tugurios y conventillos que parecen hormigueros»(MVLl, 9).

Aldo Brunelli en compañía de su hija Ileana, y de un número reducido de «cruzados» representan el pasado, esa nostalgia por la belleza de la antigua Ciudad de los Reyes, luchan por arrebatar balcones coloniales de las manos de los arquitectos e ingenieros del progreso, para poder salvarlos de un total abandono y destrucción. Ileana se enamora de Teófilo Huamani; pero esta relación no progresa en parte por la intervención de Brunelli,

Y más bien por su existencia en la vida de Ileana, y la obligación de cuidar a su padre que Ileana heredó de su madre mediante una carta que le dejó al morir. Brunelli rechaza un poco a Huamani no por su origen étnico andino, sino por su filiación política: es un marxista. Ileana se casa luego con el hijo idealista del ingeniero Cánepa, uno de los «atilas», enemigos de Brunelli y de su Cruzada por salvar los balcones coloniales.

Es interesante resaltar que el barrio del Rímac donde vive Brunelli y su hija Ileana, junto con los setenta y ocho balcones se reconoce en la obra -ya en los años cincuenta, y hoy es peor aun-como un barrio marginal, y es así como Ileana le responde a Diego Cánepa (su futuro esposo) ante la sorpresa de éste frente a su vivienda:

«En el Rímac no sólo hay negros y cholos. También blancos muertos de hambre, como nosotros». (MVLl, 32).

La obra empieza y termina con una conversación entre el profesor Brunelli y un borrachito sin nombre que le salva la vida a Brunelli impidiendo su suicidio desde uno de los balcones coloniales.

Los juegos temporales de MVLl, tan frecuentes en sus novelas, y el uso de la memoria como mecanismo dramático, están presentes en El loco de los balcones. Las diecisiete escenas que componen la obra son casi todas producto de los recuerdos de Brunelli cuando reflexiona sobre su vida y sus fracasos, y está a punto de tirarse de un balcón para matarse y así huir del progreso y la modernización que en el contexto de la obra de teatro, implica la destrucción del arte, y de la historia.

Ecos africanos en la obra.-
Desde el inicio de la obra, en lo que sería parte de la didascalia, tenemos un comentario sobre el barrio del Rímac y su multiculturalismo, su pasado de misterio y gloria, especialmente cabe resaltar las referencias a las huellas de la cultura africana en la música y en el habla popular, incluso se menciona ciertos aspectos religiosos vinculados a la religión africana:

«El Rímac es un barrio forajido, ruinoso, mosquiento, promiscuo, muy vital. En sus arrabales se confinaron los esclavos libertos en el siglo XIX y fue, entonces, famoso- como, antes, por sus palacios, carrozas, alamedas y conventos-por sus fiestas de ritmos africanos, sus brujerías y supersticiones, sus hábitos morados, sus procesiones, sus orgías, sus duelos a cuchillo, sus serenatas y sus lenocinios.
Aquí nació el criollismo y la mitología pasadista de Lima.
Y también, el vals criollo de guitarra, palmas y cajón; la replana, esotérica de jerga local, la variante zamba de la marinera y la lisura, en sus dos acepciones de palabra malsonante y gracias de mujer». (MVLl, 9-10).

De acuerdo a esta obra de teatro, el Rímac sigue conservando en los años cincuenta-marco temporal de esta pieza teatral-esa magia por lo desconocido y lo prohibido, esa seducción de lo exótico: «Al Rímac vienen todavía, huyendo de la respetabilidad, los burgueses de la otra orilla del río hablador, a pasarse una noche de rompe y raja con morenos y mulatas» (MVLl, 10).

El Rímac aparece entonces, tras la cortina de su misterio y exotismo pasados, como un espacio de trasgresión.

El profesor Brunelli conversa al filo de la madrugada brumosa de Lima, con el borrachito-que estaría representando al hombre-masa, luego convertido en el escudero del nuevo Quijote: Brunelli- sobre la peculiaridad de los balcones mudéjares de Lima:

«Los esclavos africanos y los artesanos indios que cortaron, labraron, pulieron y clavaron estas maderas en el XVII, en el XVIII, en el XIX, volcaron en ellas lo mejor que tenían. Y su espíritu quedó impregnado en las tablas». (MVLl, 13-14).

Según Brunelli, los esclavos y los artesanos indios: «No advertían que, al materializar esos dibujos sevillanos, los alteraban. Cambiándoles el semblante y la personalidad». (MVLl 14).

De acuerdo a la perspectiva de Brunelli, hubo una suerte de justicia poética que quedó plasmada en los balcones coloniales; los esclavos y los artesanos indios construían los balcones por obligación; pero al confeccionarlos dejaron mensajes ocultos; el borrachito pregunta con la sencillez propia del Sancho Panza en el cual se convetirá al final:

«¿Qué mensajes dejaron esos fulanos en los balcones?», y el profesor de historia del arte le responde paciente:

«Su cultura. Lo hicieron con tanta astucia que sus amos no se dieron cuenta. No lo habrían permitido. Y mucho menos los inquisidores, si hubieran adivinado que en estos balcones quedaban huellas de las idolatrías que creían haber extirpado» (MVLl, 15).

Y ahí donde el hombre-masa sólo ve «unas tablas despintadas, llenas de telarañas» (MVLl, 15), el profesor Brunelli cree poder leer el núcleo de esas producciones artísticas:

«Hay que mirar a los balcones con el mismo amor con que fueron fabricados.
Entonces, las yemas de los dedos, acariciando sus superficie, identifican las Creencias de sus constructores. Los peces y las conchas que insinuaron los artesanos del litoral. Las escamas de serpientes, los colmillos de pumas, los espolones y picos de cóndores que incrustaron en sus pilastras y dinteles los ebanistas de la sierra. Los cuernos, medialunas, soles radiantes, estelas, tótems que escondieron en sus molduras los esclavos nostálgicos del África.»
(MVLl, 16-17).

El párrafo anterior es también una prueba de que las producciones artísticas son la resultante de muchas confluencias, de que en El loco de los balcones, desde el discurso afiebrado del profesor Brunelli, se postula y se aplaude un sincretismo cultural.

El ingeniero Cánepa, que se convertirá en consuegro de Brunelli, discute con éste sobre los balcones, y Cánepa pregunta: «¿Puedo saber el motivo de su visita?» (MVLl, 25). Y el profesor Brunelli le responde decidido:

«Lo sabe de sobra: la casa de la calle de Espaderos. Una de las pocas sobrevivientes del XVII. Por esa mansión que usted ha comenzado a pulverizar pasaron virreyes, oídores, arzobispos, magistrados.
Y parece que en ella escondieron sus amores el libertador Simón Bolívar y una mulata vivandera». (MVLl, 25).

Para Brunelli es evidente que los balcones son los depositarios no sólo del arte de los artesanos que los construyeron, sino que también son figuras emblemáticas de la temporalidad, testigos mudos; pero muy elocuentes en su silencio, de la Historia del Perú.

De alguna manera para Brunelli, en los balcones coloniales se reflejan «todas las sangres», para prestarnos una frase de José María Arguedas. Y también podemos identificar la presencia africana vinculada con el amor prohibido, en la memoria de la casa de la calle Espaderos; «una mulata vivandera».

Los «cruzados» se dan ánimos mutuos cantando estribillos esperanzadores en sus marchas de protesta pacífica. Y propagandizan así su misión quijotesca y redentora de balcones:

«[..] pero son [los balcones] más limeños que la niebla, la garúa, santa Rosa y san Martín [….]» (MVLl, 48)

La estrategia de Brunelli es la de identificar los balcones con lo auténticamente nacional; aquello que merece y debe ser preservado porque representa la historia y el pasado; y de esta manera Brunelli opone los balcones a la modernización de la ciudad que estaría representando sin duda el futuro, y como tal el ámbito de lo desconocido y foráneo.

Y los cruzados canturrean sus consignas pacíficas en medio de la incomprensión de la gente que considera que Brunelli ha perdido la razón, y por eso lo llaman en los periódicos: «el loco de los balcones».

«Son antiguos [los balcones] y modernos.
Son hispanos y son árabes y son indios e indostanos y africanos. Son peruanos y limeños y limeños y limeños. ¡Y los vamos a salvar! […] ¡Los balcones son la historia y la memoria y la gloria de nuestra ciudad ! (MVLl 54,55)

Los balcones simbolizan esa confluencia maravillosa de una multitud de culturas, y por eso son representativos de lo peruano. De hecho, cuando Huamani presente en la memoria de Brunelli, se refiere despóticamente a los balcones, Brunelli le responde rescatando la mezcla cultural, la síntesis:

Dice Huamani desde su radicalismo marxista :

«Son imitaciones de imitaciones. Terceras, cuartas o quintas versiones de los modelos originales de El Cairo, Marrakech o de Córdoba. No puedo admirar un arte parasitario». (MVLl, 86).

Y el profesor Brunelli le responde reivindicando la síntesis:

«Todo nace de mezclas y tradiciones múltiples, Huamani. La originalidad consiste en integrar lo diverso, añadiendole experiencias y matices nuevos. Ésa es la historia de estos balcones». (MVLl, 86).

Vargas Llosa se ha referido frecuentemente en sus artículos periodísticos y en sus ensayos, a la importancia de la ficción en la vida cotidiana. Y Vargas Llosa recurre en sus obras de teatro a esta poética de la ficción, la metaficción; la ficción dentro de la ficción.

Los personajes de esta obra de teatro, así como los de Ojos bonitos, cuadros feos, La Chunga, Kathie y el hipopótamo, y La señorita de Tacna, a través del mecanismo de la memoria aluden a la ficción. En El loco de los balcones, el profesor Brunelli y sus cruzados juegan a la Historia, imaginando ficciones, historias para cada uno de los balcones que han rescatado, para individualizarlos, llenarlos de alma, de significado.

Así Ileana por ejemplo, imagina la siguiente historia para uno de los balcones:

«Nació en la alameda de los Descalzos, en el taller de unos carpinteros mulatos, famosos en el barrio por su manera frenética de bailar el candomblé. Durante dos siglos vio desfilar a sus pies las carrozas de los virreyes y las andas de las procesiones. El más ilustre de sus dueños fue un inquisidor, que, sentado en él, tomando el fresco de la tarde, escribió con una pluma de ganso la sentencia de muerte por fuego de cinco herejes limeños.» (MVLl, 70).

En la ficción de Ileana hay una referencia explícita a los aportes culturales de los esclavos africanos, a su música y sus bailes. Hay también una alusión a la brujería y la práctica de la religión africana que en el Virreinato de Lima era considerada por la Santa Inquisición, como delito penado con la hoguera.

Hemos visto entonces, cómo la presencia africana se deja sentir en El loco de los balcones, a través del arte reflejado en los mismos balcones, por medio de la Histori peruana traída a colación por las fantasías de Ileana, por ejemplo, e incluso en el barrio marginal del Rímac donde viven en los años cincuenta-época en que se ambienta la obra-personas pertenecientes a los sectores desposeídos de la capital del Perú, concretamente: los negros descendientes de los esclavos africanos, los andinos y algunos «blancos muertos de hambre».

Bibliografía.-
Afro-Peruvian, en : http://en.wikipedia.org/wiki/Afro-Peruvian
Brunner, Borgona, Editor in Chief. Time Almanac 2006. Boston: Pearson Education, 2006.
Luna-Escudero-Alie, María-Elvira. Reverberaciones y ecos existencialistas en El loco de los balcones de Mario Vargas Llosa. Espéculo # 18 (2001)
http://www.ucm.es/info/especulo/numero18/balcones.html
Vargas Llosa, Mario. El loco de los balcones. Barcelona: Seix Barral, 1993.
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